Unidad 5. El Imperialismo


DEFINICIONES UTILIZADAS EN EL QUINTO TEMA DE 4º DE ESO. EN UNIDAD DIDÁCTICA SE ABORDA EL FENÓMENO IMPERIALISTA Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL XIX. AUNQUE LOS CONTENIDOS SE CENTRAN EN EUROPA Y SUS COLONIAS, TAMBIÉN SE HACEN REFERENCIA A LOS CAMBIOS EXPERIMENTADOS POR LOS ESTADOS UNIDOS Y JAPÓN.

Bóers: nombre dado a los colonos holandeses que se habían establecido en el sur del continente africano, más en concreto en la colonia de El Cabo, en la segunda mitad del XVII. Entre 1899 y 1902, los bóers de los territorios de Transvaal y de Orange mantuvieron un conflicto bélico contra las tropas británicas, pues no aceptaban el dominio del Reino Unido sobre sus territorios.

Bóxer: nombre que recibían los miembros de la sociedad nacionalista “Puños Armoniosos” quienes, con el apoyo secreto del gobierno, se dedicada al hostigamiento de los residentes europeos en China. En el año 1900, tras la muerte del embajador alemán en Pekín, protagonizaron los ataques las embajadas occidentales en esa ciudad.

Colonias: territorios que dependían política, administrativa y económicamente de una metrópoli.

Concesión: asentamiento de población extranjera para la realización de negocios. Este fenómeno se dio en el contexto del imperialismo y tuvo como característica principal la desigualdad entre las partes contratantes del acuerdo.

Conferencia de Berlín: reunión de las principales potencias imperialistas organizada por el canciller alemán Otto van Bismarck entre 1884 y 1885. Tenía como objetivo evitar tensiones en el reparto de África.

Democracia: régimen político en el que todos los ciudadanos pueden desempeñar cargos públicos, así como participar en la elección de quienes los ostentan. La lucha por la democracia, entendida como la dimensión política y social de la igualdad de derechos, consiguió lentos y sustanciales avances desde finales del XIX en algunos países europeos y en los Estados Unidos.

Doctrina Monroe: conjunto de ideas del presidente norteamericano James Monroe sobre política exterior. En ella se proclamaba, en detrimento de las potencias europeas, que América del Sur y el Caribe eran área de influencia de los Estados Unidos.

Entente Cordiale: término francés que significa “acuerdo amistoso” y que sirve para designar la política de colaboración entre Francia y el Reino Unido desde 1904. A partir de 1907, con la inclusión de Rusia, pasó a denominarse Triple Entente.

Era victoriana: etapa de la historia británica que coincide, en gran medida, con el largo reinado de Victoria I (1837-1901), reina de Gran Bretaña e Irlanda, así como emperatriz de India. En esa época el Reino Unido ejerció una hegemonía industrial y comercial indiscutible en el mundo, además de contar con el imperio colonial más extenso.

Guerra de los Bóers: conflicto bélico colonial que, entre 1899 y 1902, enfrentó a los británicos con los colonos de origen holandés de los territorios de Transvaal y del Estado Libre de Orange. Terminó con la firma del tratado de Vereeniging, por el cual los bóers renunciaban a su independencia a cambio de un gobierno autónomo y fondos económicos para reconstruir el país.

Guerra del Opio: conflictos bélicos que, a mediados del siglo XIX, enfrentaron a China con algunas potencias europeas, especialmente Gran Bretaña. La derrota de China obligó al Imperio Quing a firmar los llamados Tratados Desiguales.

Mandato: cesión temporal de un territorio a un metrópoli que contaba con el respaldo de la Sociedad de Naciones. Se dio fundamentalmente tras la I Guerra Mundial y afectó a las colonias de las potencias derrotadas.

Metrópoli: país que administra territorios situados fuera de sus fronteras.

Imperialismo: proceso histórico basado en el dominio de un estado sobre otro u otros mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política. Se desarrolló, fundamentalmente, a finales del siglo XIX y tuvo como protagonistas a las principales potencias europeas, así como otras extra-europeas como los EE.UU. y Japón.

