Durante el curso 2016-2017 elaboré este Prezi para explicar en 1º de Bachillerato el movimiento obrero. Posteriormente he realizado algunos ajustes que me han servido para ponerlo de fondo en algunos de los vídeos sobre esa materia. Para consultar la presentación haz click aquí.
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Los principales socialistas utópicos
Conde de Saint-Simon. Consideraba que la actividad industrial y la propiedad debían estar en manos de una élite productiva y emprendedora, y no en poder de haraganes y rentistas. Anticipó algunas ideas que después desarrollaría Marx, como la participación del Estado en la economía y la división social entre propietarios y trabajadores.
Robert Owen. Empresario británico que trató de implantar un sistema de producción más humano. En New Harmony (EE.UU.) desarrolló un nuevo sistema social y económico, el cooperativismo, en el que no existía propiedad privada, todos los trabajadores participaban de los beneficios y la jornada laboral era de diez horas.
Charles Fourier. Pensador francés contrario a la industrialización. Diseñó los falansterios, comunidades formadas por trabajadores libres e iguales (incluyendo a las mujeres) a los que reconocía el derecho a disfrutar de tiempo de ocio.
Louis Blanc. Político francés que proponía la creación de talleres estatales para garantizar a los obreros un sueldo digno, una jornada laboral inferior a las diez horas, un subsidio de desempleo y, en caso de enfermedad, asistencia médica y sustento para su familia. Formó parte del gobierno francés en 1848, poniendo en marcha los talleres nacionales.
Las claves del marxismo
El pensamiento de Marx y Engels comprende tres aspectos fundamentales que hay que poner en relación para evitar empobrecerlos notablemente:
El análisis del pasado: el materialismo histórico.
Para Marx, el motor que hace evolucionar la historia es la lucha de clases. Toda la historia ha sido una lucha permanente entre las clases opresoras y las oprimidas. De este modo, la historia de la Humanidad ha sido la sucesión de diferentes modos de producción, que se caracterizan por la naturaleza de las relaciones de producción existentes.
A lo largo de la historia se han sucedido tres grandes modos de producción: esclavismo, feudalismo y capitalismo.
El paso de un sistema a otro tiene lugar cuando las contradicciones y los antagonismos de clase en el seno de un modo de producción acaban destruyéndolo. Entonces se configura una nueva clase dominante que controla los medios de producción y el aparato del Estado.
El capitalismo no es para Marx el punto de llegada de la evolución humana, sino una fase más que es preciso superar para llegar a un nuevo modo de producción, el socialismo. En él no existirán desigualdades sociales ni económicas.
La crítica del presente: el análisis económico del capitalismo.
La necesidad de analizar el presente, es decir, el modo de producción capitalista, movió a Marx a realizar una crítica de la economía política. Esta labora la llevó a cabo fundamentalmente en su obra magna: El capital.
Según Marx, el elemento clave de la explotación capitalista es la plusvalía, que consiste en la apropiación por parte del capitalista de una parte de las ganancias que producen los obreros.
Así, durante la jornada laboral, el obrero trabaja primero para producir las mercancías que equivalen a su salario. Pero después continúa trabajando, y este trabajo no pagado, constituye la plusvalía, única fuente de beneficio de los capitalistas.
El proyecto de futuro: la sociedad comunista.
Para poner fin a la explotación del hombre por el hombre, Marx proclamó la necesidad de que el proletariado, mediante la revolución, conquistase el poder político y económico. Una vez tomado el poder, debía crearse un nuevo Estado obrero al servicio de los trabajadores. Esto, a su vez, daría lugar a un nuevo modo de producción, el socialismo, en el que no existiría propiedad privada.
La primera misión de la revolución sería la socialización de la propiedad privada, que pasaría al Estado.
Ahora bien, el socialismo era para Marx tan sólo una etapa intermedia, ya que la desaparición de las diferencias sociales supondría la disolución de las clases sociales. Por tanto, sin clases, el Estado, como expresión de la dominación de una clase sobre otra, sería innecesario. Poco a poco este se iría autodisolviendo para dar paso a la sociedad comunista, es decir, igualitaria, sin clases y sin Estado.
El socialismo utópico
El espectáculo de la miseria obrera llevó a estos primeros pensadores socialistas, que Engels calificó de utópicos, a pronunciarse contra los valores del capitalismo triunfante.
Este era para ellos un sistema condenable, porque daba lugar a la explotación de los trabajadores y porque estaba sometido a crisis frecuentes que generaban paro.
Pero fueron sobre todo las desigualdades provocadas por la concentración de la propiedad privada en manos de una minoría lo que criticaban con más fuerza, ya que las consideraban origen de los males. Así, desde su crítica a la sociedad desigual, los socialistas utópicos se preocuparon por buscar un sistema social que garantizara el interés general.
Aunque hubo una gran diversidad de escuelas y de movimientos, casi todos estaban de acuerdo en unas cuantas proposiciones fundamentales:
- La sustitución de la propiedad privada de los medios de producción por formas de propiedad cooperativa.
