¿Quieres ir bien preparado a las oposiciones de Geografía, Historia e Historia del Arte de Secundaria? Si es así, quizá te sirva el material que pongo a tu disposición. El siguiente es uno de los temas que elaboré en su momento y, aunque cada caso es distinto, al menos a mí me ayudó a sacar la plaza.
A continuación dejo como archivo adjunto un pdf con el texto del tema 53. He decidido mantener el formato de puntos que tan buen resultado me ha dado en mi estudio, pero se puede convertir fácilmente en un texto compuesto por párrafos largos. También dejo más abajo la bibliografía utilizada y, en breve, espero hacer un vídeo dedicado a esta cuestión.
NONAGÉSIMO CUARTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
Existe un acuerdo global a la hora de situar la transición española dentro de la “tercera ola” democratizadora enunciada por Samuel P. Huntington. Asimismo, se observa un amplio consenso en torno a la labor realizada, que consistía en desmantelar el viejo régimen, dar voz institucional a la oposición democrática, reconocer a los partidos políticos, los derechos de los sindicatos y el derecho de catalanes y vascos a ser culturalmente diferentes y políticamente autónomos, todo esto sin provocar una reacción autoritaria por parte del ejército y del búnker franquista, sin desatar los viejos demonios históricos de la primera y de la segunda República española y de todas las guerras civiles de la España contemporánea.
Ahora bien, para una mejor compresión de ese proceso de cambio, es preciso describir la situación política del país a la muerte del General Franco. En ese contexto distinguimos tres grandes proyectos: continuismo, reforma y ruptura. El primero de ellos, al que se adscribían los grupos más involucionistas de la administración estatal -el bunker-, se caracterizó por una defensa a ultranza del régimen político tal y como se había forjado durante la Guerra Civil y los años de posguerra; es decir, sin admitir ningún tipo de cambio en lo relativo a la organización del poder, las Leyes Fundamentales y los derechos y libertades de la ciudadanía. En el otro extremo se situaban los partidarios de romper con el pasado franquista e instaurar en España una democracia a través de un proceso de cambio político en el que, si bien no era lo deseado, no se renunciaba a la vía revolucionaria. Dentro de ese grupo se situaban los grupos de izquierdas, con especial protagonismo del PSOE y del PCE, así como los nacionalistas periféricos.
Por último, en una posición intermedia entre las otras dos posturas, se situaban los reformistas, grupo integrado tanto por los aperturistas del régimen como por la oposición mas moderada; democristianos, liberales y socialdemócratas fundamentalmente. Su objetivo, al igual que el de los rupturistas, era la sustitución de la dictadura del general Franco por un régimen democrático con sufragio universal, la desaparición de la represión y la división de poderes que ello conlleva. Sin embargo, entendían que ese proceso debía realizarse desde la legalidad franquista –“de la Ley a la Ley”-, desmontando piedra a piedra el régimen dictatorial sin rupturas ni discontinuidades.
Desde el primer momento se hizo evidente que los ciudadanos deseaban, de forma mayoritaria, la democratización del país, pero sin sacrificar la paz y el orden. Esto sólo dejaba una posibilidad, la reforma, que fue el camino seguido por el proceso de transición hasta la aprobación, el 15 de diciembre de 1976, de la Ley para la Reforma Política. En ese periodo de casi trece meses, los españoles fueron testigos de cómo, tanto el búnker como la oposición rupturista al régimen, fracasaban en sus respectivos proyectos.
No obstante, una vez llevada a cabo la reforma legal desde arriba, los reformistas del régimen no podían continuar el tránsito a un orden democrático sin la ayuda de la oposición. Necesitaban atraerse a los sectores más moderados de entre las filas rupturistas, lo que supuso aceptar buena parte de sus postulados. De esta manera, el cambio político pudo llevarse a cabo porque ambos proyectos, reformista y rupturista, cedieron en determinados aspectos con el fin de constituir un régimen democrático. De hecho, la democratización del país era la meta común de los dos grupos, que tan sólo diferían en la manera de llevarlo a cabo. A este respecto, podemos decir que en un principio, por la lógica del momento ya enunciada anteriormente, se impuso la vía reformista; sin embargo, más adelante comenzaron a integrarse también algunos rasgos del proyecto rupturista.
