La completa falta de lealtad hacia su propio país y su gobierno, que los pangermanistas remplazaron por franca lealtad al Reich de Bismarck y el resultante concepto de la nacionalidad como algo independiente del estado y del territorio, condujo al grupo de Schoenerer a una verdadera ideología imperialista, en la que se halla la clave de su debilidad temporal y de su fuerza final. A ello se debe también el hecho de que el partido pangermanista en Alemania (los Alldeutschen), que nunca supero los límites de un chauvinismo corriente, permaneciera tan extremadamente suspicaz y poco inclinado a estrechar la mano que le tendían sus hermanos germanistas de Austria. Este movimiento austríaco apuntaba a algo más que a su elevación al poder como partido, a algo más que a la posesión de la maquinaria del estado. Quería una reorganización revolucionaria de Europa central en la que los alemanes de Austria, unidos y reforzados por los alemanes de Alemania, constituirían el pueblo dominante y en la que todos los demás pueblos de la zona serían mantenidos en el mismo tipo de servidumbre de las nacionalidades eslavas en Austria. Debido a esta estrecha afinidad con el imperialismo y al cambio fundamental que determinó en el concepto de la nacionalidad debemos aplazar el análisis del movimiento pangermanista austríaco. Éste ya no es, al menos en sus consecuencias, un simple movimiento preparatorio decimonónico; pertenece más que cualquier otro tipo de antisemitismo al curso de los acontecimientos del siglo XX.
Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, p. 115-116.