Esta entrada forma parte de un conjunto de artículos sobre las villas vascas en la Edad Media. Para leer los restantes textos dedicados a esta cuestión, haz clic aquí.
A lo largo de este epígrafe trataremos algunos de los fenómenos que facilitaron el desarrollo urbano de Europa durante la Edad Media. No obstante, sin perder de vista que nos encontramos ante aspectos que afectaron a buena parte del territorio europeo –no sólo a las villas vascas-, intentaremos explicar como influyeron en el caso concreto de Vizcaya y Guipúzcoa. Esto se basa en el convencimiento de que, a pesar de ser objeto del mismo fenómeno, este se manifiestó y tuvo consecuencias diferentes en cada lugar donde se dio. Es, en definitiva, un guiño a las circunstancias y peculiariedades de los distintos territorios; en este caso al vasco.
El primero de los factores al que nos referiremos tiene que ver con la oposición rústica al proceso de fundación de villas.
A la hora de estudiar la sociedad vasca anterior al siglo XI se aprecia su eminente carácter rural. También resulta fácil concluir que nos encontramos ante grupos humanos claramente estratificados –existía una clara diferenciación entre pobladores dominantes y dominados- y agrupados en linajes formados por familias extensas. Esa estructura se vio amenazada por el fenómeno urbanizador. Y este, como es lógico, se ganó la animadversión de esa tradición rústica.
En los casos de Vizcaya y Guipuzcoa se aprecia claramente esa oposición ante el establecimiento de redes de villas, pero no fue esta una reacción exclusiva de los vascos. Toda Europa, con mayor o menos virulencia –el caso que nos ocupa ha de situarse entre los de mayor hostilidad-, experimentó ese rechazo hacia la fundación de núcleos urbanos.
El segundo de los aspectos que nos ocupa es el que tiene que ver con el Camino de Santiago.
A día de hoy es incuestionable la importancia que tuvieron para Europa, y más en concreto para los reinos hispánicos del norte, las peregrinaciones a Compostela. Estas vinieron acompañadas de una renovación de la vida cultural, artística, económica y -lo más interesante para nuestro estudio- urbana.
La ruta jacobea favoreció el desarrollo de los numerosos núcleos de población situados en torno a la misma. Estos se convirtieron en lugares de paso muy transitados –ciudades puente- y con amplias posibilidades de desarrollo económico, fundamental para atraer pobladores. Es más, en la mayoría de los casos nos encontramos con villas planificadas -tanto desde el punto de vista legal como material- por los poderes públicos interesados en el florecimiento del camino de los peregrinos.
En lo que atañe al territorio vasco el Camino de Santiago tuvo importantes repercusiones. El fenómeno jacobeo influyó en el desarrollo urbano de Vizcaya y Guipúzcoa de manera similar a como lo hizo en otros lugares de la Península Ibérica. Ahí también existieron ejemplos de villas fundadas a lo largo de la ruta, a la cual debieron su primer florecimiento.
El impulso económico que supuso el camino de los peregrinos fue fundamental para el crecimiento de muchas de las villas vascas; quedando, por contra, al margen del desarrollo urbano y mercantil aquellos núcleos alejados de la ruta jacobea.
Es necesario señalar dos aspectos más de la influencia del Camino de Santiago en las tierras vascas. En primer lugar hay que destacar el carácter lineal, jalonado por hospitales y santuarios, de la urbanización originada por la ruta jacobea. Estas villas se desarrollaron en un primer momento siguiendo el camino de los peregrinos; es decir, una calle principal, secundada por construcciones a ambos lados, que a su vez formaba parte de la ruta compostelana. Además, no resulta raro comprobar que el origen de ese emplazamiento estuvo marcado por la existencia de algún edificio de tipo religioso o asistencial en torno al cual se estructuraba la villa.
En segundo término haremos mención, de manera breve, al sentimiento de rechazo étnico que provocaba la presencia de algunos peregrinos y emigrantes extranjeros. Parece que, gracias a la apertura que supuso el Camino de Santiago, se fortaleció la conciencia de pertenencia a un determinado grupo. No obstante, resultaba raro encontrar en el territorio vasco poblaciones de francos, tan comunes en zonas circundantes como Navarra y La Rioja. Fueron casos excepcionales que generaron tensiones entre los distintos grupos, pero también desarrollo económico.
El tercer elemento a comentar es el que atañe a la propia situación geopolítica de ambas provincias vascas, y tiene como protagonista a la monarquía.
Vizcaya y Guipúzcoa constituyeron a lo largo de la Baja Edad Media la frontera entre Castilla y Navarra. Fueron por tanto territorios de disputa entre ambos reinos, que trataron de asegurar su control mediante el establecimiento de villas fortificadas. Esto explica que se fomentase la agrupación de la población en ciudades y se evitase, a su vez, la dispersión en el poblamiento.
Estamos, pues, ante fundaciones con un fin defensivo, pero también comercial, ya que desde ellas resultaba sencillo controlar los cominos de esas comarcas. De esta manera, a las villas se les concedía el control sobre una zona, incluyendo las rutas mercantiles existentes en ella.
A la propia disputa entre navarros y castellanos por el control del territorio vasco, hay que añadir la lucha que cada monarca mantenía con los diversos poderes autónomos existentes dentro de sus reinos. Los reyes no sólo impulsaron el desarrollo urbano para afianzar sus fronteras, también pretendían con esto arrebatar algo de poder a la nobleza. De esta forma, el hecho de otorgar fuero a una determinada villa tenía en los territorios vascos varios significados: asegurar la frontera, favorecer el desarrollo burgués, debilitar a los nobles, desarraigar ciertas formas de vida rústica…
Por último, en este repaso de los principales factores en el surgimiento y desarrollo de las villas vascas, habría que tratar la cuestión del estrato urbano procedente de época romana.
A pesar de ser abundantes los restos de ciudades romanas en territorios circundantes como Navarra, Álava o La Rioja, en los casos de Vizcaya y Guipúzcoa existe una notable carencia de estas manifestaciones arquitectónicas. En los territorios donde existieron y se conservaron asentamientos romanos fue común su repoblación –se despoblaron fruto de la inseguridad producida por la invasiones germánicas y por las posteriores aceifas musulmanas-; es decir, las nuevas villas medievales se edificaron sobre los núcleos de la Antigüedad.
De esta manera, las redes urbanas de buena parte de Europa fueron herencia directa de las romanas. No sucedió así en el caso que nos ocupa. Nos encontramos ante poblaciones fundadas sin la presencia de un precedente; siendo, por tanto, novedosas también las redes de villas establecidas. Ante la ausencia de ciudades grandes y antecedentes de época romana, las villas fundadas en los siglos XII y XIII constituyeron el estrato fundamental en la conformación económica y física del mundo vasco.
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