Un techo y cuatro paredes donde cobijarse


Una vez agotado el ámbito de la alimentación, el libro aborda otro de los aspectos fundamentales para las personas de la época: ¿dónde dormir? La vivienda, y más en concreto las dificultades económicas de los desempleados para costearse una, es la cuestión que trata Díez Espinosa en el último epígrafe de este tercer capítulo. Así nos narra el autor las dificultades de algunos personajes de El día del juicio en torno a esta cuestión: “Además, los Trent no eran los únicos inquilinos que habían dejado de pagarle la renta. También los O´Connell, del tercer piso, estaban en dificultades y llevaban ya tres meses sin pagar un centavo a Lonigan. El señor O´Connell había sido siempre un hombre serio y puntual en los pagos, pero las cosas iban mal en sus negocios y había perdido casi todos sus bienes (…) Por ingrata que fuera la decisión, Martin Lonigan debía comunicar a los Trent y a los O´Connell que abandonaran inmediatamente el inmueble”.

Las páginas dedicadas al “¿dónde dormir?” están divididas en tres apartados: Entre el desahucio y el hacinamiento; La arquitectura del desempleo: colonias, campamentos y hoovervilles; y Las rutas de los sin techo. En el segundo de ellos encontramos un cuadro de George Orwell con algunas anotaciones relativas a viviendas del norte de Inglaterra. En concreto son los hogares que se describen son los siguientes: casa en Greenough´s Row (Wigan), casa en la calle Peel (Barnsley), casa en Thomas Street (Sheffield), y casa en Mapplewell (pequeño pueblo minero). En el epígrafe dedicado a los sin techo encontramos una fotografía con el siguiente pie de foto: “Una cuerda garantiza la estabilidad y el descanso nocturno de los desempleados”. En ella podemos ver a cinco hombres dormidos cuyas respectivas cabezas descansan, dependiendo del caso, en el hombro de un compañero o en una cuerda.

En el ámbito literario, hemos de destacar las referencias a El día del juicio, de James T. Farrell; El camino a Wigan Pier y Sin blanca en París y Londres, de George Orwell; Adios a Berlín, de Christopher Isherwood; ¿Y ahora qué?, de Hans Fallada; La peste parda. Viaje por la Alemania nazi, de Daniel Guérin; La muchacha de seda artificial, de Irmgard Keun; Las uvas de la ira, de John Steinbeck; Los buenos camaradas, de John Boynton Priestley; y Waiting for Nothing, de Tom Kromer. Tras esta enumeración de obras y autores, coincidirán conmigo en calificar de sorprendente el control que el autor tiene sobre el mundo de la novela de entreguerras. Sin embargo, la riqueza documental de estas páginas no termina ahí: abundan las referencias a estudios teóricos y a obras cinematográficas. Dentro del primer grupo nos encontramos con The Tenant Movemente in New Cork City 1904-1984, trabajo de R. Lawson publicado en Rutgers University Press; The Tenements of Chicago 1908-1935, de Edith Abbot y Sophonisba Preston Breckinridge para la University of Chicago Press; La Gran Depresión, de Jen Heffer; La crise des societés impériales. Allemagne, France, Grande-Bretagne 1900-1940 de Christophe Charle; Von drei Millionen drei; y La democracia en Alemania. Historia y perspectivas. En lo que se refiere al cine, cabe destacar Our Daily Bread de King Vidor, y Kuhle Wampe de Slatan Dudow.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Cuando el estómago vacío es un problema


Al abordar la cuestión de la alimentación, la obra de Díez Espinosa aparece dividida en dos epígrafes: El hambre en la mesa del desempleado, y Las líneas del pan. No obstante, con el fin de hacer menos pesado y más comprensible este resumen de contenidos, trataremos ambos apartados en un mismo artículo. Vamos a comenzar en esta ocasión con los datos numéricos. En la página ciento veintiséis se nos ofrece un cuadro con los menús semanales de la Familia nº 81 de Marienthal. Se trata de un material extraído de Los parados de Marienthal, estudio realizado por Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel. En él, además de los alimentos concretos agrupados por días, se indica que la media de gramos de consumo semanal por persona en esa familia es de cincuenta y siete. Más adelante -página ciento treinta y uno- el autor recoge los gastos semanales en alimentación de cinco desempleados británicos: dos mineros, un ebanista, un zapatero y un decorador. Se trata de un cuadro perteneciente a Memorias del desempleo, trabajo de Hugh Beales y Richard Lamber. En él, además del tipo de alimento comprado y su coste, se recoge también el gasto total del desempleado en comida y se compara con sus ingresos. Por último, para terminar con la cuestión numérica, citaremos tan sólo el título de los otros dos cuadros de este capítulo: menús semanales de un hogar de desempleado británico (página ciento treinta y dos), y gastos semanales de alimentación de un minero de Wigan (página ciento treinta y tres).

