¿Una federación de Estados europeos? II


Los siguientes párrafos son una muestra más de ese afán de Robert Schuman por defender las identidades nacionales de los Estados miembros de la Unión. Europa no ha de absorver y unificar esas realidades históricas, sino edificar progresivamente a través de ellas un constructo de similares características.

“Europa no se hará en un día ni sin choques. Su edificación seguirá el camino de los espíritus. Nada perdurable se consigue con facilidad. Europa ya está en marcha. Y más allá de las instituciones existentes, la idea de Europa, el espíritu de solidaridad comunitaria, han echado raíces.

Esta idea “Europa” mostrará a todos las bases comunes de nuestra civilización; creará poco a poco unos lazos parecidos a los que en otro tiempo forjaron las patrias. Será la fuerza contra la que se quebrarán todos los obstáculos.

Sin embargo, no se trata de fusionar los Estados asociados, de crear un súper estado. Nuestros Estados europeos son una realidad histórica; sería imposible psicológicamente hacerlos desaparecer. Su diversidad es incluso una fortuna y no deseamos nivelarlos ni igualarlos. En nuestra idea, la política europea no contradice en absoluto el ideal patriótico de cada uno de nosotros”.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

¿Una federación de Estados europeos? I


En el sexto fragmento de este “Discurso a los europeos” Robert Schuman retoma el que desde el primer momento ha sido el hilo conductor de su exposición: ¿cómo ha de construirse la Unión? Tan solo la alusión al cristianismo y a la nación germánica han desviado al Padre de Europa de su línea argumental original. Podría pensarse que eso es fruto de su convicción cristiana y sus lazos con Alemania. Sin embargo, me inclino a pensar que es consecuencia de una reflexión profunda y objetiva tras la que Schuman descubre en la herencia cristiana y en la fortaleza alemana dos pilares fundamentales para este proyecto. Por tanto, más que desviarse del camino previsto, se ha detenido a aclarar algunos aspectos importantes.

Tanto en este fragmento como en el próximo que ofreceré, Schuman se plantea si es posible una federación de Estados europeos. Es decir, cuál ha de ser el camino hacia la plena cooperación y con qué urgencia ha de recorrerse. Una vez más se aprecia en las palabras de este estadista su ilusión por construir una Europa unida y solidaria, pero también su respeto a la soberanía y a las peculiaridades de cada una de las naciones que la componen y compondrán.

“La idea misma de un gobierno federal y la de un parlamento federal implicaría, a mi parecer, un poder de decisión mayoritario que ligara a los Estados federados. Estimo que eso sería quemar etapas, comprometerse prematura e imprudentemente por el camino de un desprendimiento de la soberanía nacional en puntos de importancia esencial. Correríamos el riesgo de repetir la experiencia de la C.E.D. (Comunidad Europea de Defensa) con sus decepciones y retrocesos.

El medio más seguro de precavernos contra los riesgos de guerra y servidumbre será nuestra cohesión colectiva en todas las cosas, económica, política y militar. La cooperación estrecha que se instaurará en la Comunidad europea nos llevará a considerarlo todo desde el ángulo del interés y de la responsabilidad compartidas. Nos acostumbraremos a examinarlo todo ya no desde el punto de vista estrictamente nacional. No descuidaremos ciertamente las consideraciones nacionales, pero nos las encontraremos igual y necesariamente bajo un aspecto colectivo. Las incorporaremos junto con otras en una interdependencia recíproca. Así pues, será necesario, a partir de lo nacional, situarse en un conjunto en el que todo deberá acabar por unirse y completarse.

Tendremos que aprender a aprender y a comprender el punto de vista particular de nuestro asociado, igual que este hará el mismo esfuerzo con respecto a nosotros.

De esta manera, la política exterior ya no será la yuxtaposición de antagonismos que se enfrentan, sino la conciliación amigable y preventiva de divergencias que existen, que se reconocen y se discuten sin enconarse. Las experiencias que hemos realizado en las relaciones entre Francia y Alemania bastan para darnos optimismo y confianza”.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

La cuestión alemana


En este repaso a los discursos que, desde la primavera de 1953, pronunció Robert Schuman no podía faltar la referencia a Alemania. Esa pieza clave de la futura Unión fue en su día la nación –por lo menos legalmente- del Padre de Europa, que siempre se consideró galo de la Lorena. Sin embargo, su admiración por la nación germánica y sus deseos de paz hacia ella distaban mucho de los sentimientos de otros franceses de la época. Esa fe en el papel de Alemania empapa las siguientes líneas, en las que Schuman habla de un Estado que casualmente, a día de hoy, ha tomado el timón de Europa.

