¿Quieres descubrir cómo se gestó el pacto germano soviético? En este breve vídeo comparto con vosotros la correspondencia entre Hitler y Stalin en agosto de 1939. A través de dos breves telegramas, veremos cómo se concreto la reunión de Moscú entre Ribbentrop y Molotov.
[DESCUBRE] en este vídeo:
¿Qué fue el tratado de Ribbentrop-Molotov?
¿Cuándo se firmó el pacto de no agresión entre Alemania y la URSS?
¿Qué pacto firmaron Alemania y la Unión Soviética en 1939?
¿Qué establece el protocolo secreto del pacto de no agresión germano-soviético?
En este episodio de la serie dedicada a la Historia de 4º de ESO se aborda el proceso de unificación italiana a partir del reino de Piamonte-Cerdeña y la unificación alemana protagonizada por Prusia. Además, a lo largo de la explicación se comentarán algunos de los principales conflictos bélicos de la época, como la guerra franco-austríaca, la austro-prusiana o la franco-prusiana.
¿Sabías que, durante casi tres décadas, la ciudad de Berlín estuvo dividida por un muro de 155 kilómetros de diámetro? Pues sí, así fue. El 13 de agosto de 1961, el gobierno de la República Democrática Alemana, con el respaldo de la Unión Soviética, iniciaba uno de los experimentos más terribles de la Europa moderna: del país que una vez pretendió dominar el mundo, surgieron dos pueblos separados por un muro hasta el 9 de noviembre de 1989.
Con el fin de entender por qué se levantó un muro en la capital de Alemania, es necesario remontarnos a los primeros años de la Guerra Fría. Como quedó explicado en el vídeo que dedicamos a esa cuestión (pondría una tarjeta enlazándolo), al término de la Segunda Guerra Mundial, tanto Alemania en su conjunto como la ciudad de Berlín, quedaron divididas en cuatro zonas de ocupación.
Sin embargo, esos territorios nunca llegaron a formar un único país. En abril de 1949, los EE.UU., Gran Bretaña y Francia unificaron sus zonas en un Estado: la República Federal de Alemania. Por su parte, en octubre de ese mismo año, surgía bajo el patrocinio soviético la República Democrática Alemana.
A pesar de esa división y de las tensiones propias del conflicto entre ambos bloques, la frontera entre Berlín Occidental y Berlín Oriental se mantuvo abierta hasta el verano de 1961. Eso la convirtió en la principal vía de escape existente al otro lado del Telón de Acero. De esta manera, desde 1949, más de tres millones de personas emigraron a Alemania Occidental pasando la frontera existente en la ciudad.
La constante pérdida de población llevó a las autoridades de la República Democrática Alemana –es decir, la cúpula del Partido Socialista Unificado- a buscar soluciones que evitaran la salida masiva de personas. De hecho, en las dos semanas previas a la construcción del Muro, se estima que cruzaron la frontera unas 50.000 personas. De esta manera, el día 13 de agosto comenzó la construcción del Muro bajo la atenta mirada y la protección de la policía y el ejército de la Alemania comunista; en total cerca de 15.000 efectivos.
Mientras tanto ¿qué hizo Occidente? Lo primero de todo es aclarar que los aliados de la OTAN fueron informados de los planes para acordonar Berlín Occidental por parte de los responsables de la República Democrática Alemana. Además, los servicios secretos de la RFA conocían buena parte de los detalles desde el mes de julio. Sin embargo, cuando se inició la construcción, les sorprendió tanto el calendario como las dimensiones de las barreras.
Lógicamente, la propaganda comunista trató de justificar la medida alegando que era un sistema de defensa contra la amenaza fascista de Occidente. En definitiva, culpaban a la República Federal de Alemania y a sus aliados de mantener un enclave dentro de su territorio –Berlín Oeste- que resultaba una amenaza para el modelo socialista. Sostenían que, sin la presencia occidental, el Muro no hubiera sido necesario.
Por su parte, Occidente reaccionó de diversas maneras y a ritmos muy distintos frente a la construcción del Muro. Desde la enérgica protesta y la manifestación convocada por el entonces alcalde de Berlín Oeste, Willy Brandt, a la prudencia del presidente alemán Konrad Adenauer y su viaje a la ciudad unas semanas después. Además, la diplomacia de los países de la OTAN mostró su indignación, al tiempo que se tomaron las medidas oportunas para mantener la independencia del enclave.