Protectorado: tipo de administración colonial que, durante la etapa del imperialismo, permitía a la metrópoli controlar la economía y la política exterior de un territorio al tiempo que respetaba su gobierno y asuntos internos.

Revolución Meiji: cambio político y económico que provocó la caída del régimen feudal japonés a partir del año 1868. Esto permitió implantar en el país un régimen político similar al europeo, así como iniciar un proceso de industrialización.

PARA LA CORRECCIÓN DE ESTAS DEFINICIONES SUELO UTILIZAR UN GUIÓN DONDE SE VALORA, SOBRE SIETE, LA PRESENCIA DE UNA SERIE DE CONTENIDOS. LOS TRES PUNTOS RESTANTES SALEN DE UNA LECTURA DELA DEFINICIÓN EN CONJUNTO, DONDE SE HACE HINCAPIÉ TANTO EN LA EXPRESIÓN ESCRITA COMO EN LA COMPRENSIÓN DEL TÉRMINO QUE DEMUESTRA EL ALUMNADO. PUEDE CONSULTARSE ESE GUIÓN EN EL SIGUIENTE ENLACE: GUIÓN DE CONCEPTOS DE LA UNIDAD 5.

Unidad 4. El Imperialismo y la política internacional del finales del siglo XIX


DEFINICIONES UTILIZADAS EN EL CUARTO TEMA DE 1º DE BACHILLERATO. EN UNIDAD DIDÁCTICA SE ABORDA EL FENÓMENO IMPERIALISTA Y LAS RELACIONES INTERNACIONALES DE LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL XIX. AUNQUE LOS CONTENIDOS SE CENTRAN EN EUROPA Y SUS COLONIAS, TAMBIÉN SE HACEN REFERENCIA A LOS CAMBIOS EXPERIMENTADOS POR LOS ESTADOS UNIDOS Y JAPÓN.

Bóers: nombre dado a los colonos holandeses que se habían establecido en el sur del continente africano, más en concreto en la colonia de El Cabo, en la segunda mitad del XVII. Entre 1899 y 1902, los bóers de los territorios de Transvaal y de Orange mantuvieron un conflicto bélico contra las tropas británicas, pues no aceptaban el dominio del Reino Unido sobre sus territorios.

Bóxer: nombre que recibían los miembros de la sociedad nacionalista “Puños Armoniosos” quienes, con el apoyo secreto del gobierno, se dedicada al hostigamiento de los residentes europeos en China. En el año 1900, tras la muerte del embajador alemán en Pekín, protagonizaron los ataques las embajadas occidentales en esa ciudad.

Colonias: territorios que dependían política, administrativa y económicamente de una metrópoli.

Concesión: asentamiento de población extranjera para la realización de negocios. Este fenómeno se dio en el contexto del imperialismo y tuvo como característica principal la desigualdad entre las partes contratantes del acuerdo.

Conferencia de Berlín: reunión de las principales potencias imperialistas organizada por el canciller alemán Otto van Bismarck entre 1884 y 1885. Tenía como objetivo evitar tensiones en el reparto de África.

Democracia: régimen político en el que todos los ciudadanos pueden desempeñar cargos públicos, así como participar en la elección de quienes los ostentan. La lucha por la democracia, entendida como la dimensión política y social de la igualdad de derechos, consiguió lentos y sustanciales avances desde finales del XIX en algunos países europeos y en los Estados Unidos.

Doctrina Monroe: conjunto de ideas del presidente norteamericano James Monroe sobre política exterior. En ella se proclamaba, en detrimento de las potencias europeas, que América del Sur y el Caribe eran área de influencia de los Estados Unidos.

Entente Cordiale: término francés que significa “acuerdo amistoso” y que sirve para designar la política de colaboración entre Francia y el Reino Unido desde 1904. A partir de 1907, con la inclusión de Rusia, pasó a denominarse Triple Entente.

Era victoriana: etapa de la historia británica que coincide, en gran medida, con el largo reinado de Victoria I (1837-1901), reina de Gran Bretaña e Irlanda, así como emperatriz de India. En esa época el Reino Unido ejerció una hegemonía industrial y comercial indiscutible en el mundo, además de contar con el imperio colonial más extenso.

