El viaje del pesimismo al fatalismo


Iniciaremos nuestro repaso a este epígrafe con una cita literaria correspondiente a la obra de Irmgard Keun Gilgi, una de nosotras: “Gilgi se aproxima a la ventana abierta, se inclina hacia fuera… Abajo, muy lejos, ve la calle… se inclina todavía más hacia fuera… Ahí abajo está el pavimento que puede acabar con todo. Es bonito saber que todo puede terminar, es bonito saberlo, muy bonito. Hay que imaginárselo con todo detalle: arrojarse hacia abajo, un ruido imperceptible, un dolor apagado, un dolor muy intenso, un amasijo de carne y sangre y huesos… Todo fluye de uno, toda la sangre y lo insoportable. No es en absoluto repugnante. Es muy bonito. Sangre roja sobre el pavimento grisáceo y todo ha terminado”.

El suicidio que se nos presenta en el párrafo anterior no es ni mucho menos fruto de una decisión espontánea de la protagonista. Su situación laboral, la falta de esperanza que le conduce directa al pesimismo, le lleva con el tiempo a tomar en consideración la posibilidad de quitarse la vida. En la literatura del desempleo encontramos numerosos relatos como el anterior. Díez Espinosa recurre a los siguientes: Karl und das zwangzigste Jahrhundert, de Rudolf Brunngraber; Babbit, de Sinclair Lewis; El Gran Dinero, de John Dos Passos; Von drei Millionen drei, de Leonhard Frank; Fabian, Historia de un moralista, de Erich Kästner; Un héroe maravilloso y El callejón del ángel, de John Boynton Priestley; El día del juicio, de James Farrell; y Esperando al zurdo, de Clifford Odets.

Las páginas dedicadas al viaje del pesimismo al fatalismo están organizadas en dos epígrafes: Alguien ha abierto la llave del gas, y Condenados a vivir sin esperanza. Dentro de ellas hay que destacar la importancia, tanto cualitativa como cuantitativa, de los cuadros estadísticos. Encontramos tres cuadros basados en Le mouvement naturel de la population dans le monde de 1906 à 1936, investigación de Henri Bunle. Sus títulos son los siguientes: Cuadro 18, Número de suicidios en Europa y Estado Unidos durante la Depresión (página 201); cuadro 22, Número de matrimonios en Europa y Estados Unidos durante la Depresión (página 209); y cuadro 23, Número de nacimientos en Europa y Estados Unidos durante la Depresión (página 219). El capítulo nos ofrece dos cuadros de Bread and Work. The experience of unemployment, estudio de Matt Perry. El primero de ellos –cuadro 19- está en la página 202, y lleva por título Tasa de suicidios en algunos países de Europa durante la Depresión. El segundo se titula Número de suicidios en Gran Bretaña durante la Depresión; está en la página 209, y es el cuadro 20 del libro. El último de esta serie de cuadros -Desempleo de larga duración, inestabilidad emocional e incapacidad laboral entre los desempleados de Glasgow- está en la página 219, y está extraído de Men without work. A report made to the Pilgrim Trust.

Muchos de los cuadros enunciados anteriormente están extraídos de los estudios consultados por Díez Espinosa para elaborar su libro. Estos son los que utiliza en el capítulo que nos ocupa: Men without work. A report made to the Pilgrim Trust, Empleo y desempleo. Un análisis socio-psicológico, Los parados de Marienthal (Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel), The Unemployed Man. A social study (Wight Bakke), La democracia en Alemania. Historia y perspectivas (W. Treu), Memorias del desempleo (Hugh Beales y Richard Lambert), La lucha contra la pobreza en los Estados Unidos de América (James Patterson), Bread and Work. The experience of unemployment (Matt Perry), y The psychological consequences of unemplyment (Bohan Zawadski y Paul Lazarsfeld).

