Compara la revolución industrial con la de los países más avanzados de Europa


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Una vez finalizadas las Guerras Napoleónicas, la Europa continental iniciaba su proceso de industrialización siguiendo, en gran medida, el modelo británico de las décadas anteriores. Ese proceso de cambio económico estuvo acompañado, y favorecido, por un cambio en las estructuras políticas de los países; fundamentalmente con el establecimiento de instituciones de corte liberal. Sin embargo, entre 1814 y 1833, España se mantuvo aislada de esa gran transformación. Esa circunstancia, unida en el campo político a la pervivencia del régimen absolutista, permite entender algunas de las claves del atraso económico español.

Ahora bien, la industrialización en España no se vio únicamente lastrada por el régimen político. De hecho, una vez se produjo el triunfo del liberalismo, el desarrollo económico continuó siendo inferior al de los países del entorno. Además, la revolución industrial española fue desigual, afectando fundamentalmente a Cataluña y el País Vasco.

En definitiva, aunque a lo largo del siglo XIX fueron resolviéndose algunos de los principales problemas económicos del país, la industrialización en España fue lenta, débil y tardía en comparación con los países más avanzados de Europa. Esto se debió, tanto a la falta de poder adquisitivo de la población, como a la política proteccionista ejercida a ultranza y a la falta de inversión en el sector industrial. A esto se sumaron otros factores, como las deficientes comunicaciones terrestres, la escasez de fuentes de energía y la pérdida de las colonias americanas.

ESTRUCTURA DEL VÍDEO:

  • 0:19. La revolución industrial en Europa.
  • 0:42. La revolución industrial en España.
  • 1:01. Las desigualdades territoriales.
  • 1:39. Las causas de atraso industrial.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. Historia de España en el siglo XIX; José Luis Comellas – Rialp.

DIAPOSITIVAS DEL VÍDEO:

Describe la evolución de la industria textil catalana, la siderurgia y la minería a lo largo del siglo XIX


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La industria textil catalana, si bien contaba con unas sólidas bases de origen medieval, se desarrolló con fuerza a principios del XIX gracias a la introducción del algodón en el proceso productivo. A la fabricación de este tipo de tejidos se ha de añadir la introducción de una maquinaria basada, en un primer momento, en la fuerza hidráulica y, posteriormente, en el vapor.

Al margen de la materia prima y las innovaciones técnicas, la evolución del textil catalán estuvo marcada por el contexto histórico europeo y nacional. De esta manera, después de la parálisis producida por la Guerra de la Independencia (1808-1814) y la pérdida de las colonias americanas en la década de 1820, se inició un periodo de expansión que tocó a su fin la crisis económica y política de la década de 1860. Una vez superada esa situación, la industria volvió a vivir un periodo de bonanza que se prolongó hasta la pérdida de Cuba y Puerto Rico, cuyo dominio era clave al tratarse de monopolios mercantiles.

Por su parte, la siderurgia estuvo supeditada a la minería del hierro y el carbón, así como a la capacidad de la iniciativa privada y estatal de explotar esos recursos naturales. Ahora bien, el atraso con respecto a otros países del entorno se explica también por la libertad de importación que estableció la Ley General de Ferrocarriles (1855), la reducida demanda interna y el atraso técnico. Después de las primeras experiencias empresariales en territorio malagueño, este sector experimentó una gran expansión a partir de 1871 gracias a la pujanza de los Altos Hornos vizcaínos.

La escasa demanda a la que se ha hecho referencia a la hora de tratar la siderurgia, afectó también a la minería, que estuvo estancada hasta el último tercio del XIX. También afectaron negativamente a su desarrollo la escasez de capitales, el atraso tecnológico y la política estatal, que frenaba la inversión extranjera. Finalmente, el aumento de la demanda a partir de la década de 1870, así como las medidas librecambistas, de entre las que destacó la Ley de Bases sobre Minas (1869), favorecieron la actividad extractiva.

ESTRUCTURA DEL VÍDEO:

  • 0:17. La industria textil catalana.
  • 1:20. La siderurgia y la minería del hierro y el carbón.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. Historia de España en el siglo XIX; José Luis Comellas – Rialp.