Guerra de los Bóers: conflicto bélico colonial que, entre 1899 y 1902, enfrentó a los británicos con los colonos de origen holandés de los territorios de Transvaal y del Estado Libre de Orange. Terminó con la firma del tratado de Vereeniging, por el cual los bóers renunciaban a su independencia a cambio de un gobierno autónomo y fondos económicos para reconstruir el país.

Guerra del Opio: conflictos bélicos que, a mediados del siglo XIX, enfrentaron a China con algunas potencias europeas, especialmente Gran Bretaña. La derrota de China obligó al Imperio Quing a firmar los llamados Tratados Desiguales.

Mandato: cesión temporal de un territorio a un metrópoli que contaba con el respaldo de la Sociedad de Naciones. Se dio fundamentalmente tras la I Guerra Mundial y afectó a las colonias de las potencias derrotadas.

Metrópoli: país que administra territorios situados fuera de sus fronteras.

Imperialismo: proceso histórico basado en el dominio de un estado sobre otro u otros mediante el empleo de la fuerza militar, económica o política. Se desarrolló, fundamentalmente, a finales del siglo XIX y tuvo como protagonistas a las principales potencias europeas, así como otras extra-europeas como los EE.UU. y Japón.

Protectorado: tipo de administración colonial que, durante la etapa del imperialismo, permitía a la metrópoli controlar la economía y la política exterior de un territorio al tiempo que respetaba su gobierno y asuntos internos.

Revolución Meiji: cambio político y económico que provocó la caída del régimen feudal japonés a partir del año 1868. Esto permitió implantar en el país un régimen político similar al europeo, así como iniciar un proceso de industrialización.

PARA LA CORRECCIÓN DE ESTAS DEFINICIONES SUELO UTILIZAR UN GUIÓN DONDE SE VALORA, SOBRE SIETE, LA PRESENCIA DE UNA SERIE DE CONTENIDOS. LOS TRES PUNTOS RESTANTES SALEN DE UNA LECTURA DELA DEFINICIÓN EN CONJUNTO, DONDE SE HACE HINCAPIÉ TANTO EN LA EXPRESIÓN ESCRITA COMO EN LA COMPRENSIÓN DEL TÉRMINO QUE DEMUESTRA EL ALUMNADO. PUEDE CONSULTARSE ESE GUIÓN EN EL SIGUIENTE ENLACE: GUIÓN DE CONCEPTOS DE LA UNIDAD 4.

Las potencias extra-europeas: los EE.UU. y Japón


[IMPERIALISMO] NORTEAMERICANO Y JAPONÉS

El siglo XIX vio crecer el poder de dos Estados extraeuropeas destinados a convertirse en dos grandes potencias a lo largo del siglo XX: los Estados Unidos y Japón.

Estos dos países reclamaron su papel en la conquista colonial, y lo hicieron sobre todo en el área que creían que le correspondía con más derechos que a los europeos. Los japoneses veían en el Pacífico y en la parte oriental del continente asiático su área natural de expansión. Los EE.UU. tenían como principal objetivo el dominio económico del continente americano, según las bases de la Doctrina Monroe.

Fue en estas dos zonas donde intentaron ocupar el lugar de las potencias europeas.

Gracias a su potencial económico -en 1913 poseía el 36% de la producción industrial del mundo-, Estados Unidos se consideró preparado para iniciar su expansión territorial. De esta manera, en el último tercio del siglo XIX, marcó las líneas maestras de su política colonial.

En primer lugar, se trató de un imperialismo de proximidad: América Central, América del Sur y el Caribe fueron las regiones que recibieron más directamente su influencia. Además, presentó una segunda originalidad que lo diferenciaba del imperialismo europeo y que anunciaba el tipo de dominio colonial del siglo XX: el neocolonialismo. Este se caracterizaba, no tanto por la conquista territorial y el control político directo, sino por la influencia y la sumisión económica.

Los norteamericanos estuvieron interesados en dominar determinados países y en someterlos a sus intereses económicos. Para ello utilizaron los gobiernos débiles y corruptos de las oligarquías locales y, en ocasiones, la intervención militar. Así, hacia 1870 comenzó la expansión de sus intereses financieros en la zona del Caribe, creando lo que se llamó el “área dólar”.

