Unidad 8. El periodo de entreguerras


DEFINICIONES UTILIZADAS EN EL OCTAVO TEMA DE 4º DE ESO. EN ESTA UNIDAD SE ABORDAN LAS CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y DE LA REVOLUCIÓN RUSA, ASÍ COMO LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DEL CAPITALISMO. TAMBIÉN HAY UN APARTADO DEDICADO AL AUGE DEL FASCISMO Y LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA.

Acciones: títulos o participaciones de una empresa que poseen un determinado valor en el mercado.

Anschluss: unión de Alemania y Austria bajo el régimen político de Adolf Hitler. Esta medida, llevada a cabo en 1938, no recibió respuesta por parte de las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial, a pesar de ir en contra de lo estipulado en el Tratado de Versalles.

Antisemitismo: hostilidad hacia las minorías judías. El prejuicio racista data de principios del siglo XVIII, cuando un grupo de escritores alemanes utilizó los conceptos lingüísticos “semítico” y “ario” como términos raciales, y comenzaron a considerar a los judíos como miembros de una raza diferenciada e inferior. A partir de 1881 surgieron los primeros partidos políticos antisemitas en Alemania y Austria-Hungría, y a principios del siglo XX se practicó también una política antisemita en Francia y Rusia.

Autarquía: política del Estado que pretende bastarse con sus propios recursos y evitar, en lo posible, las importaciones.

Corporativismo: doctrina política y social que defiende la intervención del Estado en la solución de conflictos laborales, mediante la creación de corporaciones profesionales que agrupan a trabajadores y empresarios.

Crack de 1929: acontecimiento histórico que marcó el inicio de la Gran Depresión. Su origen ha de buscarse en la venta masiva de acciones y la sobrevaloración de las mismas, así como la facilidad de crédito a los nuevos inversores. Esta burbuja estalló en octubre de 1929.

Cultura de masas: conjunto de producciones culturales difundidas por los medios de comunicación (prensa, cine, radio, televisión…). De forma más general, se da este nombre a un tipo de cultura popular de baja calidad.

Deflación: política practicada por los países para reducir al máximo la tasa de inflación y mejorar su competitividad en los mercados. Se lleva a cabo mediante la revalorización de la moneda, la restricción de créditos la subida de impuestos y el descenso del gasto público, los salarios y los precios.

Depresión económica: fenómeno de larga duración que se caracteriza por el descenso de la actividad productiva y comercial. Las depresiones son parte integrante de los ciclos económicos, comunes en las sociedades capitalistas industriales. Cuando la oferta del sistema productivo es superior a la demanda, se produce un descenso en los ritmos de crecimiento de la producción, una bajada de precios y salarios y una aumento del desempleo.

Divisa: moneda o valores de un país extranjero. La entrada de divisas a un territorio se produce por la venta de productos (comercio exterior) o por los ingresos procedentes del turismo.

Espartaquistas: grupo de socialistas radicales alemanes que, en 1918, fundaron el Partido Comunista de Alemania (KPD). Al año siguiente protagonizaron una tentativa revolucionaria que fue aplastada y tuvo como principal consecuencia el asesinato de dos de sus principales representantes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

Etnia: grupo humano que presenta ciertas afinidades somáticas, lingüísticas o culturales y que, generalmente, habita en un espacio geográfico determinado.

Fascismo: régimen político que gobernó Italia entre 1922 y 1945. También se conoce con ese nombre al movimiento que lo originó y a su ideología. En un sentido amplio, se aplica a todos los regímenes totalitarios que se inspiran en el modelo italiano para enfrentarse al avance del socialista y de la democracia.

Frente popular: coalición de partidos de centro-izquierda para oponerse al fascismo en la década de 1930. El más conocido fue el Frente Popular francés, que estuvo en el poder entre junio de 1936 y octubre de 1938.

Gestapo: policía secreta del Estado nacionalsocialista creada por Goering en 1933 para controlar, combatir y eliminar a todos los opositores al régimen hitleriano. Dependía del Ministerio de Interior y era un cuerpo paramilitar independiente del ejército regular.

Leyes de Núremberg: medidas antisemitas promulgadas en esa ciudad alemana en septiembre de 1935 durante el congreso del NSDAP. Por medio de ellas se privaba a los judíos de derechos cívicos y se prohibían los matrimonios entre alemanes y semitas.

Liquidez: facilidad de conversión en dinero efectivo.

Marcha sobre Roma: expresión utilizada por los fascistas italianos para referirse a la forma en que Mussolini accedió al poder en el año 1922. La petición del rey Víctor Manuel III para que formara gobierno fue precedida por la amenaza de los fascistas de ocupar Roma. Mussolini marchó sobre la ciudad con 25.000 “camisas negras”, que fueron transportados en ferrocarril y realizaron un desfile por las calles romanas.

New Deal: término inglés que en castellano significa “nuevo trato”, con el que se denomina al conjunto de reformas sociales y económicas llevadas a cabo por la administración del presidente norteamericano F. D. Roosevelt para afrontar los efectos de la Gran Depresión.

NSDAP: partido nazi, de ideología anticapitalista, antimarxista, antidemocrática y ultranacionalista, liderado por Adolf Hitler. Pretendía devolver a Alemania el orgullo perdido tras la firma del Tratado de Versalles.

Pacto de Locarno: acuerdo alcanzado en 1925 en esa ciudad suiza entre los representantes de Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Bélgica para disminuir la tensión internacional. Lo más destacado del acuerdo fue garantizar las fronteras de la época entre Alemania, Francia y Bélgica.

Pangermanismo: doctrina que pretende la unidad de todos los pueblos alemanes en un solo Estado mediante la expansión territorial y la expulsión de los extranjeros.

