Explica la política española respecto al problema de Cuba


QUINCUAGÉSIMO TERCER ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.

Una correcta compresión de la política española en Cuba ha tener en cuenta el contexto internacional de finales del XIX, caracterizado por el auge del imperialismo y el creciente expansionismo de los Estados Unidos. De hecho, la nación americana, que había iniciado su proceso de conversión en una gran potencia industrial y militar tras la Guerra de Secesión (1861-1865), desempeñó un papel fundamental en el desarrollo y desenlace del conflicto cubano.

A esto hemos de añadir la política inmovilista de los gobiernos españoles con respecto a la isla y las demandas de sus pobladores. Un importante sector de la clase dirigente peninsular era partidaria de no ceder a ninguna presión reformadora planteada por los cubanos, que cada vez exigían un mayor grado de autonomía. De hecho, aunque la esclavitud en Cuba quedó abolida en 1886, las Cortes rechazaron la propuesta de descentralización presentada en 1893.

De esta manera, los intereses norteamericanos en la isla, unidos a la errática política española, llevó a que en 1895 se produjera una nueva insurrección de corte independentista. Se inició así una nueva guerra en Cuba, que enfrentó, en primer término, al ejército español con los nacionalistas cubanos, y más tarde a España con los Estados Unidos. La derrota de 1898 significó la pérdida definitiva, no solo de la isla caribeña, sino también de Puerto Rico y Filipinas.

BIBLIOGRAFÍA:

  1. Historia de España 2 – Editorial Anaya.
  2. Historia de España – Editorial Vicens Vives.
  3. Historia de España en el siglo XIX; José Luis Comellas – Rialp.

¿Cómo era el imperio francés?


[EXPANSIÓN] COLONIAL FRANCESA

Si hay un país que encarnaba el ambiente nacionalista e imperialista de la época, ese es Francia.

Al iniciarse la III República (1871), la presencia colonial de Francia se limitaba a enclaves pequeños y, sobre todo, dispersos. Algunas islas antillanas, parte de Guayana, Argelia, establecimientos en Senegal e Indochina, Camboya y Nueva Caledonia.

Tomando estos como punto de partida, llegaría a formar un imperio de primerísimo importancia en el contexto internacional. Para ello se conjugó la actividad de grupos colonizadores con el decidido apoyo de ciertos políticos, entre los que destaca la figura de Jules Ferry.

A partir de 1880 se puso en marcha el proyecto expansionista francés. El primer paso fue la expedición a Túnez, que acabó con la formación de un protectorado. A continuación, Ferry se propuso completar el dominio sobre Indochina, iniciado en la época de Napoleón III.
Se conquistaba Hanoi y se constituía un protectorado sobre Annam y Tonkin.

En 1888 se constituyó la Unión General Indochina, a la que en 1896 se incorporó el territorio del Alto Laos.

Es entonces, como consecuencia del avance francés, cuando Gran Bretaña se anexiona Birmania; especie de estado-tapón para defensa de sus posesiones.

También fue Jules Ferry el que dio orden de actuar sobre Madagascar, obligando a su soberano, mediante la fuerza, a aceptar el protectorado de Francia. La revuelta de 1896, de carácter nacionalista, fue la excusa aprovechada para convertir dicho protectorado en colonia. Utilizando un sistema parecido, se consiguió también la base estratégica de Djibuti, en Somalia.

Dado que el continente africano era el gran foco de interés de esos momentos, sobre él se proyectó también la ambición francesa, dando lugar a tensiones y conflictos con Gran Bretaña. A la presencia en Argelia y Túnez, se unió de manera paulatina la penetración francesa en los oasis saharianos. Mientras, por el río Senegal, se adentraban hacia el Sudán Occidental, conquistando la ciudad de Tombuctú en 1894. Dos años antes habían conquistado el reino de Dahomey, en la zona del Golfo de Guinea.

Por tanto, estaba claro que el centro del Imperio francés se estructuraba en el noroeste de África.

Para completar su dominio tan solo faltaba Marruecos, país que se mantenía independiente, aunque muy influido económicamente por Francia. Desde 1902, se inició una penetración pacífica, cuya consecuencia sería el establecimiento diez años más tarde de un protectorado compartido con España.