En 1898, con la excusa de la voladura del acorazado “Maine”, declararon la guerra a España y destruyeron su armada en Cuba y Filipinas. España se vio obligada a reconocer la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico y Filipinas a EE.UU. También en 1898 los norteamericanos ocuparon las islas Hawai, en el Pacífico.

Japón inició su industrialización a partir de la revolución Meiji (1867-1912) y, en paralelo a su crecimiento económico, comenzó su expansión territorial.

La necesidad de proveerse de materias primas, vitales para un país falto de recursos naturales, y la búsqueda de mercados para sus productos, condujeron a Japón por la senda del colonialismo. Así, la intervención japonesa en Corea provocó la guerra con China (1894-1895), que fue derrotada y tuvo que ceder a los japoneses Formosa y Port Arthur. A su vez, China tuvo que renunciar a la soberanía sobre Corea, que se convirtió en zona de influencia nipona.

El expansionismo japonés chocó también con los intereses rusos en la zona, lo que provocó un enfrentamiento entre ambos en 1904 y 1905, con una sorprendente victoria de Japón. Esta victoria, además de otorgarle el control incuestionable sobre Corea y Manchuria, supuso la entrada de Japón en el club de las potencias imperialistas, en pie de igualdad con las europeas.

[VÍDEO] SOBRE LA TEMÁTICA

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Los estados independientes iberoamericanos


La independencia de las colonias americanas supuso también el fin del sueño unificador de bolivariano. Pronto los antiguos virreinatos se convirtieron en naciones independientes herederas de las fronteras administrativas del Imperio español.

De esta manera, se fueron construyendo, en territorios poco homogéneos y con población de lo más diversa, países uniformes y cohesionados; labor para la que no se reparó en ningún momento en los derechos de los indígenas.

A su vez, ante la indefinición de las fronteras, fueron surgiendo progresivamente numerosas pugnas entre los nuevos países, con el consecuente debilitamiento de los mismos. Esto, sin duda, favoreció a las potencias extranjeras, que no dudaron en aprovecharse de la situación para intervenir en estos territorios y en su economía.

La intervención europea y norteamericana en Iberoamérica

Como ya hemos indicado anteriormente, la debilidad de las nuevas naciones americanas, y la apertura de sus mercados al exterior, propiciaron que las potencias extranjeras influyeran notablemente en el desarrollo histórico americano.

Francia y España trataron de sacar beneficios comerciales y prestigio nacional desarrollando una intensa actividad diplomática e, incluso, militar. Esta alcanzó su culmen durante la Guerra de Secesión norteamericana; es decir, aprovechando la debilidad coyuntural del gigante del norte.

Los Estados Unidos, basando sus acciones en la doctrina Monroe –América para los americanos-, buscó desde comienzos del siglo XIX hacer valer su hegemonía en el continente. Sin embargo, hasta la década de 1870 no quedó asentada esa preponderancia.

Por último, hemos de hablar de Gran Bretaña que trató de hacerse con pequeñas bases portuarias que facilitaran su labor comercial. De estre ellas podemos destacar Belice y las islas Malvinas.

Inestabilidad política en la tierra de los caudillos

Las carencias de proyectos políticos de la época de la independencia sumieron a los territorios iberoamericanos en una honda crisis. El consenso entre los distintos grupos de poder coloniales sólo se mantuvo mientras duró el enfrentamiento con España.

Además, hay que destacar que esta inestabilidad institucional acentuó los problemas sociales y económicos de las nuevas naciones americanas. Las consecuencias políticas de estas carencias de proyectos se pueden resumir en dos: las ya citadas guerras fronterizas, y la inestabilidad interior, manifestada principalmente en las revueltas y en los constantes cambios políticos.

Todo esto propició el surgimiento de los caudillajes militares a lo largo de casi todos los países de Iberoamérica: el Santa Anna en México, Páez en Venezuela, Juan José Flores en Ecuador, Melgarejo en Bolivia, José Gaspar de Francia en Paraguay, José Manuel de Rosas en Argentina, Bernardo O´Higgins en Chile…

A su vez la burguesía criolla, que ya había gozado de un alto protagonismo durante la época colonial y a lo largo de los conflictos independentistas, mantuvo, con la configuración de las nuevas naciones, su papel de clase social predominante.

