Las causas de la independencia de Hispanoamérica


Después de la derrota de Napoleón en 1815, las potencias absolutistas pretendieron restaurar en Europa el sistema anterior a la Revolución Francesa. El símbolo de esa política fue, sin lugar a dudas, el Congreso de Viena. Ahora bien, tanto los liberales como buena parte de los defensores de la ideología nacionalista se opusieron a esas medidas, protagonizando las oleadas revolucionarias de 1820, 1830 y 1848. En esta clase se aborda el origen del nacionalismo italiano, clave para su posterior construcción como estado unificado. La materia se complementa con otros vídeos dedicados al Congreso de Viena y la Restauración, la ideología liberal y el nacionalismolas oleadas revolucionarias, el origen del nacionalismo italiano, el proceso de unificación de Italia, la situación de Alemania a mediados del siglo XIX y su constitución como estado. Además, teniendo en cuenta la coincidencia cronológica, se incluyen también varios vídeos sobre la independencia de Hispanoamérica: los movimientos precursores, las primeras insurrecciones y la independencia definitiva.

 

El proyecto político francés

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Las Cortes de Bayona

Uno de los objetivos de la invasión napoleónica era dotar a España de una nueva estructura política acorde con el modelo francés. Para alcanzar este fin, se tomaron tres medidas: convocatoria de Cortes en Bayona (1808), creación de nuevas instituciones, y sustitución dinástica. Nos detendremos brevemente en el primer y tercer aspecto.

En la convocatoria de Cortes se aprobó el Estatuto de Bayona, de marcado carácter liberal. Sin embargo, la elaboración de este texto y buena parte de sus contenidos recordaban bastante a la manera de proceder del Antiguo Régimen. Para empezar, no se reconocía la soberanía nacional, jugando las Cortes de Bayona un papel meramente consultivo. No redactaron nada, se les propuso un texto salido de la pluma de Napoleón –carta otorgada- que no podían modificar ni rechazar. Además, según lo estipulado en el nuevo Estatuto, las reuniones de Cortes seguirían organizándose por estamentos.

En definitiva, se trataba de un documento que dejaba de lado muchos principios del liberalismo y del constitucionalismo. Sin embargo, no hemos de olvidar que se situaba en la tradición revolucionaria francesa; y, aunque era menos avanzado que la Constitución gaditana de 1812, esta se inspiró en el texto de Bayona para elaborar buena parte de su obra legislativa.

La sustitución dinástica

La sustitución dinástica se llevó a cabo en España por medio de las abdicaciones –Fernando VII y Carlos IV- de Bayona. Napoleón, dueño desde ese momento de la Corona hispánica, decidió entonces dividir el poder: los aspectos militares quedaron bajo el mando de Murat, y los políticos en manos de José I. Además, con la intención de ganarse a la población autóctona, hizo tres promesas: respeto a la integridad del país, a su independencia, y a la religión católica.

Estos compromisos demuestran el gran conocimiento que el emperador tenía de la realidad española. Sin embargo, su proyecto fue rechazado de forma mayoritaria. Los absolutistas vieron en él un ataque a sus principios, los liberales consideraban que se les proponía un liberalismo imperfecto, y el pueblo mostró una gran fidelidad a la dinastía de los Borbón.

La actuación política de los gobiernos napoleónicos puede resumirse en los siguientes puntos:
  • Necesidad de limitar el poder de la Iglesia; en lo económico por medio de la desamortización, en lo jurídico con la eliminación del código canónico y el fuero, y en lo personal con los procesos de exclaustración. Además, se llevó a cabo la abolición de la Inquisición.
  • Elaboración del Código Civil y del Código Penal.
  • Reforma administrativa; división territorial en más de ochenta prefecturas.
  • Reforma de la Hacienda; su finalidad era acabar con la enorme deuda pública del reino. Esto no era fácil, ya que buena parte de la población –los privilegiados- gozaban de exención fiscal. El problema se solucionó aplicando el principio revolucionario de Igualdad.

Los afrancesados

Se llamó afrancesados al grupo encargado de llevar a cabo las reformas citadas anteriormente. Se trataba de un amplio grupo de funcionarios de la élite española –se calcula que 12.000 familias- que apostó por el proyecto josefino. Dentro del mismo distinguimos dos tipos: difuso –de tipo cultural- y concreto –colaboraron directamente con José I.