“Cuando, después de la guerra, pusimos los primeros jalones de la política europea, todos los que participaron en ello estaban convencidos de que el entendimiento, la cooperación, entre Alemania y Francia era para Europa el problema capital, que sin Alemania, igual que sin Francia, sería imposible edificar Europa.

Alemania nunca fue más peligrosa que cuando se aislaba, fiándose de sus propias fuerzas y de sus cualidades, que son grandes, embriagándose en cierto modo con su superioridad, sobre todo frente a las flaquezas de los demás. Alemania tiene más que cualquiera el sentido de comunidad; en el seno de la Europa unida podrá desempeñar plenamente su papel”.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

Las raíces cristianas de Europa


En el anterior fragmento de “Discurso a los europeos” Robert Schuman defendía que –cito textualmente- “el sustrato europeo es particularmente favorable a la emergencia de un conjunto comunitario de un tipo nuevo”. Llegados a este punto, cabe preguntarnos en qué basaba el “Padre de Europa” esa afirmación. A continuación ofrezco el principio de su respuesta, que presenta tres elementos íntimamente relacionados: Historia, democracia y cristianismo.

“¿Qué es lo que distingue a Europa en el seno de la gran familia humana? La Europa libre está formada por democracias parlamentarias. Ahora bien, la democracia debe su existencia al cristianismo. La democracia griega negaba la igualdad de todos los hombres; la aplicaba a una élite de nacimiento. La democracia moderna reconoce la igualdad de los derechos de todas las personas humanas , sin distinción ni excepción. El cristianismo fue el primero que enseñó la igualdad de naturaleza de todos los hombres, hijos de un mismo Dios, rescatados por el mismo Cristo, sin distinción de raza, de color, de clase o de profesión. Ha hecho reconocer la dignidad de trabajo y la obligación de todos a someterse a ello. Ha reconocido la primacía de los valores interiores, que son los únicos que ennoblecen al hombre. La ley universal del amor y de la caridad ha hecho de todo hombre un prójimo nuestro, y en ella se apoyan desde entonces las relaciones sociales en el mundo cristiano. Esta revolución se llevó a cabo bajo la inspiración progresiva del Evangelio, que ha ido moldeando las generaciones con un trabajo lento, a veces acompañado de luchas dolorosas. Los progresos de la civilización de esencia cristiana no fueron automáticos ni siguieron un solo sentido; las reminiscencias del pasado y los malos instintos de una naturaleza viciada han pesado sobre esta evolución y siguen contrariándola.

Si bien se encuentran así rasgos profundos del ideal cristiano en la vida política contemporánea, el cristianismo no está y no debe estar enfeudado en un régimen político, no debe ser identificado con ninguna forma de gobierno, aunque sea democrático. En este terreno, como en otros, hay que distinguir el ámbito del César y el de Dios. Cada uno de estos dos poderes tiene su propia responsabilidad. La Iglesia debe velar por el respeto de la ley natural y las verdades reveladas; su papel no es erigirse en juez de las opciones concretas de la política. La tarea del hombre político responsable consiste en conciliar, en una síntesis a veces delicada pero necesaria, estos dos órdenes, el espiritual y el profano. Con frecuencia nuestra vida se encuentra confundida en el dédalo de los problemas y de las opciones y en la pasión de las controversias. Pero no existe ningún conflicto insoluble entre ambos imperativos, el de una doctrina inmutable en lo que se refiere a los principios y el de una prudente aplicación de las contingencias mudables que hay que tener en cuenta, tanto en la vida de los pueblos como en la de los individuos.

