La política exterior I: del revisionismo a la transgresión


Desde un principio, la conquista del “espacio vital” constituyó, por una cuestión de prestigio, uno de los fundamentos en la consolidación del régimen nacionalsocialista y en la preparación para una economía de guerra. Las rupturas de los tratados de posguerra eran vistas como victorias por parte de la Comunidad Nacional, que las secundaba mediante los sucesivos plebiscitos. Además, el Lebensraum constituía un paso necesario para el definitivo enfrentamiento con la Unión Soviética y, por tanto, la liquidación de la cuestión judía.

Las primeras manifestaciones del discurso revisionista alemán fueron las siguientes:

1. Abandono de la Conferencia de Desarme y salida de la Sociedad de Naciones el 14 de octubre de 1933:

(Adolf Hitler, discurso ante el Reichstag) “No formaremos parte de la Sociedad de Naciones, porque no creemos que sea una institución al servicio del derecho, sino más bien una organización para la defensa de la injusticia del Tratado de Versalles (…) Nos retiramos de la SDN porque, conforme a su origen y sus obligaciones, nos han negado el derecho a la igualdad de armamento y, por consiguiente, a la igualdad en la defensa”.

Con estas palabras, respaldadas ampliamente por el pueblo alemán, los nacionalsocialistas expusieron al resto de las naciones sus exigencias: querían pasar a formar parte del grupo de las grandes naciones, y tanto Versalles como la Sociedad de Naciones representaban un obstáculo en ls consecución de este fin.

2. Firma de acuerdos bilaterales.

3. Reincorporación del Sarre a la soberanía alemana (enero de 1935).

Las facilidades dadas por parte de las grandes potencias, la falta de respuesta de estas, envalentonaron a los nacionalsocialistas, que procedieron a pasar de la revisión de Versalles a su transgresión:

  • Creación de un ejército del aire –Luftwaffe– y restablecimiento del servicio militar obligatorio -organización de la Wehrmacht-.
  • Ocupación militar de Renania 7 marzo 1936.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

La consolidación del nacionalsocialismo XII: la integración social


Como mecanismo de cohesión social en el mercado de trabajo los nacionalsocialistas crearon el Frente del Trabajo, que en el fondo venía a reforzar la posición del empresario y a aumentar el control obrero. Supuso, pues, la victoria de la patronal, de la obediencia y de la jerarquía; se suprimieron los sindicatos, la jornada laboral comenzó a aumentar en número de horas, y se negó el derecho a la huelga. No obstante, entre todas estas desventajas, se le ofrecía al obrero, mediante la asociación ”A la Fuerza por la Alegría”, mejoras en su vida cotidiana y en su tiempo de ocio.

En lo referente a la mujer, hay que señalar que no es del todo cierto el mito de que en la Alemania nazi el papel de esta se veía reducido exclusivamente a la maternidad. En primer lugar es interesante tener en cuenta que, a causa del racismo inherente al régimen, en muchas mujeres se fomentaba el antinatalismo. Además, si bien es verdad que se favorecía la maternidad mediante mediadas pronatalistas en aquellas que pertenecían a la Comunidad Nacional, no es menos cierto que a estas no se les excluyó del mercado laboral. Se desarrollo una política de protección de la familia, que tenía como uno de los pilares básicos la permanencia de la mujer en casa y la revalorización del papel de la madre:

(George Mosse, La cultura nazi) “A la madre ha de asignársele la misma plaza de honor en el pueblo y la comunidad que se le asigna al soldado, ya que ella somete su vida a unos riesgos parecidos para el bien del pueblo y de la Madre Patria, como lo hacen los combatientes en el campo de batalla”.

Sin embargo, las propias necesidades económicas de Alemania acabaron por hacer imposible la exclusión de la mujer del ámbito labora. Por lo tanto, sólo se excluía a las que se consideraba “racialmente inferiores”; hecho que también se producía con los hombres.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] La cultura nazi; George Mosse – Madrid – Grijalbo – 1966.