En torno al estudio de los afrancesados, encontramos dos corrientes historiográficas: Artola sostiene que eran ilustrados, mientras que Juretzche piensa que eran liberales. Ambos autores coinciden al rechazar la “leyenda negra” que desde el XIX los ha acompañado; revalorizan su papel. Lo mismo sucede con el balance general del reinado de José I. Tradicionalmente ha sido objeto de anatema, pero en la actualidad es visto de manera más benévola.

Bibliografía:

[1] Historia Contemporánea de España II; Javier Paredes (Coord.) – Madrid – Ariel – 2005.

[2] Historia Contemporánea de España II; José Luis Comellas – Madrid – Rialp – 1986.

[3] Historia de España; José Luis Martín, Carlos Martínez Shaw, Javier Tusell – Madrid – Taurus – 1998.

[4] Las Cortes de Cádiz; Federico Suárez Verdeguer – Madrid – Rialp – 1982.

La Guerra de Independencia

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España en la política napoleónica

Ante la necesidad de neutralizar la preponderancia marítima británica, Napoleón se decidió a aplicar una política de bloqueo continental a toda embarcación y producto de las islas. En este contexto la posición geoestratética de las naciones ibéricas adquiría una importancia vital. Esto nos ayuda a comprender mejor el interés francés por controlar España y Portugal.

Sin embargo, los planes de Napoleón con respecto a estos dos países fueron evolucionando según se desarrollaba su enfrentamiento con los británicos. Distinguimos tres fases dentro dentro de este proceso: intervencionista –control de los puertos marítimos-, desmembracionista –reparto de la Península según lo pactado en Fontainebleau (1807)- y sustitutiva –derrocar a los Borbones para sustituirlos por la dinastía Bonaparte.

El Motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808) fue la primera reacción de los patriotas españoles ante las maniobras francesas.

Sin embargo, este suceso no está exento de una amplia dósis de maquiavelismo por parte de Fernando VII –conspira contra su padre- y de mitificación por parte de la historiografía nacionalista.

Se habla de un amplio apoyo por parte del pueblo –un levantamiento popular-, cuando realmente se trató de una revuelta promovida por un importante número de nobles descontentos con la política de Godoy. El caso es que la deteriorada figura del valido arrastró al propio monarca, que no tuvo más remedio que abdicar.

De Bayona al 2 de mayo

A los sucesos de Aranjuez siguieron los de Bayona (1 de mayo de 1808). Napoleón decidió imponer su criterio y convocó a Fernando VII y Carlos IV con el fin de poner solución a la crisis monárquica española. Cumplió, en definitiva, su programa sustitucionista: Fernando abdicó en su padre, y este lo hizo en la persona de Napoleón. El emperador se convirtió así en arbitro y dueño de la Corona, que irá a parar a manos de un rey manejable y afín, su hermano José. Con la desaparición de los Borbones del mapa político español comenzaron a derrumbarse las instituciones propias del Antiguo Régimen.

La Junta de Gobierno -constituída por Fernando VII antes de viajar a Bayona-, el Consejo de Castilla, las Audiencias y las Capitanías Generales, se pusieron al servicio de la nueva autoridad venida del otro lado de los Pirineos.

Sin embargo, la ausencia del rey, piedra angular del sistema, generó tal vacío de poder que pronto las instituciones comenzaron a hacer dejación de sus funciones. Ese vacío tuvo también su eco en las colonias americanas. Allí, al igual que en la Península, fueron surgiendo nuevas autoridades que, con el tiempo, se convirtieron en la base de la independencia.

Cuando el último Borbón salió de Madrid el pueblo se levantó contra las autoridades francesas; era 2 de mayo.

Las tropas de Murat entraron en la capital con el fin de acabar con una reacción nacionalista que pronto se propagó por todo el país. En poco tiempo surgió el movimiento juntista, consecuencia del vacío de poder y de los movimientos de mayo. Se trataba de un fenómeno dominado por las élites ilustradas que trataba de articular la espontánea aparición de las Juntas Provinciales.

Destacó en el ordenamiento de todo ese maremagnum inicial el liderazgo de Cuesta, Palafox y la Junta de Sevilla. Se desechó la posibilidad de establecer una Regencia, quedando una Junta Central, formada por representantes provinciales, como depositaria de los poderes de la nación. Bajo la autoridad de esta se encontraban las trece Juntas Supremas y las citadas Juntas Provinciales. El objetivo de esta nueva estructura estatal era la defensa de la nación frente al invasor francés, pero también desarrollar en España el ideario liberal. En cierto modo se trataba de un gobierno revolucionario.