Ahora bien, como en tantos otros episodios de la Guerra Fría, la tensión inicial fue relajándose progresivamente con el fin de evitar un conflicto abierto. De hecho, en 1963 se llegó a un primer acuerdo para dejar pasar población de forma temporal aprovechando la celebración de Año Nuevo. Y, en la década siguiente, se agilizaron los trámites de tránsito para situaciones especiales.
Expuestos los antecedentes y la cuestión diplomática, ha llegado el momento de hablar del Muro en sí mismo. El primer punto a tener en cuenta es que la construcción se llevó a cabo en varias fases y sufrió varios procesos de remodelación que llevaron al perfeccionamiento de su estructura. De hecho, a partir de 1975 se fueron instalando más de 40.000 secciones de hormigón armado con una altura de 3,6 metros.
Además, el conjunto se completaba con alambradas, cables de alarma, cercas de púas, trincheras, una treintena de búnkeres y 300 torres de vigilancia.
Por supuesto, eso no evitó que muchas personas trataran de salir del Berlín Oriental. De hecho, desde la construcción del Muro hasta su desaparición en 1989, se produjeron más de 5.000 fugas. La mayoría, como es lógico, se produjeron en los primeros meses, pues la estructura no estaba perfeccionada. Además, en el intento murieron 192 personas y el número de heridos supero las dos centenas.
Finalmente, como hemos comentado antes, el Muro de Berlín cayó en la noche del 9 de noviembre de 1989. Ese acontecimiento hay que enmarcarlo en el contexto de la Perestroika, emprendida por Mijaíl Gorbachov en la URSS desde 1985. Con el tiempo, la renuncia de Moscú a intervenir como hasta entonces en sus países satélites llevó a que Hungría retirara las alambradas de su frontera en mayo de 1989.
Eso produjo una avalancha desde la Alemania Oriental a ese país que, solo en el mes de septiembre, recibió a casi 15.000 alemanes. A esa cifra hay que añadir la del creciente número de refugiados en las embajadas de la Alemania Federal en Praga y Varsovia.
La cascada de acontecimientos llevó a la sustitución de Erich Honecker por Egon Krenz al frente del Partido Socialista Unificado de la Alemania comunista a mediados de octubre.
Sin embargo, la causa última de la caída del Muro fue la confusión que se produjo en la conferencia de prensa de Günter Schabowski, miembro del Comité Central del SED. El político alemán anunció por error que la nueva ley de permisos de viaje entraba en vigor esa noche y, a partir de esa información, varios medios del Berlín Occidental anunciaron que el Muro se había abierto.
Todo eso llevó a miles de berlineses a tratar de cruzar la frontera, ante la confusión de la policía que no sabía si debía actuar o no. La avalancha se hizo imparable y, en las horas siguientes, los habitantes de Berlín comenzaron a destruir varios sectores del Muro sin que nadie lo impidiera.
Finalmente, después de un largo proceso negociador y no pocos estudios económicos y sociológicos, el 3 de octubre de 1990 desaparecía la República Democrática Alemana, integrándose su territorio en la RFA.
AUNQUE LLEVO TIEMPO REALIZANDO ESTA ACTIVIDAD EN EL AULA, HE TARDADO EN SUBIRLA A MI PÁGINA PORQUE NO TENÍA PREPARADOS LOS MATERIALES NECESARIOS PARA QUE CUALQUIER DOCENTE PUDIERA LLEVARLA AL AULA SIN PROBLEMA. QUE AHORA ME ATREVA A MOSTRARLA NO SIGNIFICA QUE ESTÉ TODO TERMINADO, SINO MÁS BIEN QUE, CON LO QUE HAY, PUEDE DESARROLLARSE SIN PROBLEMA. POR TANTO, ME COMPROMETO A SEGUIR SUBIENDO MATERIALES EN LAS PRÓXIMAS SEMANAS CON EL FIN DE MEJORAR SU ASPECTO Y DESARROLLO.