Política de apaciguamiento: tolerancia del Reino Unido y Francia al expansionismo fascista para tratar de evitar el estallido de una nueva guerra a finales de la década de 1930.

República de Weimar: régimen político alemán tras la I Guerra Mundial, entre 1919 y 1933. La ciudad de Weimar, patria de los poetas alemanes Goethe y Schiller, fue elegida para redactar en ella la nueva Constitución de Alemania.

SA: fuerzas paramilitares del partido nacionalsocialista que se distinguían por su camisa parda. Hitler ordenó asesinar a sus líderes en “la noche de los cuchillos largos”.

Seguridad Colectiva: principio básico de la Sociedad de Naciones, según el cual la seguridad de cada uno de los países miembros estaba garantizada por los demás.

Sudetes: región en la frontera entre Checoslovaquia y Polonia habitada por población de lengua alemana. Su anexión por la Alemania nacionalsocialista en 1938 fue aceptada por Italia, Reino Unido y Francia en la Conferencia de Múnich.

Tratados de Letrán: acuerdos firmados en 1929 entre la Santa Sede y Mussolini por los que se constituía la Ciudad Estado del Vaticano y se ponía fin a las diferencias entre la Iglesia Católica y el Reino de Italia.

Tratado de Rapallo: acuerdo entre Alemania y la URSS firmado en abril de 1922. Por medio de él se restablecían las relaciones diplomáticas entre ambos estados y se renunciaba a las reclamaciones económicas, comprometiéndose a cooperar mutuamente. Supuso el fin del aislamiento de ambas potencias.

Totalitarismo: régimen político en el que el Estado ejerce una fuerte intervención en todos los aspectos de la vida del país y un grupo o partido político concentra la totalidad de los poderes estatales y no permite la actuación de otros partidos.

Unidad 7. El periodo de entreguerras


DEFINICIONES UTILIZADAS EN EL SÉPTIMO TEMA DE 1º DE BACHILLERATO. EN ESTA UNIDAD SE ABORDAN LAS CONSECUENCIAS DE LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL Y de LA REVOLUCIÓN RUSA, ASÍ COMO LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DEL CAPITALISMO. TAMBIÉN HAY UN APARTADO DEDICADO AL AUGE DEL FASCISMO Y LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA.

Acciones: títulos o participaciones de una empresa que poseen un determinado valor en el mercado.

Anschluss: unión de Alemania y Austria bajo el régimen político de Adolf Hitler. Esta medida, llevada a cabo en 1938, no recibió respuesta por parte de las potencias vencedoras de la I Guerra Mundial, a pesar de ir en contra de lo estipulado en el Tratado de Versalles.

Antisemitismo: hostilidad hacia las minorías judías. El prejuicio racista data de principios del siglo XVIII, cuando un grupo de escritores alemanes utilizó los conceptos lingüísticos “semítico” y “ario” como términos raciales, y comenzaron a considerar a los judíos como miembros de una raza diferenciada e inferior. A partir de 1881 surgieron los primeros partidos políticos antisemitas en Alemania y Austria-Hungría, y a principios del siglo XX se practicó también una política antisemita en Francia y Rusia.

Autarquía: política del Estado que pretende bastarse con sus propios recursos y evitar, en lo posible, las importaciones.

Corporativismo: doctrina política y social que defiende la intervención del Estado en la solución de conflictos laborales, mediante la creación de corporaciones profesionales que agrupan a trabajadores y empresarios.

Crack de 1929: acontecimiento histórico que marcó el inicio de la Gran Depresión. Su origen ha de buscarse en la venta masiva de acciones y la sobrevaloración de las mismas, así como la facilidad de crédito a los nuevos inversores. Esta burbuja estalló en octubre de 1929.

Cultura de masas: conjunto de producciones culturales difundidas por los medios de comunicación (prensa, cine, radio, televisión…). De forma más general, se da este nombre a un tipo de cultura popular de baja calidad.

Deflación: política practicada por los países para reducir al máximo la tasa de inflación y mejorar su competitividad en los mercados. Se lleva a cabo mediante la revalorización de la moneda, la restricción de créditos la subida de impuestos y el descenso del gasto público, los salarios y los precios.

Depresión económica: fenómeno de larga duración que se caracteriza por el descenso de la actividad productiva y comercial. Las depresiones son parte integrante de los ciclos económicos, comunes en las sociedades capitalistas industriales. Cuando la oferta del sistema productivo es superior a la demanda, se produce un descenso en los ritmos de crecimiento de la producción, una bajada de precios y salarios y una aumento del desempleo.

Divisa: moneda o valores de un país extranjero. La entrada de divisas a un territorio se produce por la venta de productos (comercio exterior) o por los ingresos procedentes del turismo.

Espartaquistas: grupo de socialistas radicales alemanes que, en 1918, fundaron el Partido Comunista de Alemania (KPD). Al año siguiente protagonizaron una tentativa revolucionaria que fue aplastada y tuvo como principal consecuencia el asesinato de dos de sus principales representantes, Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

Etnia: grupo humano que presenta ciertas afinidades somáticas, lingüísticas o culturales y que, generalmente, habita en un espacio geográfico determinado.

Fascismo: régimen político que gobernó Italia entre 1922 y 1945. También se conoce con ese nombre al movimiento que lo originó y a su ideología. En un sentido amplio, se aplica a todos los regímenes totalitarios que se inspiran en el modelo italiano para enfrentarse al avance del socialista y de la democracia.

Frente popular: coalición de partidos de centro-izquierda para oponerse al fascismo en la década de 1930. El más conocido fue el Frente Popular francés, que estuvo en el poder entre junio de 1936 y octubre de 1938.