DIAPOSITIVAS DEL VÍDEO:

Explica las causas y desarrollo del proceso de independencia de las colonias americanas


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De entre las causas de la independencia cabe destacar, en primer lugar, la progresiva liberalización del comercio peninsular con América, que benefició más a los comerciantes peninsulares que a los criollos. La principal consecuencia fue que, estos últimos, se sintieron sometidos a los intereses venidos del otro lado del Atlántico. En segundo término, hay que señalar la influencia de la Revolución Americana (1776) y de la Revolución Francesa (1789) en las colonias americanas. Y, por último, la política británica, favorable a una América independiente con la que poder comerciar libremente.

En lo que se refiere al proceso de independencia de las colonias españolas en América, cabe distinguir dos fases:

  • De 1808 a 1815, coincidiendo con la Guerra de Independencia en la Península, se generó en América un vacío legal semejante al de la España peninsular. Esto hizo posible que las colonias tuvieran una mayor libertad en su actividad política y económica, dando lugar a tentativas independentistas.
  • De 1816 a 1824 se desarrollaron procesos más organizados que terminaron por dar lugar a las nuevas naciones americanas. Simón Bolívar y San Martín iniciaron una serie de campañas militares que, tras la batalla de Ayacucho (1824), aseguraron la independencia de las colonias españolas de América del Sur. Por su parte, México hizo lo propio en 1821 de la mano de Agustín de Iturbide y el Plan de Iguala.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. América Latina: la independencia; Gonzalo Zaragoza – Anaya.

Representa una línea del tiempo desde 1788 hasta 1833, situando en ella los principales acontecimientos históricos


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1788. Se inicia el reinado de Carlos IV.
1792. Manuel Godoy es nombrado secretario de Estado.
1793. Guerra de los Pirineos.
1795. Paz de Basilea.
1796. Primer Tratado de San Ildefonso.
1798. Primera desamortización de los bienes de la Iglesia.
1800. Segundo Tratado de San Ildefonso.
1801. Guerra de las Naranjas.
1804. Guerra contra Inglaterra.
1805. Batalla de Trafalgar.
1807. Proceso de El Escorial.
1807. Tratado de Fontainebleau.
1807. Las tropas francesas empiezan a entrar en la Península.
1808. Motín de Aranjuez: abdicación de Carlos IV.
1808. Levantamiento popular en Madrid: 2 de mayo.
1808. Abdicaciones de Bayona.
1808. Batalla de Bailén.
1808. Constitución de la Junta Suprema Central.
1808. Napoleón entra en España con la Grand Armée.
1809. Batalla de Talavera de la Reina.
1810. Apertura de las Cortes de Cádiz.
1810. Formación de Juntas en la Península y América.
1810. Insurrección del cura Hidalgo en México.
1810. Las Cortes abolen el régimen jurisdiccional.
1812. Aprobación de la Constitución de Cádiz.
1812. Batalla de Arapiles.
1813. Batalla de San Marcial.
1813. Las Cortes desamortizan los bienes de propios y baldíos.
1813. Las Cortes abolen la Inquisición.
1813. Batalla de Vitoria.
1813. Tratado de Valençay.
1814. Regreso a España de Fernando VII.
1814. Manifiesto de los Persas.
1814. Supresión de la obra de Cádiz.
1814. Comienzo del Sexenio Absolutista.
1816. Congreso de Tucumán.
1818. Independencia de Chile.
1819. Congreso de Angostura.
1820. Pronunciamiento de Riego.
1820. Fernando VII acata la Constitución.
1820. Inicio del Trienio Liberal.
1821. Plan de Iguala: independencia de México.
1822. Congreso de Verona.
1823. Invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis.
1823. Comienzo de la Década Ominosa.
1824. Batalla de Ayacucho.
1825. Independencia de Bolivia.
1827. Guerra de los agraviados en Cataluña.
1830. Promulgación de la Pragmática Sanción.
1832. Sucesos de La Granja.
1832. Gobierno de Cea Bermúdez.

Detalla las fases del conflicto entre liberales y absolutistas durante el reinado de Fernando VII


TRIGÉSIMO QUINTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.

En el reinado de Fernando VII cabe distinguir tres etapas: el Sexenio Absolutista (1814-1820), el Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-1833). Cada una de ellas guarda relación con el régimen político imperante en el país, siendo clara manifestación de la lucha entre liberales y absolutistas que se vivía, no solo en España, sino en la Europa de la época.