SIN EMBARGO, NO SERÍA JUSTO QUE MOSTRARA ESTA SIMULACIÓN DE LA CONFERENCIA DE PAZ COMO ALGO PROPIO; AL MENOS NO EXCLUSIVAMENTE. LA IDEA LA TOMÉ DEL PROFESOR JUAN PABLO SÁNCHEZ EN UNA CONVERSACIÓN QUE TUVIMOS HACE UNOS VERANOS. ME COMENTÓ QUE UN COMPAÑERO LO DESARROLLABA EN EL COLEGIO TAJAMAR, Y ME PARECIÓ MUY INTERESANTE. A PARTIR DE ESA IDEA INICIAL, CLAVE PARA QUE ME PLANTEARA ALGO ASÍ, HE DESARROLLADO LA ACTIVIDAD A MI MANERA, SIN CONTAR CON NINGÚN MATERIAL PREVIO. AHORA BIEN, DESPUÉS DE INTERCAMBIAR ALGUNOS MENSAJES CON EL PROFESOR DANIEL QUIJANO -QUE TAMBIÉN TIENEN ENTRE MANOS UN PROYECTO DE ESTAS CARACTERÍSTICAS-, HEMOS LLEGADO A LA CONCLUSIÓN DE QUE EL ORIGEN DE TODO ESTÁ EN EL TRABAJO DE JOHN D. CLARE.
EN DEFINITIVA, POR DIVERSOS MOTIVOS CONSIDERO QUE LAS SIGUIENTES LÍNEAS ESTÁN EN DEUDA CON MUCHAS PERSONAS, A LAS QUE AGRADEZCO SU GENEROSIDAD A LA HORA DE COMPARTIR E INSPIRAR.
INTRODUCCIÓN
El objetivo de la actividad es utilizar el aprendizaje vivencial para acercar al alumnado a las relaciones internacionales de la época y, más en concreto, a las rivalidades previas a la Gran Guerra. Evidentemente, estas salen a la luz en el contexto de la Conferencia de Paz, por lo que existen otros aspectos -es el caso de las reparaciones- que solo se comprenden después del armisticio de 1918. Además, con esta simulación también se pretende que entiendan mejor el periodo de entreguerras, tanto en su vertiente política como económica.
ORGANIZACIÓN Y DESARROLLO
La Conferencia de Paz se desarrolla a lo largo de tres sesiones, si bien es necesario dedicar veinte minutos de una clase previa para explicar la dinámica y agrupar al alumnado por países. A continuación se detalla cada una de las fases:
Sesión previa; el alumnado se divide en equipos de tres o cuatro personas, eligiendo uno de los cinco países disponibles: Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia, Italia y Alemania. Si el número de estudiantes es superior a la veintena, pueden hacerse grupos de cinco personas o utilizar una versión extendida donde se incluya Japón. A partir de ahí se les explica la dinámica de la actividad y el modo de evaluarla (ver más abajo).
La primera sesión estará dedicada íntegramente a la preparación de la Conferencia por países. Cada una de las potencias recibirá una carpeta con instrucciones y, a partir de ella, haciendo uso si así lo desean de la información del libro de texto e internet, comenzarán a redactar un discurso inicial. También es conveniente que, a la luz del contenido del telegrama que hay en la carpeta, preparen estrategias que les permitan ganar aliados durante las negociaciones. Ahora bien, no deberán interactuar aún con los restantes países.
La segunda sesión se iniciará con los discursos de cada una de las potencias siguiendo este orden: Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos, Italia y Alemania. Es previsible que, después de la primera de las intervenciones, tenga lugar una votación para retirarle la palabra a los alemanes. Si así sucediera y el resultado fuera afirmativo, se suprimiría el quinto discurso. Es importante que, mientras otros intervienen, algún componente del equipo apunte sus exigencias con el fin de buscar puntos comunes. Terminada la fase de discursos, se abrirá un proceso de negociación en el que los países podrán moverse por el aula e interactuar con el fin de llegar a acuerdos. En caso de que Alemania sea silenciada, es bueno convencer a sus representantes de la necesidad de prestar mucha atención a lo que dicen las demás potencias. No en vano, si conocen bien los puntos de vista de cada una de ellas, podrán negociar por separado de una forma más eficaz. Este aspectos es importante para el desarrollo de la actividad, pues no podemos permitir que la frustración saque a varios alumnos de la dinámica de la actividad.
