En este episodio de la serie dedicada a la Historia de 4º de ESO se aborda la minoría de edad de Isabel II, las dos primeras guerras carlistas y las etapas de su reinado. Además, se hace especial énfasis en todo lo relativo al triunfo del liberalismo y la construcción del nuevo Estado español.
En este episodio de la serie dedicada a la Historia de 4º de ESO se explican las principales características de la Guerra de la Independencia y el reinado de Fernando VII. Además, se hace especial hincapié en las Cortes y la Constitución de Cádiz (1812), así como en las etapas del reinado de Fernando VII: Sexenio Absolutista, Trienio Liberal y Década Ominosa.
TRIGÉSIMO OCTAVO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
A la hora de analizar el carlismo, se ha de hacer referencia, en primer lugar, a los territorios peninsulares en los que alcanzó un mayor grado de aceptación. En líneas generales, el pretendiente Carlos María Isidro recibió un importante apoyo del ámbito rural y las pequeñas ciudades de Navarra y las provincias vascas, donde fue fundamental la labor realizada por el bajo clero local. Otro factor clave para entender el arraigo de su causa en esos territorios fue su tradicionalismo de corte foralista. La defensa de los fueros le granjeó también el apoyo de buena parte de la población catalana y aragonesa, que ansiaba recuperar los derechos y leyes propias que les habían sido arrebatados con los Decretos de Nueva Planta tras la Guerra de Sucesión.
Precisamente la defensa de los regímenes forales fue uno de los principales elementos del programa ideológico del carlismo. A este se ha de añadir la defensa de la religión, el absolutismo monárquico y los privilegios sociales propios del Antiguo Régimen. En definitiva, el pretendiente a la corona mostraba su rechazo frontal al ideario liberal y al conjunto de reformas que se habían iniciado en España a raíz de las Cortes de Cádiz.
Los grupos sociales que respaldaron de forma más significativa la causa carlista fueron, precisamente, los defensores del Antiguo Régimen y el tradicionalismo foralista. Aquellos, en definitiva, que se oponían con más fuerza a las reformas emprendidas por el liberalismo. De entre ellos es preciso destacar al estamento clerical -especialmente entre el bajo clero y en el ámbito rural-, a los grupos nobiliares más afectados por la abolición del régimen señorial, al campesinado pobre del noreste peninsular y a las clases medias defensoras del tradicionalismo y los fueros.
Conjunto de estándares del temario de 2º de Bachillerato pertenecientes al Bloque 6, que aborda el reinado de Isabel II y el Sexenio Democrático. Aunque he mantenido la numeración original, para la prueba EBAU del curso 2017-2018 no serán objeto de examen en Castilla y León el segundo y el séptimo.
A la hora de analizar el carlismo, se ha de hacer referencia, en primer lugar, a los territorios peninsulares en los que alcanzó un mayor grado de aceptación. En líneas generales, el pretendiente Carlos María Isidro recibió un importante apoyo del ámbito rural y las pequeñas ciudades de Navarra y las provincias vascas, donde fue fundamental la labor realizada por el bajo clero local. Otro factor clave para entender el arraigo de su causa en esos territorios fue su tradicionalismo de corte foralista. La defensa de los fueros le granjeó también el apoyo de buena parte de la población catalana y aragonesa, que ansiaba recuperar los derechos y leyes propias que les habían sido arrebatados con los Decretos de Nueva Planta tras la Guerra de Sucesión.
Precisamente la defensa de los regímenes forales fue uno de los principales elementos del programa ideológico del carlismo. A este se ha de añadir la defensa de la religión, el absolutismo monárquico y los privilegios sociales propios del Antiguo Régimen. En definitiva, el pretendiente a la corona mostraba su rechazo frontal al ideario liberal y al conjunto de reformas que se habían iniciado en España a raíz de las Cortes de Cádiz.
Los grupos sociales que respaldaron de forma más significativa la causa carlista fueron, precisamente, los defensores del Antiguo Régimen y el tradicionalismo foralista. Aquellos, en definitiva, que se oponían con más fuerza a las reformas emprendidas por el liberalismo. De entre ellos es preciso destacar al estamento clerical -especialmente entre el bajo clero y en el ámbito rural-, a los grupos nobiliares más afectados por la abolición del régimen señorial, al campesinado pobre del noreste peninsular y a las clases medias defensoras del tradicionalismo y los fueros.
TRIGÉSIMO NOVENO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
La primera Guerra Carlista fue un conflicto civil que se desarrolló en España entre 1833 y 1840. La causa principal era que los carlistas querían que el rey fuese el infante Carlos María Isidro y que se mantuviese el absolutismo, mientras que los liberales deseaban que fuese Isabel II para así implantar el liberalismo. Por su parte, la Segunda Guerra Carlista tuvo lugar entre 1846 y 1849, y se debió al menos en teoría, al fracaso de los intentos de casar a Isabel II con el pretendiente carlista, Carlos Luis de Borbón. El conflicto se limitó a un levantamiento popular en distintos puntos de Cataluña.