Trazada ya la política colonial en ese espacio africano, quedaba por unir estos territorios con los que Francia poseía en la costa del Índico. En este caso, el eje continuo de ocupación se trazaba de este a oeste del continente. En dos ocasiones a lo largo de este proceso, la rivalidad con Inglaterra por sus respectivas áreas de influencia había quedado patente.

Esa tensión saltó definitivamente en 1898.

El eje El Cairo-El Cabo de Inglaterra y el eje Este-Oeste de Francia por fuerza tenían que entrar en colisión en algún momento. En 1895, una expedición oficial dirigida por Marchand había partido del Congo, tomando posesión tres años más tarde de Fashoda, en el curso superior del Nilo.

Esta fue la primera ocasión en que Inglaterra vio seriamente amenazado su sueño imperial. El ejército colonial británico, comandado por Kitcherner, exigió a Marchand la evacuación de Fashoda. Tras un momento en que la política internacional se vio abocada a una crítica situación, Inglaterra impuso su criterio.

Al comenzar el siglo XX Francia se había convertido en una de las primeras potencias coloniales, dominando unos territorios catorce veces más extenso que la metrópoli.

Este imperio francés mantuvo unas características propias que lo personalizaban fuertemente. Francia era, dentro del continente europeo, el país donde menos se había dejado sentir la presión demográfica, debido a la temprana implantación de las normas de control. Esta situación le impedía crear colonias de poblamiento al modo británico.

Incluso los contingentes de población que se enviaron a lugares clave, como Túnez o Argelia eran relativamente pequeños. En contrapartida, la política de afrancesamiento de aquellos territorios fue importante y activa.

A través de escuelas y misiones, difundieron su lengua, cultura, religión y forma de vida, constituyendo el legado más importante del colonialismo francés. Contrariamente a lo que ocurrió en el caso de Inglaterra, para Francia su Imperio no resultó rentable, pero constituyó su mayor orgullo.

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Los cambios económicos de finales del XIX


A mediados del siglo XVIII se inició en Gran Bretaña un intenso proceso de industrialización que llevó a la transformación radical de la forma de producir, distribuir y comercializar bienes y servicios. Posteriormente, esos cambios se extendieron al continente europeo, así como a otros territorios fuera del Viejo Mundo, como los EE.UU. o Japón. En este vídeo se abordan los principales cambios que experimentó la economía después de la crisis de 1870, tanto desde el punto de vista tecnológico como de la organización empresarial. Los otros vídeos abordan el concepto y consecuencias de la industrializaciónlos inicios de ese proceso en Gran Bretañalas principales característicaslos cambios demográficosla expansión de la revolución industrial al Continentela evolución del comercio hasta 1870la Larga Depresión y las claves del pensamiento económico liberal.

Los ciclos del capitalismo y la crisis de 1870


A mediados del siglo XVIII se inició en Gran Bretaña un intenso proceso de industrialización que llevó a la transformación radical de la forma de producir, distribuir y comercializar bienes y servicios. Posteriormente, esos cambios se extendieron al continente europeo, así como a otros territorios fuera del Viejo Mundo, como los EE.UU. o Japón. En esta clase se abordan las causas y consecuencias de la crisis económica que se inició en la década de 1870. Los otros vídeos abordan el concepto y consecuencias de la industrializaciónlos inicios de ese proceso en Gran Bretañalas principales característicaslos cambios demográficosla expansión de la revolución industrial al Continente, la evolución del comercio hasta 1870, los planteamientos del liberalismo económico y los cambios económicos de finales del XIX.

Breve resumen de la II revolución industrial


Antes de abordar la complicada cuestión de la segunda revolución industrial, es necesario concretar ciertos aspectos terminológicos.

En primer lugar hemos de resolver si se trata de una revolución –ruptura brusca- o de una evolución –consecuencia del desarrollo paulatino-. Quizás habría que hablar más bien de una convivencia entre ambas en lugar de una contraposición, ya que, aunque su irrupción fue de tipo revolucionario, sus variables se desarrollaron lentamente.