Gestapo: policía secreta del Estado nacionalsocialista creada por Goering en 1933 para controlar, combatir y eliminar a todos los opositores al régimen hitleriano. Dependía del Ministerio de Interior y era un cuerpo paramilitar independiente del ejército regular.

Leyes de Núremberg: medidas antisemitas promulgadas en esa ciudad alemana en septiembre de 1935 durante el congreso del NSDAP. Por medio de ellas se privaba a los judíos de derechos cívicos y se prohibían los matrimonios entre alemanes y semitas.

Liquidez: facilidad de conversión en dinero efectivo.

Marcha sobre Roma: expresión utilizada por los fascistas italianos para referirse a la forma en que Mussolini accedió al poder en el año 1922. La petición del rey Víctor Manuel III para que formara gobierno fue precedida por la amenaza de los fascistas de ocupar Roma. Mussolini marchó sobre la ciudad con 25.000 “camisas negras”, que fueron transportados en ferrocarril y realizaron un desfile por las calles romanas.

New Deal: término inglés que en castellano significa “nuevo trato”, con el que se denomina al conjunto de reformas sociales y económicas llevadas a cabo por la administración del presidente norteamericano F. D. Roosevelt para afrontar los efectos de la Gran Depresión.

NSDAP: partido nazi, de ideología anticapitalista, antimarxista, antidemocrática y ultranacionalista, liderado por Adolf Hitler. Pretendía devolver a Alemania el orgullo perdido tras la firma del Tratado de Versalles.

Pacto de Locarno: acuerdo alcanzado en 1925 en esa ciudad suiza entre los representantes de Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Bélgica para disminuir la tensión internacional. Lo más destacado del acuerdo fue garantizar las fronteras de la época entre Alemania, Francia y Bélgica.

Pangermanismo: doctrina que pretende la unidad de todos los pueblos alemanes en un solo Estado mediante la expansión territorial y la expulsión de los extranjeros.

Política de apaciguamiento: tolerancia del Reino Unido y Francia al expansionismo fascista para tratar de evitar el estallido de una nueva guerra a finales de la década de 1930.

República de Weimar: régimen político alemán tras la I Guerra Mundial, entre 1919 y 1933. La ciudad de Weimar, patria de los poetas alemanes Goethe y Schiller, fue elegida para redactar en ella la nueva Constitución de Alemania.

SA: fuerzas paramilitares del partido nacionalsocialista que se distinguían por su camisa parda. Hitler ordenó asesinar a sus líderes en “la noche de los cuchillos largos”.

Seguridad Colectiva: principio básico de la Sociedad de Naciones, según el cual la seguridad de cada uno de los países miembros estaba garantizada por los demás.

Sudetes: región en la frontera entre Checoslovaquia y Polonia habitada por población de lengua alemana. Su anexión por la Alemania nacionalsocialista en 1938 fue aceptada por Italia, Reino Unido y Francia en la Conferencia de Múnich.

Tratados de Letrán: acuerdos firmados en 1929 entre la Santa Sede y Mussolini por los que se constituía la Ciudad Estado del Vaticano y se ponía fin a las diferencias entre la Iglesia Católica y el Reino de Italia.

Tratado de Rapallo: acuerdo entre Alemania y la URSS firmado en abril de 1922. Por medio de él se restablecían las relaciones diplomáticas entre ambos estados y se renunciaba a las reclamaciones económicas, comprometiéndose a cooperar mutuamente. Supuso el fin del aislamiento de ambas potencias.

Totalitarismo: régimen político en el que el Estado ejerce una fuerte intervención en todos los aspectos de la vida del país y un grupo o partido político concentra la totalidad de los poderes estatales y no permite la actuación de otros partidos.

 

El Estado totalitario nazi: el Tercer Reich


Una vez con plenos poderes, Hitler legalizó la dictadura con la imposición de las siguientes leyes en 1933:

  • La Ley de Unificación de los Länder, que suprimía la estructura federal de la República de Weimar.
  • La Ley de Organización de la Burocracia, que excluía de la administración a los funcionarios no adeptos al régimen, así como a los no arios.

A su vez, diversas leyes fueron prohibiendo los partidos políticos, siendo el NSDAP el partido único del sistema. En la misma línea, los sindicatos fueron reemplazados por el Frente del Trabajo, órgano corporativista que debía representar los intereses comunes de obreros y patronos.

En abril de 1933 empezaron a funcionar los primeros campos de concentración a donde fueron a parar algo más de 30.000 opositores políticos del nuevo régimen.

Un año más tarde se creó la Gestapo, policía secreta del Estado, dirigida por Heinrich Himmler, jefe también de las SS.

Hitler, con el fin de ganarse la total adhesión del ejército y de los industriales, anunció el fin de la revolución nacional, poniendo fin a las SA por la vía legal y por la práctica (“Noche de los cuchillos largos”).

En agosto de 1934 murió Hindenburg, lo que dejó vía libre a Hitler para fusionar los poderes del presidente y del canciller en una única persona. En medio de este proceso, que contó con el apoyo del ejército y la gran industria, Hitler proclamó el nacimiento del Tercer Reich, mientras Alemania abandonaba la Sociedad de Naciones.

La instauración y desarrollo del Tercer Reich puede definirse, en lo político, como la tarea de desmantelamiento de todos los derechos civiles recogidos en la Constitución de 1919. Fueron sustituidos por el arbitrario gobierno del partido único y del líder carismático.

Uno de los elementos clave de la organización administrativa en el periodo nazi fue la fusión o solapamiento de los cargos estatales y los del partido. De manera que le correspondía al NSDAP el poder real en toda la organización del Estado.

