La revolución bolchevique en su peor hora


“Las consecuencias de la paz de Brest-Litovsk fueron catastróficas para el partido y el gobierno de Lenin. Durante el medio años transcurrido entre octubre y Brest- Litovsk, el gobierno se había impuesto de forma sorprendentemente rotunda y sin resistencia, y en marzo de 1918 parecía tener su posición bien asegurada. Cinco meses después su derrocamiento parecía inevitable”.

Brest-Litovsk marcó el final del impetu revolucionario en Rusia. Las duras condiciones de paz y la aparición de una oposición fuerte y organizada estuvo a punto de acabar con el régimen bolchevique en 1918. Durante ese año los representantes de la revolución tuvieron que luchar en varios frentes con distintos enemigos. Por un lado la oposición interna –“los blancos”-, que agrupaba en su seno todo el espectro político ruso desde la izquierda socialrevolucionaria hasta los defensores de la monarquía zarista. Por otro lado encontramos a la Legión checa: grupo militar extranjero que había luchado junto a los rusos contra los imperios centrales. Su objetivo era construir una Checoslovaquia independiente de alemanes y austro-húngaros. Por esa razón, cuando Lenin llegó a un acuerdo con ellos, los checoslovacos pasaron a engrosar la fila de los “blancos” con la esperanza de que estos volvieran a luchar contra Alemania. Otro frente fue el compuesto por los miembros de la Entente que, además de prestar ayuda económica y material a la oposición interna, emplearon sus propios ejércitos para invadir Rusia desde el norte y el este. Por último habría que citar las intervenciones de Alemania y el Imperio Otomano que, aunque habían llegado a acuerdos con los bolcheviques, no querían quedarse fuera del reparto del pastel ruso.

Por lo tanto, los “rojos” estaban en una situación desesperada: amenazados en todos los frentes y sin ningún aliado. Es más, desde la firma de Brest-Litovsk habían disuelto el ejército. No tenían tropas con las que defenderse. Tampoco contaban con instructores que pusieran en marcha un nuevo ejército, ya que los antiguos oficiales zaristas no eran de fiar. Sin embargo, los bolcheviques supieron salir de ese agujero gracias a la alianza con Alemania y la labor, casi milagrosa, de Trotski al frente del Ejército Rojo.

Bibliografía:

[1] El pacto con el diablo; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2007.

[2] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[4] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[5] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.

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