OCTOGÉSIMO NOVENO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
El asesinato del presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco, por parte de la banda terrorista ETA en diciembre de 1973 aceleró la crisis que afectaba a la dictadura desde finales de los años sesenta. La tensión y el nerviosismo entre las distintas “familias” aumentó ante la cercanía del “hecho biológico –eufemismo utilizado para referirse a la muerte de Franco-, la inseguridad puesta de manifiesto con ese atentado y la pérdida de una persona clave para la supervivencia del régimen tras la desaparición del dictador.
Si bien la elección de Carlos Arias Navarro como nuevo presidente fue acogida con optimismo tras las perspectivas de cambio suscitadas por su primer discurso (“espíritu del 12 de febrero”), pronto de puso de manifiesto su tendencia continuista. Es más, esta se vio endurecida, también en su ámbito represivo, por dos acontecimientos de corte internacional y socioeconómico:
En abril de 1974, como consecuencia de la Revolución de los Claveles, caía la dictadura portuguesa. Desaparecía así un régimen político que, tanto por sus postulados ideológicos como por su condición ibérica, podía considerarse hermano de la España de Franco. Además, por esas mismas fechas tocaba a su fin también la dictadura en Grecia, que contribuía aún más a aislar a España de la Europa democrática y, por tanto, de las Comunidades Europeas.
En el ámbito socioeconómico hay que hacer referencia a las consecuencias derivadas de la crisis del petróleo de 1973. La pérdida de poder adquisitivo y el aumento del desempleo llevó a un incremento de la conflictividad social, que se manifestó en movilizaciones y numerosas huelgas. La pasividad mostrada por el gobierno ante estos problemas, unida a la actividad terrorista y el auge de los nacionalismos, contribuyó a generar una imagen negativa del régimen en sus últimos años de existencia. Al fin y al cabo, terminó por perder dos de sus señas de identidad a lo largo de las décadas anteriores: orden y desarrollo económico.
Ante esta compleja problemática, la única respuesta del ejecutivo presidido por Carlos Arias Navarro fue el uso de la fuerza y la represión a través de los cuerpos de seguridad y los tribunales de justicia. El objetivo era evitar, a cualquier precio, cualquier tipo de manifestación, reunión política o acto reivindicativo, ya fuera de corte reformista o económico. En ese contexto se ha de situar la aprobación de la ley antiterrorista de 1975, con la que se pretendió, sin mucho éxito, luchar contra la subversión y las aspiraciones democráticas de buena parte de la sociedad española.
OCTOGÉSIMO OCTAVO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.
El elemento clave de la dictadura fue, precisamente, la figura del general Franco, sin el cual resulta imposible comprender la naturaleza del régimen autoritario que se desarrolló en España de 1939 a 1975. De ahí que se tienda a hablar de una dictadura personal en la que, por la pertenencia de su líder al estamento militar, el ejército desempeñó un papel fundamental como pilar del Estado. A esto hemos de añadir que, durante la Guerra Civil, Franco fue concentrando en sus manos cada vez más poder: Generalísimo de todos los ejércitos, Jefatura del Estado, Presidencia del Gobierno y líder del único partido político legal, el “Movimiento Nacional”.
Con el tiempo, ese régimen personal y de corte autoritario fue desarrollando su propia estructura legal en forma de las llamadas Leyes Fundamentales del Reino: Fuero del Trabajo (1938), Ley Constitutiva de las Cortes (1942), Fuero de los Españoles (1945), Ley de Referéndum Nacional (1945), Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958) y Ley Orgánica del Estado (1966). Este conjunto de textos permitió sentar las bases de un Estado corporativo que, según sus arquitectos legales, debía perdurar más allá de la vida del propio dictador.
Además, establecía los cauces para la participación de los ciudadanos en la vida política del país; si bien dentro de los estrechos márgenes permitidos por el régimen, y siempre supeditada a su voluntad. De hecho, las Cortes desempeñaban un papel meramente consultivo y servil con respecto al Ejecutivo. El proceso de elección de sus miembros se realizaba a través de la llamada “democracia orgánica”, según la cual los españoles eran representados por los llamados “órganos naturales”: familia, municipio y sindicato. En ese proceso de configuración legal, España pasó a definirse como un reino. De esta manera, tal como quedó fijado en la Ley de Sucesión de 1947, llegado el momento debía sustituir a Franco un Jefe del Estado que ostentara el título de rey.