Al Führer le correspondía el nombramiento y sustitución de todos los cargos en el partido y en cada uno de los niveles de la administración, así como el mando supremo del ejército. También proponía a los miembros del Reichstag, que eran votados por la población en una única lista del NSDAP.

Como en la Italia fascista, pero de manera más sistemática y eficaz, los dirigentes nazis monopolizaron los medios de información, la educación y el arte, con el fin de controlar las masas, especialmente a la juventud.

 

Al tiempo que se intenta forjar el “nuevo alemán”, la oposición intelectual emigraba y los judíos sufrían con mayor dureza las consecuencias del antisemitismo nazi a partir de la Kristalnacht de 1938.

El éxito en el plano económico, manifestado en el aumento de la producción y la práctica desaparición del desempleo, supuso la consolidación definitiva del nazismo. Se estimuló la iniciativa privada, se favoreció la concentración de empresas y el control de los trabajadores. Se llevó adelante un gran programa de obras públicas: red de autopistas, presas, electrificaciones…

Finalmente, en la segunda mitad de la década de 1930 Alemania comienza a dedicar cada vez más esfuerzos a la industria armamentística, al tiempo que se va reforzando la autarquía. Ambas medidas marcan el inicio del camino a la II Guerra Mundial, que internacionalmente seguirá el siguiente itinerario:

  • Remilitarización de Renania (1936).
  • Anexión de Austria: Anschluss (marzo de 1938).
  • Cuestión de los Sujetes (septiembre de 1938).
Después de la Conferencia de Münich (1938), donde pareció solucionarse la cuestión checoslovaca, el Tercer Reich se lanzaría contra Polonia con el sorprendente apoyo de la URSS.

La aparición del nacionalsocialismo alemán


En 1919, el mecánico ferroviario Anton Dexler, fundó el Partido Obrero Alemán (DAP), al que pocos meses después se afilió Adolf Hitler. En 1920, ya bajo una notable influencia hitleriana, se aprobó el programa de 25 puntos del que pasó a denominarse Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (NSDAP).

El programa del NSDAP abogaba, como el fascismo italiano, por un Estado nacional fuerte que suprimiese la lucha de clases mediante un socialismo nacional anticapitalista. Sin embargo, la idea clave del nacionalsocialismo era la preservación de la pureza racial y la eliminación de los enemigos de Alemania: Los socialistas (anticomunismo), los demócratas (antiparlamentarismo) y los judíos (antisemitismo).

Rechazaban con energía el Tratado de Versalles y perseguían la unión de todos los alemanes en una Gran Alemania dotada del espacio vital (lebensraum) necesario para su desarrollo.

Una vez fracasó el “putsch de la cervecería” (Münich, 1923), Hitler escribió en la cárcel su programa político: Mi Lucha (Mein Kampf).

A finales de 1924 preparó ya de forma metódica la conquista del poder. Reforzó su control sobre el partido y fundó una nueva organización paramilitar: las SS. Reorganizó el partido dotándolo de una gran capacidad propagandística, transformarlo en un movimiento de masas.

A su vez, adoptó la táctica pseudolegalista y parlamentaria, es decir, esperar a llegar al poder aparentando respetar la legalidad. Limitó los principios socialistas y anticapitalistas a la lucha contra la dominación financiera judía con el fin de tranquilizar a las clases conservadoras industriales, terratenientes y financieras.

El nacionalsocialismo alemán: segunda parte


Al término de la Primera de Primera Guerra Mundial, las potencias occidentales trataron de retornar a la normalidad anterior a 1914. Sin embargo, las consecuencias del conflicto dieron lugar a la crisis de postguerra, que se prolongó hasta mediados de la siguiente década. Una vez superados, en apariencia, los desequilibrios económicos, los países occidentales vivieron un periodo de crecimiento que conocemos con el nombre de “los felices años veinte”. Esa prosperidad tocó a su fin en 1929, con el crack bursátil que desembocó en la Gran Depresión. A partir de entonces el mundo fue, poco a poco, caminando hacia un segundo conflicto general.

En este vídeo se explican los principales acontecimientos de la Alemania nazi previos a la Segunda Guerra Mundial. En las siguientes clases se completa esta información con una introducción al periodo y material dedicado la crisis de postguerra en su conjunto, la inflación y el desempleo, las reparaciones de guerra y la deuda, la crisis de la democracia, los felices años veinte, las relaciones internacionales en ese periodo, la cultura de masas, el camino hacia la Depresión, el crack de 1929, las consecuencias del crack bursátil, la expansión de la Depresión, el New Deal, las características del fascismo, el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán (primera parte).

 

La política exterior V: la Guerra Nacionalsocialista


Los primeros años de guerra estuvieron marcados por la Blitzkrieg, que permitió a los nazis controlar los territorios que iban desde el Atlántico hasta Moscú. De esta forma, hacia 1942 los territorios del Reich, económicamente al servicio de Alemania, se organizaban de la siguiente manera:

  • Zonas bajo la administración militar y civil.
  • Gobiernos bajo la tutela nazi.
  • Estados satélites.

Hemos indicado ya que todos estos territorios fueron puestos al servicio de la economía Alemania, lo que incluía también a sus habitantes. Durante los años de la guerra la mano de obra esclava o semiesclava trabajando para el Reich creció hasta tal punto que, sin estos “infrahumanos”, hubieran sido imposible que los alemanes hubieran mantenido durante tanto tiempo la guerra:

(Klaus J. Bade, Población, trabajo y migración en Alemania) “…esta gente me son completamente indiferentes y si cometen la menor ofensa, denúncieles inmediatamente a la policía ¡Se les puede fusilar y ahorcar! No me importa ni lo más mínimo ¡Si se vuelven peligrosos, deben ser exterminados!”