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

El tiempo es el peor enemigo


Tras el despido, la vida del nuevo desempleado se convierte en un inmenso mar de tiempo que el individuo no sabe cómo administrar. La búsqueda de empleo es, en sí mismo, un trabajo. Sin embargo, tras las primeras semanas, las personas comienzan a perder la esperanza. Es entonces cuando se dan cuenta de que les sobra el tiempo, de que no saben que hacer. Los minutos y las horas se hacen eternos, insoportables. Así describe esa situación el autor en la página ciento setenta: “Cuando se pierde el empleo y el trabajador está forzosamente alejado de la fábrica, la oficina o cualquier otro recinto de trabajo, desaparece también el horario habitual. No hay que fichar a la entrada, no hay tiempos de descanso para almorzar, tampoco suenan ya las sirenas para anunciar el fin de la jornada. El tiempo libre es ahora prácticamente ilimitado, pero esa nueva dimensión del tiempo de ocio es un regalo envenenado porque los parados no tienen posibilidad material y psicológica de utilizarlo”.

Esta primera parte del cuarto capítulo se nos muestra dividida en tres epígrafes: Las horas que pasa el desempleado en casa, Las calles como universo del parado, y Recintos donde matar el tiempo. En la página 175 nos encontramos con el cuadro 17. Bajo el título Empleo del tiempo por las mujeres y hombres en Marienthal el autor nos ofrece datos del famoso estudio de Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel (Los parados de Marienthal). Además de esa investigación, Díez Espinosa recurre a muchos otros trabajos para elaborar su libro. Estos son los que utiliza en el capítulo que nos ocupa: Men without work. A report made to the Pilgrim Trust, Empleo y desempleo. Un análisis socio-psicológico, Los parados de Marienthal (Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel), The Unemployed Man. A social study (Wight Bakke), The Age of the Dream Palace. Cinema Society in Britain, 1930-1939 (Jeffrey Richards). Entrando de lleno en el apartado literario, destacaremos las siguientes obras y autores: de Hans Fallada ¿Y ahora qué?; de Marcel Aymé La calle sin nombre; de George Orwell Sin blanca en París y Londres, El camino de Wigan Pier, y ¡Venciste Rosemary!; de Leonhard Frank Von drei Millionen drei; de Ferenc Körmendi Aventura en Budapest; de John Boynton Priestley Un héroe maravilloso, Londres los separa, y El callejón del ángel; de Egon Erwin Kisch El paraíso norteamericano; de Erich Kästner Fabian, Historia de un moralista; de James Farrell El día del juicio; y de Maxence van der Meersch Cuando enmudecen las sirenas.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Y, además, transtornos psicológicos


El cuarto capítulo de El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos aborda las consecuencias psicológicas de una situación de desempleo prolongado. El autor distingue, y así lo demuestra en los epígrafes del capítulo, dos fenómenos: el tiempo como peor enemigo del desempleado, y el viaje del pesimismo al fatalismo. En la página ciento sesenta y ocho nos encontramos con una fotografía de Dorothea Lange. En ella observamos a un hombre, más o menos mayor, apoyado en la pared junto a un escaparate. Viste con pantalón vaquero de tirantes, lleva sombrero y tiene las manos metidas en los bolsillos. Su mirada está fija en el suelo, perdida. No parece tener nada que hacer, sólo esperar. El pie de foto dice: “El paro paraliza y altera las estructuras mentales del trabajador”

Encontramos tres fotografías más a lo largo del capítulo cuarto, y todas pertenecen a la obra de Walter Ballhause. La primera de ellas –página ciento setenta y tres- lleva por título: Las horas pasan para el desempleado Kart Döhner en casa. En ella vemos a este parado sentado en una silla junto a la mesa del comedor. Tiene un armario enfrente y al fondo una ventana por donde entra la luz. Le sucede lo mismo que al personaje de Dorothea Lange: la mirada fija en el suelo, y la pasividad del que no tiene nada que hacer. En la página ciento ochenta nos encontramos con la imagen de varios hombres apoyados en un barandilla y mirando lo que pasa al otro lado de la calle. Todos llevan sombrero, pero no es eso lo único que tienen en común: son desempleados, y no saben que hacer con su tiempo. El pie de foto dice: “La calle como universo del desempleado Kart Döhner”. La tercera de las fotografía del Walter Ballhause muestra a un hombre sentado junto a una alcantarilla. Su rostro está oculto por el sombrero, pero adivinamos que está, como tantos otros, mirando al suelo. El autor lo titula así: El desempleo de larga duración: un viaje del pesimismo al fatalismo.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Un techo y cuatro paredes donde cobijarse


