El origen de la prensa obrera


En la primera mitad del siglo XIX, además de la Carta del Pueblo, el movimiento obrero se sirvió de la palabra impresa como poderoso medio para difundir sus mensajes y extender la conciencia de clase.

A través de periódicos y folletos, los líderes del proletariado publicaron proclamas, documentos y ensayos con la intención de concienciar y movilizar a los trabajadores. Estas publicaciones se leían en público debido a que la mayoría de los obreros eran analfabetos.

Entre los periódicos obreros británicos destacó La Voz del Pueblo, un semanario de la Asociación Nacional para la Protección del Trabajo que llegó a difundir 30.000 ejemplares. Otras publicaciones importantes fueron Revista de Progreso y Ni Dios ni amo.

El trabajo femenino e infantil durante la industrialización


En el Antiguo Régimen la actividad de las mujeres se desarrollaba en el ámbito del hogar y la familia. La única dedicación laboral fuera de ese entorno era el servicio doméstico o, si vivían en el campo, la colaboración en las labores agrícolas.

Con el inicio de la revolución industrial, los empresarios empezaron a demandar mano de obra femenina, de tal modo que algunas mujeres también accedieron al trabajo remunerado en las fábricas. Sin embargo, las condiciones laborales y el salario eran peores que los de los varones. Estos, por su parte, consideraban que la mano de obra femenina les planteaba una competencia ilegítima debido a su precio más bajo.

En el contexto de la industrialización tuvo lugar un debate social y político acerca del trabajo femenino. En concreto, se discutieron aspectos como los siguientes:

  • Si las mujeres debían acceder al trabajo fuera del hogar.
  • Qué trabajos remunerados eran actos para ellas.
  • Qué consecuencias tendría la actividad laboral para las mujeres, sus familias y la sociedad en su conjunto.

Pensadores como Karl Marx se mostraron partidarios de excluir a las mujeres de las fábricas para evitar la degradación de la sociedad y de la familia.

Por su parte, los niños también padecieron la explotación laboral durante las primeras fases de la revolución industrial. Junto con las mujeres, trabajaban en las fábricas en jornadas de 14 y 15 horas diarias.

Además, en muchas ocasiones se les obligaba a realizar las tareas más duras y peligrosas, como introducirse dentro de las máquinas para limpiarlas o repararlas.

Las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera I


La Revolución Industrial y la introducción del maquinismo provocaron una profunda transformación de la estructura productiva y las condiciones de trabajo.

El obrero asalariado fue desplazando, poco a poco, a los artesanos y trabajadores a domicilio, mientras que el maquinismo hizo aumentar enormemente la división del trabajo. El obrero ya sólo participaba en una pequeña fase del proceso productivo y no necesitaba ni una fuerza física singular ni una gran especialización. Se convirtió en una fuerza de trabajo necesaria para mover máquinas o manipular productos y se compraba en el mercado a bajo precio.

Así, durante casi todo el siglo XIX, el aumento del coste de la vida fue superior al aumento de los salarios, hecho que condujo al empobrecimiento de la clase obrera. La necesidad de conseguir una gran acumulación de capital por parte de los empresario tuvo como consecuencia el mantenimiento de unos salarios muy bajos y de unas pésimas condiciones de trabajo. Las jornadas laborales eran largas y agotadoras y, en muchos casos, superaban las quince horas diarias.

Además, el trabajo se realizaba en lugares insalubres, ya que muchas fábricas eran oscuras y malsanas y, en el caso de la industria textil, muy húmedas.

Los salarios eran tan bajos que sólo permitían estrictamente la subsistencia. Así, era un hecho corriente que niños y mujeres trabajasen, tanto en las fábricas como en las minas. Sus sueldos eran necesarios para completar la economía familiar, pero eran inferiores a los de los hombres. En Inglaterra el sueldo de los niños equivalía a un 10% del masculino, y el de las mujeres entre un 30% y un 40%.

La disciplina laboral era muy rígida, de tal modo que los obreros podían ser despedidos en el momento en que el empresario quisiera. Los castigos y las penalizaciones eran también frecuentes. No existía ningún tipo de legislación laboral que regulara el trabajo o garantizase alguna protección en caso de enfermedad o accidente.

Las primeras leyes reguladoras del trabajo se hicieron en Gran Bretaña en 1833, año en que se promulgó la Factory Act. Por su parte, Prusia estableció las primeras leyes laborales en 1839, Francia en 1841 y los EE.UU. en 1848.