El giro de la guerra a favor de los aliados vino marcado por dos hechos: el fracaso de la invasión alemana de Rusia, y la entrada de los EE.UU. en la guerra. Los nazis perdieron la iniciativa del conflicto en Stalingrado, el norte de África, y el Atlántico. Adolf Hitler se olvidó entonces de su proyecto de conquista del mundo y se centró en el otro gran objetivo: la política racial. En un principio se pensó en enviar a los judíos a Palestina y Madagascar; sin embargo, tras la Conferencia de Wannsee (enero 1942) se procedió al exterminio de los semitas mediante el uso de avanzada tecnología:

(Daniel J. Goldhagen, Los verdugos voluntarios de Hitler) “…un hombre de las SS borracho se nos acercó y nos dijo que los judíos tenían que desvestirse y entonces les decían que iban a despiojarlos. En realidad, gaseaban a aquellas personas y luego las quemaban”.

El asalto definitivo de los aliados se produjo mediante cuatro campañas: la ofensiva rusa, la campaña de Italia, la campaña de Francia, y el hundimiento de Alemania. Finalmente, el 8 de mayo de 1945, los alemanes capitulaban.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] Población, trabajo y migración en Alemania; Klaus J. Bade – Madrid – Ministerio de Trabajo y Seguridad Social – 1992.

[8] Los verdugos voluntarios de Hitler; Daniel J. Goldhagen – Madrid – Taurus – 1997.

La consolidación del nacionalsocialismo II: la represión


Los órganos represivos del Reich tenían como fin último luchar contra toda lo que amenazaba a la Comunidad Nacional. De esta manera, dentro del III Reich, podemos distinguir tres aparatos de represión:

Aparato judicial. En primer lugar, sólo se reconocía como miembro de la Comunidad Nacional, es decir, ciudadano y poseedor de derechos, a aquel que apoyaba al gobierno. Además, se abolió la independencia del poder judicial, convirtiéndose el Führer en juez supremo de la nación. Así narra Sebastian Haffner la entrada de las SA en el tribunal donde él trabajaba como pasante, todo un símbolo del fin de la autonomía judicial:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “«Alguien rompió el silencio mantenido: Las SA» (…) Al parecer casi todas las reuniones se habían suspendido. Los jueces se habían quitado la toga y habían salido del edificio en actitud humilde y civilizada, bajando por una escalera franqueada por filas de miembros de la SA. Sólo en la sala de abogados se había producido un altercado”.

Aparato policial. Bien por medio de las SA, de las SS -a partir de 1934- o de la Gestapo se ejecutaba una doble función represora: perseguir el delito político y llevar a los autores ante un tribunal; y combatir a los posibles enemigos del régimen de manera preventiva, incluso recluyéndolos en campos de concentración. Para ilustrar mejor el primero de estos aspectos volvamos con Historia de un alemán de Sebastian Haffner:

«Tienen permiso para irse a casa» contestó, y casi retrocedí bruscamente al escuchar el tono tan amenazante con el que había hablado, lento, gélido y malicioso. Lo miré a la cara y volví a retroceder bruscamente (…) ya no era un rostro humano en absoluto, sino más bien la cara de un cocodrilo. Había visto el rostro de las SS”.

De la segunda nos habla Ernst Weiss en El testigo ocular:

“Desde que H. era canciller, Führer del partido y dictador del Reich, había en todo el país campos de concentración en antiguas fábricas, en barracones militares abandonados, en fortalezas abandonadas y en ruinas (…) Los campos se instalaron como «necesidad del Estado» bajo un motivo muy humano: se quería proteger de la cólera justa del pueblo a las personas que antes de la «toma del poder del partido» se habían hecho impopulares (…) para ingresar en estos campos no hacía falta ninguna decisión judicial, bastaba la policía. No había defensor porque no había acusación. Los campos estaban rodeados de alambradas que conducían potentes corrientes eléctricas que causaban la muerte de inmediato. Estaban rodeados de muros y protegidos por ametralladoras; una torre de vigilancia permitía tener un control constante del campo”.

La población alemana. La denuncia no constituyó un hecho aislado dentro de la Alemania nacionalsocialista; los afines al régimen participaban de ella. Esto posibilitaba un amplio control sobre la sociedad y la privacidad de las personas. Así, la población formaba parte del régimen: se vigilaba a sí misma como bien trata de expresar Bertolt Brech en este fragmento de La cruz de tiza:

“No se puede. A mí no. Si alguien me confía algo, va listo. Sé cual es mi deber de camarada y, si mi propia madre me susurra algo al oído sobre el aumento del precio de la margarina o algo así, me iría enseguida a la sede de la Sección. Denunciaría a mi propio hermano si murmurase del Servicio de Trabajo Voluntario”.

Por su parte, Sebastian Haffner narra en Historia de un alemán una experiencia personal que describe muy bien ese ambiente social de delación.

“«Me temo que no es muy consciente de que hoy día las personas como usted representan un peligro latente para el Estado, y que éste tiene el derecho y el deber de tomar las medidas correspondientes, a más tardar en el momento en que uno de ustedes se atreva a llegar al punto de oponer una resistencia abierta» Esto fue lo que dijo lenta y juiciosamente, al estilo de un comentario del Código Civil. Mientras, me clavaba una mirada de acero en los ojos. «¿Así que usted tiene la intención de denunciarme a la Gestapo como enemigo público?» Fue más o menos entonces cuando Von Hagen y Hirsch se echaron a reír, tratando de que todo quedase en una broma. Sin embargo, esta vez Holz les desbarató los planes. En voz baja y premeditada dijo: «Confieso que llevo algún tiempo preguntándome si no es ésa mi obligación»”.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] El testigo ocular; Ernst weiss – Madrid – Siruela – 2003.