Como su nombre indica, el Sexenio Absolutista inaugurado en 1814, estuvo marcado por la supresión de la obra liberal de Cádiz. Este proceso ha de relacionarse con el régimen de la Restauración, impuesto por las potencias europeas en el Congreso de Viena (1815) tras la derrota de Napoleón Bonaparte y la Francia revolucionaria.

Una vez finalizada la Guerra de Independencia y firmado el Tratado de Valençay (1813), Fernando VII regresó a España. Sin embargo, no aceptó las reformas liberales, sino que restauró el absolutismo y persiguió a quienes participaron en la obra legislativa de Cádiz. Como consecuencia de ello, se produjo el primer exilio de la España contemporánea, que afectó tanto a los afrancesados como a los liberales.

Ahora bien, entre 1814 y 1820 hubo hasta ocho pronunciamientos militares de corte liberal, de entre los cuales terminó por alcanzar su objetivo el protagonizado por Rafael del Riego. De esta manera, Fernando VII no tuvo más remedio que jurar la Constitución de 1812 y formar un gobierno integrado por destacados liberales. Además del texto constitucional, en esta etapa se recuperó también parte de la obra legislativa de Cádiz.

Esta breve experiencia liberal en España tocó a su fin en 1823 con la intervención de la Santa Alianza a través del ejército francés, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis. Estos invadieron el país y, mediante la restauración de Fernando VII en su trono absoluto, pusieron fin al régimen surgido en 1820.

Los primeros años tras la vuelta al absolutismo fueron de una acentuada represión política. Se exiliaron en torno a veinte mil liberales, entre los que se encontraba lo más selecto de las clases medias ilustradas y liberales. Ahora bien, al final del reinado de Fernando VII los más absolutistas se organizaron en torno al hermano del rey, Carlos María Isidro, mientras que los liberales apoyaron a la regente María Cristina, esperando así la posibilidad de implantar el liberalismo en España.

ESTRUCTURA DEL VÍDEO:

  • 0:10. Liberalismo y absolutismo.
  • 0:45. El Sexenio Absolutista.
  • 1:34. El Trienio Liberal.
  • 2:06. La Década Ominosa.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. Fernado VII, un rey deseado y detestado; Emilio Laparra – Tusquest.

DIAPOSITIVAS DEL VÍDEO:

Comenta las características esenciales de la Constitución de 1812


TRIGÉSIMO CUARTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.

La revolución liberal que se inició durante la Guerra de la Independencia, contemplaba una convocatoria de cortes “generales y extraordinarias”. Finalmente estas se reunieron en Cádiz en 1810 y, tras año y medio de reuniones, promulgaron una constitución el 19 de marzo de 1812 (día de san José), por eso se le conoce como “La Pepa”.

Los diputados quisieron aunar la tradición española con el nuevo espíritu revolucionario liberal. De esta manera, los principios de la constitución vinieron a ser los siguientes:

  • Afirmación de la soberanía nacional: el poder residía en la nación.
  • División de poderes: el poder legislativo correspondía a las Cortes, de una única Cámara; el poder ejecutivo quedaba en manos del rey y del gobierno por él designado; y el poder judicial era independiente.
  • Elección de los representantes en las Cortes por sufragio universal masculino.
  • Reconocimiento de los derechos y libertades individuales, así como la igualdad ante la ley.

La constitución apenas pudo aplicarse debido al contexto de la guerra y a que, con la restauración absolutista de 1814, quedó abolió. Ahora bien, su espíritu y programa fueron una referencia durante la mayor parte del siglo XIX. A su vez, se convirtió en un mito para el liberalismo universal y modelo para las revoluciones burguesas en Europa.

ESTRUCTURA DEL VÍDEO:

  • 0:17. La convocatoria de Cortes Generales y Extraordinarias.
  • 0:44. Las características de la Constitución de Cádiz.
  • 1:29. La restauración absolutista.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. Las Cortes de Cádiz; Isabel Enciso – Akal.