En la tercera sesión comenzará a redactarse un tratado de paz a partir del debate de los siguientes puntos:
I. Limitación del poder militar alemán. II. Cuantía de las reparaciones y reparto entre los vencedores. III. Cuestión de las nacionalidades: Letonia, Estonia, Lituania, Polonia, Checoslovaquia, Hungría y Yugoslavia (incluye los territorios reclamados por Italia). IV. Devolución de Lorena y Alsacia a Francia. V. Creación del Estado de Renania. VI. Prohibición del Anschluss. VII. Dictamen a favor de la constitución de la Sociedad de Naciones. VIII. Destino de los territorios coloniales y fórmula que se adoptará en cada uno de ellos (colonia o mandato).
Cada una de esas cuestiones será objeto de debate antes de la votación, e incluso, si el profesor lo considera oportuno, podrán abrirse breves rondas de negociaciones bilaterales. Al respecto, conviene recordar que, en caso de haber sido silenciada, Alemania no podrá pronunciarse en los debates, pero si negociar con otros países.
En los últimos minutos de la tercera sesión, se redactará un documento para que los alemanes lo revisen y firmen. En caso de negarse a hacerlo, las potencias vencedoras deberán reabrir las negociaciones o amenazar con reemprender la guerra. En este tira y afloja puede pasar cualquier cosa, si bien todos saben que la vuelta a las armas conlleva una mala nota para todos en la actividad. Si finalmente hay acuerdo con Alemania, se entrega a cada grupo la hoja de puntuaciones para que calculen la nota obtenida.
EVALUACIÓN
Como se puede ver en las tablas de puntuaciones, todos los países pueden obtener tres puntos por la preparación y calidad de su intervención inicial, así como otro punto más por su labor en las negociaciones bilaterales y los debates de la Conferencia. Lógicamente, eso precisa de la máxima atención por parte del docente a lo largo de esas fases. A partir de ahí, en función de sus objetivos, cada potencia va ganando o perdiendo puntos. En ese ámbito, únicamente hay dos excepciones:
Los puntos de las reparaciones de guerra no se acumulan, sino que solo se suma o se resta la opción obtenida.
Salvo en lo que respecta a la preparación de la Conferencia, las negociaciones durante la misma y las reparaciones de guerra, Alemania no es un país que sume puntos. Sus componentes parten de un diez y van perdiendo nota en función de lo que vaya sucediendo durante la simulación.
Es importante que, durante la sesión previa, se les explique que su nota depende del trabajo realizado y de los objetivos alcanzados. Ahora bien, para evitar amaños o cálculos que puedan entorpecer la actividad, no deben saber el valor concreto de cada cosa (a excepción de los tres puntos de preparación). Respetar este secreto es fundamental, pues hay elementos de la Conferencia que no funcionarán si se ponen todas las cartas bocarriba. De igual modo, es clave que ninguna de las restantes potencias conozca el contenido de su carpeta.
Por último, como se ha comentado más arriba, es bueno que los estudiantes sepan que el retorno a la guerra afectará notablemente a su nota en esta actividad. En concreto, únicamente conservarán aquellos aspectos relativos a la preparación y a los debates y negociaciones; es decir, un total de cuatro puntos como máximo. Esto incluye también a Alemania, pues si se reanuda el conflicto no podrá defenderse y perderá todo lo que aún conserva antes de la paz.
NONAGÉSIMO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
Pocos meses después de concluir la Guerra Civil en España, se inició en Europa un nuevo conflicto bélico -la Segunda Guerra Mundial (1939-1945)- que iba a ser determinante para las relaciones internacionales en la primera etapa del régimen franquista. Como consecuencia de la ayuda recibida de Alemania e Italia entre 1936 y 1939, la dictadura se encontraba ligada a las potencias del Eje, con las que compartía también ciertos rasgos ideológicos. Ahora bien, en un primer momento, España se declaró neutral, pues Franco sabía que el país no estaba en condiciones de participar en una nueva guerra.