- La defensa de la libertad, la democracia y la soberanía popular. En definitiva, la lucha contra la tiranía.
- La necesidad de reformas para mejorar la situación de las clases populares. En esta línea, propugnaban la intervención estatal, la protección de los niños y de las mujeres, la asistencia sanitaria…
- La existencia de la lucha social como un hecho inevitable; definieron los conceptos de burguesía, proletariado y clase social, al tiempo que comenzaron a perfilar la teoría de la lucha de clases. Ahora bien, diferían en las fórmulas revolucionarias para la transformación de la sociedad.
Entre los utópicos más significativos habría que citar a:
- Robert Owen, que promovió la creación de un modelo fabril (New Lanark) que mejorara las condiciones de trabajo.
- Saint Simon, que entrevió el concepto de la lucha de clases.
- Fourier, que propuso el modelo de sociedad sin clases en Organización de los Falansterios.
- Por su parte, Proudhon ha sido considerado el precedente del anarquismo por crítica radical a la propiedad privada, la democracia burguesa, el Estado y las organizaciones políticas.
La ideología marxista
Como consecuencia de la revolución industrial y de los cambios políticos acaecidos en los inicios de la sociedad contemporánea, se inició un proceso de transformación que puso fin a los estamentos. Aparecieron en su lugar las clases, grupos sociales organizados en función de la riqueza y el mérito. De entre ellos cabe destacar la burguesía y la clase trabajadora o proletariado, que sería el protagonista del movimientos obrero. Dedicaremos los siguientes minutos a resumir los postulados ideológicos de Karl Marx, centrándonos especialmente en su visión de la historia y la sociedad. En otros vídeos abordamos cuestiones como la sociedad de clases, la ciudad industrial, el origen del movimiento obrero, el ludismo, el origen del sindicalismo, el cartismo, el socialismo utópico, anarquismo e internacionales obreras.
El nacimiento del movimiento obrero
Todo lo referente al factor trabajo en época tardofeudal –precios y salarios principalmente- estaba establecido. Por tanto, resultaba sumamente difícil llegar a controlarlo. Sin embargo, esa rigidez del sistema económico del Antiguo Régimen chocaba de frente con el liberalismo económico, según el cual todos los factores de producción –trabajo, propiedad y capital- debían estar liberalizados.
Desde finales del siglo XVIII, los liberales tendieron a transformar las relaciones laborales para adecuarlas a su ideología. Se procedió a reubicar al Estado en su nuevo papel: defensor de la libertad de mercado. Por otro lado, como el mercado se regía por criterios armónicos, todo lo que fijase era justo, porque también era libre.
Llevando esta última idea al campo de las relaciones laborales, no cabe duda de que resulta sumamente injusta. Así, con el objetivo de luchar contra estas injusticias, nacieron las asociaciones obreras.
Estas, aunque de hecho siguieron existiendo, fueron prohibidas en un primer momento. Los parlamentos liberales consideraban que las asociaciones obreras la libertad del empresario, y que, por tanto, atacaban directamente al mercado de igual modo que en su momento habían hecho los gremios.
Más adelante, a finales del siglo XIX, llegaron a ser legalizadas, y consiguieron que los Estados comenzasen a intervenir en contra esas injusticias.
La protesta obrera toma forma política: el Cartismo
Hasta 1830 la tendencia preponderante del obrerismo inglés reducía sus proyectos a mejoras exclusivamente laborales. Sin embargo, hacia esa fecha la miseria de las clases obreras inclinó a los líderes hacia posturas más precisas de reforma política.
En 1831, durante la campaña sobre la reforma electoral, Lovett reclamó el sufragio universal, argumentando que la clase obrera producía la mayoría de la riqueza del país y sólo gozaba de una ínfima parte.
En 1838 fue redactado un documento histórico, la “Carta”, en el que se pedía, entre otras cosas, el sufragio universal y la supresión del certificado de propiedad para ser miembro del parlamento. Dentro de este movimiento cartista podemos distinguir dos tendencias:
- Los moderados (Lovett y Owen) ponían el acento en las cuestiones económicas, postulando la organización de cooperativas de producción y la supresión de los intermediarios.
- Los violentos (O´Connor y O´Brien) eran la tendencia más popular, y se inclinaban por los mítines y huelgas de carácter violento.
Finalmente, el Congreso cartista celebrado en 1839 optó por la segunda postura. Esto trajo consigo el comienzo de las actuaciones represivas por parte del gobierno inglés. Esto fue seguido del enfrentamiento entre violentos y moderados, que acabó por desbaratar toda opción de triunfo.
La I Internacional
Dos procesos contribuyeron de manera decisiva a la aparición de una organización internacional del movimiento: la conciencia obrera de que, en todas las naciones, los problemas de la clase trabajadora eran similares; y la experiencia de que la acción esporádica de las masas debía ser sustituida por una actividad organizada.
Por fin, tras numerosos contactos entre británicos y franceses, se convocó la primera reunión en Londres (28 de septiembre de 1864), a la que asistieron representantes de las trade unions inglesas, franceses de diversas tendencias, y numerosos políticos y líderes obreros de otras nacionalidades.
