La consolidación del nacionalsocialismo IX: la política económica


En un principio, en base a los planes cuatrienales de Schacht y Göring, el gobierno de Adolf Hitler se planteó los siguientes objetivos en el campo económico:

  • Recuperar la vitalidad del aparato productivo alemán.
  • Absorber el desempleo.
  • Lograr la independencia del exterior a través de una economía de tipo autárquico.
  • Que la financiación de esta actividad económica no condujese al aumento de la inflación.

En definitiva, se hacía imprescindible la expansión alemana por Europa, especialmente central y oriental, para alcanzar los objetivos marcados por el Führer:

(Adolf Hitler, alocución radiofónica de 1 de febrero de 1933) “En catorce años los partidos de noviembre han arruinado la agricultura alemana. En catorce años han creado un ejército de millones de parados. El gobierno nacional sacará adelante el siguiente plan con férrea resolución y persistencia. En cuatro años los granjeros alemanes se verán libres de la pobreza. En cuatro años el desempleo habrá sido superado de manera definitiva”.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Historia de un alemán; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[3] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[4] El mundo de ayer. Memorias de un europeo; Stefan Zweig – Barcelona – El Acantilado – 2002.

[5] Hitler: una biografía; Joachim Fest – Barcelona – Planeta – 2005.

[6] Historia social del Tercer Reich; Richard Grundberger – Madrid – Ariel – 1999.

La crisis que vivimos

Compendio de imágenes que recogen algunas de las escenas más representativas de la crisis iniciada en el verano de 2007.

Los años de la catástrofe


La crisis tuvo como primera consecuencia el aumento del índice de paro, que en pocos años se disparó en todos los países occidentales. La pobreza, las colas para conseguir empleo, los barrios marginales… todo eso se fue generalizando según avanzaba la crisis; cada vez era mayor el número de desempleados y, por tanto, también se incrementaban estas manifestaciones. Aquellos que perdían su empleo se encontraban casi irremediablemente condenados a la pobreza, ya que en la mayoría los estados no existían sistemas de protección, y en los pocos donde si había éste se encontraba desbordado.

Ésta situación, la pobreza y la impotencia, tuvo también su reflejo en el arte y en el entretenimiento. Los problemas del momento se llevaron al cine, desde donde muchos cineastas trataban de aportar sus soluciones. Éste fue por ejemplo el caso de King Vidor que en Our daily bread proponía un regreso al medio rural para vivir de la agricultura. Sin embargo, tal como se narra en El camino del tabaco (E. Caldwell) y en Las uvas de la ira (J. Steinbeck), la situación de la mayoría agricultores era más bien ruinosa. También surgieron canciones hablando de la crisis, como Brother, Can You Spare a Dime? de Rudy Vallee (1932). De esta manera, no es de extrañar que aumentara notablemente el número de vagabundos, personas que recorrían el país en busca de comida y trabajo. Éste es el caso de los hobos que protagonizan El emperador del norte.

Ocaso del capitalismo liberal.

Entre los factores económicos que hicieron posible el derrumbamiento de la actividad económica hay que señalar:

– La espectacular contracción de la producción industrial.

– La violenta caída de los precios en el sector primario.

– La crisis de los fundamentos del liberalismo: proteccionismo y abandono del patrón oro.

Pero además de ese derrumbamiento de la actividad económica, hay que señalar también el desmantelamiento del sistema mundial de comercio multilateral en base a tres medidas:

– Incremento de la protección aduanera; resulta ineficaz porque la llevaron a cabo todas las naciones.

– Establecimiento de restricciones cuantitativas a las mercancías.

– Firma de tratados bilaterales o regionales.

Así, en un principio se pensó que la solución radicaba en la no-intervención estatal. Sin embargo, tras el fracaso de esta política, se acabó por tomar el modelo Keynesiano, donde el Estado intervenía cada vez más en la economía, jugando en algunos países un papel protagónico. Encontramos, aún así, dos modelos dentro de éste intervensionismo estatal:

– Autárquico; seguido por Alemania, Italia y Japón.