La consolidación del nacionalsocialismo VIII: la política racial antisemita


La exclusión de los judíos de la Comunidad Nacional fue uno de los fundamentos de la ideología nazi. Estos eran portadores de ideas peligrosas -marxismo, democracia, internacionalismo…-, y por lo tanto eran parásitos muy dañinos para la comunidad. Se procedió a la sistemática persecución de este grupo, que estuvo siempre supeditada a la marcha de la política interior y exterior del Reich. En 1939, desde su exilio británico, Stefan Zweig nos describe la situación de los judíos en los territorios nazis, y la evolución del proceso de persecución:

(Stefan Zweig, El mundo de ayer) “Semana tras semana, mes tras mes, llegaban cada vez más refugiados, que parecían cada vez más pobres y más angustiados que los que les habían precedido. Los primeros, los que habían salido de Alemania con más premura, aún habían podido salvar la ropa, las maletas y los enseres de la casa y muchos incluso algún dinero. Pero cuanto más tiempo habían confiado en Alemania, cuanto más les había costado desprenderse de su amada patria, más severamente habían sido castigados. Primero les quitaron la profesión, les prohibieron la entrada en los teatros, cines y museos, y a los investigadores, el acceso a las bibliotecas: seguían allí por fidelidad o pereza, por cobardía u orgullo. Preferían ser humillados en su patria a humillarse como pordioseros en el extranjero. Luego se les privó del personal de servicio y se les quitó las radios y los teléfonos de las viviendas; después, las viviendas mismas; a continuación se les obligó a llevar pegada la estrella de David, para que todo el mundo los reconociera, los evitara y escarneciera en la calle como a leprosos, expulsados y proscritos”.

Podemos distinguir dos grandes fases dentro de la persecución racial: primero discriminación y exclusión, y después desaparición y exterminio. Sin embargo, procederemos al estudio cronológico de la misma sin detenernos a clasificar en que fase hemos de encuadrar cada hecho:

1933. Boicot a su negocios, jubilación forzosa de funcionariado semita, limitación del porcentaje escolar y universitario correspondiente a este grupo. Así anunciaba el boicot a los negocioa judíos el diario oficial del partido…

(Völkischer Beobachter, 30 de marzo de 1933) “El 1 de abril, al toque de las diez, empieza el boicot a todos los negocios, médicos y abogados judíos. Los judíos han declarado la guerra a 65 millones de personas, ahora van a ser golpeados donde más les duele”.

…y así lo vivió Sebastian Haffner:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “El primer acto intimidatorio fue el boicot impuesto a los judíos el primero de abril de 1933 (…) En los días siguientes se tomaron medidas complementarias: todos los negocios arios debían despedir a los empleados judíos. A continuación: todos los negocios judíos debían hacer lo propio. Sus dueños estaban obligados a seguir pagando los sueldos y salarios de sus empleados arios mientras los negocios permaneciesen cerrados a causa del boicot. Dichos propietarios tenían que retirarse totalmente y solicitar la presencia de gerentes arios… Al mismo tiempo comenzó la campaña informativa contra los judíos”.

1935. Exclusión de la oficialidad y del servicio militar, y disposiciones de Nuremberg (negación de la ciudadanía y prohibición de los matrimonios mixtos).

1938. Expulsión de las actividades económicas –incluía la confiscación de estos bienes-, arrestos masivos durante la noche del 9 al 10 de noviembre –Noche de los cristales rotos-, e internamiento en campos de concentración.

Este amplia represión escondía un triple objetivo:

  • Avivar el clima psicológico de lucha.
  • Excluir a los judíos de la esfera económica.
  • Nutrir las arcas del Estado.

En definitiva, el problema de la pureza racial, y especialmente la cuestión del antisemitismo, fue uno de los pilares básicos de la ideología nacionalsocialista. Sin embargo, pronto fueron conscientes los líderes nazis de que este objetivo tenía que ser llevado a cabo de manera progresiva, por medio de pequeñas medidas que pudieran ser digeridas por la sociedad sin levantar grandes protestas. Así arrancó un proceso que, a base de agresiones bien calculadas, acabó llevando a los judíos a los campos de exterminio.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

La consolidación del nacionalsocialismo II: la represión


Los órganos represivos del Reich tenían como fin último luchar contra toda lo que amenazaba a la Comunidad Nacional. De esta manera, dentro del III Reich, podemos distinguir tres aparatos de represión:

Aparato judicial. En primer lugar, sólo se reconocía como miembro de la Comunidad Nacional, es decir, ciudadano y poseedor de derechos, a aquel que apoyaba al gobierno. Además, se abolió la independencia del poder judicial, convirtiéndose el Führer en juez supremo de la nación. Así narra Sebastian Haffner la entrada de las SA en el tribunal donde él trabajaba como pasante, todo un símbolo del fin de la autonomía judicial:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “«Alguien rompió el silencio mantenido: Las SA» (…) Al parecer casi todas las reuniones se habían suspendido. Los jueces se habían quitado la toga y habían salido del edificio en actitud humilde y civilizada, bajando por una escalera franqueada por filas de miembros de la SA. Sólo en la sala de abogados se había producido un altercado”.

Aparato policial. Bien por medio de las SA, de las SS -a partir de 1934- o de la Gestapo se ejecutaba una doble función represora: perseguir el delito político y llevar a los autores ante un tribunal; y combatir a los posibles enemigos del régimen de manera preventiva, incluso recluyéndolos en campos de concentración. Para ilustrar mejor el primero de estos aspectos volvamos con Historia de un alemán de Sebastian Haffner:

«Tienen permiso para irse a casa» contestó, y casi retrocedí bruscamente al escuchar el tono tan amenazante con el que había hablado, lento, gélido y malicioso. Lo miré a la cara y volví a retroceder bruscamente (…) ya no era un rostro humano en absoluto, sino más bien la cara de un cocodrilo. Había visto el rostro de las SS”.

De la segunda nos habla Ernst Weiss en El testigo ocular:

“Desde que H. era canciller, Führer del partido y dictador del Reich, había en todo el país campos de concentración en antiguas fábricas, en barracones militares abandonados, en fortalezas abandonadas y en ruinas (…) Los campos se instalaron como «necesidad del Estado» bajo un motivo muy humano: se quería proteger de la cólera justa del pueblo a las personas que antes de la «toma del poder del partido» se habían hecho impopulares (…) para ingresar en estos campos no hacía falta ninguna decisión judicial, bastaba la policía. No había defensor porque no había acusación. Los campos estaban rodeados de alambradas que conducían potentes corrientes eléctricas que causaban la muerte de inmediato. Estaban rodeados de muros y protegidos por ametralladoras; una torre de vigilancia permitía tener un control constante del campo”.

La población alemana. La denuncia no constituyó un hecho aislado dentro de la Alemania nacionalsocialista; los afines al régimen participaban de ella. Esto posibilitaba un amplio control sobre la sociedad y la privacidad de las personas. Así, la población formaba parte del régimen: se vigilaba a sí misma como bien trata de expresar Bertolt Brech en este fragmento de La cruz de tiza:

“No se puede. A mí no. Si alguien me confía algo, va listo. Sé cual es mi deber de camarada y, si mi propia madre me susurra algo al oído sobre el aumento del precio de la margarina o algo así, me iría enseguida a la sede de la Sección. Denunciaría a mi propio hermano si murmurase del Servicio de Trabajo Voluntario”.

Por su parte, Sebastian Haffner narra en Historia de un alemán una experiencia personal que describe muy bien ese ambiente social de delación.

“«Me temo que no es muy consciente de que hoy día las personas como usted representan un peligro latente para el Estado, y que éste tiene el derecho y el deber de tomar las medidas correspondientes, a más tardar en el momento en que uno de ustedes se atreva a llegar al punto de oponer una resistencia abierta» Esto fue lo que dijo lenta y juiciosamente, al estilo de un comentario del Código Civil. Mientras, me clavaba una mirada de acero en los ojos. «¿Así que usted tiene la intención de denunciarme a la Gestapo como enemigo público?» Fue más o menos entonces cuando Von Hagen y Hirsch se echaron a reír, tratando de que todo quedase en una broma. Sin embargo, esta vez Holz les desbarató los planes. En voz baja y premeditada dijo: «Confieso que llevo algún tiempo preguntándome si no es ésa mi obligación»”.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] El testigo ocular; Ernst weiss – Madrid – Siruela – 2003.