La toma del poder IV: problemas de la segunda revolución


A pesar de todos los triunfos cosechados por el NSDAP, todavía le aguardaban a Adolf Hitler dos obstáculos para hacerse con el control total de Alemania: la ubicación de las SA dentro del partido, y la situación de los conservadores y del presidente Paul von Hindenburg.

(E. Röhm, Llamamiento a la segunda revolución) “Las SA y las SS no permitirán que la revolución alemana caiga dormida o sea traicionada a medio camino por los no combatientes… Les guste o no les guste continuaremos nuestra lucha. ¡Si entienden por fin de qué se trata, con ellos! ¡Si no están dispuestos, sin ellos! ¡Y si tiene que ser, contra ellos!”

Como se observa en el anterior discurso, los roces de E. Röhm, jefe de las SA, con los mandos del ejército alemán, los industriales y los financieros, acabaron por poner en relativo peligro la figura y la posición del Führer. De esta manera, con el fin de tranquilizar a los conservadores ante el llamamiento radical de E. Röhm a la segunda revolución, que les apuntaba directamente a ellos, el 30 de junio de 1934 se procedió al arresto y ejecución de líderes de las SA por alta traición. Fue la llamada “Noche de los cuchillos largos.”

No obstante, la purga llevada a cabo por Adolf Hitler no afectó solo a miembros de su propio partido, sino que, más adelante, fueron víctimas de la misma los sectores conservadores más críticos con el gobierno. Finalmente, a la muerte de Paul von Hindenburg (1 de agosto de 1934), Adolf Hitler, con el fin de solucionar el problema que surgía con la desaparición de viejo mariscal, fundió el cargo de presidente con el de canciller. De esta forma, el líder del NSDAP se convertía también en presidente y canciller del Reich:

(W. Hofer, Der Nationalsozialismus Dokumente) “Las atribuciones actuales del Jefe del Estado son transferidas al Führer y canciller del Reich Adolf Hitler, quien designará la persona que ha de ser su vicepresidente y su vicecanciller”.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

La doble vida en la Alemania nazi

Tercer_ReichArtículo de Cristina Losada -resumen de Alemania: Jekill y Hyde– publicado por La ilustración Liberal en julio de 2005.

Sebastian Haffner termina de escribir este libro en abril de 1940, ocho meses después del ataque de Hitler a Polonia que marca el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Como informa su primer editor, se imprime antes de que los nazis invadieran los Países Bajos. Antes también de que Churchill se hiciera cargo de la jefatura del Gobierno británico, cosa que ocurriría en mayo, tras la ocupación de Holanda y Bélgica, lo que conferiría más claridad y determinación a la dirección de la guerra, algo que Haffner echa de menos en las potencias occidentales en el momento en que escribe.

El autor, que ha huido de Alemania en 1938, siendo una víctima aria del nazismo, está refugiado en Inglaterra. Su objetivo es suministrar a la propaganda británica y francesa datos tan útiles como los que las fotos aéreas de la línea Sigfrido proporcionan a la artillería aliada. Por propaganda entiende algo más que las octavillas y emisiones radiofónicas. Haffner tiene claro que en las guerras modernas el aspecto militar es, al menos, tan importante como la guerra psicológica. Hay que convencer a la gente de la necesidad de luchar, de la causa por la que se lucha. Hay que desarmar intelectualmente al enemigo. Y a esa labor deben coadyuvar las palabras, los gestos y los propios acontecimientos militares.

El análisis en que sustentará sus recomendaciones se divide en los siguientes tramos: Hitler, los dirigentes nazis, los nazis, la población leal, la población desleal, la oposición y los emigrantes. La suya es una visión desde dentro, tal y como reza el subtítulo del libro. Y da respuesta a la pregunta que surge invariablemente cuando se trata el ascenso del nazismo: ¿cómo fue posible que un pueblo como el alemán cayera en las garras de una pandilla de rufianes como los nazis?

De entrada, desmonta las ideas convencionales acerca de Hitler. Es un error, dice, tratar de entenderlo como “un tender acoplado a la locomotora de una idea o de un movimiento”. Hitler no se siente vinculado a los objetivos que anuncia. La única idea consistente que se oculta tras la política de Hitler es Hitler. Y más útil resulta juzgarle “considerando la historia alemana y europea como parte de su vida privada”.

Eso sí, “fue una casualidad trágica para todo el mundo que la miseria personal de Hitler coincidiera con la miseria alemana en el año 1919”. Alemania, como aquel hombre hundido en la escoria, no reaccionó ante la derrota afrontándola, buscando sus propios errores y rectificando, sino con exasperación, terquedad y odio. Y puede decirse que Hitler es Alemania “en el sentido de que responde a la idea alemana de un poderoso, articula la exasperación alemana y satisface cierta tendencia de los alemanes a lo teatral”.

El autor, que está convencido de que los dirigentes nazis y el régimen nazi no sobrevivirían sin Hitler, prevé ya que el Führer se suicidará “cuando se acabe el juego”. Pues “posee exactamente el valor y la cobardía necesarios para un suicidio por desesperación”.

¿Quiénes son los nazis? La actitud hacia los judíos es el rasgo inconfundible. Y señala un aspecto sobre el que volverá en Historia de un alemán: el objetivo principal del antisemitismo es ser una “señal oculta y de secreto vinculante”, como un asesinato ritual permanente, y anular la conciencia de la segunda generación de nazis.