Aún así, alemanes e italianos sondearon las posibilidades de una integración española en el conflicto, ejerciendo presión para que se produjera. En este contexto se han de situar las entrevistas con Hitler y Mussolini, en Hendaya (Francia) y Bordighera (Italia) respectivamente. Tras estos encuentros, si bien España no entró en la guerra, cambio su estatuto de país neutral a no beligerante y firmó el Pacto Antikomintern en noviembre de 1941. De esta manera, tropas españolas ocuparon la ciudad de Tánger, en la costa de Marruecos, y se envió al frente ruso un contingente de voluntarios –la División Azul- para combatir junto a las tropas alemanas en la invasión de la Unión Soviética.
Cuando la guerra parecía volverse claramente desfavorable para las potencias del Eje, España abandonó la no-beligerancia para tornar de nuevo a la neutralidad. Las fluctuaciones de la guerra hicieron que el régimen tuviese también que cuidar las relaciones con el bando aliado, de quienes recibía ayuda en forma de alimentos y combustible. De hecho, los británicos trataron siempre a Franco de forma cordial para que no se produjera su integración en el bando contrario. Finalmente, en octubre de 1943, el general Gómez-Jordana sustituyó a Ramón Serrano Súñer al frente de Exteriores, al tiempo que se retiraba la División Azul.
Una vez se produjo la derrota alemana, se inició un periodo muy difícil para el régimen en el ámbito internacional. No en vano, los aliados veían con disgusto la simpatía que, durante el conflicto, había mostrado España hacia las potencias del Eje. De hecho, vetaron su integración en la ONU, al tiempo que, en la Conferencia de Potsdam se abogaba por favorecer la caída de Franco por medios pacíficos. Esos hechos coincidieron en el tiempo con la firma, en marzo de 1945, del Manifiesto de Lausana por parte de don Juan de Borbón, en la que se abogaba por la restauración de la monarquía y la democracia en España. En definitiva, el franquismo quedó aislado internacionalmente, al tiempo que se recrudecía la lucha de guerrillas en el interior.
Después de muchas presiones diplomáticas, en diciembre de 1946, la ONU recomendó a todos los países que retirasen sus embajadores de España, de tal modo que solo permanecieron los más cercanos, como era el caso de Argentina y Portugal. Sin embargo, cuando más crítica parecía la situación del régimen -aislado diplomáticamente y ahogado en el ámbito económico-, el inicio de la Guerra Fría permitió a Franco presentarse ante británicos y norteamericanos como adalid de la lucha contra el comunismo y, por tanto, como un aliado a tener en cuenta en el nuevo panorama internacional. Aunque España no fue admitida en la OTAN, ni recibió los beneficios del Plan Marshall, fue saliendo progresivamente del aislamiento durante la primera mitad de la década de los cincuenta. Fue así como, en 1950, la ONU levantó el veto que pesaba sobre su integración en los organismos internacionales, como la FAO y la UNESCO. A esto se ha de añadir la firma, en 1953, del Concordato con la Santa Sede y del Tratado Económico y Defensivo con los EE.UU. Por último, ya en 1955, España pasó a ser miembro de pleno derecho de las Naciones Unidas, si bien la dictadura nunca logró la entrada en las Comunidades Europeas fundadas en los Tratados de París (1951) y Roma (1957).
OCTOGÉSIMO QUINTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
Como consecuencia del estallido de la Guerra Civil en julio de 1936, el poder dentro del territorio republicano quedó fragmentado, cayendo el poder en manos de las milicias armadas de las diversas ideologías que habían apoyado al Frente Popular en las elecciones del mes de febrero. A pesar del derrumbe del orden republicano, los sucesivos gobiernos, de entre los que destacaron el del socialista Largo Caballero y el del comunista Juan Negrín, hicieron importantes esfuerzos por mantener la unidad. La falta de cohesión acabó provocando fuertes divisiones, e incluso enfrentamientos, dentro del bando republicano, con el consiguiente perjuicio para su causa.
La situación fue muy distinta entre los sublevados, donde el ejército ejerció de elemento de cohesión entre los distintos grupos que integraban ese bando. En un primer momento, todos quedaron sometidos a la obediencia de la Junta de Defensa Nacional, que se disolvió en octubre de 1936 para dejar la dirección militar y política de la llamada zona nacional en manos del general Franco. Este aprovechó la duración del conflicto bélico para llevar a término la fusión de la Falange Española de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FE de las JONS) y la Comunión Tradicionalista. De esta manera, el Decreto de Unificación de abril de 1937, le permitió sentar las bases de un régimen de partido único cercano a los fascismos europeos.