Aspectos militares

La invasión francesa dio comienzo en el verano de 1808. Desde el principio quedó patente la desigualdad –en cuanto armamento, organización y estrategia- de las fuerzas que se enfrentaban. No hemos de olvidar que los ejércitos napoleónicos se paseaban trinfantes por Europa, mientras que España estaba sumida en esos años en una profunda crisis.

Sin embargo, los franceses erraron en sus planteamientos. Pensaron que se encontraban ante un guerra dieciochesca en la que bastaba cambiar la dinastía reinante y hacerse con el control de la Corte. No contaron con la irrupción de las ideas nacionalistas. Estas condujeron al pueblo español a una resistencia masiva contra el invasor, obligándole a conquistar el territorio palmo a palmo.

La primera campaña napoleónica en España tuvo el siguiente itinerario:

Avance rápido desde los Pirineos hasta Madrid, donde es proclamado rey José I; fracaso en Cataluña y Aragón por la resistencia de Zaragoza y Gerona; derrota de Dupont ante Castaños y Cuesta en la batalla de Bailén. A todo esto hay que añadir el poderío naval español, cuya base era Cádiz, y la existencia de un gobierno que coordinaba la resistencia desde Sevilla. Ante este panorama los ejércitos franceses se replegaron hasta la frontera, y José I abandonó el país.

Sin embargo, esto era más un movimiento estratégico que una derrota real. Napoleón decidió poner fin al conflicto español, y para ello cambió de estrategia. Él mismo se puso al frente de un contingente de 250.000 hombres con los que planeaba realizar un movimiento envolvente hacia Madrid, y desde allí en dos direcciones: una a Galicia y la otra a Zaragoza. Los invasores cumplieron sus objetivos, siendo José I restituído en su trono.

Desde ese momento, y con Sevilla en manos del enemigo, los patriotas españoles plantearon una guerra de desgaste cuya principal arma fue la guerrilla.

La guerra de desgaste se prolongó desde 1809 hasta el final de 1811. Los franceses fueron ocupando el país –el levante, Andalucía, las costa atlántica…-, pero encontraron en su camino una dificultad muy seria: la guerrilla. Este fenómeno masivo, favorecido en sus acciones por la abrupta orografía española, obligó a los mandos franceses a ocupar, de manera dispersa, a buena parte de sus contingentes. La sociedad española se transformó durante unos años en una sociedad militar.

El final de la guerra comenzó a vislumbrarse en 1812, aunque los invasores no abandonaron el país hasta 1814. Los españoles, con la ayuda británica, fueron reorganizando la resistencia desarticulada con la ofensiva napoleónica de 1809. Esto permitió que se produjeran las victorias de Arapiles, Vitoria y San Marcial; preámbulos de la paz de Valençay y del regreso de Fernando VII.

Consecuencias de la Guerra

La Guerra de Independencia marcó el inició del fin del Antiguo Régimen y el comienzo de la construcción de un nuevo sistema. Las bases del liberalismo y del nacionalismo español del XIX se pusieron entre 1808 y 1814. Sin embargo, el conflicto tuvo muchas otras consecuencias:

  • Derrumbe de la Hacienda.
  • Desindustrialización; desaparición de los núcleos de carácter protoindustrial construidos durante el periodo ilustrado.
  • Desurbanización y destrucción de las infraestructuras.
  • Crisis demográfica; efectos directos -medio millón de muertos- e indirectos.
  • Pérdida de prestigio internacional y de las colonias; potencia de tercer o cuarto orden.

Bibliografía:

[1] Historia Contemporánea de España II; Javier Paredes (Coord.) – Madrid – Ariel – 2005.

[2] Historia Contemporánea de España II; José Luis Comellas – Madrid – Rialp – 1986.

[3] Historia de España; José Luis Martín, Carlos Martínez Shaw, Javier Tusell – Madrid – Taurus – 1998.

[4] Las Cortes de Cádiz; Federico Suárez Verdeguer – Madrid – Rialp – 1982.

La emancipación de Hispanoamérica

Artículo publicado por la web Club Lorem Ipsum el 14 de octubre de 2007.