La sociedad de estas nuevas naciones, sin duda con un marcado carácter dicotómico, se caracterizó por su profunda desigualdad en función de la riqueza y la etnia. Si bien es verdad que a mediados de siglo esta situación se fue suavizando, produciéndose una cierta apertura a los mestizos.

El lento avance del liberalismo

Durante la segunda mitad del siglo XIX, a causa del fortalecimiento de la burguesía urbana, Iberoamérica fue experimentando un lento avance hacia el liberalismo. Se trató de un fenómeno complejo que conjugaba el caudillaje militar con un leve reformismo progresista.

No obstante, en este desarrollo no dejaron de existir dificultades, entre las que destacan la continua la inestabilidad, y golpes de Estado de la reacción. De esta manera, en muchos de estos países, fueron apareciendo nuevos formas de caudillaje, tanto liberales como antiliberales: Benito Juárez en México, Tomás Cipriano Mosquera en Colombia, Avelino Cáceres en Perú…

Evolución de una economía dependiente

La economía de Iberoamérica hasta mediados del siglo XIX se caracterizó, a pesar de la independencia política, por la dependencia económica con respecto al exterior. Las naciones americanas fueron integradas en el mecanismo de economía mundial; es decir, pasaron a exportar de recursos e importar manufacturas.

Esto, como es lógico, provocó el hundimiento de la industria manufacturera autóctona. De esta manera, la configuración de la economía iberoamericana se configuró durante buena parte del siglo XIX en base a los siguientes rasgos:

  • Especialización en la exportación de un número limitado de productos.
  • Hipertrofia del sector terciario unida a un importante desempleo en los otros sectores.
  • Escaso nivel tecnológico.
  • Desarticulación y desestructuración económica en el interior de los países.
  • Elevado volumen de importación.
  • Absoluta dependencia económica del exterior.

A lo largo de la segunda mitad de siglo se fueron produciendo notables cambios que matizaron el panorama expuesto anteriormente. Estos se resumen en dos hechos: mayor desarrollo de la propia economía, especialmente la industrial, y menor dependencia del exterior.

El Japón contemporáneo hasta 1945

Artículo publicado por Historia en Presente el 10 de julio de 2008.


La semana pasada publicaba un artículo sobre la Historia de China entre 1800 y 1949. En esta ocasión, teniendo en cuenta la intensa relación entre el gigante asiático y sus vecinos nipones, me he decidido a escribir algo acerca de Japón en esas mismas fechas. Como se comprueba a lo largo de las siguientes líneas, las referencias a China son constantes.

Japón a comienzos del siglo XIX

Japón era a principios del periodo contemporáneo un país agrícola. Sin embargo, aunque era heredero cultural de China, no estaba tan lastrado por la tradición como esta. La estructura japonesa, que presentaba rasgos propios de la jerarquización feudal, estaba abierta a un rápido desarrollo; tan sólo era necesario ponerlo en marcha. Hemos dicho que Japón debía buena parte de su identidad a la aportación del gigante continental.

No obstante, a diferencia de los chinos, los japoneses no despreciaban las virtudes militares, sino todo lo contrario. Además, aunque existía un rechazo al extranjero, veían con buenos ojos la práctica del comercio, que era controlado por el grupo de los daimíos.

La evolución japonesa es análoga a la de China. A lo largo de este periodo Japón hace concesiones a los países industrializados: cede una base a los holandeses en Nagasaki, permite la entrada de los norteamericanos en 1853, y otorga privilegios a Rusia tras ser derrotada militarmente. No obstante, en lugar de cerrarse más sobre sí mismo, tal como tendió a hacer el gobierno chino, Japón se sume en una profunda crisis. El final de esta marcó el comienzo del desarrollo de los nipones hasta llegar a convertirse en una gran potencia industrial, diplomática y militar.