El autor esboza el retrato, que redondeará en la Historia, de la primera generación de nazis. La que vivió la Gran Guerra como un espectacular acontecimiento deportivo. La que carecía de talento y aptitud para la vida privada y la felicidad personal. La juventud “sin formación y sin ganas de aprender, [que] rechazaba como ridículo e insignificante todo lo que suponía un esfuerzo y era demasiado refinado para su paladar, acostumbrado a una dieta monótona”.

Una juventud, en fin, para la que iba a ser una satisfacción “poder pisarle el cuello a ese extraño mundo del espíritu, la civilización, la burguesía”, acabar con la familia, con los frailes, con los judíos… Para esa generación, con el gran juego de la guerra, la vida volvía a tener sentido.

La segunda generación está formada por hombres a los que se ha extirpado la conciencia, la inteligencia y el alma sin necesidad ya de un pretexto ideológico. Es gente para la que el asesinato, la tortura y la destrucción no suponen “el caos voluptuoso”, sino “el nuevo orden”. Una generación que juzga muy semejante a la segunda generación bolchevique. “En muchos sentidos, Rusia es hoy ya nazi”.

Pero, ¿a qué viene lo de Jeckyll y Hyde? El acertijo que Alemania plantea al mundo, dice, es éste: viven allí millones de personas normales y civilizadas, honradas y amables, y se cometen atrocidades con su consentimiento y, siempre, sin su expresa desaprobación. Es la doble personalidad de la población leal al régimen. Aunque se queja y sufre, quiere la continuidad de los nazis. Son los devotos del Kaiser y el Reich que no admiten que se ha producido un cambio esencial con el desembarco de los nazis.

Haffner examina la propaganda nazi: nadie la cree, pero es efectiva. Genera imágenes y asociaciones imaginarias que ocultan la realidad. No pretende convencer, sino impresionar. No apela a la razón, sino a los sentimientos y la fantasía. Y ello encuentra terreno abonado en el poco desarrollado sentido de la realidad que poseen los alemanes leales. Y en su “apoliticismo”.

El patriotismo de los leales, que les lleva a coincidir con las proclamas de los nazis, no es amor a la patria sino obsesión por ella. Una obsesión que no han creado los nazis: ella ha creado a los nazis. Haffner investiga la leyenda histórica del Reich y concluye que los nazis encajaron a la perfección en la misma. Mientras que la República de Weimar no pudo gobernar “contra ese monstruo asesino [que] seguía moviéndose (…) hacia una nueva guerra y hacia nuevos pillajes”.

¿Y la otra mitad, la población desleal, que desea la derrota y el castigo de los nazis? También debe llevar una doble vida. Se encuentra indefensa, desorganizada y desesperada. Parte de la responsabilidad es de las potencias occidentales, que han hecho más por desmoralizarla –el Acuerdo de Munich de 1938– que por animarla. Frente a quienes creen que son cobardes por no rebelarse, Haffner señala que todos los días hay individuos heroicos que se sacrifican. Pero el régimen ha desarrollado un mecanismo que imposibilita una rebelión masiva. A los desleales sólo les queda la vida privada, el pequeño círculo de amigos. Y aún así. Cada persona está aislada y vigilada. La parte del pueblo hostil a los nazis no ve ninguna posibilidad de derrocarlos. Y prefiere emigrar antes que hacer la revolución.

El autor critica acerbamente la política de las potencias occidentales hacia los emigrantes alemanes y los refugiados judíos. El cierre de puertas a unos y otros hizo que los alemanes perdieran la confianza en el mundo occidental. Hay en Alemania, dice, quienes, “cuando son pisoteados por los hombres de las SS en Buchenwald, al menos mueren con la tranquilidad de tener en regla los papeles con los que podrían haber viajado al país de la libertad en 1942 o 1943… de haber sobrevivido”.

Haffner concluye este libro, escrito con sentido de urgencia, de impecable factura literaria, advirtiendo del peligro de las actitudes apaciguadores y de compromiso que detecta en Inglaterra y Francia. Sólo hay un camino: eliminar el régimen y castigar a los nazis por sus crímenes. Y acabar con el Reich”.

Los mecanismos de represión


“Hoy ya no se va a ninguna parte con comentarios escépticos. Lo único que se consigue es cavar la propia tumba. No cometa el error de creer que se puede actuar contra los fascistas. ¡Y menos haciéndoles oposición abierta! ¡Créame! Tal vez conozca a los fascistas mejor que usted. Ahora nosotros, los republicanos, tenemos que bailar al son que nos tocan”.

Los aparatos de represión del Reich tenían como objetivo principal luchar contra todo lo que ponía en peligro, o amenazaba, a la comunidad nacional. De esta forma, mediante una hábil coordinación de los tres mecanismos represivos fundamentales –la policía política, los jueces y el propio pueblo alemán-, se lograba mantener la supremacía y monopolio de la doctrina nacionalsocialista. Todos aquellos individuos que -ideológica o étnicamente- se consideraban peligrosos, eran duramente reprimidos.

Desde su experiencia personal, Sebastian Haffner nos describe el ambiente de la sociedad alemana durante los primeros meses de 1933. Cómo en este fue influyendo poco a poco la presión del aparato represivo. Se nos muestra una sociedad alemana víctima y cómplice al mismo tiempo de esa coerción, que llegó a convertirse en algo omnipresente en apenas unas semanas.

El aparato policial.

“Tienen permiso para irse a casa – contestó, y casi retrocedí bruscamente al escuchar el tono tan amenazante con el que había hablado, lento, gélido y malicioso. Lo miré a la cara y volví a retroceder bruscamente (…) ya no era un rostro humano en absoluto, sino más bien la cara de un cocodrilo. Había visto el rostro de las SS”.