DIAPOSITIVAS DEL VÍDEO:

Las causas de la independencia de Hispanoamérica


Después de la derrota de Napoleón en 1815, las potencias absolutistas pretendieron restaurar en Europa el sistema anterior a la Revolución Francesa. El símbolo de esa política fue, sin lugar a dudas, el Congreso de Viena. Ahora bien, tanto los liberales como buena parte de los defensores de la ideología nacionalista se opusieron a esas medidas, protagonizando las oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848. En esta clase se aborda el origen del nacionalismo italiano, clave para su posterior construcción como estado unificado. La materia se complementa con otros vídeos dedicados al Congreso de Viena y la Restauración, la ideología liberal y el nacionalismolas oleadas revolucionarias, el origen del nacionalismo italiano, el proceso de unificación de Italia, la situación de Alemania a mediados del siglo XIX y su constitución como estado. Además, teniendo en cuenta la coincidencia cronológica, se incluyen también varios vídeos sobre la independencia de Hispanoamérica: los movimientos precursores, las primeras insurrecciones y la independencia definitiva.

 

El Imperio de los Cien Días


Fragmento de la miniserie «Napoleón» (2002) que muestra el retorno de Bonaparte a Francia tras su estancia en la isla de Elba. Después de ser destronado el emperador en 1814 y haberse restaurado la monarquía en la persona de Luis XVIII de Borbón, hermano del ejecutado Luis XVI, Napoleón vuelve a hacerse con el poder en 1815. En la escena se observa uno de los muchos encuentros que se produjeron entre los fieles a Bonaparte y las tropas enviadas por el rey. Habitualmente esas situaciones se solucionaron con el paso de las soldados monárquicos al bando del emperador. Tras su llegada a París, de donde había huido Luis XVIII, Napoleón instauró el régimen que se conoce como el Imperio de los Cien Días.

 

Auge y caída del Imperio Napoleónico (1804-1815)


En esta etapa de la historia francesa culminó un proceso que había arrancado con el estallido de la Revolución de 1789: la configuración de la sociedad según el orden burgués. Pero, además, durante el mandato napoleónico se fue configurando un nueva nobleza, la aristocracia imperial.

El sistema de gobierno durante la época imperial apenas cambió con respecto a la del consulado vitalicio, simplemente se continuó el proceso de centralización progresiva que había arrancado tras el 18 Brumario.

Napoleón no solo estableció el modelo hereditario para la sucesión al frente del Imperio, sino que el emperador también acumuló cada vez más poderes: estableció un poder ejecutivo con autoridad ilimitada; vació de contenido el legislativo, que quedó como una simple; y se aseguró el control sobre el poder judicial.

La expansión del Imperio francés

Entre 1805 y 1812, el Imperio Napoleónico estuvo en constante expansión. En las batallas de Ulm y Austerlitz las tropas francesas consiguieron derrotar a los ejércitos coaligados de Rusia y Austria, consiguiendo la retirada de los primeros y la rendición de los segundos.

Con los austríacos, se firmó la paz de Presburgo, en virtud de la cual Austria cedió Venecia al reino de Italia, Istria y Dalmacia a Francia, Tirol y Trentino a Baviera, Suabia a Württemberg. Además, el monarca austríaco perdía también el título imperial germánico.

Tras Presburgo, Napoleón reestructuró el mapa europeo, situando a su hermano José como rey de Nápoles, a su hermana Elisa como soberana de Luca y Piombio, Holanda a su hermano Luis y nombró a Murat gran duque de Berg. Además, Baviera y Württemberg pasaban a ser reinos soberanos, Hess-Darmstadt y Baden se convertían en grandes ducados, y Hannover quedaba bajo la tutela prusiana.

Por último, Napoléon creó la Confederación del Rhin. Esta no sólo se situaba bajo el protectorado francés, sino que se establecía su total independencia con respecto a los Habsburgo.

La reacción de Rusia, Prusia e Inglaterra ante estos hechos no se hizo esperar: en 1806 formaban una nueva coalición antinapoleónica. Sin embargo, Prusia fue derrotada en Auerstadt y Jena. Además, tras su entrada en Berlín, Napoleón decretó el bloqueo a los productos británicos.

Esta fue, después de Trafalgar, el arma usada por el emperador para derrotar a los ingleses: dejarles sin recursos y hundir su economía. No obstante, ante el fracaso casi total de este primer decreto, promulgaría dos más: el de Fontainebleau y el de Milán. Aún así, ante la oposición de España, Portugal, los Estados Pontificios y Rusia, este bloqueo no fue efectivo. Esta será la principal causa de que Bonaparte emprenda nuevas campañas militares.