La formación del imperio japonés: ruptura del aislacionismo

Tras la crisis originada por las derrotas y concesiones comerciales de la década de 1850, Japón emprendió el camino del desarrollo; un avance que le iba a equiparar en pocas décadas a las potencias occidentales. De esta forma, en la guerra que le enfrentó a China por el control de Corea y Manchuria (1894-1895), los japoneses obtuvieron un rápida y sorprendente victoria.

El éxito militar se repitió en el conflicto de 1904-1905 con Rusia por idénticos territorios. Cinco años más tarde, en 1910, Japón se anexionó Corea, y en 1914, aprovechando la Gran Guerra, las posesiones alemanas en el Océano Pacífico. Finalmente, los japoneses presentaron a China en 1915 una lista de veintiún peticiones. La aceptación de la misma suponía de hecho el control de la nación nipona sobre el gigante continental.

Las causas del imperialismo japonés que acabamos de describir hemos de buscarlas en la Revolución Meiji, que afectó a casi todos los campos de la vida política, económica, social y cultural de Japón.

A este hecho hemos de añadir la explosión demográfica experimentada por el país, el aumento de la producción de arroz y las consiguientes ganancias vía exportación, el rápido desarrollo industrial de esos años, las indemnizaciones de guerra aportadas por las naciones derrotadas… Además, los japoneses tomaron conciencia de que la escasez de materias primas en su propio territorio les obligaba a importarlas y, por tanto, para equilibrar la balanza de pagos debían exportar productos manufacturados. En definitiva, este desarrollo le permitió a Japón llevar una política de rechazo a la presencia occidental en extremo oriente algo similar a la Doctrina Monroe norteamericana.

El expansionismo japonés

Tras la Gran Guerra (1914-1918), Japón se integró en las corrientes políticas de Occidente. Fue uno de los protagonistas de los tratados de paz, en los que, como potencia victoriosa, sacó compensaciones; eso sí, no tantas como las que esperaba, lo que le llevó a formar bloque con la irredenta Italia. Los japoneses se vieron arrastrados también por la oleada democrática-liberal que sacudió el globo tras el conflicto. Esto obligó al gobierno imperial a introducir ligeros cambios en su propio sistema político. No obstante, esos ideales democráticos fueron barridos por la crisis de los años treinta.

En esos años, el poder militar, que nunca había llegado a someterse a las autoridades civiles, tomó el poder tras un breve periodo de rumores y “ruido de sables”.

Con un gobierno semifascista en el poder, los japoneses invadieron Manchuria en el año 1931, estableciendo en este territorio un estado satélite. Posteriormente, envalentonados con el progresivo repliegue británico en el Pacífico, presentaron nuevas exigencias a la China de Chiang Kai-shek, a la que finalmente declararon la guerra en 1937. Este conflicto se solapó con la II Guerra Mundial, en la que Japón se integró en virtud del pacto Antikomintern firmado con la Alemania nacionalsocialista y la Italia fascista.

El declive de la potencia japonesa en la guerra se inició con el mayor de sus éxitos: el bombardeo de Pearl Harbour.

El enfrentamiento con los EE.UU., caracterizado por numerosos enfrentamientos en las numerosas islas del Pacífico, terminó en derrota tras la batalla de Midway y los ataques atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki en verano de 1945. En los acuerdos de Potsdam y Yalta se sancionaba la pérdida, por parte de Japón, de los territorios ocupados en China, Formosa y Corea. Además, los norteamericanos ocuparon varias islas en el Pacífico a costa del poder japonés, que era obligado a desmilitarizarse y a establecer un régimen democrático de estilo anglosajón.

Bibliografía

[1] Historia Universal Contemporánea I y II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[3] La creación de Japón 1853-1964; Ian Buruma – Barcelona – Mondadori– 2003.

[4] Historia del Japón I. El fin del shogunato y el Japón Meiji, 1853-1912; J. Mutel – Barcelona – Vicens Vives– 1972.

[5] Japón en el siglo XX: de imperio militar a potencia económica; Luis Eugenio Togores Sánchez – Madrid – Arco-Libros– 2000.

[6] Historia del nacionalismo; Hans Kohn – México – Fondo de Cultura Económica – 1984.