Unidad 9. La Segunda Guerra Mundial


DEFINICIONES UTILIZADAS EN EL NOVENO TEMA DE 4º DE ESO. SE TRATA DE UNA UNIDAD DEDICADA EXCLUSIVAMENTE A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1939-1945); ES DECIR, SUS CAUSAS, DESARROLLO Y CONSECUENCIAS, ASÍ COMO ACONTECIMIENTOS RELACIONADOS, COMO POR EJEMPLO EL HOLOCAUSTO.

Aliados: nombre que se dio al conjunto de países que lucharon contra las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Su origen se encuentra en la alianza militar de 1939, firmada por Reino Unido y Francia contra las agresiones alemanas. Posteriormente se unieron otros estados, siendo los más importantes la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Batalla de Stalingrado: enfrentamiento entre el ejército soviético y el alemán acaecido en el invierno de 1941-1942, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Terminó con la derrota de estos últimos, marcando el comienzo del repliegue de Alemania en la URSS.

Colaboracionismo: política de apoyo a la Alemania nacionalsocialista durante la Segunda Guerra Mundial. Fue seguida por diversos gobiernos y movimientos políticos en la Europa ocupada por los ejércitos alemanes. En Francia estuvo representada por el Gobierno de Vichy del mariscal Pétain.

Desembarco de Normandía: operación militar, llevada a cabo por los aliados el 6 de junio de 1944 -el llamado “Día D”-, por la que se pretendía invadir el territorio francés ocupado por los alemanes y, de esta manera, abrir un nuevo frente bélico en la parte occidental de Europa.

Dictadura: régimen político que se instala y se mantiene por la fuerza. Se caracteriza por la desaparición de las libertades individuales, el recurso a la violencia para eliminar o intimidar a la oposición, y la supresión de sindicatos y partidos políticos, así como de las diversas asociaciones vinculadas a ellos. El poder se concentra en una persona, grupo o institución, que se presenta como providencial y tiende a perpetuarse en el poder apoyándose en la propaganda, las fuerzas de seguridad y un partido único.

Economía de guerra: desarrollo al máximo de los recursos económicos del país para destinarlos a la guerra (sobre todo se incrementa la fabricación de armamento).

Genocidio: exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.

Holocausto: exterminio sistemático de las comunidades judías llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania y en los territorios europeos ocupados por los nazis. En ellos, partir de 1941, se aplicó la llamada “solución final” en campos de concentración especialmente preparados para el genocidio. Se calcula que en ellos murieron entre 3 y 6 millones de judíos.

Pacto de Acero: tratado de amistad firmado por Hitler y Mussolini en mayo de 1939. Este acuerdo estuvo en la base de la colaboración entre Alemania e Italia durante la Segunda Guerra Mundial.

Pacto de germano-soviético: tratado firmado en 1939 entre la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin en el que ambas potencias se comprometían a renunciar a las hostilidades. Además, incluía una cláusula secreta en el que acordaban repartirse el territorio polaco.

Pearl Harbor: principal base naval de los Estados Unidos en las islas Hawai (océano Pacífico). En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, fue atacada por la aviación japonesa el 7 de diciembre de 1941 sin previa declaración de guerra. Ese acontecimiento llevó a la entrada de los norteamericanos en el conflicto.

Proceso de Núremberg: conjunto de juicios que, al término de la Segunda Guerra Mundial, se celebraron en esa ciudad alemana contra los líderes nazis, a los que se les acusaba de crímenes contra la humanidad.

Segunda Guerra Mundial: conflicto bélico que enfrentó a las principales potencias mundiales entre 1939 y 1945. Durante la primera mitad de la guerra, las potencias del Eje –Alemania, Italia y Japón- obtuvieron la mayor parte de los triunfos. Sin embargo, a partir de 1942 la suerte del conflicto cambió, favoreciendo al bando liderado por los EE.UU., Reino Unido y la URSS.

Explica la organización política del Estado franquista


OCTOGÉSIMO OCTAVO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.

