Estos primeros partidos antisemitas, aun siendo pequeños, se distinguieron inmediatamente de los demás partidos. Formularon la reivindicación original de que no era un partido entre los demás partidos, sino un partido “por encima de todos los partidos”. En el estado-nación de clases y partidos, sólo el estado y el gobierno habían afirmado hallarse por encima de todos los partidos y clases y representar a la nación en su totalidad. Los partidos eran reconocidos como grupos cuyos diputados representaban los intereses de quienes les habían votado. Aunque luchaban por el poder, se entendía implícitamente que correspondía al gobierno establecer un equilibrio entre los intereses en conflicto y sus representantes. La reivindicación de los partidos antisemitas de hallarse “por encima de todos los partidos” anunciaba claramente su aspiración a convertirse en representantes de toda la nación, a conseguir el poder exclusivo, a tomar posesión de la maquinaria del estado, a remplazar al estado. Como, por otra parte, continuaban estando organizados como partidos, resultaba también claro que deseaban el poder del estado como un partido para que sus electores llegaran a dominar la nación.
El cuerpo político del estado-nación vino a existir cuando ya no había un grupo en posición de ejercer un poder político exclusivo, de forma tal que el gobierno asumió un dominio político que ya no dependía de factores sociales o económicos. Los movimientos revolucionarios de izquierda, que habían luchado por lograr un cambio radical de las condiciones sociales, jamás había tocado directamente esta suprema autoridad política. Habían desafiado sólo el poder de la burguesía y su influencia sobre el estado, y estaban por eso siempre dispuestos a someterse a la dirección del gobierno en los asuntos exteriores, en los que se hallaban en juego los intereses de una nación supuestamente unificada. Los numerosos programas de los grupos antisemitas, por otra parte, estaban, desde un principio, principalmente relacionados con los asuntos exteriores; su impulso revolucionario se hallaba dirigido contra el gobierno más que contra una clase social y estaban encaminados a destruir la estructura política del estado-nación mediante una organización partidista.
Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, p. 107-108.
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...