Al principio del conflicto, la zona republicana contaba con mayor cantidad de población, así como con las principales zonas industriales y de agricultura de exportación. Sin embargo, la principal zona cerealista (Castilla la Vieja-León) estaba en manos de los nacionales. De esta manera, pronto surgieron problemas con el suministro de las ciudades, saturadas de refugiados, y del ejército. Además, se sufrió la escasez de materias primas como algodón, petróleo o carbón, ya que las empresas suministradoras de otros países desconfiaban de la solvencia económica republicana. A esto se unía la retirada de capitales extranjeros por temor a las colectivizaciones. En definitiva, la producción agrícola e industrial descendió muchísimo. Así, la industria siderúrgica vasca solo alcanzó, en el primer semestre de 1937, entre el 5% y el 10% de la producción de 1929. En parte, esto se debió al aislamiento que esta zona sufría con respecto al resto del territorio republicano. En estas circunstancias, la República recurrió al oro y divisas depositadas en el Banco de España para adquirir armamento del extranjero, especialmente de la URSS.
Por su parte, el territorio controlado por el otro bando estaba formado, en su mayor parte, por tierras de cultivo y ganadería, además de algunas zonas mineras. De esta manera, los sublevados tuvieron menos problemas de abastecimiento que los republicanos. Ahora bien, se trataba de una economía desequilibrada, que sólo se potenció cuando sus tropas conquistaron Bilbao y la franja cantábrica en otoño de 1937). A esto se ha de añadir que, durante la guerra, pudieron contar con créditos a largo plazo de Alemania y de Italia de empresas petroleras como la TEXACO de EE.UU.
OCTOGÉSIMO CUARTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
El comienzo de la Guerra Civil coincidió con uno de los momentos más tensos en las relaciones internacionales del siglo XX. Desde el ascenso del partido nacionalsocialista de Adolf Hitler al poder, la política exterior de los países europeos se fue enrareciendo hasta formarse dos bloques claramente diferenciados: las democracias, encabezadas por británicos y franceses, y los regímenes fascistas de Italia y Alemania. La tensión internacional a partir de 1936 llegó a tal nivel que cualquier crisis podía provocar el estallido de una nueva guerra mundial.
Por ese motivo, el estallido del conflicto español provocó división de opiniones e inquietud entre los políticos y la opinión pública, sobre todo en Gran Bretaña y Francia. Es en ese punto donde se ha de situar el origen del Comité de No Intervención, impulsado por el gobierno francés con el apoyo del británico. En agosto de 1936, se adhirieron a él un total de veintisiete estados, entre los que se encontraban Alemania, Italia y la Unión Soviética. Todos ellos se comprometieron a no intervenir en el conflicto español, ya fuera mediante la actuación directa o por medio de la venta de cualquier tipo de material bélico.
Ahora bien, al tiempo que esas potencias suscribían el acuerdo, tanto el gobierno republicano y como el bando sublevado solicitaron ayuda militar a las potencias europeas. Esto se debió, fundamentalmente, a la escasez de medios de la España de entonces en lo relativo a equipamiento militar y armamento.
ESTRUCTURA DEL VÍDEO:
0:12. El contexto europeo y las tensiones internacionales.
Cuando los estadounidenses dejaron de comprar, los europeos y los países productores de materias primas se quedaron sin su mejor y casi único cliente. Del mismo modo, los capitales estadounidenses se retiraron de Europa y la reconstrucción de posguerra se vino abajo.
Alemania fue el país más afectado y, en menos medida, también lo sufrieron Austria, Checoslovaquia, Rumania y Yugoslavia.
El hundimiento germano también arrastró a Francia, que no pudo recibir las reparaciones de guerra.
Los países exigieron la transformación en oro de sus divisas en libras esterlinas. El Reino Unido no pudo hacer frente a esta masiva conversión y en 1932 abandonó la paridad libra-oro. El precio de la libra cayó en un 30% y los Estados que conservaban esta moneda como reserva se arruinaron.