Las campañas militares de 1807 y 1809

En 1807 Napoléon inicia una campaña militar contra Rusia. El zar Alejandro I fue derrotado en Eylau y Friedland, viéndose obligado a firmar la paz en Tilsit. En virtud de este acuerdo, Rusia aceptaba el orden europeo napoleónico -dos grandes imperios, el francés y el ruso, que mantendrían el equilibrio continental-, se unía al bloqueo, cedía sus territorios más occidentales, y recibía autorización para expandirse por sus zonas de influencia.

Ese mismo año, Bonaparte ideó un plan para la invasión de Portugal. Los ejércitos napoleónicos, con la colaboración española, invadieron el país luso. Sin embargo, tras hacerse con Portugal, los franceses trataron de dominar también España. Así, en 1808, arrancó la guerra de la Independencia, en la que las tropas francesas serían derrotadas en la batalla de Bailén.

Ante la gravedad de la situación peninsular, y el desembarco inglés en Portugal y Galicia, Napoleón acudió con la Grande Armée y derrotó a sus enemigos. Solo la amenaza austríaca en 1809 impidió que el emperador derrotara totalmente a los españoles.

En 1809 los austriacos volvieron a enfrentarse a Napoleón con el mismo resultado: una derrota en la batalla de Wagram. De esta manera, se firmó un nuevo tratado en Schönbrunn, por el que Austria perdió aún más territorios: Salzburgo, Galitzia, Carintia, Carniola, Croacia, Trieste y Fiume.

Además, con el fin de legitimar al emperador francés y entroncarlo con la prestigiosa familia imperial austríaca, se concertó el matrimonio de Napoleón con María Luisa de Habsburgo.

La caída de Napoleón I

En 1812, a causa del debilitamiento de la alianza con Rusia, Napoleón invadió el Imperio de Alejandro I. No obstante, a pesar de su victoria en Borodino (septiembre) y su entrada en Moscú, la falta de víveres y el frío le obligaron a retirarse.

Fue precisamente esa retirada, en la que murieron casi 600.000 soldados franceses, la que consumó el desastre de la campaña rusa de Napoleón.

Mientras tanto, la guerra en España se alargaba, y el gasto humano y económico de los franceses en la misma, también. La guerrilla hispana y el apoyo británico a los invadidos permitieron que poco a poco la resistencia a los ejércitos bonapartistas se fortaleciera. Finalmente, los franceses fueron expulsados casi totalmente de la Península tras ser derrotados en las batallas de Arapiles, Vitoria y San Marcial.

Los enemigos de Napoléon se coaligaron en 1813, avanzando por Alemania hasta ser derrotadas en Lützen y Bautzen. A pesar de la victoria de las armas francesas, Austria entró en la guerra del lado de la coalición. Una vez reorganizados sus ejércitos, ésta consiguió vencer a Bonaparte en Leipzig.

Finalmente, las tropas coaligadas entraron en París, donde Napoleón fue depuesto y desterrado a la isla de Elba. Además, se firmó la Paz de París, que restablecía las fronteras de 1792, y se procedió a la restauración borbónica en la persona de Luis XVIII.

El Imperio de los Cien Días

En el año 1815, aprovechando un crisis en el nuevo gobierno monárquico francés, Napoleón regresó a París y se hizo con el poder. Para luchar contra el llamado gobierno de los Cien Días, las potencias europeas volvieron a coaligarse, derrotando a Napoleón en Waterloo.

Tras estos hechos, Bonaparte fue desterrado a la isla de Santa Elena, donde murió en 1821. Además, como consecuencia de estos sucesos, se firmó la segunda paz de París, de la que Francia salió muy perjudicada: perdió su poder militar, numerosos territorios fronterizos, y tuvo que pagar una fuerte indemnización a las otras potencias.

La independencia de Iberoamérica

El inmediato antecedente de la independencia de Iberoamérica fue, sin lugar a dudas, la rebelión de las Trece Colonias de Norteamérica. El ejemplo de sus vecinos septentrionales, y el propio descontento de la burguesía criolla iberoamericana ejercieron un impulso decisivo sobre el proceso secesionista.

Otra de las causas de la independencia de estos territorios fue el apoyo exterior del que gozaron los sublevados; especialmente británico y norteamericano.

Sin embargo, el factor desencadenante fue la invasión napoleónica de la península Ibérica y la caída de las instituciones monárquicas de la España ocupada, que sin duda dio mayor autonomía a unas colonias deseosas de lograr la independencia.