Por último, hemos de hacer mención a la Administración del Estado, caracterizada por su marcado centralismo. Con este fin, se nombraron gobernadores civiles en cada una de las provincias para administrarlas de acuerdo a las directrices salidas de Madrid. Desde el Gobierno Civil, cuyo máximo responsable era también Jefe Provincial del Movimiento, también se elegían a los alcaldes, por lo que la política estatal tenía su reflejo también a nivel local.
La tesis de la “ruptura” fracasaría rotundamente por varios motivos: la realidad socio-política y económica del pueblo español era muy distinta a la del 31, y la inmensa mayoría no quería volver a fórmulas o métodos del pasado; la fortaleza real de las fuerzas de la oposición era escasa, y la estructura del Estado aguantó con firmeza los embates del proceso de huelgas en cadena; el propósito de la reforma democrática, alentado por los hombres de la nueva generación instalados en la gobernación del país, era profundo y estaba decididamente apoyado por el Rey; el Ejército jamás hubiera aceptado un proceso de ruptura con el régimen de Franco, con el que se sentía profundamente vinculado.
Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 87.
La “ruptura” no propugnaba una postura revolucionaria o la utilización de la violencia, y creía en el desmoronamiento del Estado, tras la muerte del Dictador, bajo el impulso de la clase trabajadora y mediante el instrumento de la huelga general, que paralizaría el país.
Por el contrario, la “reforma”, pretendía la evolución desde el Régimen, modificando leyes del franquismo, para llegar, sin ruptura, de la legalidad a una nueva y verdadera situación democrática.
La ruptura era propugnada por las fuerzas de izquierda, básicamente socialistas y comunistas. Y la reforma, por los aperturistas del régimen y por la oposición moderada, aunque fuera rechazada por las fuerzas franquistas y torpedeada por el “búnker”.
Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 86.
La primera batalla política de la Transición se da en la calle y en las fábricas. Es un pulso a las estructuras del gobierno y de seguridad del Estado, lanzado por la oposición y dirigido por el Partido Comunista y por Comisiones Obreras, con una importante aportación de las organizaciones de extrema izquierda. La participación en esta lucha del PSOE y de la UGT no es significativa, por la escasa fuerza que tienen en ese momento el partido y el sindicato socialista.
Ya dos meses antes de la muerte de Franco, Santiago Carrillo, en una entrevista con Oriana Fallaci, afirmaba que el Régimen caería derribado por una huelga nacional, “una huelga que paralizará de improviso al país entero, de la fábrica a la universidad, del comercio a las comunicaciones. Una huelga que bloquee todo el mecanismo del Estado y contra la que el Régimen no podrá hacer nada. Todo deberá suceder en ese momento; todo. Y lo que estamos haciendo es crear las condiciones para ese momento”.
La conflictividad laboral en España había ido creciendo desde 1970. Y ello, en función de la mayor presencia y penetración de Comisiones Obreras en las empresas y en la estructura de la organización del sindicato oficial, lo que conllevaba una mayor conciencia de clase y una más agresiva actitud reivindicativa. Prueba de ello es que, según los datos oficiales en 1971, hubo 616 conflictos colectivos, con un total de siete millones de horas perdidas, cifra que se duplicaba en 1975, con 3159 conflictos.
Pero la tensión laboral, que disminuyó en el segundo semestre del 75, pues todos -gobierno, oposición, sindicatos ilegales- enmudecieron ante la larga enfermedad y agonía de Franco, se disparó con el primer gobierno de la Monarquía, desde principios de 1976.
Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 80-81.
El “espíritu del 12 de febrero” consiguió algunos logros: una mayor libertad de prensa, reflejada en las revistas críticas hacia el Régimen, y una tolerancia de la oposición moderada (demócrata-cristianos, liberales, socialdemócratas y socialistas).
Pero la vigencia del “espíritu” fue efímera. El 28 de abril, Girón publicó un manifiesto en el diario falangista Arriba, en el que arremetía contra la libertad de prensa y la apertura.
Sólo existía “el espíritu del 18 de julio”. El “gironazo” dio en la línea de flotación del Gobierno Arias. Pocos meses después, el presidente Arias volvería a las esencias franquistas, que en su corazón no había abandonado nunca. El 15 de junio de 1974, en un discursos en Barcelona, afirmaba con contundencia “que, en primer lugar, deseo reafirmar el protagonismo del Movimiento en el momento político presente (…). El Movimiento y el pueblo español son una misma cosa”.
Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p.29.