Algunas claves del proceso de desintegración nacional

Pero la clave de la ruptura del sistema titoísta, más allá de los viejos odios ancestrales que marcaron secularmente las relaciones entre las diversas comunidades nacionales que formaban Yugoslavia, debe buscarse según J. Rupnik, en el vínculo estrecho existente entre la crisis del sistema comunista y la del estado multinacional. Los dos procesos de descomposición, de desmoronamiento, más tarde, se han fortalecido mutuamente» ante la inoperancia y división mostrada por las más altas magistraturas del Estado, ya se tratara del Politburo de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia, del gobierno Federal o de la propia Presidencia colectiva.

A partir de finales de los ochenta, las autoridades de la República de Serbia forzaban la legalidad constitucional con una reforma de su Ley fundamental que afectaba a la propia Constitución Federal de 1974, al variar el estatus de las provincias autónomas de Kosovo y Voivodina. Para los serbios se trataba, en un momento de profunda crisis en el seno de la Federación, de potenciar la unidad de su propia comunidad nacional, teniendo en cuenta, por una parte, los «derechos históricos» aplicables sobre territorios considerados como serbios: Kosovo, Voivodina, Macedonia o la región de Sandzak; por otra, el «derecho de autodeterminación» o el «derecho de los pueblos a disponer de ellos mismos», libremente ejercido por las comunidades serbias establecidas en el interior de otras repúblicas yugoslavas, especialmente en Croacia y Bosnia-Herzegovina; derecho este último que, aplicando la tesis serbia, entraba en contradicción con el «derecho histórico» que en justa correspondencia debía aplicarse en los demás territorios no serbios. Ante esta iniciativa, entendida en Eslovenia y Croacia como el primer paso hacia la «Gran Serbia», estas dos repúblicas comenzaron a pergeñar un proyecto de confederación sobre las bases de un sistema político «flexible y descentralizado» que debía empezar con la transformación de la Liga de los Comunistas de Yugoslavia; el hecho de que en el XIV Congreso el bloque serbio (Serbia, Montenegro, Kosovo y Voivodina) no aceptase esta reforma produjo la ruptura de la unidad en el seno de la organización comunista y en el propio Estado yugoslavo. Cuando en mayo de 1990 se quiso volver a reunir el XIV Congreso extraordinario de la Liga Comunista, aplazado sine die el 23 de enero, los comunistas eslovenos, croatas y macedonios lo impidieron: en ese momento, de Yugoslavia había dejado de existir, y con ella, en la práctica, las demás instituciones de la Federación.

Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 116-117.

La situación de las Repúblicas I

Con el control del poder republicano en sus manos, y una influencia indiscutible en Montenegro, Kosovo y Voivodina, Milosevic dio un paso adelante al reivindicar un cambio profundo en el texto constitucional con el objetivo de dotar a las instituciones serbias de un poder todavía más decisorio en el conjunto de la Federación y de anular competencias de sus provincias autónomas. Así, en los primeros meses de 1989, la Asamblea de Serbia introdujo en la Constitución de la República una serie de enmiendas que ponían fin a la autonomía de Kosovo y Voivodina. Las huelgas y manifestaciones de estudiantes y trabajadores albaneses convocadas en febrero y marzo, muy secundadas por la población de Kosovo, acabaron de forma violenta con el encarcelamiento de los líderes albaneses de las protestas. La represión, con saldo de muertos y heridos, desencadenó la crisis final al abandonar sus puestos la mayor parte de los albaneses que desempeñaban cargos de responsabilidad en la Liga de los Comunistas de Kosovo.

Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 103-104.

La construcción del socialismo de tipo soviético en Yugoslavia

La nueva república yugoslava se definía como popular y federativa, y establecía la capital en Belgrado. Cada una de las seis repúblicas integrantes de la federación (Serbia, Croacia, Eslovenia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia) votarían sus constituciones particulares siempre y cuando éstas no contravinieran la Constitución federal del Estado. Además, la organización territorial se cerraba con dos provincias autónomas vinculadas a Serbia, Kosovo y Voivodina, cuya definición como tales provincias constituía el respeto a las peculiaridades de las poblaciones albanesa y húngara, muy elevadas en número en los territorios respectivos.

La Constitución establecía el sufragio universal y secreto para elegir a los representantes populares en el parlamento, que contaba como dos cámaras. La Cámara Federal (348 diputados) estaba conformada por 87 diputados de Serbia, 86 de Croacia, 58 de Bosnia-Herzegovina, 41 de Voivodina, 29 de Eslovenia, 24 de Macedonia y 9 de Montenegro. La Cámara de las Nacionalidades (178 miembros) se componía de 25 diputados de cada una de las repúblicas, 18 por Voivodina y 10 por Kosovo.

Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 37.

Guerra y revolución (1941-1945): el nacimiento de la Yugoslavia comunista

Las potencias de Eje procedieron rápidamente a la desmembración del país y al posterior reparto de despojos: la Alemania nazi incorporó al Tercer Reich el noreste de Eslovenia, ocupó Serbia reducida territorialmente a la región de Banat y, junto con Italia, satelizó Croacia (ampliada, sobre todo en detrimento de Bosnia-Herzegovina); la Italia fascista se adueñó del suroeste de Eslovenia y de Dalmacia; tomó Kosovo, región considerada albanesa -precisamente a Albania, también satelizado por Italia, se adscribió el noroeste de Macedonia- e hizo de Montenegro su «protectorado»; por último, una parte importante de las Voivodina, región central de Backa, y otras zonas como Baranja hasta Osijek, Prekomurje o Medjumurje (junto a Croacia) pasaron a Hungría, y la mayor parte de Macedonia, a Bulgaria que también recibió una zona del sur de Serbia, soñando con crear a su vez la «Gran Bulgaria».

Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 37.

Evolución y principales problemas del Reino de los serbios, croatas y eslovenos (1918-1941)

Los croatas, e incluso los eslovenos, siempre vieron en la Constitución de Vidovdan el medio ideado por los serbios para terminar con sus tradiciones seculares y lograr su completa asimilación (como sucedía con los albaneses de Kosovo y los macedonios, considerados serbios a todos los efectos). Por ellos, pretendieron la revisión de la misma, al menos sobre postulados federalistas. En este sentido, los croatas, y de forma parecida el proyecto del «Club Yugoslavo» auspiciado por el Partido popular esloveno, reivindicaban la división del Estado yugoslavo en seis regiones: Serbia con Kosovo y Macedonia, Croacia con Eslavonia y Dalmacia, Eslovenia, Montenegro, Bosnia-Herzegovina y Voivodina; una organización, recordémoslo, que con algunas variantes hizo suya Tito.

Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 31.