El socialismo utópico


El espectáculo de la miseria obrera llevó a estos primeros pensadores socialistas, que Engels calificó de utópicos, a pronunciarse contra los valores del capitalismo triunfante.

Este era para ellos un sistema condenable, porque daba lugar a la explotación de los trabajadores y porque estaba sometido a crisis frecuentes que generaban paro.

Pero fueron sobre todo las desigualdades provocadas por la concentración de la propiedad privada en manos de una minoría lo que criticaban con más fuerza, ya que las consideraban origen de los males. Así, desde su crítica a la sociedad desigual, los socialistas utópicos se preocuparon por buscar un sistema social que garantizara el interés general.

Aunque hubo una gran diversidad de escuelas y de movimientos, casi todos estaban de acuerdo en unas cuantas proposiciones fundamentales:

  • La sustitución de la propiedad privada de los medios de producción por formas de propiedad cooperativa.
  • La defensa de la libertad, la democracia y la soberanía popular. En definitiva, la lucha contra la tiranía.
  • La necesidad de reformas para mejorar la situación de las clases populares. En esta línea, propugnaban la intervención estatal, la protección de los niños y de las mujeres, la asistencia sanitaria…
  • La existencia de la lucha social como un hecho inevitable; definieron los conceptos de burguesía, proletariado y clase social, al tiempo que comenzaron a perfilar la teoría de la lucha de clases. Ahora bien, diferían en las fórmulas revolucionarias para la transformación de la sociedad.
Entre los utópicos más significativos habría que citar a:
  • Robert Owen, que promovió la creación de un modelo fabril (New Lanark) que mejorara las condiciones de trabajo.
  • Saint Simon, que entrevió el concepto de la lucha de clases.
  • Fourier, que propuso el modelo de sociedad sin clases en Organización de los Falansterios.
  • Por su parte, Proudhon ha sido considerado el precedente del anarquismo por crítica radical a la propiedad privada, la democracia burguesa, el Estado y las organizaciones políticas.

Origen y características del movimiento obrero


Como consecuencia de la revolución industrial y de los cambios políticos acaecidos en los inicios de la sociedad contemporánea, se inició un proceso de transformación que puso fin a los estamentos. Aparecieron en su lugar las clases, grupos sociales organizados en función de la riqueza y el mérito. De entre ellos cabe destacar la burguesía y la clase trabajadora o proletariado, que sería el protagonista del movimientos obrero. Dedicaremos los siguientes minutos a analizar el movimiento obrero en su conjunto. Esto nos servirá de punto de partida para, en posteriores clases, explicar de forma detallada sus distintas variedades a lo largo del XIX. En otros vídeos abordamos cuestiones como la sociedad de clases, la ciudad industrial, ludismo, el origen del sindicalismo, el cartismo, socialismo utópico, marxismo, anarquismo e internacionales obreras.

 

La ciudad industrial del siglo XIX


Como consecuencia de la revolución industrial y de los cambios políticos acaecidos en los inicios de la sociedad contemporánea, se inició un proceso de transformación que puso fin a los estamentos. Aparecieron en su lugar las clases, grupos sociales organizados en función de la riqueza y el mérito. De entre ellos cabe destacar la burguesía y la clase trabajadora o proletariado, que sería el protagonista del movimientos obrero. En los siguientes minutos explicaremos los cambios en la ciudad de la época, centrándonos especialmente en los barrios burgueses y los ensanches. En otros vídeos abordamos cuestiones como la sociedad de clases, las características del movimiento obrero, ludismo, el origen del sindicalismo, el cartismo, socialismo utópico, marxismo, anarquismo e internacionales obreras.

 

El nacimiento del movimiento obrero


Todo lo referente al factor trabajo en época tardofeudal –precios y salarios principalmente- estaba establecido. Por tanto, resultaba sumamente difícil llegar a controlarlo. Sin embargo, esa rigidez del sistema económico del Antiguo Régimen chocaba de frente con el liberalismo económico, según el cual todos los factores de producción –trabajo, propiedad y capital- debían estar liberalizados.

Desde finales del siglo XVIII, los liberales tendieron a transformar las relaciones laborales para adecuarlas a su ideología. Se procedió a reubicar al Estado en su nuevo papel: defensor de la libertad de mercado. Por otro lado, como el mercado se regía por criterios armónicos, todo lo que fijase era justo, porque también era libre.

Llevando esta última idea al campo de las relaciones laborales, no cabe duda de que resulta sumamente injusta. Así, con el objetivo de luchar contra estas injusticias, nacieron las asociaciones obreras.