El elemento clave de la dictadura fue, precisamente, la figura del general Franco, sin el cual resulta imposible comprender la naturaleza del régimen autoritario que se desarrolló en España de 1939 a 1975. De ahí que se tienda a hablar de una dictadura personal en la que, por la pertenencia de su líder al estamento militar, el ejército desempeñó un papel fundamental como pilar del Estado. A esto hemos de añadir que, durante la Guerra Civil, Franco fue concentrando en sus manos cada vez más poder: Generalísimo de todos los ejércitos, Jefatura del Estado, Presidencia del Gobierno y líder del único partido político legal, el “Movimiento Nacional”.

Con el tiempo, ese régimen personal y de corte autoritario fue desarrollando su propia estructura legal en forma de las llamadas Leyes Fundamentales del Reino: Fuero del Trabajo (1938), Ley Constitutiva de las Cortes (1942), Fuero de los Españoles (1945), Ley de Referéndum Nacional (1945), Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado (1947), Ley de Principios del Movimiento Nacional (1958) y Ley Orgánica del Estado (1966). Este conjunto de textos permitió sentar las bases de un Estado corporativo que, según sus arquitectos legales, debía perdurar más allá de la vida del propio dictador.

Además, establecía los cauces para la participación de los ciudadanos en la vida política del país; si bien dentro de los estrechos márgenes permitidos por el régimen, y siempre supeditada a su voluntad. De hecho, las Cortes desempeñaban un papel meramente consultivo y servil con respecto al Ejecutivo. El proceso de elección de sus miembros se realizaba a través de la llamada “democracia orgánica”, según la cual los españoles eran representados por los llamados “órganos naturales”: familia, municipio y sindicato. En ese proceso de configuración legal, España pasó a definirse como un reino. De esta manera, tal como quedó fijado en la Ley de Sucesión de 1947, llegado el momento debía sustituir a Franco un Jefe del Estado que ostentara el título de rey.

Por último, hemos de hacer mención a la Administración del Estado, caracterizada por su marcado centralismo. Con este fin, se nombraron gobernadores civiles en cada una de las provincias para administrarlas de acuerdo a las directrices salidas de Madrid. Desde el Gobierno Civil, cuyo máximo responsable era también Jefe Provincial del Movimiento, también se elegían a los alcaldes, por lo que la política estatal tenía su reflejo también a nivel local.

ESTRUCTURA DEL VÍDEO:

  • 0:10. La dictadura personal de Franco.
  • 0:57. Las Leyes Fundamentales del Reino.
  • 1:47. La democracia orgánica.
  • 2:39. El centralismo en la Administración del Estado.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. Historia de España Contemporánea; José Luis Comellas – Rialp.

DIAPOSITIVAS DEL VÍDEO:

Unidad 8. La Segunda Guerra Mundial


DEFINICIONES UTILIZADAS EN EL OCTAVO TEMA DE 1º DE BACHILLERATO. SE TRATA DE UNA UNIDAD DEDICADA EXCLUSIVAMENTE A LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (1939-1945); ES DECIR, SUS CAUSAS, DESARROLLO Y CONSECUENCIAS, ASÍ COMO ACONTECIMIENTOS RELACIONADOS, COMO POR EJEMPLO EL HOLOCAUSTO.

Aliados: nombre que se dio al conjunto de países que lucharon contra las potencias del Eje durante la Segunda Guerra Mundial. Su origen se encuentra en la alianza militar de 1939, firmada por Reino Unido y Francia contra las agresiones alemanas. Posteriormente se unieron otros estados, siendo los más importantes la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Batalla de Stalingrado: enfrentamiento entre el ejército soviético y el alemán acaecido en el invierno de 1941-1942, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Terminó con la derrota de estos últimos, marcando el comienzo del repliegue de Alemania en la URSS.

Colaboracionismo: política de apoyo a la Alemania nacionalsocialista durante la Segunda Guerra Mundial. Fue seguida por diversos gobiernos y movimientos políticos en la Europa ocupada por los ejércitos alemanes. En Francia estuvo representada por el Gobierno de Vichy del mariscal Pétain.

