Las claves de la Transición III

Adolfo Suárez pagó un alto precio personal por su liderazgo de la Transición. Sufrió la animadversión de la inmensa mayoría de los altos mandos militares; recibió durísimos ataques del PSOE de Felipe González, que sabía que, para acceder al poder, había que derribar a Suárez; vio destruirse su obra: la UCD; por la ambición de los «barones» y por los errores del propio partido. «No fui capaz de hacer un partido político»., como aseveró varios años después. Sus excelentes relaciones con la Iglesia se deterioraron, al final, a causa de la Ley de Divorcio de Fernández Ordóñez; nunca tuvo, a pesar de los Pactos de la Moncloa, un apoyo claro del empresariado y de las altas finanzas, etc.

Su obra sólo recibiría el elogio unánime, y numerosas distinciones, cuando abandonó definitivamente la política, tras la frustrada experiencia del CDS. Alfonso Osorio, su vicepresidente político en el primer Gobierno, ha escrito de él: «Adolfo Suárez pasará a la Historia como el hombre que estuvo en el lugar preciso a la hora justa. Y eso es así porque para hacer la Transición política -y dejando aparte el papel impulsor y arbitral del Rey- era necesario alguien que tuviera inteligencia suficiente, conocimiento adecuado, capacidad de diálogo, paciencia infinita, modales exquisitos y simpatía arrolladora, y esas cualidades no las teníamos ninguno de los políticos en presencia en 1976».

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 259.

El consenso constitucional IV

En nombre de esta comisión, Reventós solicita entrevista a S. M. el Rey y al presidente del Gobierno para formular la reivindicación del Estatuto de autonomía y, de forma muy insistente, el restablecimiento de la Generalitat. En este nuevo contexto democrático, y ante el dinamismo de los parlamentarios catalanes, en la Moncloa se plantea la cuestión: ¿Qué hacer en Cataluña? ¿Y con quién hacerlo? La primera pregunta tiene una respuesta clara: antes o después habrá de ser restablecida la Generalitat, pero el tema del Estatuto corresponde decidirlo a las Cortes Generales. En cuanto a la segunda, parece claro que el Gobierno hubiera deseado negociar con Carlos Sentís o con Jordi Pujol, pero resultaba evidente, y destaca, la ventaja electoral del PSC-PSOE, e ineludible, por tanto, la adjudicación de un liderazgo a Reventós. En este momento, y ante la alternativa Reventós o Tarradellas, es cuando en la Presidencia del Gobierno comienzan a considerarse con seriedad las posibilidades de retorno del exiliado presidente.

La decisión de iniciar las negociaciones con Tarradellas es tomada, en un gesto más de profunda intuición política, por el presidente Suárez, de acuerdo con el ministro Martín Villa, y por supuesto, con pleno conocimiento y aquiescencia del Rey. En ella ha jugado un papel muy importante Carlos Sentís, número uno de la lista de UCD por Barcelona y amigo personal, de antiguo, de Tarradellas, que vuelca toda su influencia en que el presidente sea invitado a viajar a Madrid.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 194-195.

El consenso constitucional III

Este primer Gobierno democrático sufriría una crisis importante a los pocos meses de su constitución. El vicepresidente Económico, Fuentes Quintana, que nunca se encontró a gusto en las tareas políticas de gobierno, una vez aprobados los Pactos de la Moncloa, presentó su dimisión irrevocable en febrero del 78, arrastrando en su marcha a otros ministros económicos. Suárez entregó las riendas de la política económica a su más estrecho colaborador, el vicepresidente Abril Martorell y nombró cuatro nuevos ministros: Jaime Lamo Espinosa en Agricultura, Agustín Rodríguez Sahagún en Industria, Rafael Calvo Ortega en Trabajo y Salvador Sánchez-Terán en Transportes y Comunicaciones.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 191.

El consenso constitucional II

A los pocos días, recibía del presidente Suárez el encargo de dirigir la Secretaría de Organización de UCD. Comencé  a preparar los estatutos, en estrecha colaboración con Fernando Abril. El 6 de agosto, en el palacio de la Moncloa, firmábamos Adolfo Suárez, Miguel Doménech y yo, ante el notario José Luis Álvarez, el acta para inscribir el partido UCD en el registro oficial del Ministerio de la Gobernación. Así empezaba la andadura legal de la brillante y efímera historia del partido político que supo hacer la Transición pero no logró sobrevivir a ella.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 189.

El consenso constitucional I

Suárez hizo unas declaraciones sorprendentes para algunos: «La unión de Centro Democrático hará una política de centro izquierda y propugnará profundos cambios en los terrenos económico, social, cultural y político». Es preciso dejar constancia de esta postura presidencial porque, desde el primer momento -y tengo de ello testimonio en numerosas entrevistas personales y con el secretariado de UCD- Suárez tuvo la convicción de que el eje político del electorado español pasaba por el centro-izquierda y que era en esa ubicación donde había que situar la política de UCD.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 188-189.