La teocracia desconoce el principio de la separación de estos dos ámbitos. Endosa a la idea religiosa responsabilidades que no son suyas. Bajo tal régimen, las divergencias de orden político corren el peligro de degenerar en fanatismo religioso; la guerra santa es la expresión más temible de una explotación sangrante de los sentimientos religiosos”.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

Una vía nueva


Transcribo a continuación el segundo fragmento de los discursos de Robert Schuman. Es, como se puede comprobar, más largo del anterior, ya que en el fondo viene a desarrollar algunos de esos contenidos iniciales y básicos. El Padre de Europa trata de explicar en los siguientes párrafos como construir esa Comunidad -de valores comunes, a la par que respetuosa con las particularidades regionales- orientada a un bien común de carácter supranacional.

“¿Cómo conseguirlo? En el pasado, los Estados aseguraban su cooperación por medio de contratos bilaterales y multilaterales. Esos acuerdos comportaban concesiones recíprocas, incluso sacrificios dosificados exactamente más o menos libremente consentidos. Cada una de las partes procuraba que prevaleciese, que quedasen salvaguardados sus propios intereses nacionales, regateando lo mejor posible. Esos acuerdos siguen siendo el instrumento principal de toda organización internacional; su observancia es asunto de buena fe y de lealtad; su violación da lugar a perjuicios e intereses o medidas de represalia.

Los tratados que establecerá progresivamente la Europa comunitaria integrada proceden de un método diferente, de un espíritu diferente; crean unas estructuras, unas entidades políticas nuevas. Esos tratados prevén no solo obligaciones, sino que crea instituciones dotadas de una autoridad propia y autónoma. A los organismos políticos o económicos les son reconocidos por los países unificados poderes claramente definidos y limitados. Junto a las soberanías nacionales, que seguirán siendo predominantes, habrá una parte de soberanía comunitaria delegada por los Estados participantes.

Estos organismos nuevos no serán Comités de ministros o de delegados de los Gobiernos asociados. En su seno no se enfrentarán intereses nacionales. Estarán exclusivamente al servicio de la Comunidad supranacional, que tiene objetivos e intereses diferentes de los de cada una de las naciones afiliadas. Los intereses nacionales particulares deben fusionarse en el interés común, lo mismo que los intereses particulares de los ciudadanos se confunden con el interés nacional. Junto a este habrá en adelante, para todos los ciudadanos de la Europa integrada, un interés comunitario, ante el cual habrá que sensibilizar las opiniones públicas. Es un proceso de larga duración, una obra de educación de aquellos que se beneficiarán de una ciudadanía europea comunitaria junto a su primera ciudadanía nacional. La conciencia de esta nueva ciudadanía seguirá tanto la orientación de los espíritus como la aparición de las nuevas instituciones unificadas.

La Europa comunitaria así definida, ¿tendrá posibilidades de éxito en un mundo en el que el repliegue de los pueblos sobre sus intereses nacionales, en sus egoísmos miopes, es un fenómeno constante porque responde a instancias, a sentimientos, profundamente anclados en la naturaleza humana?

Como toda nueva empresa política, esto será, en definitiva, un asunto de voluntad y de clarividencia. Pero en este caso, la voluntad humana se verá admirablemente apoyada en raíces clavadas todas en una misma y única civilización que dio nacimiento a una magnífica floración de culturas nacionales y regionales. El sustrato europeo es particularmente favorable a la emergencia de un conjunto comunitario de un tipo nuevo”.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

Hacer Europa


“El futuro de Europa nos pide en adelante coordinar, orientar, reagrupar. Coordinar determinadas actividades de los países europeos para aumentar su eficacia; orientar esas actividades hacia un bien común supranacional; reagrupar esos países con vistas a una acción común y concertada. Eso es ¡hacer Europa! No se trata, pues, de crear una cosa inexistente, sino de reunir y ajustar elementos ya dados; es unir lo que está dividido y separado. Sin embargo, no es necesario fusionar lo que es y debe seguir siendo distinto”.

Iniciamos nuestro repaso del pensamiento de Robert Schuman con una breve cita. No obstante, lo conciso de la misma no ha de llevarnos a despreciarla. En ella encontramos ideas de gran profundidad y calado: es de alguna manera el resumen de lo que su autor entiende por unión de los europeos

En el comienzo de la cita se expone la necesidad de coordinar las actividades entre los miembros de las recién creadas Comunidades Europeas. El autor fundamenta esa colaboración en la eficacia, pero también en la necesidad de paz entre europeos. En la década de los cincuenta el Viejo Mundo se encontraba desgarrado tras dos grandes guerras; y sus principales protagonistas continentales -Francia y Alemania- seguían divididos, alimentando su mutuo y secular odio. Eran numerosas las voces que en Europa clamaban por la reconciliación, pero solo el esfuerzo de Robert Schuman logró coordinarlas en pro de ese fin.