Desembarco de Normandía: operación militar, llevada a cabo por los aliados el 6 de junio de 1944 -el llamado “Día D”-, por la que se pretendía invadir el territorio francés ocupado por los alemanes y, de esta manera, abrir un nuevo frente bélico en la parte occidental de Europa.

Dictadura: régimen político que se instala y se mantiene por la fuerza. Se caracteriza por la desaparición de las libertades individuales, el recurso a la violencia para eliminar o intimidar a la oposición, y la supresión de sindicatos y partidos políticos, así como de las diversas asociaciones vinculadas a ellos. El poder se concentra en una persona, grupo o institución, que se presenta como providencial y tiende a perpetuarse en el poder apoyándose en la propaganda, las fuerzas de seguridad y un partido único.

Economía de guerra: desarrollo al máximo de los recursos económicos del país para destinarlos a la guerra (sobre todo se incrementa la fabricación de armamento).

Genocidio: exterminio o eliminación sistemática de un grupo social por motivos raciales, políticos o religiosos.

Holocausto: exterminio sistemático de las comunidades judías llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial en Alemania y en los territorios europeos ocupados por los nazis. En ellos, partir de 1941, se aplicó la llamada “solución final” en campos de concentración especialmente preparados para el genocidio. Se calcula que en ellos murieron entre 3 y 6 millones de judíos.

Pacto de Acero: tratado de amistad firmado por Hitler y Mussolini en mayo de 1939. Este acuerdo estuvo en la base de la colaboración entre Alemania e Italia durante la Segunda Guerra Mundial.

Pacto de germano-soviético: tratado firmado en 1939 entre la Alemania de Hitler y la URSS de Stalin en el que ambas potencias se comprometían a renunciar a las hostilidades. Además, incluía una cláusula secreta en el que acordaban repartirse el territorio polaco.

Pearl Harbor: principal base naval de los Estados Unidos en las islas Hawai (océano Pacífico). En el contexto de la Segunda Guerra Mundial, fue atacada por la aviación japonesa el 7 de diciembre de 1941 sin previa declaración de guerra. Ese acontecimiento llevó a la entrada de los norteamericanos en el conflicto.

Proceso de Núremberg: conjunto de juicios que, al término de la Segunda Guerra Mundial, se celebraron en esa ciudad alemana contra los líderes nazis, a los que se les acusaba de crímenes contra la humanidad.

Segunda Guerra Mundial: conflicto bélico que enfrentó a las principales potencias mundiales entre 1939 y 1945. Durante la primera mitad de la guerra, las potencias del Eje –Alemania, Italia y Japón- obtuvieron la mayor parte de los triunfos. Sin embargo, a partir de 1942 la suerte del conflicto cambió, favoreciendo al bando liderado por los EE.UU., Reino Unido y la URSS.

La política exterior V: la Guerra Nacionalsocialista


Los primeros años de guerra estuvieron marcados por la Blitzkrieg, que permitió a los nazis controlar los territorios que iban desde el Atlántico hasta Moscú. De esta forma, hacia 1942 los territorios del Reich, económicamente al servicio de Alemania, se organizaban de la siguiente manera:

  • Zonas bajo la administración militar y civil.
  • Gobiernos bajo la tutela nazi.
  • Estados satélites.

Hemos indicado ya que todos estos territorios fueron puestos al servicio de la economía Alemania, lo que incluía también a sus habitantes. Durante los años de la guerra la mano de obra esclava o semiesclava trabajando para el Reich creció hasta tal punto que, sin estos “infrahumanos”, hubieran sido imposible que los alemanes hubieran mantenido durante tanto tiempo la guerra:

(Klaus J. Bade, Población, trabajo y migración en Alemania) “…esta gente me son completamente indiferentes y si cometen la menor ofensa, denúncieles inmediatamente a la policía ¡Se les puede fusilar y ahorcar! No me importa ni lo más mínimo ¡Si se vuelven peligrosos, deben ser exterminados!”