Con la llegada de Hitler al poder, y especialmente tras la muerte del presidente Hindenburg (1934), Alemania se transformó en un Estado policial. Organizaciones como la SA, las SS o la Gestapo eran las encargadas de llevar a término las tareas represoras. Así, estas policías cumplían un doble objetivo: perseguir el delito político y actuar, de manera preventiva, contra los posibles enemigos del régimen.

La omnipresencia de los uniformes pardos, el miedo que inspiraban los miembros de los cuerpos policiales y paramilitares nacionalsocialistas, y la brutalidad de las operaciones de los mismos, fueron algunas de las características que, de la represión policial, podemos encontrar en Historia de un alemán. Se trataba, pues, de un régimen respaldado por el terror, contra el que, el ciudadano -el individuo- poco o nada podía hacer. Haffner refleja muy bien en su obra como el estado de aturdimiento en que se encontraban los alemanes, y la sorpresa ante estos acontecimientos, hicieron imposible o muy difícil la reacción.

El aparato judicial.

“Alguien rompió el silencio mantenido: “Las SA” (…) Al parecer casi todas las reuniones se habían suspendido. Los jueces se habían quitado la toga y habían salido del edificio en actitud humilde y civilizada, bajando por una escalera franqueada por filas de miembros de la SA. Sólo en la sala de abogados se había producido un altercado”.

La Justicia también se vio afectada por el ascenso nacionalsocialista hasta el punto de llegar a convertirse en un elemento más del aparato coercitivo del Estado. El poder judicial perdió su independencia, y pasó a estar enteramente sujeto al ejecutivo. Además, la legislación de la República dejó de tener vigencia: la ley era la voluntad del Führer.

Como pasante en el tribunal cameral prusiano, Haffner fue testigo de primera mano de la sumisión del aparato judicial alemán al régimen hitleriano. Su obra es un importante testimonio de cómo, ya en 1933, los jueces fueron sometidos al terror nazi; de cómo las leyes se vieron alteradas a voluntad del nuevo ejecutivo; y, finalmente, de cómo fueron apareciendo los nuevos magistrados adeptos al régimen que, poco a poco, coparon los principales puestos de responsabilidad dentro de la administración de justicia.

La delación.

“Me temo que no es muy consciente de que hoy día las personas como usted representan un peligro latente para el Estado, y que éste tiene el derecho y el deber de tomar las medidas correspondientes, a más tardar en el momento en que uno de ustedes se atreva a llegar al punto de oponer una resistencia abierta” Esto fue lo que dijo lenta y juiciosamente, al estilo de un comentario del Código Civil. Mientras, me clavaba una mirada de acero en los ojos. “¿Así que usted tiene la intención de denunciarme a la Gestapo como enemigo público?” Fue más o menos entonces cuando Von Hagen y Hirsch se echaron a reír, tratando de que todo quedase en una broma. Sin embargo, esta vez Holz les desbarató los planes. En voz baja y premeditada dijo: “Confieso que llevo algún tiempo preguntándome si no es ésa mi obligación”.

La denuncia no constituyó un hecho aislado dentro de la Alemania nacionalsocialista; los afines al régimen participaban de ella. Esto posibilitaba un amplio control sobre la sociedad y la privacidad de las personas. La población formaba parte del régimen: se vigila a sí misma.

Este aspecto de la represión del régimen hitleriano queda bastante bien reflejado en la obra de Sebastian Haffner. A la aparición de personajes dispuestos a delatar a sus conciudadanos se une el miedo –la inseguridad y la desconfianza- a ser objeto de esas denuncias. El autor logra crear en las páginas de su libro la ambientación necesaria para que el lector se haga idea de cómo era el ambiente entre los ciudadanos del III Reich.

La política racial.

“El primer acto intimidatorio fue el boicot impuesto a los judíos el primero de abril de 1933 (…) En los días siguientes se tomaron medidas complementarias: todos los negocios “arios” debían despedir a los empleados judíos. A continuación: todos los negocios judíos debían hacer lo propio. Sus dueños estaban obligados a seguir pagando los sueldos y salarios de sus empleados “arios” mientras los negocios permaneciesen cerrados a causa del boicot. Dichos propietarios tenían que retirarse totalmente y solicitar la presencia de gerentes “arios”… Al mismo tiempo comenzó la “campaña informativa” contra los judíos”.

No cabe duda de que el problema de la pureza racial -especialmente la cuestión del antisemitismo- fue uno de los pilares básicos de la ideología nacionalsocialista. Sin embargo, pronto fueron conscientes los líderes nazis de que este objetivo tenía que ser llevado a cabo de manera progresiva, por medio de pequeñas dósis que pudieran ser digeridas por la sociedad sin levantar grandes protestas. Así arrancó un proceso que, a base de agresiones bien calculadas, acabó llevando a los judíos a los campos de exterminio.

En Historia de un alemán -memorias que no pasan de 1933- sólo se nos narran los primeros sucesos antisemitas acaecidos en Alemania durante el III Reich. Se relata el boicot a los negocios judíos y su verdadera repercusión. También se menciona la exclusión del funcionariado de los semitas y se describe la propaganda esgrimida contra ellos. No obstante, tal vez lo más valioso de todo sean las constantes referencias a cómo la ideología antisemita fue calando en la sociedad alemana, en ocasiones en forma de justificaciones ante la dura represión.

Bibliografía:

[1] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2005.

[2] El pacto con el diablo; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2007.

[3] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[4] Anotaciones sobre Hitler; Sebastian Haffner – Galaxia Gutenberg – Barcelona – 2002.

[5] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[6] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[7] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.

[8] El periodo de entreguerras en Europa; Martin Kitchen – Madrid – Alianza Editorial – 1992.

[9] Sociedad y cultura en la República de Weimar: el fracaso de una ilusión; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 1996.

[10] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.