En segundo término abordaremos el problema de la periodización. Generalmente se suele situar la segunda revolución industrial entre 1870 y 1914, correspondiendo la primera fecha a la completa finalización de la etapa industrializadora anterior, y la segunda al comienzo de la Gran Guerra.

Es esta una etapa que presenta las siguientes diferencias con respecto al primer periodo:

  • Se dieron transformaciones en las fuentes de energía, los transportes, el tipo de industrias, y el modelo financiero.
  • Gran Bretaña perdió su supremacía en favor de los EE.UU. y Alemania. Además, el crecimiento económico francés hizo que esta nación se acercase notablemente también al nivel de los británicos.
  • En relación con la característica hay que situar la complejidad y diversidad de las fuentes de innovación y progreso. No fue, como en la primera mitad del XIX, Inglaterra el foco de las nuevas técnicas, sino que todas las grandes potencias económicas tendieron a innovar.

En lo que se refiere a los límites espaciales de la segunda revolución industrial, es necesario, en primer lugar, distinguir tres estratos: regional, nacional e internacional.

De esta manera, dentro de cada uno de ellos podemos encontrar grandes disparidades: notables diferencias en el grado de industrialización. Aunque si atendemos exclusivamente al nivel internacional, entonces hemos de hablar de un proceso que se centró en Europa, EE.UU. y Japón.

La aparición del gran capitalismo

Durante el periodo que engloba la segunda revolución industrial, se asistió a un proceso de integración de la economía mundial. Este estuvo, en cierta medida, marcado por la asimetría en las relaciones económicas entre los distintos países: unos exportaban materias primas, y otros productos manufacturados.

Entre las causas de este proceso de integración económica destacaron la liberalización de los intercambios y de los movimientos de capitales, el desarrollo del patrón oro internacional, y el crecimiento en el volumen de los intercambios.

A su vez, a modo de consecuencia, cabe destacar la modificación de las corriente de intercambio, que perjudicaron a los británicos en favor de norteamericanos, alemanes y japoneses. También aparecieron nuevos productos y las estructuras empresariales fueron modificadas tanto en su estructura –aparición de las primeras multinacionales- como en su modo de producción.

Los cambios en la organización empresarial y en la producción

Además de a un proceso integrador, se asistió a una reestructuración empresarial, a una mecanización de los procesos productivos –aparición de nueva maquinaria industrial-, y a la estandarización de los productos.

En lo relativo al primer aspecto, hay que destacar la búsqueda por parte de los empresarios de una mayor dimensión empresarial y capacidad productiva.

Así, para la consecución de este fin, se tomaron las siguientes medidas: aumento de los capitales invertidos, organización más rigurosa del trabajo, y concentraciones y fusiones empresariales.

En lo que respecta a la estandarización de la producción es interesante señalar cuatro aspectos del proceso:

  • Permitió la reducción de los costes de fabricación.
  • Favoreció el crecimiento de la demanda, ya que la reducción de los precios permitió el acceso de más población a esos mercados.
  • Se especializó la producción.
  • Hizo posible la producción en serie y el desarrollo del modelo de partes intercambiables.

Las consecuencias del cambio

Hasta el año 1896 la economía fue afectada por la segunda revolución industrial de la siguiente forma:

  • Se produjo una crisis de superproducción en las ramas fundamentales de la economía: metalurgia y ferrocarril.
  • Existencia de una enorme competencia entre el hierro y el acero; marcada por la doble utilización de estos materiales, no superada hasta que se impuso el segundo.
  • En lo que se refiere a la agricultura, destacó la explotación acelerada de inmensas zonas vírgenes en América. Esto, unido al desarrollo de los transportes, situó a los productos agrícolas americanos a un precio muy bajo. Las consecuencias de estos hechos en Europa no se hicieron esperar: las naciones que no aplicaron políticas proteccionistas vieron como su agricultura se arruinaba.
El periodo justo anterior a la Gran Guerra se caracterizó por el receso de esa crisis. Es decir, se vivió un periodo de crecimiento económico sostenido y de fomento del comercio.

Además, en esos años aparecieron nuevas formas empresariales –concentraciones industriales: trust y cárteles- y financieras. También se generalizó el crédito, que adoptó nuevas formas. Así, los bancos se vincularon a las grandes empresas, a las que financiaban, y en cuyo gobierno participaban.