El giro de la guerra a favor de los aliados vino marcado por dos hechos: el fracaso de la invasión alemana de Rusia, y la entrada de los EE.UU. en la guerra. Los nazis perdieron la iniciativa del conflicto en Stalingrado, el norte de África, y el Atlántico. Adolf Hitler se olvidó entonces de su proyecto de conquista del mundo y se centró en el otro gran objetivo: la política racial. En un principio se pensó en enviar a los judíos a Palestina y Madagascar; sin embargo, tras la Conferencia de Wannsee (enero 1942) se procedió al exterminio de los semitas mediante el uso de avanzada tecnología:

(Daniel J. Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler) “…un hombre de las SS borracho se nos acercó y nos dijo que los judíos tenían que desvestirse y entonces les decían que iban a despiojarlos. En realidad, gaseaban a aquellas personas y luego las quemaban”.

El asalto definitivo de los aliados se produjo mediante cuatro campañas: la ofensiva rusa, la campaña de Italia, la campaña de Francia, y el hundimiento de Alemania. Finalmente, el 8 de mayo de 1945, los alemanes capitulaban.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] Población, trabajo y migración en Alemania; Klaus J. Bade – Madrid – Ministerio de Trabajo y Seguridad Social – 1992.

[8] Los verdugos voluntarios de Hitler; Daniel J. Goldhagen – Madrid – Taurus – 1997.

La doble vida en la Alemania nazi

Tercer_ReichArtículo de Cristina Losada -resumen de Alemania: Jekill y Hyde– publicado por La ilustración Liberal en julio de 2005.

Sebastian Haffner termina de escribir este libro en abril de 1940, ocho meses después del ataque de Hitler a Polonia que marca el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Como informa su primer editor, se imprime antes de que los nazis invadieran los Países Bajos. Antes también de que Churchill se hiciera cargo de la jefatura del Gobierno británico, cosa que ocurriría en mayo, tras la ocupación de Holanda y Bélgica, lo que conferiría más claridad y determinación a la dirección de la guerra, algo que Haffner echa de menos en las potencias occidentales en el momento en que escribe.

El autor, que ha huido de Alemania en 1938, siendo una víctima aria del nazismo, está refugiado en Inglaterra. Su objetivo es suministrar a la propaganda británica y francesa datos tan útiles como los que las fotos aéreas de la línea Sigfrido proporcionan a la artillería aliada. Por propaganda entiende algo más que las octavillas y emisiones radiofónicas. Haffner tiene claro que en las guerras modernas el aspecto militar es, al menos, tan importante como la guerra psicológica. Hay que convencer a la gente de la necesidad de luchar, de la causa por la que se lucha. Hay que desarmar intelectualmente al enemigo. Y a esa labor deben coadyuvar las palabras, los gestos y los propios acontecimientos militares.

El análisis en que sustentará sus recomendaciones se divide en los siguientes tramos: Hitler, los dirigentes nazis, los nazis, la población leal, la población desleal, la oposición y los emigrantes. La suya es una visión desde dentro, tal y como reza el subtítulo del libro. Y da respuesta a la pregunta que surge invariablemente cuando se trata el ascenso del nazismo: ¿cómo fue posible que un pueblo como el alemán cayera en las garras de una pandilla de rufianes como los nazis?

De entrada, desmonta las ideas convencionales acerca de Hitler. Es un error, dice, tratar de entenderlo como “un tender acoplado a la locomotora de una idea o de un movimiento”. Hitler no se siente vinculado a los objetivos que anuncia. La única idea consistente que se oculta tras la política de Hitler es Hitler. Y más útil resulta juzgarle “considerando la historia alemana y europea como parte de su vida privada”.

Eso sí, “fue una casualidad trágica para todo el mundo que la miseria personal de Hitler coincidiera con la miseria alemana en el año 1919”. Alemania, como aquel hombre hundido en la escoria, no reaccionó ante la derrota afrontándola, buscando sus propios errores y rectificando, sino con exasperación, terquedad y odio. Y puede decirse que Hitler es Alemania “en el sentido de que responde a la idea alemana de un poderoso, articula la exasperación alemana y satisface cierta tendencia de los alemanes a lo teatral”.

El autor, que está convencido de que los dirigentes nazis y el régimen nazi no sobrevivirían sin Hitler, prevé ya que el Führer se suicidará “cuando se acabe el juego”. Pues “posee exactamente el valor y la cobardía necesarios para un suicidio por desesperación”.