La consolidación del nacionalsocialismo I: la propaganda


La propaganda se convirtió a lo largo de esos años en el principal instrumento de difusión de la ideológica nacionalsocialista. Desde el NSDAP se platearon, en lo que a propaganda se refiere, tres objetivos:

  • Legitimar constantemente el sistema.
  • Conseguir la sumisión de la Comunidad Nacional a las decisiones de sus dirigentes.
  • Lograr la adhesión entusiasta del pueblo. Su proceso evolutivo nos lo describe brevemente Sebastian Haffner:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “Uniformes pardos en las calles, desfiles, gritos de Heil (…) se celebraban desfiles a diario, se conmemoraban masivas horas solemnes, había continuas expresiones públicas de agradecimiento por la liberación nacional, música militar de la mañana a la noche, homenajes a los héroes, bendición de las banderas… La gente comenzó a participar, primero sólo por miedo. Sin embargo, tras haber tomado parte una primera vez, ya no quisieron hacerlo por miedo, así que terminaron incorporando el convencimiento político necesario. Éste es el mecanismo emocional básico del triunfo de la revolución nacionalsocialista”.

De esta manera, desde el partido se controlaba la propaganda, el cine, el teatro, la música, la radio, la prensa, el arte… a través de cuatro figuras o instituciones:

  • El ministerio de propaganda.
  • La entidad propagandística del partido.
  • Los responsables del partido en cada demarcación.
  • La Cámara de Cultura del Reich.

Entre las principales características de este fenómeno hay que destacar:

  • La omnipresencia del Fúhrer.
  • La omnipresencia de la propia propaganda y del propio régimen en la vida de los alemanes:

(Sebastian Haffner, Historia de un alemán) “Las banderas con la cruz gamada estaban por todas partes, al igual que los uniformes pardos, de los que no era posible escapar: en el autobús, en el café, en la calle, en el Tiergarten, se extendían por doquier como un ejército de ocupación. El ruido constante de tambores, la música marcial día y noche… era extraño, Teddy seguía aguzando el oído y preguntaba qué era lo que estaba ocurriendo (…) Además estaban los carteles rojos que anunciaban ejecuciones y aparecían casi todas las mañanas pegados en las columnas junto a los del cine y los restaurantes de verano…”

(D. Guerin, La peste parda) “¡Ah! ¡Los atractivos escaparates! Camisas y pantalones, gorras, insignias, morrales y macutos y, sobre todo, botas, cinturones, correajes y pistoleras. Todo lo que necesita un hombre para disfrazarse de guerrero se ofrece al cliente, le induce a la tentación”.

  • La elaboración del calendario nacionalsocialista.
  • La importancia de la radio, que nos muestra Daniel Guerin en su obra La peste parda:

“Si entráis a tomar un jarro a una cervecería la radio os hará asistir a una representación de guiñol: La República de Weimar. Esos ronquidos que provocan las risas son, al parecer, los diputados socialistas que se han dormido en sus escaños… Y si reclamáis otra emisión os servirán la última arenga de Hitler grabada en disco y retransmitida”.

  • El control de la prensa y de los periodistas:

(W. Hofer, Der Nationalsozialismus Dokumente) “Sólo podrá ser periodista quien sea súbdito alemán, no haya perdido los derechos de ciudadanía y la capacidad para desempeñar funciones públicas, proceda de familia aria y no esté casado con persona de origen no ario, haya cumplido los veintiún años, no esté incapacitado, sea competente en su especialidad, posea las aptitudes necesarias para influir espiritualmente en el público…”

Así, por medio de una propaganda omnipresente y exaltadora del nacionalismo , se fue creando en Alemania un ambiente del que era imposible mantenerse al margen. Las calles, el hogar, el lugar de trabajo, los lugares de esparcimiento… los alemanes veían invadidos todos los aspectos de su vida por los “altavoces” del régimen. El contagio de ese entusiasmo, o el hastío del mismo eran las únicas soluciones posibles: entrar a formar parte de la Comunidad Nacional o convertirse en enemigo de ella. Fuera lo que fuese, el NSDAP lograba sus objetivos: crear un amplio consenso en torno al partido, y encontrar los enemigos que facilitasen su cohesión.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

[7] La Peste Parda. Viaje por la Alemania Nazi; Daniel Guerin – Madrid – Fundamentos – 1977.