Estas, aunque de hecho siguieron existiendo, fueron prohibidas en un primer momento. Los parlamentos liberales consideraban que las asociaciones obreras la libertad del empresario, y que, por tanto, atacaban directamente al mercado de igual modo que en su momento habían hecho los gremios.

Más adelante, a finales del siglo XIX, llegaron a ser legalizadas, y consiguieron que los Estados comenzasen a intervenir en contra esas injusticias.

La protesta obrera toma forma política: el Cartismo

Hasta 1830 la tendencia preponderante del obrerismo inglés reducía sus proyectos a mejoras exclusivamente laborales. Sin embargo, hacia esa fecha la miseria de las clases obreras inclinó a los líderes hacia posturas más precisas de reforma política.

En 1831, durante la campaña sobre la reforma electoral, Lovett reclamó el sufragio universal, argumentando que la clase obrera producía la mayoría de la riqueza del país y sólo gozaba de una ínfima parte.

En 1838 fue redactado un documento histórico, la “Carta”, en el que se pedía, entre otras cosas, el sufragio universal y la supresión del certificado de propiedad para ser miembro del parlamento. Dentro de este movimiento cartista podemos distinguir dos tendencias:

  • Los moderados (Lovett y Owen) ponían el acento en las cuestiones económicas, postulando la organización de cooperativas de producción y la supresión de los intermediarios.
  • Los violentos (O´Connor y O´Brien) eran la tendencia más popular, y se inclinaban por los mítines y huelgas de carácter violento.

Finalmente, el Congreso cartista celebrado en 1839 optó por la segunda postura. Esto trajo consigo el comienzo de las actuaciones represivas por parte del gobierno inglés. Esto fue seguido del enfrentamiento entre violentos y moderados, que acabó por desbaratar toda opción de triunfo.

La I Internacional

Dos procesos contribuyeron de manera decisiva a la aparición de una organización internacional del movimiento: la conciencia obrera de que, en todas las naciones, los problemas de la clase trabajadora eran similares; y la experiencia de que la acción esporádica de las masas debía ser sustituida por una actividad organizada.

Por fin, tras numerosos contactos entre británicos y franceses, se convocó la primera reunión en Londres (28 de septiembre de 1864), a la que asistieron representantes de las trade unions inglesas, franceses de diversas tendencias, y numerosos políticos y líderes obreros de otras nacionalidades.

El grupo era excesivamente heterogéneo, pero, a pesar de eso, se logró formar un comité que elaborara los estatutos. Sin duda, el papel de Marx en la redacción de este documento fue fundamental, pudiendo resumirse su aportación en tres puntos:

  • Defensa de que la Internacional no debía abolir las asociaciones nacionales, sino potenciar su actividad a escala mundial.
  • Creencia en que la emancipación de la clase obrera sería única y exclusivamente labor de los trabajadores.
  • Afirmación de que sin lucha por el poder político no habría emancipación.

El debilitamiento y disolución de la Primera Internacional se debió más a las disensiones internas que a la persecución externa. Los choques entre socialistas marxistas y anarquistas fueron creciendo en violencia, hasta que en el Congreso celebrado en La Haya (1872) estos últimos fueron expulsados de la A.I.T.

La II Internacional

En los últimos años del siglo XIX, ante el importante desarrollo del movimiento obrero, muchos sectores del mismo comenzaron a pensar en reinstaurar una organización supranacional que relacionase a los nacientes partidos obreros y sindicales de carácter nacional.

De esta manera, en el verano de 1889 los principales líderes y representantes del movimiento obrero reinstauraban, con una reunión en París, la Internacional. En estas reuniones se acordó la estructura de la nueva organización –de carácter flexible- y, con el fin de mantener la cohesión, la convocatoria de sucesivos congresos. Además, otras de las cuestiones que ocuparon estos congresos fueron:

  • El debate en torno a las versiones ortodoxas y revisionistas del pensamiento de Marx.
  • La toma de posición ante los problemas de la época: colonialismo y conflictos bélicos a escala mundial.
  • La posibilidad de participar en gobiernos de coalición con partidos de la izquierda burguesa.
La disolución de la Segunda Internacional vino marcada por dos hechos: la Gran Guerra y la Revolución Soviética. El primer suceso supuso la victoria del nacionalismo sobre la solidaridad obrera, mientras que del segundo surgió la Tercera Internacional o Internacional Comunista.