La verdadera reforma política VI

Y así entró, con fuerza, en la liza electoral, la citada coalición que cambió su nombre por el de Unión de Centro Democrático (UCD) y que se formó sobre tres pilares: el primero y esencial, la figura del presidente Suárez, en la cima de su prestigio y su imagen; el segundo, la estructura de poder controlada por el Gobierno, a través fundamentalmente del Ministerio de Gobernación y de los Gobiernos Civiles, con mayoría relativa de hombres procedentes de las organizaciones del Movimiento -SEU y Frente de Juventudes-, y que contaban como base de actuación con los alcaldes de los miles de municipios españoles; y el tercero, la ya citada coalición de Centro Democrático, que al incluir grupos democristianos, liberales y socialdemócratas daba a la UCD un cierto aroma europeo y de oposición, y la colocaba más en el centro político.

La operación política catalana más importante ante el 15 J fue, sin duda, el acuerdo entre el PSOE y el PSC, de cara a una candidatura de unidad socialista y a la articulación de una futura colaboración permanente entre los dos partidos. Fue una tenaz labor realizada por Joan Reventós, con la colaboración de Martín Toval y Cirili Pellicer, directamente con Felipe González.

El 4 de abril, Reventós y Triginier anunciaban que el Partit Socialista de Catalunya (Congrés) y la Federació Catalana del PSOE habían iniciado un proceso hacia su integración en un mismo partido.

El acuerdo dirimía definitivamente la pugna entre los socialistas catalanes. Al PSC-Reagrupament no le quedaba opción, privado de su líder Pallach y de la bandera socialista, asumida definitivamente por el PSC-PSOE, por lo que acabaría integrándose en el acuerdo.

En el espacio del centro-derecha, Concordia Catalana se diluía en UCD y Juan Antonio Samaranch optaba por dejar la política y era nombrado embajador en Moscú, peldaño necesario para su futura y espectacular carrera olímpica. Esta decisión favorecía la opción electoral de UCD en Cataluña, pero a medio plazo consolidaría a Pujol y su Convergencia Democrática como el gran partido nacionalista catalán.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 174-175.

La verdadera reforma política IV

La primera respuesta de ETA a la reforma de Suárez fue el asesinato del presidente de la Diputación de Guipúzcoa y Consejero del Reino Juan María Araluce, y de sus tres acompañantes: dos inspectores de policía y un conductor.

Esto ocurre en San Sebastián, a plena luz del día, el 4 de octubre. Es el primer atentado de ETA bajo el Gobierno Suárez, y éste, en medio de gran expectación, decide no declarar el estado de excepción en el País Vasco, lo que habían hecho en ocasiones similares gobiernos anteriores.

El Gobierno, en un comunicado oficial de siete puntos, asegura que «no caerá en la trampa que se le quiere tender, y mantendrá la firmeza y la serenidad por proseguir, con el apoyo de todos los ciudadanos, el proceso de democratización que el país ha iniciado.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 150-151.

La verdadera reforma política III

Podemos afirmar que hasta el Partido Comunista dio instrucciones reservadas a sus militantes y a los de CC.OO. para que votaran sí. Alfonso Osorio informó a Suárez, en la mañana del referéndum: «Me acaba de comunicar una persona de mi absoluta confianza que en algunas ciudades españolas, en Zaragoza y en Barcelona concretamente, el Partido Comunista está dando instrucciones a sus afiliados de que voten favorablemente en el Referéndum». Por mi parte, desde el Gobierno Civil de Barcelona, verifiqué la misma información. Cuando poco antes de las 8 de la tarde salía para el centro informativo montado en la Lonja de Barcelona, me llegó la información de la Guardia Civil de que, al atardecer y a la salida de las fábricas, grandes contingentes de trabajadores del Baix Llobregat se dirigían a votar.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 148.

La verdadera reforma política I

El presidente del Gobierno no desaprovecha el verano e inicia el plan de tomar contacto con los dirigentes de la oposición. En su despacho de Castellana, 3, Suárez recibe a Luis Gómez Llorente, del PSOE; a Raúl Morodo y Enrique Tierno Galván del PSP, a los democristianos de Gil-Robles, Álvarez de Miranda y Ruiz-Giménez. En relación con Cataluña, celebra una larga entrevista con el gobernador civil de Barcelona, con un completo análisis de la situación política catalana, y acepta su propuesta de mantener una entrevista por separado con tres líderes: Jordi Pujol, de Convergència Democràtica de Catalunya; Josep Pallach, del Partit Socialista de Catalunya (ex Reagrupament); y Joan Reventós, de Convergència Socialista de Catalunya. También serían invitados dirigentes de Unió Catalana, de Club Catalònia, de Centre Català y de Esquerra Democràtica.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 128.

La apertura de las libertades II

Este discurso, cuya quintaesencia reflejan tan bien los titulares transcritos, tiene valor de testimonio histórico. Resume con toda nitidez el proyecto de reforma Arias Navarro, que fue inviable. Pero vale la pena constatar -como contraste de otras alternativas- que ésta era la mayor y mejor reforma política que un hombre coherente con su lealtad a la persona y al régimen de Franco podía ofrecer desde la fidelidad a los Principios Fundamentales y en el cauce del Movimiento Nacional. Ésta no era la reforma propugnada por Fraga, ni la que después haría realidad Adolfo Suárez; ni, por supuesto, la que el Rey Juan Carlos quería.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 78.