John Boynton Priestley y su novela Un héroe maravilloso son los encargados de abrir el apartado literario de este capítulo. Con una cita suya se inicia el mismo: “Ya nos cuesta bastante trabajo encontrarle un vaso de leche o un par de huevos como para pensar en sanatorios. Ya te lo he dicho antes, Charlie, es hambre y cansancio lo que tiene mi madre. Con lo que Madge trae, no tenemos ni para empezar. Esta casa cuesta seis chelines y medio a la semana, y después hay que pagar el carbón y el gas y la ropa. Y el seguro… que sólo va a servir para nuestros funerales. Comemos menos para que puedan enterrarnos. Saca la cuenta y verás lo que nos queda para comer…”.

El mismo John Boynton Priestley, con su obra Los buenos camaradas le sirve más adelante a Díez Espinosa para continuar su desarrollo del “¿qué comer?”. No obstante, el libro más citado por el autor a lo largo de este capítulo es Cuando enmudecen las sirenas de Maxence van der Meersch. Estos trabajos están acompañados también por otras novelas como La muchacha de seda artificial –Irmgard Keun-, El camino de Wigan Pier –George Orwell-, Sin blanca en París y Londres –George Orwell-, Waiting for Nothing –Tom Kromer-, Esperando al zurdo –Clifford Odets-, Las uvas de la ira –John Steinbeck-, y un buen número de estudios sociológicos e históricos. A todo esto hemos de añadir una canción del año 1931: en la página ciento cuarenta del libro nos encontramos con la letra de Beans, bacon and gravy.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Las preguntas de cada día: ¿qué comer?, ¿dónde dormir?


El tercer capítulo de El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos se ocupa de dos cuestiones fundamentales en la vida de toda persona: la alimentación y la vivienda. En este epígrafe, el profesor Díez Espinosa se sumerje en la realidad cotidiana referida a esos dos aspectos del desempleao. Y lo hace, como hasta ahora, apoyándose en fotografías, canciones, testimonios, literatura y estadísticas oficiales. Todo este material le sirve al autor para describir la cara más miserable de la Gran Depresión. Él mismo divide en dos grandes apartados el capítulo: el referido a la alimentación –“Cuando el estómago vacío es un problema”-, y el que aborda la cuestión de la vivienda –“Un techo y cuatro paredes donde cobijarse”-. En los próximos días dedicaremos un artículo a cada uno de ellos. No obstante, en esta introducción vamos a comentar las cuatro fotografías con las que Díez Espinosa ilustra su trabajo; tres se refieren al “¿qué comer?”, y una al “¿dónde dormir?”. En la página ciento dieciocho del libro –primera de el tercer capítulo- nos encontramos con una fotografía de Dorothea Lange realizada en el año 1933. Bajo la imagen se puede leer: “El rostro del desempleo y de la miseria en San Francisco”. Un hombre de aspecto descuidado, y tal vez algo entrado en años, apoya sus brazos en una barandilla de madera.

Entre ellos sostiene un vaso metálico; recipiente que, seguramente, utiliza a la hora de comer. Al parecer lo lleva todo encima; no tiene hogar, y tampoco parece bien alimentado. Sus ojos están ocultos bajo un sombrero viejo y sucio. A su alrededor se agolpan otras personas; quizás también desempleados. Sin embargo, todos parecen tener mejor aspecto. Unas páginas más adelante –ciento veintitrés- tenemos una fotografía de Walter Ballhause perteneciente a la serie Un día en la vida del desempleado Karl Döhner. En ella podemos ver a una familia compuesta por tres personas: un hombre –el desempleado Karl Döhner-, su mujer, y un niño que seguramente no supere los dos años. Están comiendo sopa en su vivienda, cuya decoración y mobiliario es a primera vista muy pobre. El pie de foto dice así: El hambre en la mesa del desempleado Karl Döhner. El reparto de la sopa popular en un local de Washington es el objeto de la fotografía que encontramos en la página ciento treinta y ocho. Cinco desempleados y un cocinero intervienen en la escena. Los primero forman una fila para recibir su alimento, mientras el segundo, con un cucharón en la mano derecha, se encarga de distribuirlo. Sus rostros son los del desempleo y el hambre: delgados, con la mirada perdida, despeinados, sin esperanza… El local en el que se encuentra tiene muy poca luz, así que sus sombras se proyectan al fondo de la escena. Bajo la misma puede leerse: “Reparto de la sopa popular entre los desempleados de Washington. Administración para el Progreso de los Trabajos Públicos. Año 1936”. “Una cuerda garantiza la estabilidad y el descanso nocturno de los desempleados”. Esta es la frase que encontramos bajo la última fotografía del capítulo tercero. Abandonamos la cuestión del “¿qué comer?” para abordar en imágenes el “¿dónde dormir?”. Cinco hombres sin techo descansan con las cabezas apoyadas en una cuerda que cumple la función de barandilla. Sus brazos culgan también de la misma.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.