El grupo era excesivamente heterogéneo, pero, a pesar de eso, se logró formar un comité que elaborara los estatutos. Sin duda, el papel de Marx en la redacción de este documento fue fundamental, pudiendo resumirse su aportación en tres puntos:
- Defensa de que la Internacional no debía abolir las asociaciones nacionales, sino potenciar su actividad a escala mundial.
- Creencia en que la emancipación de la clase obrera sería única y exclusivamente labor de los trabajadores.
- Afirmación de que sin lucha por el poder político no habría emancipación.
El debilitamiento y disolución de la Primera Internacional se debió más a las disensiones internas que a la persecución externa. Los choques entre socialistas marxistas y anarquistas fueron creciendo en violencia, hasta que en el Congreso celebrado en La Haya (1872) estos últimos fueron expulsados de la A.I.T.
La II Internacional
En los últimos años del siglo XIX, ante el importante desarrollo del movimiento obrero, muchos sectores del mismo comenzaron a pensar en reinstaurar una organización supranacional que relacionase a los nacientes partidos obreros y sindicales de carácter nacional.
De esta manera, en el verano de 1889 los principales líderes y representantes del movimiento obrero reinstauraban, con una reunión en París, la Internacional. En estas reuniones se acordó la estructura de la nueva organización –de carácter flexible- y, con el fin de mantener la cohesión, la convocatoria de sucesivos congresos. Además, otras de las cuestiones que ocuparon estos congresos fueron:
- El debate en torno a las versiones ortodoxas y revisionistas del pensamiento de Marx.
- La toma de posición ante los problemas de la época: colonialismo y conflictos bélicos a escala mundial.
- La posibilidad de participar en gobiernos de coalición con partidos de la izquierda burguesa.
La disolución de la Segunda Internacional vino marcada por dos hechos: la Gran Guerra y la Revolución Soviética. El primer suceso supuso la victoria del nacionalismo sobre la solidaridad obrera, mientras que del segundo surgió la Tercera Internacional o Internacional Comunista.
Friedrich Engels y el socialismo utópico
Hemos de buscar el origen de la expresión “socialismo utópico” en los escritos de Engels, quien utilizó esa denominación al referirse a una serie de propuestas socialistas surgidas en la primera mitad del siglo XIX. En Socialismo utópico y científico (1880) este autor afirma que proceden de la Ilustración.
Por tanto, recurriendo a la clasificación elaborada por Karl Mannheim, estaríamos ante utopías de tipo racionalista.
Al respecto, es interesante señalar que las utopías no siempre son reconocidas como tales por quienes las proponen, sino que suelen ser designadas así por sus adversarios. Llevando eso al campo de la lucha por el poder, los grupos que están en ascenso propugnarían utopías, mientras que los gobernantes defenderían postulados ideológicos.
En el caso concreto que nos ocupa, el fracaso de la Ilustración durante la Revolución Francesa condujo a la sustitución de la razón por la utopía. A su vez, en ese proceso de cambio, el genio individual terminó por sustituir a los grupos en ascenso. Es precisamente en ese punto donde se detiene, en primer lugar, la atención de Engels.
El segundo punto en su estudio de este tipo de socialismos es lo que denomina la “ilusión utópica”.
Es decir, la creencia de que la verdad deberá ser reconocida por el mero hecho de ser verdad, con independencia del poder y de las fuerzas históricas. De esta manera, para el defensor de la utopía cualquier momento es bueno para la revolución. No será necesario prepararla, ni siquiera estudiar las condiciones propicias para alcanzar el éxito. Bastará con esperar, pues la verdad terminará imponiéndose.
Para Engels la utopía en la teoría socialista es propia de un periodo de falta de madurez, cuya principal manifestación era la incapacidad de las clases para sustentar el programa revolucionario. De ahí el protagonismo del genio individual, así como de la confianza ciega en el triunfo de sus postulados. En definitiva, la utopía sería un fenómeno propio del estado de inmadurez.
En Socialismo utópico y científico, Engels da tres ejemplos: Saint-Simon, Fourier y Owen.
Señala que todos surgieron durante el periodo de la Restauración. Pretende confirmar así la relación que establecía al principio entre el fracaso de la Ilustración francesa y la utopía. Ahora bien, existen notables diferencias entre ellos; especialmente entre Saint-Simon y Fourier.
El primero opta por la vía racional, mientras que el segundo se guía más por ideales románticos. De esta manera, Saint-Simon defiende que el esfuerzo ha de consistir en convencer a los demás: esto ha de ser así porque la imaginación, y no la violencia, es la que llevará a la ruptura con el pasado.
Un repaso de las ideas de Fourier nos llevará a descubrir a un autor más apasionado, menos moderado en sus planteamientos.
Por ese motivo, aunque la aportación de Engels posee un indudable valor, fracasa al no lograr distinguir con precisión los matices de cada autor y las notables diferencias que los separaban.