¿Quiénes son los nazis? La actitud hacia los judíos es el rasgo inconfundible. Y señala un aspecto sobre el que volverá en Historia de un alemán: el objetivo principal del antisemitismo es ser una “señal oculta y de secreto vinculante”, como un asesinato ritual permanente, y anular la conciencia de la segunda generación de nazis.

El autor esboza el retrato, que redondeará en la Historia, de la primera generación de nazis. La que vivió la Gran Guerra como un espectacular acontecimiento deportivo. La que carecía de talento y aptitud para la vida privada y la felicidad personal. La juventud “sin formación y sin ganas de aprender, [que] rechazaba como ridículo e insignificante todo lo que suponía un esfuerzo y era demasiado refinado para su paladar, acostumbrado a una dieta monótona”.

Una juventud, en fin, para la que iba a ser una satisfacción “poder pisarle el cuello a ese extraño mundo del espíritu, la civilización, la burguesía”, acabar con la familia, con los frailes, con los judíos… Para esa generación, con el gran juego de la guerra, la vida volvía a tener sentido.

La segunda generación está formada por hombres a los que se ha extirpado la conciencia, la inteligencia y el alma sin necesidad ya de un pretexto ideológico. Es gente para la que el asesinato, la tortura y la destrucción no suponen “el caos voluptuoso”, sino “el nuevo orden”. Una generación que juzga muy semejante a la segunda generación bolchevique. “En muchos sentidos, Rusia es hoy ya nazi”.

Pero, ¿a qué viene lo de Jeckyll y Hyde? El acertijo que Alemania plantea al mundo, dice, es éste: viven allí millones de personas normales y civilizadas, honradas y amables, y se cometen atrocidades con su consentimiento y, siempre, sin su expresa desaprobación. Es la doble personalidad de la población leal al régimen. Aunque se queja y sufre, quiere la continuidad de los nazis. Son los devotos del Kaiser y el Reich que no admiten que se ha producido un cambio esencial con el desembarco de los nazis.

Haffner examina la propaganda nazi: nadie la cree, pero es efectiva. Genera imágenes y asociaciones imaginarias que ocultan la realidad. No pretende convencer, sino impresionar. No apela a la razón, sino a los sentimientos y la fantasía. Y ello encuentra terreno abonado en el poco desarrollado sentido de la realidad que poseen los alemanes leales. Y en su “apoliticismo”.

El patriotismo de los leales, que les lleva a coincidir con las proclamas de los nazis, no es amor a la patria sino obsesión por ella. Una obsesión que no han creado los nazis: ella ha creado a los nazis. Haffner investiga la leyenda histórica del Reich y concluye que los nazis encajaron a la perfección en la misma. Mientras que la República de Weimar no pudo gobernar “contra ese monstruo asesino [que] seguía moviéndose (…) hacia una nueva guerra y hacia nuevos pillajes”.

¿Y la otra mitad, la población desleal, que desea la derrota y el castigo de los nazis? También debe llevar una doble vida. Se encuentra indefensa, desorganizada y desesperada. Parte de la responsabilidad es de las potencias occidentales, que han hecho más por desmoralizarla –el Acuerdo de Munich de 1938– que por animarla. Frente a quienes creen que son cobardes por no rebelarse, Haffner señala que todos los días hay individuos heroicos que se sacrifican. Pero el régimen ha desarrollado un mecanismo que imposibilita una rebelión masiva. A los desleales sólo les queda la vida privada, el pequeño círculo de amigos. Y aún así. Cada persona está aislada y vigilada. La parte del pueblo hostil a los nazis no ve ninguna posibilidad de derrocarlos. Y prefiere emigrar antes que hacer la revolución.

El autor critica acerbamente la política de las potencias occidentales hacia los emigrantes alemanes y los refugiados judíos. El cierre de puertas a unos y otros hizo que los alemanes perdieran la confianza en el mundo occidental. Hay en Alemania, dice, quienes, “cuando son pisoteados por los hombres de las SS en Buchenwald, al menos mueren con la tranquilidad de tener en regla los papeles con los que podrían haber viajado al país de la libertad en 1942 o 1943… de haber sobrevivido”.