– Temporal; seguido por EE.UU. (New Deal) y Gran Bretaña.

Gracias a estas políticas se detuvo el declive mundial, del que, sin embargo, las potencias no acabaron de recuperarse hasta 1939: el rearme y la guerra trajeron, paradójicamente, la solución a la crisis.

Comprensión de la catástrofe.

El fenómeno que se vivió durante aquellos años era, sin lugar a dudas, excepcional para la época: se trataba de una crisis universal y de una duración inusitada. Además, en lo referente a la naturaleza de las fuerzas represivas, encontramos dos elementos que convergen a lo largo de esos años:

– Fuerzas reales (producción y consumo): existen desajustes entre la oferta y la demanda, es decir, superproducción o subconsumo.

– Fuerzas monetarias: existe un problema con el dinero en circulación, ya que los distintos países, encabezados por los EE.UU., llevaron a cabo una política deflacionaria. De está manera, la restricción en un periodo en el que se hacía necesario el gasto, tuvo consecuencias fatales

En lo que se refiere a los orígenes de la crisis, al foco transmisor, hay que señalar que el crack de la bolsa de Nueva York (24 de octubre de 1929) no fue ni el origen ni la primera manifestación de la misma. El panorama de la depresión fue sin duda bastante más complejo, ya que, antes de 1929, se apreciaba ya un cierto estancamiento en la economía de algunos países. Podemos interpretar esto como un síntoma del cambio en la coyuntura económica anterior al crack neoyorquino.

No obstante, fuese cual fuese el centro difusor de la crisis, lo cierto es que los EE.UU. actuaron como difusor -por vía comerciales y financieras- y amplificador de la misma. La crisis que afectó a Norteamérica -primera potencia industrial, primera potencia exportadora, y segunda potencia importadora- tuvo rápidas consecuencias en los demás países, ya que los americanos dejaron de ofrecer préstamos y de importar productos. Además de esto, las naciones europeas se vieron también afectadas por la repatriación de los capitales de los EE.UU.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.

[3] El periodo de entreguerras en Europa; Martin Kitchen – Madrid – Alianza Editorial – 1992.

[4] Sociedad y cultura en la República de Weimar: el fracaso de una ilusión; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 1996.

[5] Las uvas de la ira; John Steinbeck – Madrid – Cátedra – 1995.

Epílogo: empleo y desempleo de masas durante los años treinta


Finalizamos nuestro repaso a El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos con el estudio de las fuentes utilizadas por el autor para elaborar el epílogo. En él, Díez Espinosa trata brevemente la evolución de la realidad hasta ahora descrita –el desempleo- a lo largo de los años treinta. La cita trascrita al inicio del capítulo nos da bastantes pistas sobre la temática del mismo: “Ahora queremos trabajar, y nuestro tazón de café con leche por la mañana. Que nos den eso, Hitler o el que sea, y nos daremos por contentos. La política no interesa a los obreros cuando tienen de qué comer y trabajo”.

Tres obras de literatura le sirven al autor para narrarnos la evolución del desempleo en la década de 1930: dos novelas –Journal d`Allemagne, de D. Rougemont, y Adiós a Berlín, de Christopher Isherwood – y una obra de teatro –Terror y miseria en el Tercer Reich, de B. Brecht-.

En lo que a estudios se refiere, Díez Espinosa recurre a The Condition of the Working Class in Britain (A. Hult), Anotaciones sobre Hitler (Sebastian Haffner), Hitler. Reden und Proklamationen, 1932-1945 (M. Domarus), El laberinto alemán. Democracias y Dictaduras, 1918-2000 (José Ramón Díez Espinosa), Bread and Work. The experience of unemployment (Matt Perry), Men without work. A report made to the Pilgrim Trust, The Long Week-End: a social History of Great Britain 1918-1939 (R. Graves y A Hodge), Roges, boffons & Statesman (G. R. Newell), Mobilizing the powerless: collective protest action of the Unemployed in the interwar period (A. Richards), y White Collar Workers in America 1890-1940 (J. Kocka). Por último, destacar el gráfico de la página 274 sobre la evolución del desempleo de masas durante los años treinta en Alemania, Gran Bretaña y Estados Unidos.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

