“Y entonces, a partir de octubre, empezó a avecinarse la revolución. Ésta fue preparándose poco a poco, como la guerra, con palabras y conceptos nuevos que de repente zumbaban en el aire y, lo mismo que la guerra, al final la revolución llegó casi por sorpresa”.
Nos sumergimos en la Revolución Alemana de 1918, cuestión sobre la que reflexiona Haffner en otra de sus monografías. En lo referente a los hechos de noviembre y a los sucesos acaecidos con posterioridad, el autor pone énfasis en los siguientes aspectos:
– Defiende que el nuevo orden político alemán nació, por diversas razones, herido de muerte.
– Afirma que la mala organización, la desconfianza y el miedo de los revolucionarios truncaron el proceso arrancado el 9 de noviembre.
– Asegura que, dentro de algunos grupos contrarrevolucionarios, generalmente defensores del autoritarismo, estaba el germen del nacionalsocialismo.
– Hace especial hincapié en la paradoja de que justamente estos grupos antisistema defendieran la revolución del ataque de otros grupos contrarios a la misma.
– Finalmente, explica, de forma detallada, cómo se vivió en Berlín el final de la guerra.
Estas serán pues las cuestiones que aborden los tres próximos artículos de Historia de un alemán.
El “fracaso” revolucionario.
“El estallido bélico (…) estuvo asociado para la mayoría a unos días inolvidables de máxima exaltación (…) mientras que la Revolución de 1918 (…) en realidad dejó recuerdos sombríos a casi todos los alemanes. Este contraste tuvo un efecto funesto sobre toda la historia alemana que estaba aún por llegar. Tan sólo la circunstancia de que la guerra hubiese estallado cuando hacía un tiempo de verano magnífico y la revolución surgiera bajo la niebla húmeda y fría de noviembre fue un duro hándicap para esta última”.
La conclusión a la que se llega tras leer los capítulos de Historia de un alemán referentes a la revolución de 1918 es que esta fracasó. Por diversas razones la República alemana nació herida de muerte, se convirtió en un cadáver. Con altibajos, fue a la deriva a lo largo de quince años, tras los que el nacionalsocialismo se encargó de decir “basta”.
La revolución que engendró la República estuvo marcada por dos aspectos de mal recuerdo para la población alemana: la derrota en la Gran Guerra y el gris noviembre de 1918. Estos factores y la falta de un amplio consenso que avalase la construcción del edificio republicano, pesaron sin duda durante todo el periodo del parlamentarismo alemán.
El caos y la contrarrevolución.
“Aquel domingo fue también la primera vez que oí un tiroteo (…) Estábamos en uno de los cuartos interiores, abrimos las ventanas y escuchamos lejana pero claramente el fuego entrecortado de unas ametralladoras (…) A partir de entonces comenzó un espectáculo en que los auténticos revolucionarios dieron unos cuantos golpes chapuceros y mal organizados, y los saboteadores decidieron poner la contrarrevolución encima de la mesa en forma de los llamados Freicorps”.
Otro aspecto a destacar acerca de la experiencia revolucionaria alemana de 1918 es que esta no alcanzó su plenitud. El caos de las primeras semanas y la ineficacia de los propios revolucionarios para defender y desarrollar su proyecto, favoreció el surgimiento de un movimiento contrarrevolucionario. Pero curiosamente fueron las fuerzas de la reacción las que permitieron la supervivencia de la revolución, eso sí, con un disfraz más moderado.
En ésta tarea de defensa de la revolución jugaron un papel fundamental las Freicorps. Sebastian Haffner no duda en definirlas como el antecedente de las brigadas de asalto nacionalsocialistas. Además, plantea una pregunta acerca de este grupo: ¿por qué no tomaron el poder en ese momento? No nos da respuesta, aunque tal vez cabe plantearse que no tenían en aquellos momentos un proyecto alternativo a la República. Esta se veía como un sistema pasajero –un mal menor- mientras se buscaba una solución mejor a la cuestión alemana.
El final del gran juego de la guerra.
“Entretanto estaba pendiente el final de la guerra. Tanto yo como cualquiera teníamos claro que la revolución equivalía al término de la guerra, y era evidente que se trataba de un desenlace sin victoria final (…) cuando me presenté en la comisaría de mi distrito a la hora habitual ya no había ningún parte de guerra (…) Pude ver lo que todos leían malhumorados y silenciosos. Lo que estaba expuesto era un periódico de edición temprana con el siguiente titular: “Firmado el alto al fuego”. Debajo figuraban las condiciones, una larga lista”.
La derrota de los Imperios Centrales en la Gran Guerra puso fin a la diversión de una generación de niños alemanes: “el juego de la guerra”. En apenas unos días estos jóvenes, y con ellos toda la sociedad germana, volvieron de lleno a la realidad cotidiana. Sin embargo, ésta no era la misma que habían vivido antes de 1914: el conflicto había cambiado el mundo, sus estructuras y la mentalidad de sus gentes. Y esto, en el caso de los vencidos, era aún más evidente. Al peso moral de la derrota se unían las duras condiciones de Versalles.
Bibliografía:
[1] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2005.
[2] El pacto con el diablo; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2007.
[3] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.
[4] Anotaciones sobre Hitler; Sebastian Haffner – Galaxia Gutenberg – Barcelona – 2002.
[5] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.
[6] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.
[7] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.
[8] El periodo de entreguerras en Europa; Martin Kitchen – Madrid – Alianza Editorial – 1992.
[9] Sociedad y cultura en la República de Weimar: el fracaso de una ilusión; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 1996.
[10] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.