De este modo, los “dominios británicos”, los países escandinavos, Portugal, Egipto…, unos treinta en total, se vieron afectados por la crisis. Sin capital y sin mercados, la recesión se extendía por todo el mundo. Sólo Japón logró evitar los efectos catastróficos de la crisis, aunque su producción se estancó.
La URSS, que vivía en una política económica autárquica de planes quinquenales, mantuvo su crecimiento.
En Estados Unidos se produjo un espectacular crecimiento de la producción durante los años veinte debido a la renovación técnica y a la racionalización del trabajo (taylorismo).
En consecuencia, la oferta comenzó a ser, de modo alarmante, muy superior a la demanda.
En 1926 los precios se estancaron y, como consecuencia, los beneficios también. Como la producción siguió creciendo y el mercado estaba saturado, se originó un abundante stock de productos no vendidos.
Esto trajo consigo una caída generalizada de los precios, especialmente agrícolas (trigo, algodón, café…) y la ruina de los productores y distribuidores.
La especulación en la Bolsa
A partir de 1926, los beneficios de las empresas dejaron de crecer y las inversiones se dirigieron a la Bolsa. Este aumento de la demanda de acciones produjo una subida artificial de las cotizaciones, con independencia del valor real de las empresas. Incluso se solicitaron créditos a los bancos para comprar más acciones.
Así, el 3 de septiembre de 1929 fue el día de mayor volumen de negocios de la Bolsa de Nueva York.
El crack bursátil y la extensión de la crisis
La crisis de 1929 comenzó con la caída de la Bolsa de Nueva York. Su rapidez y amplitud se entienden porque la especulación se había construido sobre la confianza; cuando esta se convirtió en inseguridad, la catástrofe estuvo servida.
El jueves negro (24 de octubre de 1929) se inició el proceso: al faltar seguridad todos quisieron vender sus acciones para recuperar su dinero, por lo que el precio de este aumentó.
La oferta de valores fue tan grande que las cotizaciones cayeron. Esto ocasionó que todos quisieran vender cuanto antes, unos para evitar pérdidas y otros para disponer de efectivo con el que poder pagar sus préstamos.
Las cotizaciones cayeron todavía más a lo largo de la jornada. Ese día salieron a la venta cerca de 13 millones de acciones, muchas de ellas a precios irrisorios. En los días siguientes aumentó la venta masiva de acciones.
Los bancos más fuertes intentaron comprar las acciones para frenar la quiebra, pero el proceso parecía no tener fin.
De la Bolsa a la banca
Los bancos fueron los primeros afectados, ya que habían concedido créditos para invertir en Bolsa y la ruina de los inversores impidió su devolución. Además, la desconfianza hizo que los clientes quisieran recuperar sus depósitos por temor a las quiebras.
La conjunción de estas fuerzas negativas hizo que 5.000 bancos norteamericanos quebraran entre 1929 y 1932.
De la banca al comercio, a la industria y a la agricultura
Sin bancos no hay créditos para la industria, el comercio y el campo. Sin recursos económicos -o a un precio muy elevado- para invertir o para facilitar los intercambios comerciales, comenzaron a acumularse los productos sin vender, cayendo más los precios y los beneficios. Esto obligó al cierre de empresas e incrementó notablemente el desempleo.
El problema del desempleo se agudizó: en 1932 los parados en los EE.UU. ascendían a 13 millones; en Alemania eran 6 millones y en el Reino Unido más de 3 millones. A estas cifras habría que añadir los agricultores, que no podían ni vender ni comprar nada por el descenso de los precios agrícolas.
Al término de la Primera de Primera Guerra Mundial, las potencias occidentales trataron de retornar a la normalidad anterior a 1914. Sin embargo, las consecuencias del conflicto dieron lugar a la crisis de postguerra, que se prolongó hasta mediados de la siguiente década. Una vez superados, en apariencia, los desequilibrios económicos, los países occidentales vivieron un periodo de crecimiento que conocemos con el nombre de “los felices años veinte”. Esa prosperidad tocó a su fin en 1929, con el crack bursátil que desembocó en la Gran Depresión. A partir de entonces el mundo fue, poco a poco, caminando hacia un segundo conflicto general.