El hambre no conduce a la revuelta en los Estados Unidos


Al abordar el desempleo de masas en los Estados Unidos, Díez Espinosa señala otra de las diferencias entre el mundo germano y el anglosajón: la debilidad y falta de convicción de los grupos revolucionarios en el caso de estos últimos. De esta forma, a los dos factores señalados en los artículos anteriores hemos de sumar este: “Las calles de los Estados Unidos están repletas de desempleados, las sedes de las formaciones antisistemas vacías. Los revolucionarios son pocos y mal avenidos. El partido comunista, a la vanguardia del movimiento reivindicativo, apenas cuenta a principios de los años treinta con 10.000-15.000 miembros; el partido socialista, que inicialmente desestima la posibilidad de organizar a los desempleados, no es más numeroso (7.800 militantes en 1928); los trotskistas son, según las estimaciones de uno de sus dirigentes, apenas unos quinientos en 1934… Ardua resulta la tarea de concienciar a las masas desempleadas o atemorizadas por el desempleo”.

En nuestro repaso a las fuentes nos encontramos con algo poco común en este autor: apenas se sirve de la novela para elaborar este epígrafe. Tan sólo hace referencias a El día del juicio, de James T. Farrell. Tampoco encontramos cuadros estadísticos, aunque si se citan numerosos estudios: La Gran Depresión (Jean Heffer), Seeds of Revolt (M. Hallgren), Bread and Work. The experience of unemployment (Matt Perry), The Tenant Movemente in New Cork City 1904-1984 (R. Lawson), The Tenements of Chicago 1908-1935 (Edith Abbot y Sophonisba Preston Breckinridge), Historia contemporánea de los Estados Unidos (N. Iakovlev) y A New Deal (S. Chase). Por último, recordar que en la página 265 nos encontramos con la fotografía de una movilización infantil en Chicago. No obstante, al haberla descrito con detenimiento en Votos del hambre, marchas del dolor, me parece más oportuno no repetir mis palabras y remitirles directamente a ese artículo.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Apatía y marchas de hambre del desempleado británico


“En Gran Bretaña el desempleo de masas no consigue desestabilizar el régimen político. Y no puede argumentarse que la desocupación laboral revista menor gravedad que en Alemania, pues también en Gran Bretaña el paro alcanza en invierno de 1932-1933 el máximo histórico de 3.400.000 desempleados registrados. Sin embargo, posiblemente sea la propia evolución del desempleo de masas desde la posguerra un factor explicativo del comportamiento político de los desocupados y del consiguiente fracaso de los reclamos antidemocráticos”. En la cita anterior, Díez Espinosa nos da una clave más de por qué no triunfaron las fuerzas antisistema en el territorio británico. A juicio del autor, la actitud que tomaron los primeros desempleados del país tras la Gran Guerra (1914-1918) fue imitada por los que se sumaron, en mayor número, posteriormente. De esta manera, al arraigo del sistema democrático-liberal como factor de permanencia del régimen político, hemos de añadir este otro elemento: los desempleados británicos, a pesar de las huelgas y el descontento generalizado, no se plantearon la posibilidad de cambiar el modelo de Estado.