A comienzos del siglo XIX, España perdió la inmensa mayoría de sus territorios coloniales en el continente americano. Este proceso duró poco menos de una década; si bien es verdad que los sucesivos gobiernos españoles tardaron más tiempo en reconocer la independencia de esas nuevas naciones. En ese periodo fueron surgiendo nuevas estructuras políticas que pronto tomaron caminos distintos; la unificación -siguiendo el modelo norteamericano- de las colonias en un sólo estado no pudo llevarse a cabo.

Sin embargo, analizando detenidamente el procedo emancipador de los países que hoy forman el mundo hispanoamericano, encontramos numerosos parelelismos.

Por tanto, el objetivo de este artículo es descubrir al lector algunos de estos elementos comunes sin pretender llegar a un alto grado de detalle; seguramente existan más coincidencias en la independencia de estas nacionanes, pero yo sólo he querido centrarme en las pocas que presento en este escrito. Son abundantes las obras que tratan de estudiar las causas que condujeron a los territorios americanos a buscar la independencia de España.

El historiador Jaime Delgado Martín suele citar en sus obras tres aspectos: la peculiaridad del proceso emancipandor hispanoamericano, las causas internas que condujeron al mismo, y la influencia de otras potencias europeas en el proceso. De esta manera, el autor señala como factores importantes el surgimiento de un nuevo hombre americano bien distinto del Europeo, la decadencia de la metrópoli, la pujanza de los criollos, el desarrollo de un movimiento ilustrado específico de las colonias, el malestar provocado por las reformas borbónicas, la invasión de España llevada a cabo por los ejércitos de Napoleón Bonaparte…

Además, es ya clásica la división temporal de la independencia hispanoamericana en tres etapas: los motines de Aranjuez americanos, los movimientos de incomodidad, y los movimientos de supervivencia.

La primera de ella es una buena muestra de la importancia que tuvieron los acontecimientos españoles en el desarrollo del proceso emancipador de las colonias. El acontecimiento histórico que conocemos con el nombre de Motín de Aranjuez fue un levantamiento popular, promovido por algunos notables españoles, con el fin de situar en el trono a Fernando VII, derribando así el gobierno pronapoleónico de Carlos IV y Godoy.

Este nombre ha sevido también para denominar a los sucesos americanos de 1808. Tras la invasión de España por parte de los ejércitos de Napoleón y la coronación como rey de su hermano José I, las autoridades coloniales se vieron empujadas a elegir entre la lealtad a los borbones o el reconocimiento de la dinastía Bonaparte. Todos ellos se decantan por los primeros. Sin embargo, ello supondrá el derrocamiento de aquellos virreyes favorables a la causa francesa.

Se trata, pues, de un ejercicio de autonomía por parte del pueblo, especialmente de los criollos. Con esto, los colonos comenzaron a ser conscientes de que podían gobernarse sólos, tanto si España lograba rechazar al enemigo napoleónico como si no.

La segunda de estas etapas afectó tan sólo a dos núcleos del continente: Quito y Charcas. Estos acontecimientos son denominados movimientos de incomodidad, ya que ambos territorios no estaban satisfechos con su estatus dentro de la organización colonial española; esta fue la causa de la rebelión.

Además, los dos intentos por alcanzar la autonomía coincidieron también en la mano que se encargó de hacerlos volver al redil español: el virrey de Perú José de Abascal.

El tercero de los procesos si afectó a todo el territorio hispanoamericano. Se trata de los movimientos de supervivencia: reacción de las colonias ante lo que parecía el final de la patria madre. La derrota en la batalla de Ocaña llevó a muchos, entre ellos José de San Martín, a pensar que el fin de España era inminente. Sólo parecía quedar una solución: iniciar una nueva aventura nacional que permitiera resistir desde América el empuje de Napoleón.

Desde ese momento, y a pesar de la victoria española frente a los franceses, la voluntad por lograr la independencia no se quebró en el alma de los americanos. De diversas lograron asentarse como estados libre más allá del Atlántico; sin embargo, todos siguieron este triple esquema que acabamos de describir.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea I; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] La emancipación de Hispanoamérica; Jaime Delgado Martín

[3] Simón Bolívar; John Lynch – Barcelona – Crítica – 2006.

[4] Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826; John Lynch – Barcelona – Ariel- 2008.