En este episodio de la serie dedicada a la Historia de 4º de ESO repasamos los principales rasgos del Antiguo Régimen. Para ello centramos nuestra atención en los fundamentos de la monarquía absoluta (absolutismo), la organización social en estamentos (sociedad estamental), la economía preindustrial y el régimen demográfico antiguo.
CON EL FIN DE FACILITAR LA COMPRESIÓN DE LOS VÍDEOS, HE DECIDIDO PROPORCIONAR A MI ALUMNADO LA TRANSCRIPCIÓN DEL CONTENIDO. ESTO NO SUPONE, EN NINGÚN CASO, EL ABANDONO DE LA VÍA AUDIOVISUAL, Y MUCHO MENOS QUE DEJE DE CONTROLAR LA REALIZACIÓN DEL TRABAJO A TRAVÉS DE EDPUZZLE. SIMPLEMENTE ES UN APOYO MÁS CON EL QUE ESPERO MEJORAR EL PROCESO DE APRENDIZAJE. ADEMÁS, ACOMPAÑO EL TEXTO DE ENLACES A MATERIALES RELACIONADOS CON LA EXPLICACIÓN QUE, EN MUCHOS CASOS, SON OTROS DE LOS VÍDEOS DE LA ASIGNATURA.
Como se ha explicado en el vídeo anterior, el absolutismo fue la forma política predominante en la Europa del Antiguo Régimen. Con el fin de profundizar en esa información, dedicaremos un primer apartado de esta clase a sus principales características, dejando la segunda parte para la explicación de los cambios acaecidos durante el siglo XVIII, que dieron lugar al despotismo ilustrado.
Sin lugar a dudas, la principal característica del absolutismo era que todos los poderes recaían en la persona del rey. Quien gobernaba sin ningún tipo de límites y sin que nadie cuestionara sus decisiones. De esta manera, el gobernante se situaba por encima de cualquier ley que no fuera la divina. Es más, sus principales defensores -sirva de ejemplo Jacques Bénigne Bossuet- situaban a Dios en el origen del poder monárquico.
Los reyes absolutos gobernaban mediante decretos, y para ello se apoyaban en instituciones como las secretarías de despacho y los consejos. También existían organismos de representación estamental, como las Cortes en España, los Estados Generales en Francia, el Parlamento en Inglaterra o la Dieta en los Estados alemanes. Estas asambleas, que se reunían por iniciativa del rey, tenían como principal función la aprobación de los presupuestos y de nuevos impuestos.
EL DESPOTISMO ILUSTRADO
Durante el siglo XVIII, en gran medida como consecuencia de la influencia de los ilustrados, la monarquía absoluta experimentó una serie de cambios. Al respecto, es necesario recordar que la Ilustración fue movimiento filosófico y cultural que en el ámbito político dio lugar al despotismo ilustrado.
Esta nueva forma de gobierno, basada en el reformismo moderado, fue adoptada por algunos de los monarcas más poderosos de la época. De entre ellos sobresalieron el Emperador José II de Austria, la zarina Catalina II de Prusia, el rey Carlos III de España y del rey Federico II de Prusia.
Las reformas administrativas de los gobiernos ilustrados se encaminaron al diseño de instituciones y órganos de gobierno guiados por el principio de la eficacia. Además, los monarcas también persiguieron la formación de un Estado centralizado y fuerte que se impusiera sobre el resto de las regiones y territorios que lo conformaban.
En el campo de la cultura destacó la preocupación por la educación y el conocimiento científico, que se consideraba la base del progreso económico y social. Por este motivo se fundaron escuelas, academias e instituciones de tipo cultura y científico.
Además, con el fin de contribuir a la modernización económica del reino, se construyeron infraestructuras de transporte y se impulsaron desde el poder diversos programas de desarrollo económico. También se ensayaron algunos proyectos para ampliar la base fiscal, pero fueron abortados por los estamentos privilegiados.
En el sistema económico capitalista y liberal el objetivo era la búsqueda del beneficio. Este fin implicaba reducir los costes de producción y, por tanto, los salarios de los trabajadores, cuyos ingresos descendieron hasta los límites de la subsistencia.
El propio Adam Smith había afirmado que la búsqueda del lucro individual era el motor de la economía.
Esta máxima era manifiesta en el capitalismo industrial, en el que el más fuerte prevalecía sobre el más débil. Como consecuencia, las desigualdades sociales se incrementaron: la riqueza se concentró en las clases altas y medias, mientras las condiciones de vida de las clases bajas empeoraron notablemente.
En la nueva sociedad de clases, la antigua división entre privilegiados y miembros del tercer estado se sustituyó por otra de propietarios (empresarios, comerciantes y hacendados) y asalariados (obreros y jornaleros).
La nueva desigualdad recibió el respaldo de las ideologías imperantes en la época, como era el caso del darwinismo social, que legitimó los contrastes entre ricos y pobres aplicando a los seres humanos la teoría de la selección natural formulada por Charles Darwin en 1859. De esta manera, los individuos, como las especies, eran naturalmente desiguales.
Por tanto, las diferencias sociales y económicas tenían su fundamento en la biología.
Los cambios originados por la revolución industrial se sumaron a las transformaciones políticas ocasionadas por las revoluciones atlánticas durante las últimas décadas del siglo XVIII. Todas ellas provocaron la disolución de la sociedad del Antiguo Régimen, basada en la división estamental, y el nacimiento de la sociedad de clases.
En la sociedad de clases las personas se diferenciaban por el lugar que ocupaban en el proceso productivo y no por su nacimiento o el origen de su familia.
En esta nueva sociedad la nobleza fue perdiendo influencia, aunque siguió manteniendo cierto poder político y social. Estableció una alianza estratégica con la emergente burguesía (prestigio social a cambio de dinero) y mantuvo el predominio en determinados ámbitos del aparato del Estado, como la diplomacia, la Administración y el Ejército. Sus valores, gustos y aficiones siguieron gozando de gran prestigio e influencia.
Los campesinos también se vieron afectados por la desaparición del Antiguo Régimen, puesto que dejaron de estar bajo la protección de los señores y propietarios de las tierras para convertirse en jornaleros. Además, las condiciones de vida en el mundo rural eran duras y se produjeron hambrunas a causa de las malas cosechas de las últimas décadas del siglo XVIII.
En definitiva, los trastornos originados por la introducción de mejoras técnicas, así como los cambios en el régimen de propiedad, dejaron sin posibilidad de sustento a un número considerable de campesinos, que se vieron obligados a emigrar a las ciudades.
Ahora bien, los grupos sociales más característicos de esta nueva sociedad de clases fueron los burgueses y los obreros.
La burguesía
Al implicarse en el proceso de industrialización y, en consecuencia, acumular capitales y multiplicar sus inversiones, se convirtieron en la clase más relevante. Este enriquecimiento les sirvió como punto de apoyo para ascender a la cúspide del poder político y de las principales instituciones sociales y culturales.
Políticamente evolucionaron desde posiciones revolucionarias a ideas más conservadoras próximas a la nobleza. Su prestigio y costumbres se fundamentaban en la familia, el patrimonio y los negocios. Sus principales valores eran la educación, el mérito, el trabajo y el ahorro.
La clase obrera
Este grupo social, conocido también como proletariado, se desarrolló en Gran Bretaña y en el resto de Europa de forma paralela a la industrialización. Estaba formado por los trabajadores de las ciudades que solamente poseían el salario que les proporcionaba el empresario a cambio del trabajo realizado. Sus condiciones de vida fueron pésimas durante todo el siglo XIX.