En las páginas dedicadas a Gran Bretaña son escasas las referencias a la literatura del desempleo. Tan sólo encontramos algunas citas de El camino de Wigan Pier (George Orwell), Love on the Dole (Walter Greenwood) y El callejón del ángel (John Boynton Priestley). Por el contrario, llama la atención el amplio número de investigaciones sobre la crisis y sus consecuencias: Los parados de Marienthal (Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel), Unemployment in Britain between the Wars (Stephen Constantine), La crise des sociétes impériales. Allemagne, France, Grande-Bretagne 1900-1940 (Christophe Charle), The Unemployed Man. A social study (Wight Bakke), Britain in the Depression, Society and Politics 1929-1939 (John Stevenson y Chris Cook), British society 1914-1945 (John Stevenson), Bread and Work. The experience of unemployment (Matt Perry) y Unemployed Struggles 1919-1936 (Wal Hannington). Además, En la página 247 el autor nos regala el siguiente cuadro estadístico (número 26): El Partido Comunista de Gran Bretaña en las elecciones generales, 1924-1935.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Pardos y rojos se disputan la última esperanza de Alemania


El desempleo de masas en Alemania estuvo estrechamente vinculado al auge electoral de los grupos antisistema a principios de los años treinta. Por esa razón, no ha de extrañarnos que buena parte de la estrategia política de estos girase en torno al citado problema social. Así nos narra Díez Espinosa este fenómeno: “El cambio político requiere conquistar el voto de los desempleados (2 millones en 1929, 3 millones en 1930, 4,5 millones en 1931, 6 millones en marzo de 1932), de sus familiares y, en general, de cuantos ciudadanos se sienten amenazados por el desempleo. Las formaciones antisistema son conscientes del potencial revolucionario de la crisis económica y orientan a tal fin la estrategia”.

No obstante, como bien indica el autor en esta y otras de sus obras –El laberinto alemán y Sociedad y cultura en la República de Weimar. El fracaso de una ilusión– la crisis no fue la única causa del derrumbamiento republicano. Coincide con Sebastián Haffner al afirmar que el constructo político de Weimar nació incapaz de arraigar en la conciencia de los alemanes: era una república sin republicanos. Esto explica porque el modelo democrático-liberal cayó en Alemania mientras se mantuvo en otras naciones –Estado Unidos y Gran Bretaña- con problemas de desempleo similares o mayores. En esos lugares el sistema político había echado raíces; se planteaban cambios en los gobiernos, pero nunca de modelo estatal.

Díez Espinosa comienza su estudio sobre el desempleo de masas y los grupos antisistema en Alemania citando algunos estudios de carácter sociológico, histórico y económico: Los parados de Marienthal (Paul Lazarsfield, Marie Jahoda y Hans Zeisel) Bread and Work. The experience of unemployment (Matt Perry), La Gran Depresión (Jean Heffer), Sociedad y cultura en la República de Weimar. El fracaso de una ilusión (José Ramón Díez Espinosa), Wirtschaftliche Depresion und Politischer Radikalismus (H. Bennecke), Unemployment and Solidarity: the German Experience 1929-33 (Dick Geary), Los fascismos (Thierry Buron y Pascal Gauchon ), y Empleo y desempleo. Un análisis socio-psicológico (Marie Jahoda). Después de estos estudios, el autor se sirve de las obras literarias para continuar con su exposición: La peste parda, de Daniel Guérin; Una juventud alemana, de Golo Mann; Berlin Alexanderplatz, de Alfred Döblin; Mr. Norris cambia de tren, de Christopher Isherwood; Un sí menor y un NO mayor, Georg Grosz; La escritura invisible, de Arthur Koestler; ¿Y ahora qué?, de Hans Fallada; Von drei Millionen drei, de Leonhard Frank; La muchacha de seda artificial, de Irmgard Keun; Fabian, Historia de un moralista, de Erich Kästner.

A lo largo del espacio dedicado a Alemania encontramos también referencias al cine –Kuhle Wampe, de Slatan Dudow- y a la música –Horst Wessel Lied por la parte nacionalsocialista, y Das Solidaritätslied por el bando comunista-. Además, en las páginas 231 y 232 encontramos, respectivamente, un cuadro dedicado a los resultados electorales del KPD entre 1928 y 1933 (cuadro 24), y otro de idéntica temática sobre el NSDAP.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Votos del hambre, marchas de dolor