En segundo término se nos habla de establecer autoridades supranacionales, cuyo objetivo sería coordinar y ejecutar esa acción común entre naciones. La supranacionalidad, ese fantasma tan temido en un primer momento por las corrientes más nacionalistas -especialmente en Francia-, acabará convirtiéndose en la gran conquista, no solo para los europeos, sino para los propios gobiernos nacionales que conforman la Unión.

En último lugar se aborda la cuestión de las particularidades nacionales y regionales. Schuman es partidario de reunir Europa, no de crearla. Esta convencido de que la Historia ha forjado numerosos lazos entre los europeos, y que estos justifican el proceso integrador. Por esa razón, defiende la diversidad cultural existente en el propio Continente: “no es necesario fusionar lo que es y debe seguir siendo distinto”. Quizás esta última afirmación explique cómo el Padre de Europa pudo defender al mismo tiempo la Unión y las peculiaridades de su amada Lorena frente a los ataques del centralismo nacionalista de París.

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

Claves de la nueva Europa


Volver sobre los planteamientos del fundador siempre resulta eficaz en los momentos de incertidumbre. Por esa razón, ahora que Europa se nos presenta como un gigante -27 países- con pies de barro, resulta útil recordar las ideas de Robert Schuman. ¿Qué ha de ser Europa? ¿Cuáles son los aspectos que debe reflejar el proyecto constitucional? ¿Qué ha de aportar esa nueva Unión a los ciudadanos y al mundo entero? Esas son algunas de las cuestiones sobre las que pretendo arrojar un poco de luz ¿El modo? dejar hablar a Schuman.

Creo en Europa, pero reconozco que existen muchas ideas de los que ha de ser la Unión, y no todas me agradan. Su “padre fundador” tenía una muy clara cuando el 9 de mayo de 1950 se lanzó a la aventura europea. Yo, por mi parte, la considero acertada: esa es la Europa que me gustaría tener. Por eso pretendo repasar, solo citando textualmente a Schuman, esos planteamientos.

En los próximos artículos, bajo el título de Robert Schuman: Discurso a los europeos, iré publicando fragmentos de discursos de este gran estadista. Mi fuente será su biografía, obra de René Lejeune, editada en 1980. De momento me conformo con enunciar diez proposiciones que están extraídas de su testamento:

1. Europa debe ser dueña de su destino.

2. Europa debe hacerse su alma propia.

3. La integración política debe ser el complemento necesario de la integración económica.

4. Los países políticamente integrados tomarán en común las decisiones de carácter internacional.

5. La unidad política no significa la absorción de la nación.

6. La integración política no significa la omisión de la soberanía nacional.

7. El vínculo europeo no llevará consigo la negación de la patria.

8. Europa es la cuna y la guardiana de la democracia.

9. Europa debe volver a ser una guía para la humanidad.

10. La Europa unida prefigurará la solidaridad universal del futuro

Bibliografía:

[1] La Unión Europea: guiones para su enseñanza; Antonio Calonge Velázquez (Coord.) – Comares – Granada – 2004.

[2] El proceso de integración comunitario en marcha: de la CECA a los Tratados de Roma; Guillermo A. Pérez Sánchez – Comares – Granada – 2007.

[3] Por Europa; Robert Schuman – Encuentro – Madrid – 2006.

[4] Robert Schuman, padre de Europa (1886-1963); René Lejeune – Palabra – Madrid – 2000.

Boceto de hoja de Christoph Probst


Tras la detención de los hermanos Scholl, la policía procedió a registrar su vivienda. Allí encontraron el último escrito de este grupo opositor redactado en territorio alemán –desde el exilio continuó, muy debilitada, esta actividad-; se trataba de un boceto firmado por Christoph Probst. Esto sirvió como prueba para el encarcelamiento y la ejecución de este miembro de la Rosa Blanca, pero también como muestra póstuma de la valentía de estos jóvenes. En el siguiente escrito vuelve a surgir la cuestión de Stalingrado, pero con un matiz nuevo. Probst da a elegir a los lectores: levantarse contra los nazis forjando así un futuro esperanzador, o vincularse definitivamente a la locura de Hitler que, de seguro, los ha de llevar a un hundimiento similar al del frente oriental.