Haffner concluye este libro, escrito con sentido de urgencia, de impecable factura literaria, advirtiendo del peligro de las actitudes apaciguadores y de compromiso que detecta en Inglaterra y Francia. Sólo hay un camino: eliminar el régimen y castigar a los nazis por sus crímenes. Y acabar con el Reich”.

El Churchill de Sebastian Haffner y la Guerra Fría

Winston_ChurchillArtículo de Juan Antonio González Fuentes publicado en OjosDePapel el 19 de abril de 2007.

Caminando la pasada semana por las calles de París, me tropecé de repente con la expresiva y lograda estatua que en la capital gala tiene el militar, escritor y político inglés Winston Churchill. Y entonces, observándola, me vinieron a la cabeza las diversas biografías que de él existen y sus escritos políticos o recuerdos, reeditados constantemente en nuestro país, sobre todo últimamente, cuando los libros sobre la II Guerra Mundial y su contexto proliferan con algún éxito de ventas.

Hay biografías de Churchill magníficas, y en mi biblioteca tengo algunas de ellas. Pero entre todas, quizá por ser la más literaria, la más asequible, tiene un lugar especial en mi memoria la que escribió el periodista y novelista alemán Sebastian Haffner, Winston Churchill. Una biografía, editada hace algunos años por la editorial barcelonesa Destino, y que seguro aún puede encontrarse en las mejores librerías.

El Winston Churchill de Haffner, según cuentan los créditos, apareció en 1967, es decir, sólo dos años después de la muerte del inglés. Este dato no debe pasar desapercibido para ningún lector, dado que el juicio del autor no pudo estar refrendado ni por el tiempo, ni por la montaña de bibliografía que ha ido generándose en torno al polifacético aristócrata.

Sabedor de estas circunstancias, y de que él no era historiador, sino periodista, Haffner no se empeñó en dejarnos una biografía con vocación de definitiva. Por eso el subtítulo del libro, “una biografía”, se ajusta a lo que ofrecen sus páginas, dejando el terreno abierto a la posibilidad de “otras” incursiones en la vida de sir Winston. Nuestro biógrafo enfocó su mirada hacia una sola faceta del personaje, la del hombre con formación y vocación militar que intenta poner en práctica ambas desde el ejercicio del poder político. Quedan así sin tocar apenas por Haffner aspectos tales como la dedicación a la escritura o la vida parlamentaria, facetas de la vida de Churchill que presentan sin duda un gran interés.

Así, Haffner nos muestra a un hombre cuyas cualidades sólo podían brillar con total intensidad en los momentos de crisis social absoluta, es decir, en tiempos de guerra. Una inagotable energía dirigida hacia el trabajo, sobresalientes dotes de estratega, ciega convicción en los principios que defendía, innata valentía personal, seguridad en sí mismo y en sus ideas, capacidad de riesgo, una sutil inteligencia analítica, y la suficiente carga de inconsciencia propia de los que han nacido para ser héroes, son algunas de las aptitudes que poseía Churchill y que facilitaron el que se colocase en primera línea de mando cuando Inglaterra lo necesitó, fundamentalmente durante los terribles primeros años de la II Guerra Mundial, y muy en especial durante el periodo 1940-42, cuando ejerció a la vez de Primer Ministro y ministro de defensa.

Sin embargo, según Haffner, estas mismas “cualidades” dificultaban a Churchill su adecuado desenvolvimiento político en tiempos de paz. Su bulliciosa energía, su hambre de mando y protagonismo, hacían de él un incómodo compañero de partido, además de un miembro de gobierno que, aunque valioso, se mostraba poco dócil para los Primeros Ministros con los que trabajó: Asquith, Lloyd George o Neville Chamberlain.

Una segunda tesis defendida por Haffner hace referencia a la capacidad de Churchill para atisbar en el horizonte futuros acontecimientos políticos; capacidad favorecida por la sagaz lectura de los datos de primera mano que manejaba, por su vasto conocimiento de la historia, y por el tan acertado retrato psicológico que sabía dibujar no ya sólo de sus enemigos, sino también de aquellos a los que las circunstancias habían colocado entre sus aliados.