Imre Nagy

Este texto forma parte de un conjunto de breves biografías que he elaborado sobre la Revolución Húngara de 1956. Para ver la lista completa, pincha aquí.


Imre_Nagy(1896-1958) A la hora de elaborar la reseña bibliográfia de Imre Nagy me ha parecido conveniente recurrir a un artículo de The New York Times. Su título es «Retrato de Imre Nagy» y fue publicado en octubre de 1956. Por tanto, teniendo en cuenta que la muerte del estadista húngaro acaeció poco tiempo después, nos encontramos ante una biografía inconclusa. No obstante, puede completarse con nuestra obra de referencia: La Batalla de Budapest. Historia de la insurrección húngara de 1956.

“Incluso durante los últimos años que pasó en Moscú como refugiado comunista, el nuevo Primer Ministro de Hungría, Imre Nagy, era considerado por sus camaradas un comunista extraño. Expresaban la perplejidad que les producía mediante el apodo que le daban, kulak, que es la palabra rusa que designa al campesino rico de la clase de los que exterminó Stalin al comienzo de la década de 1930.

Los compañeros comunistas del señor Nagy le llamaban kulak porque sus antecedentes, su aspecto y sus gustos les recordaban a los campesinos ricos y sólidamente burgueses que había conocido en Hungría. Hombre corpulento (…) no hacía un secreto de su afición a la buena comida, la buena bebida y la buena ropa.Cuando caminaba por las calles de Moscú parecía un campesino húngaro próspero ataviado con su mejor traje dominical y que se dirigía a la iglesia antes des que lo que era realmente: el técnico agrícola del Partido Comunista húngaro que se dirigía a su puesto de especialista del Instituto Agrario soviético. Cuando en 1944 volvió a Budapest con el Ejército Rojo y se convirtió en uno de los principales gobernantes húngaros, mantuvo sus costumbres extrañas. Dejó que su hija se casara con un ministro protestante en ejercicio. Le gustaba sentarse en los cafés de Budapest y discutir sobre política o los méritos de los distintos equipos de fútbol húngaros.Su esposa, con la que se había casado hacía más de 35 años, era hija de un empleado de pueblo.

Ya en 1945 los amigos del señor Nagy se dieron cuenta de que era políticamente “peculiar” y quizás hasta peligroso. Aunque había pasado más de una cuarta parte de su vida en la Unión Soviética y se había hecho ciudadano soviético en torno a 1930, les decía a sus amigos de Budapest que no era necesario que Hungría siguiera a la Unión Soviética en todo.Esto constituía una herejía notoria, pero al comienzo del período de la posguerra los comunistas húngaros preparados eran demasiado pocos y estaban demasiado diseminados como para que nadie pudiera permitirse el lujo de depurarlos. Imre Nagy nació en 1896 en una familia campesina con firme fe calvinista. De joven aspiraba a llegar a ser cerrajero y fue aprendiz de cerrajero hasta la Primera Guerra Mundial, cuando ingresó en el ejército austro-húngaro. Lo capturaron los rusos, que lo llevaron a su patria. Allí luchó con los bolcheviques en la guerra civil y luego volvió a su país para tratar de establecer en él el “gobierno de los obreros y los campesinos”.Siguió un cuarto de siglo en el que su vida fue semejante a la de otros revolucionarios profesionales de la Europa Oriental. Desempeñó un papel de poca importancia en el breve gobierno comunista húngaro de Béla Kun y luego actuó clandestinamente como agitador comunista hasta que tuvo que huir a la Unión Soviética en 1929. En Moscú siguió estudiando la situación de Hungría y observó como Stalin transformaba la Unión Soviética mediante la fuerza y la violencia. De vuelta a Hungría después de la Segunda Guerra Mundial fue el autor de la primera reforma agraria de la posguerra, dividiendo las grandes propiedades y concediendo pequeñas parcelas a los campesinos y peones de granja. Como buen comunista, se hizo cargo de la policía política durante un tiempo y actuó contra los antianticomunistas. Pero siempre, en lo recóndito de su pensamientos, conservaba, al parecer, la esperanza de que se podría alcanzar un camino húngaro para llegar al socialismo”.