Nos sumergimos ahora en el quinto y último capítulo de El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos. Tan sólo dos fotografías adornan sus páginas. La primera está en la 228, y pertenece a la serie Desempleo de Walter Ballhause. Lleva el siguiente pie de foto: “¡Vota Hitler! Una pintada sobre la pared, a la izquierda, invita a los desempleados de Hannover a poner fin a su miseria”. En la imagen podemos contemplar, desde cierta altura, una gran fila de desempleados frente a un muro. Allí, además de decenas de bicicletas apoyadas, se lee perfectamente esta pintada: “¡Vota Hitler”. Con esta imagen Díez Espinosa trata de remarcar la importancia del desempleo de masas en el auge de los grupos antisistema en Alemania. En esta misma página tenemos también el índice del capítulo; el lugar donde se nos anuncia su división en tres epígrafes: Pardos y rojos se disputan la última esperanza de Alemania, Apatía y marchas del hambre del desempleado británico, y El hambre no conduce a la revuelta en Estados Unidos.

La otra fotografía a la que nos referíamos anteriormente se encuentra en la parte final del capítulo (página 265). Encontramos un grupo de niños manifestándose contra la situación laboral de sus padres. No se trata, como la anterior, de una imagen panorámica, sino de un primer plano. Por esa razón se ven a la perfección los rostros de los cuatro pequeños de las primeras filas, y se leen también los cartelones que portan. Uno de ellos dice así: “Why can´t you give my dad a job?”. Bajo la imagen el autor indica lo siguiente: “Movilización infantil organizada por el Consejo de Desempleados de Chicago”. Una vez más se comprueba que las cuestiones laborales afectaban a toda la familia.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

El viaje del pesimismo al fatalismo


Iniciaremos nuestro repaso a este epígrafe con una cita literaria correspondiente a la obra de Irmgard Keun Gilgi, una de nosotras: “Gilgi se aproxima a la ventana abierta, se inclina hacia fuera… Abajo, muy lejos, ve la calle… se inclina todavía más hacia fuera… Ahí abajo está el pavimento que puede acabar con todo. Es bonito saber que todo puede terminar, es bonito saberlo, muy bonito. Hay que imaginárselo con todo detalle: arrojarse hacia abajo, un ruido imperceptible, un dolor apagado, un dolor muy intenso, un amasijo de carne y sangre y huesos… Todo fluye de uno, toda la sangre y lo insoportable. No es en absoluto repugnante. Es muy bonito. Sangre roja sobre el pavimento grisáceo y todo ha terminado”.

El suicidio que se nos presenta en el párrafo anterior no es ni mucho menos fruto de una decisión espontánea de la protagonista. Su situación laboral, la falta de esperanza que le conduce directa al pesimismo, le lleva con el tiempo a tomar en consideración la posibilidad de quitarse la vida. En la literatura del desempleo encontramos numerosos relatos como el anterior. Díez Espinosa recurre a los siguientes: Karl und das zwangzigste Jahrhundert, de Rudolf Brunngraber; Babbit, de Sinclair Lewis; El Gran Dinero, de John Dos Passos; Von drei Millionen drei, de Leonhard Frank; Fabian, Historia de un moralista, de Erich Kästner; Un héroe maravilloso y El callejón del ángel, de John Boynton Priestley; El día del juicio, de James Farrell; y Esperando al zurdo, de Clifford Odets.

Las páginas dedicadas al viaje del pesimismo al fatalismo están organizadas en dos epígrafes: Alguien ha abierto la llave del gas, y Condenados a vivir sin esperanza. Dentro de ellas hay que destacar la importancia, tanto cualitativa como cuantitativa, de los cuadros estadísticos. Encontramos tres cuadros basados en Le mouvement naturel de la population dans le monde de 1906 à 1936, investigación de Henri Bunle. Sus títulos son los siguientes: Cuadro 18, Número de suicidios en Europa y Estado Unidos durante la Depresión (página 201); cuadro 22, Número de matrimonios en Europa y Estados Unidos durante la Depresión (página 209); y cuadro 23, Número de nacimientos en Europa y Estados Unidos durante la Depresión (página 219). El capítulo nos ofrece dos cuadros de Bread and Work. The experience of unemployment, estudio de Matt Perry. El primero de ellos –cuadro 19- está en la página 202, y lleva por título Tasa de suicidios en algunos países de Europa durante la Depresión. El segundo se titula Número de suicidios en Gran Bretaña durante la Depresión; está en la página 209, y es el cuadro 20 del libro. El último de esta serie de cuadros -Desempleo de larga duración, inestabilidad emocional e incapacidad laboral entre los desempleados de Glasgow- está en la página 219, y está extraído de Men without work. A report made to the Pilgrim Trust.