Los ejemplos más relevantes del caso son tres. Primero, la asunción resignada del final de Gran Bretaña como lider del mundo occidental. Segundo, la toma definitiva del relevo en dicho papel por los EE.UU., quienes salieron de la II Guerra Mundial como la indiscutible primera potencia militar y económica de Occidente, algo a lo que Winston Churchill no puso ninguna traba u objeción política, trabajando antes bien por afianzar unas sólidas bases sobre las que Inglaterra pudiera ejercer ante el mundo de amigo predilecto del gigante americano. El tercero, y en principio el más significativo de los ejemplos, hace referencia al por entonces aliado soviético. Haffner se muestra convencido de que Churchill, tras la entrada en la guerra de los EE.UU., intuyó que ganar el conflicto iba a ser ya sólo cuestión de tiempo, y que una vez aniquilada la Alemania nazi, el principal problema al que tendrían que enfrentarse los aliados “occidentales” sería el planteado por el reforzado posicionamiento de la también vencedora Unión Soviética. Tras los acontecimientos de Pearl Harbour y sus inmediatas consecuencias en el campo militar y político, Churchill supo que había que luchar no sólo para derrotar a los ejércitos del Eje, además había que hacerlo con la mirada puesta en adquirir una posición de ventaja estratégica-territorial frente al creciente poder soviético, y siempre con la clara conciencia de que a medio plazo iba a ser ineludible un pulso entre Occidente y la URSS.

Aquí radica la principal razón por la que el Churchill estratega propuso a los EE.UU el definitivo desembarco aliado en Italia y no donde al final se produjo, en Normandía. Churchill pretendía avanzar más rápido hacia el corazón del territorio alemán y toda la Europa central, buscando no dar opciones a que los soviéticos conquistasen estos espacios y los mantuvieran bajo su influencia tras la guerra. Sin embargo, los dirigentes norteamericanos, con una sociedad sensibilizada ante las cuantiosas bajas acaecidas en sus fuerzas, preferían que buena parte del esfuerzo bélico lo llevasen sobre sus espaldas los rusos en el frente oriental, y como sabemos, finalmente decidieron desembarcar en la costa atlántica francesa, con el objetivo de atrapar a los alemanes entre dos frentes abiertos. Esta decisión cambió para siempre la historia y confirmó los presagios del político inglés con respecto a la futura política mundial. Puede afirmarse que los pilares de la Guerra Fría se construyeron con arena de las playas normandas.

Estaba tan convencido Churchill de que la URSS sería el inmediato enemigo a combatir, que como apunta Haffner, el Primer Ministro incluso pensó en utilizar a los derrotados soldados alemanes como fuerza de choque de los aliados occidentales con el fin de empujar a los rusos hacia sus fronteras y confinarlos en ellas, impidiendo así su presencia en la nueva Europa que comenzaba entonces a gestarse. Como es sabido estas ideas nunca se pusieron en práctica, y el final de la guerra dibujó un escenario político y territorial parecido al pronosticado por Churchill en sus peores augurios. Un escenario cuyos rasgos más característicos no se vieron ostensiblemente modificados hasta el incuestionable derrumbe del imperio soviético en las dos últimas décadas del pasado siglo. Así, lo que de este libro quizá llamará más la atención del lector es la capacidad de análisis geo-político demostrada por Churchill en momentos tan poco favorables para la reflexión; y también su empeño en la defensa de los valores éticos y políticos sobre los que se asienta Occidente, cuestión que en nuestros días se presenta revestida de una notoria actualidad.

No es la de Haffner la mejor biografía de Churchill, y no creo que el autor albergase esa intención cuando la escribió. Pero esta “modesta biografía” sí me parece que tiene la virtud de ofrecer una entretenida aproximación al Churchill estadista, siendo su lectura muy recomendable tanto para quienes deseen iniciarse en el universo del inglés, como para quienes quieran pasar, sencillamente, un buen rato junto a un libro.