¡Stalingrado!

200.000 hermanos alemanes han sido sacrificados en aras del prestigio de un impostor militar. Las condiciones humanas de la capitulación que han impuesto los rusos se han ocultado a los soldados sacrificados. El general Paulus ha recibido, por ese asesinato en masa, el distintivo de mariscal. Altos mandos se han salvado de la batalla de Stalingrado saliendo en avión.

Hitler prohibió a los cercados que se retiraran hacia las tropas de la retaguardia. Ahora, la sangre de los 200.000 soldados sacrificados clama acusando al asesino Hitler.

¡Trípoli! Se entregó sin condiciones al VIII ejército británico ¿Qué hicieron los ingleses? Permitieron que la vida de los ciudadanos continuara su ritmo. Incluso dejaron a la Policía y a los funcionarios en sus cargos. Sólo una cosa la hicieron a fondo: limpiaron la mayor ciudad colonial italiana de todos los falsos cabecillas e infrahombres. Con toda seguridad se abalanzan las fuerzas, muy superiores, de todos los lados. Mucho menos que Paulus capitulará Hitler ¡Ojalá ya no haya escapatoria para él! ¿Queréis ser engañados como los 200.000 hombres que defendieron Stalingrado en puestos perdidos? ¿Ser masacrados, esterilizados o que os quiten a vuestros hijos? Roosevelt, el hombre más poderoso del mundo, dijo el 26 de enero en Casablanca: “nuestra lucha de aniquilamiento no se dirige contra los pueblos, sino contra los sistemas políticos. Sólo luchamos hasta la capitulación sin condiciones” ¿Se precisa reflexionar para tomar una decisión?

Se trata de millones de vidas humanas ¿Ha de sufrir Alemania el mismo destino que Trípoli?

Hoy, toda Alemania esta cercada como lo estuvo Stalingrado. Todos los alemanes serán sacrificados al mensajero del odio y de la voluntad de destrucción. A él, que ha torturado a los judíos hasta la muerte, que ha aniquilado media Polonia, que quiso destruir Rusia, a quien os robó la libertad, la paz, la felicidad de las familias y la alegría y os dio en contra la inflación ¡No puede ser! Hitler y su régimen deben caer para que Alemania siga viviendo. Decidíos: Stalingrado y el hundimiento o Trípoli y un futuro esperanzador. Y cuando os hayáis decidido, actuad.

Bibliografía:

[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.

Sexta hoja de la Rosa Blanca II


Continuamos con el repaso de la sexta hoja de la Rosa Blanca, el último escrito que estos universitarios muniqueses lograron difundir entre los jóvenes alemanes. Este segundo fragmento mantiene las líneas esbozadas en el artículo anterior: rechazo de la formación educativa nacionalsocialista y de sus organizaciones juveniles que desde niños han sufrido, denuncia de los desastres acaecidos en el frente ruso, y exaltación de la individualidad de la persona atacada por la ideología nazi desde sus inicios.

Para nosotros sólo hay un lema: ¡la lucha contra el partido! ¡Fuera de las formaciones del partido, en las que se nos quiere hacer callar políticamente! ¡Fuera de las aulas de los jefecillos de la SS y de los aduladores del partido! ¡Lo que nos importa es la verdadera ciencia y la auténtica libertad de espíritu! Ninguna amenaza nos puede atemorizar, ni tampoco que nos cierren nuestras universidades. Se trata de la lucha de cada uno de nosotros por nuestro futuro, nuestra libertad y nuestro honor en un Estado consciente de su responsabilidad moral.