La emancipación del Cono Sur

Río de la Plata era, por su prosperidad mercantil e industrial, la mejor dispuesta, de entre las colonias españolas, para alcanzar la independencia. De esta manera, gracias a la forja de un hondo sentimiento nacional, y al descontento por la dependencia comercial con respecto a la metrópoli, prendió con facilidad el fuego de la sublevación.

En 1810 se constituyó la Junta Patriótica de Buenos Aires, que, tras destituir al virrey, declaró la independencia de Río de la Plata.

Posteriormente, el movimiento independentista se fue, poco a poco consolidando ante el fracaso de las fuerzas de la reacción fernandina. Finalmente, las victorias militares de San Martín culminaron un proceso que pronto se extendió a Chile.

La Gran Colombia, el sueño de Bolívar

Mientras todo eso sucedía en la actual Argentina, más al norte –en Venezuela- se desarrolló un movimiento que presenta ciertos paralelismo con el anterior. Así, también en 1810, la Junta de Caracas inició el proceso de independencia.

Sin embargo, al tiempo que dentro de la Junta iba destacando la figura de Simón Bolívar, los rebeldes fueron derrotados por la contraofensiva realista (1814), que echó por tierra los planes de independencia.

Fue precisamente en el exilio cuando Bolivar concibió su proyecto de una América unida e independiente. Así pues, a la menor oportunidad, los independentistas criollos volvieron a la carga, logrando una serie de victorias consecutivas sobre los ejércitos españoles, que a la postre les valió el control sobre Venezuela y Colombia. Por fin, Bolivar podía comenzar a construir su ansiada “Gran Colombia”.

Perú, la caída de la fortaleza española

Perú era el gran bastión de los españoles en América: el lugar desde el cual se habían sofocado todas las rebeliones hasta ese momento. Sin embargo, tras los triunfos de Bolivar al norte, y de San Martín al sur, el virreinato se encontraba en una posición comprometida: entre dos frentes.

Así, atacados por los dos frentes, y perjudicados también por la inestabilidad de la metrópoli, que vivía en plena efervescencia del Trienio Liberal, Perú fue atacado.

Por el norte llegaron los ejércitos de Bolivar, y por el sur los de San Martín, que, tras entrevistarse en Guayaquil, vencieron a los españoles en Ayacucho (1824).

La peculiar independencia de Nueva España

La peculiaridad de la independencia de Nueva España fue que, en un principio, no la protagonizó la oligarquía criolla, sino por las clases bajas indígenas. De hecho, la burguesía, por miedo a la revolución, se unió a la metrópoli en su empeño por someter a los sublevados.

No obstante, tras el triunfo del Trienio Liberal en la Península, esa misma oligarquía favorable hasta entonces a la metrópoli, desarrollo un intenso movimiento subversivo antiliberal, y, en consecuencia, antiespañol.

Encabezados por Agustín de Iturbide, y bajo los tres puntos del Plan de Iguala – defensa de la religión católica, independencia de Nueva España, y unión de los habitantes del virreinado, tanto peninsulares como criollos-, los rebeldes lograron su independencia en apenas seis meses (1822).

A este fenómeno secesionista se unió posteriormente el de los territorios centroamericanos -denominados también como Provincias Unidas de América Central- que se mantuvieron unidos a Colombia hasta 1905.

La independencia de las colonias portuguesas

El proceso independentista de Brasil presenta todavía más peculiaridades que el estudiado anteriormente. En primer lugar porque varía la metrópoli –Portugal-, y en segundo término porque, a finales del siglo XVIII, a causa del control comercial por parte de portugueses e ingleses (Tratado de Mathuen, 1703), apenas existía oligarquía autóctona. En definitiva, podemos afirmar que los protagonistas de la secesión fueron los portugueses residentes en la colonia.

Los sucesos arrancaron con la huida de Juan VI, rey de Portugal, a Brasil durante la invasión napoleónica de la península Ibérica. En esa etapa, los dominios portugueses se gobernaron desde la colonia, que gracias a esto experimentó importante desarrollo económico, político y de las mentalidades.

Finalmente, tras el fin de la ocupación francesa y la vuelta del rey portugués a la metrópoli, Brasil se niega a volver a ser tratada como colonia. De esta manera, ante las pretensiones portuguesas, nombraron rey a Pedro I, hijo de Juan VI, y declararon su independencia.