Las consecuencias de las guerras carlistas deben ser tenidas en cuenta para poder entender gran parte del siglo XIX español, tanto en cuestiones políticas, como económicas. En primer lugar, hay que señalar que, la primera de ellas, fue un conflicto muy sangriento, generando un alto coste en vidas humanas. Además, en el plano político contribuyó a la definitiva inclinación de la Monarquía española hacia el liberalismo, pues el agrupamiento de los absolutistas en torno a la causa carlista convirtió a los liberales en el único apoyo al trono de Isabel II
Estos conflictos también condujeron al reforzamiento del protagonismo de los militares en la política española, pues el ejército fue un elemento fundamental para la defensa del sistema liberal. En lo económico, hay que destacar los enormes gastos generados por la Primera Guerra Carlista, que pesaron como una losa sobre la pésima situación de la Hacienda española. Estas dificultades condicionaron la orientación de ciertas reformas, como la desamortización, ya que terminaron por primar las necesidades financieras del Estado.
TRIGÉSIMO QUINTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
En el reinado de Fernando VII cabe distinguir tres etapas: el Sexenio Absolutista (1814-1820), el Trienio Liberal (1820-1823) y la Década Ominosa (1823-1833). Cada una de ellas guarda relación con el régimen político imperante en el país, siendo clara manifestación de la lucha entre liberales y absolutistas que se vivía, no solo en España, sino en la Europa de la época.
Como su nombre indica, el Sexenio Absolutista inaugurado en 1814, estuvo marcado por la supresión de la obra liberal de Cádiz. Este proceso ha de relacionarse con el régimen de la Restauración, impuesto por las potencias europeas en el Congreso de Viena (1815) tras la derrota de Napoleón Bonaparte y la Francia revolucionaria.
Una vez finalizada la Guerra de Independencia y firmado el Tratado de Valençay (1813), Fernando VII regresó a España. Sin embargo, no aceptó las reformas liberales, sino que restauró el absolutismo y persiguió a quienes participaron en la obra legislativa de Cádiz. Como consecuencia de ello, se produjo el primer exilio de la España contemporánea, que afectó tanto a los afrancesados como a los liberales.
Ahora bien, entre 1814 y 1820 hubo hasta ocho pronunciamientos militares de corte liberal, de entre los cuales terminó por alcanzar su objetivo el protagonizado por Rafael del Riego. De esta manera, Fernando VII no tuvo más remedio que jurar la Constitución de 1812 y formar un gobierno integrado por destacados liberales. Además del texto constitucional, en esta etapa se recuperó también parte de la obra legislativa de Cádiz.
Esta breve experiencia liberal en España tocó a su fin en 1823 con la intervención de la Santa Alianza a través del ejército francés, los llamados Cien Mil Hijos de San Luis. Estos invadieron el país y, mediante la restauración de Fernando VII en su trono absoluto, pusieron fin al régimen surgido en 1820.
Los primeros años tras la vuelta al absolutismo fueron de una acentuada represión política. Se exiliaron en torno a veinte mil liberales, entre los que se encontraba lo más selecto de las clases medias ilustradas y liberales. Ahora bien, al final del reinado de Fernando VII los más absolutistas se organizaron en torno al hermano del rey, Carlos María Isidro, mientras que los liberales apoyaron a la regente María Cristina, esperando así la posibilidad de implantar el liberalismo en España.
Esta entrada forma parte de un conjunto de artículos sobre la España de Fernando VII. Para leer los restantes textos dedicados a esta cuestión, haz clic aquí.
Podemos distinguir dos fases dentro del Trienio Liberal. El un primer momento lo constituyó el levantamiento de Riego y su reclamación de los postulados gaditanos de 1812. La segunda estuvo marcada por el regreso de los exiliados y la convocatoria de unas nuevas Cortes. En este periodo Fernando VII, preso de la situación, no puede más que dejar hacer a los liberales. Sin embargo, estos pronto se dividieron en dos facciones: “doceañistas” y “veinteañistas”.
Finalmente, el régimen liberal fue aplastado por la intervención internacional venida de Francia. El contingente conocido como “Los cien mil hijos de San Luís” repuso a Fernando VII en su trono como rey absolutista.
A esta intervención militar siguió una década de rígido absolutismo. No obstante, la inviabilidad de este proyecto acabó por condenarlo al fracaso en los últimos años de vida de Fernando VII. Es esos momentos se produjo una escisión dentro de los defensores del absolutismo en torno a la cuestión sucesoria:
Por un lado estaban los carlistas o realistas, defensores del establecimiento de un Antiguo Régimen radical y de la causa de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII.
Por otro los fernandinos o isabelinos, abiertos a la reforma del sistema. Por lo tanto, a la muerte del rey, el país estaba ante tres grandes problemas: el conflicto dinástico, el surgimiento de un absolutismo radical, y el deterioro económico.
Bibliografía:
[1] Historia Contemporánea de España II; Javier Paredes (Coord.) – Madrid – Ariel – 2005.
[2] Historia Contemporánea de España II; José Luis Comellas – Madrid – Rialp – 1986.
[3] Historia de España; José Luis Martín, Carlos Martínez Shaw, Javier Tusell – Madrid – Taurus – 1998.
[4] Las Cortes de Cádiz; Federico Suárez Verdeguer – Madrid – Rialp – 1982.