Muchos de los cuadros enunciados anteriormente están extraídos de los estudios consultados por Díez Espinosa para elaborar su libro. Estos son los que utiliza en el capítulo que nos ocupa: Men without work. A report made to the Pilgrim Trust, Empleo y desempleo. Un análisis socio-psicológico, Los parados de Marienthal (Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel), The Unemployed Man. A social study (Wight Bakke), La democracia en Alemania. Historia y perspectivas (W. Treu), Memorias del desempleo (Hugh Beales y Richard Lambert), La lucha contra la pobreza en los Estados Unidos de América (James Patterson), Bread and Work. The experience of unemployment (Matt Perry), y The psychological consequences of unemplyment (Bohan Zawadski y Paul Lazarsfeld).

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

El tiempo es el peor enemigo


Tras el despido, la vida del nuevo desempleado se convierte en un inmenso mar de tiempo que el individuo no sabe cómo administrar. La búsqueda de empleo es, en sí mismo, un trabajo. Sin embargo, tras las primeras semanas, las personas comienzan a perder la esperanza. Es entonces cuando se dan cuenta de que les sobra el tiempo, de que no saben que hacer. Los minutos y las horas se hacen eternos, insoportables. Así describe esa situación el autor en la página ciento setenta: “Cuando se pierde el empleo y el trabajador está forzosamente alejado de la fábrica, la oficina o cualquier otro recinto de trabajo, desaparece también el horario habitual. No hay que fichar a la entrada, no hay tiempos de descanso para almorzar, tampoco suenan ya las sirenas para anunciar el fin de la jornada. El tiempo libre es ahora prácticamente ilimitado, pero esa nueva dimensión del tiempo de ocio es un regalo envenenado porque los parados no tienen posibilidad material y psicológica de utilizarlo”.

Esta primera parte del cuarto capítulo se nos muestra dividida en tres epígrafes: Las horas que pasa el desempleado en casa, Las calles como universo del parado, y Recintos donde matar el tiempo. En la página 175 nos encontramos con el cuadro 17. Bajo el título Empleo del tiempo por las mujeres y hombres en Marienthal el autor nos ofrece datos del famoso estudio de Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel (Los parados de Marienthal). Además de esa investigación, Díez Espinosa recurre a muchos otros trabajos para elaborar su libro. Estos son los que utiliza en el capítulo que nos ocupa: Men without work. A report made to the Pilgrim Trust, Empleo y desempleo. Un análisis socio-psicológico, Los parados de Marienthal (Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel), The Unemployed Man. A social study (Wight Bakke), The Age of the Dream Palace. Cinema Society in Britain, 1930-1939 (Jeffrey Richards). Entrando de lleno en el apartado literario, destacaremos las siguientes obras y autores: de Hans Fallada ¿Y ahora qué?; de Marcel Aymé La calle sin nombre; de George Orwell Sin blanca en París y Londres, El camino de Wigan Pier, y ¡Venciste Rosemary!; de Leonhard Frank Von drei Millionen drei; de Ferenc Körmendi Aventura en Budapest; de John Boynton Priestley Un héroe maravilloso, Londres los separa, y El callejón del ángel; de Egon Erwin Kisch El paraíso norteamericano; de Erich Kästner Fabian, Historia de un moralista; de James Farrell El día del juicio; y de Maxence van der Meersch Cuando enmudecen las sirenas.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.