¡Libertad y honor! Durante diez largos años, Hitler y sus compadres han exprimido hasta el hastío estas dos magníficas palabras alemanas, las han manido y tergiversado como sólo lo pueden hacer diletantes que echan a los cerdos los mayores valores de una nación. Lo que para ellos significan la libertad y el honor lo han demostrado suficientemente en diez años de destrucción de toda libertad material y espiritual, de toda la sustancia moral del pueblo. Hasta al alemán más torpe le ha abierto lo ojos la horrible carnicería que han causado en toda Europa en nombre de la libertad y el honor, y que causan de nuevo cada día. El nombre alemán permanecerá para siempre mancillado si la juventud alemana no se alza para vengar y expiar, al mismo tiempo; para aniquilar a sus opresores y construir una nueva Europa espiritual.

Estudiantes: ¡nos mira el pueblo alemán! De nosotros espera, como en 1813, cuando arrojó de sí el terror napoleónico, que del mismo modo arrojemos el terror nacionalsocialista en 1943. Beresina y Stalingrado se alzan en llamas en el Este; ¡los muertos de Stalingrado nos conjuran!

“Levántate, pueblo mío, los signos de las llamas humean”.

Nuestro pueblo se alza contra la esclavitud de Europa por parte del nacionalsocialismo, en una nueva victoria creyente de la libertad y del honor.

Bibliografía:

[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.

Sexta hoja de la Rosa Blanca


La sexta hoja de la Rosa Blanca representó para este grupo opositor al nazismo el culmen y la caída al mismo tiempo. El desastre alemán en Stalingrado fue aprovechado por los jóvenes estudiantes de Munich para lanzar sus más duras críticas contra Hitler y su régimen. Estaban consiguiendo su objetivo último: incomodar a los nazis con su actividad opositora. Sin embargo, estos éxitos se vieron empañados por la detención de los hermanos Scholl mientras distribuían los escritos por la universidad de su ciudad. Este fue el comienzo de las persecuciones, detenciones y ejecuciones. Tras este hecho la Rosa Blanca desapareció, pero con el importante logro de haber despertado la conciencia de muchos contemporáneos alemanes y de tantos otros en la época de postguerra.

¡Compañeras! ¡compañeros!

Nuestro pueblo se encuentra conmocionado por el hundimiento de los hombres en Stalingrado. Trescientos treinta mil hombres alemanes han sido abocados a la muerte, sin sentido e irresponsable, por la genial estrategia del cabo de la Guerra Mundial. Führer, ¡muchas gracias!

El pueblo alemán está en efervescencia ¿Vamos a seguir confiando el destino de nuestros ejércitos a un aficionado? ¿Vamos a sacrificar al resto de nuestra juventud alemana a los más bajos instintos de poder de una camarilla de partido? ¡Nunca jamás! El día del ajuste de cuentas ha llegado, el ajuste de cuentas de la juventud alemana con la tiranía más execrable que haya soportado jamás nuestro pueblo. En nombre de todo el pueblo alemán exigimos del Estado de Adolf Hitler que nos devuelva la libertad personal, el bien más preciado de los alemanes, que nos ha quitado del modo más infame.

Hemos crecido en un Estado de despiadado sometimiento de la libre expresión. HJ (Juventudes Hitlerianas), SA y SS han intentado uniformarnos, revolucionarnos y narcotizarnos en los años más fértiles de nuestras vidas. “Formación ideológica” se llamaba el deplorable método para sofocar el pensamiento autónomo y los valores personales en la nebulosa de frases vacías. Una selección de caudillos tan demoníaca y torpe a la vez como es imposible de concebirse, intentaba formar a los futuros cabecillas del partido en castillos, para hacer de ellos explotadores sin Dios, sin vergüenza y sin conciencia, asesinos, secuaces estúpidos del Führer. Nosotros, “trabajadores del intelecto”, éramos para ellos meros instrumentos para esa nueva capa de dominadores. Soldados que han luchado en el frente son tratados como niños por los jefes de los grupos de aspirantes a gobernadores; los Gauleiter atacan con burlas lascivas el honor de los estudiantes. Los estudiantes de la Universidad de Múnich han dado a la profanación de su honra una respuesta digna; los estudiantes alemanes han defendido a sus compañeras y han sabido resistir… Este es el principio de nuestra libre determinación, sin la cual no se pueden crear valores espirituales ¡Nuestro agradecimiento es para las valientes compañeras, para los valientes compañeros que nos han precedido con su ejemplo!

Bibliografía:

[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.