Una vez agotado el ámbito de la alimentación, el libro aborda otro de los aspectos fundamentales para las personas de la época: ¿dónde dormir? La vivienda, y más en concreto las dificultades económicas de los desempleados para costearse una, es la cuestión que trata Díez Espinosa en el último epígrafe de este tercer capítulo. Así nos narra el autor las dificultades de algunos personajes de El día del juicio en torno a esta cuestión: “Además, los Trent no eran los únicos inquilinos que habían dejado de pagarle la renta. También los O´Connell, del tercer piso, estaban en dificultades y llevaban ya tres meses sin pagar un centavo a Lonigan. El señor O´Connell había sido siempre un hombre serio y puntual en los pagos, pero las cosas iban mal en sus negocios y había perdido casi todos sus bienes (…) Por ingrata que fuera la decisión, Martin Lonigan debía comunicar a los Trent y a los O´Connell que abandonaran inmediatamente el inmueble”.

Las páginas dedicadas al “¿dónde dormir?” están divididas en tres apartados: Entre el desahucio y el hacinamiento; La arquitectura del desempleo: colonias, campamentos y hoovervilles; y Las rutas de los sin techo. En el segundo de ellos encontramos un cuadro de George Orwell con algunas anotaciones relativas a viviendas del norte de Inglaterra. En concreto son los hogares que se describen son los siguientes: casa en Greenough´s Row (Wigan), casa en la calle Peel (Barnsley), casa en Thomas Street (Sheffield), y casa en Mapplewell (pequeño pueblo minero). En el epígrafe dedicado a los sin techo encontramos una fotografía con el siguiente pie de foto: “Una cuerda garantiza la estabilidad y el descanso nocturno de los desempleados”. En ella podemos ver a cinco hombres dormidos cuyas respectivas cabezas descansan, dependiendo del caso, en el hombro de un compañero o en una cuerda.

En el ámbito literario, hemos de destacar las referencias a El día del juicio, de James T. Farrell; El camino a Wigan Pier y Sin blanca en París y Londres, de George Orwell; Adios a Berlín, de Christopher Isherwood; ¿Y ahora qué?, de Hans Fallada; La peste parda. Viaje por la Alemania nazi, de Daniel Guérin; La muchacha de seda artificial, de Irmgard Keun; Las uvas de la ira, de John Steinbeck; Los buenos camaradas, de John Boynton Priestley; y Waiting for Nothing, de Tom Kromer. Tras esta enumeración de obras y autores, coincidirán conmigo en calificar de sorprendente el control que el autor tiene sobre el mundo de la novela de entreguerras. Sin embargo, la riqueza documental de estas páginas no termina ahí: abundan las referencias a estudios teóricos y a obras cinematográficas. Dentro del primer grupo nos encontramos con The Tenant Movemente in New Cork City 1904-1984, trabajo de R. Lawson publicado en Rutgers University Press; The Tenements of Chicago 1908-1935, de Edith Abbot y Sophonisba Preston Breckinridge para la University of Chicago Press; La Gran Depresión, de Jen Heffer; La crise des societés impériales. Allemagne, France, Grande-Bretagne 1900-1940 de Christophe Charle; Von drei Millionen drei; y La democracia en Alemania. Historia y perspectivas. En lo que se refiere al cine, cabe destacar Our Daily Bread de King Vidor, y Kuhle Wampe de Slatan Dudow.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Cuando el estómago vacío es un problema


Al abordar la cuestión de la alimentación, la obra de Díez Espinosa aparece dividida en dos epígrafes: El hambre en la mesa del desempleado, y Las líneas del pan. No obstante, con el fin de hacer menos pesado y más comprensible este resumen de contenidos, trataremos ambos apartados en un mismo artículo. Vamos a comenzar en esta ocasión con los datos numéricos. En la página ciento veintiséis se nos ofrece un cuadro con los menús semanales de la Familia nº 81 de Marienthal. Se trata de un material extraído de Los parados de Marienthal, estudio realizado por Paul Lazarsfeld, Marie Jahoda y Hans Zeisel. En él, además de los alimentos concretos agrupados por días, se indica que la media de gramos de consumo semanal por persona en esa familia es de cincuenta y siete. Más adelante -página ciento treinta y uno- el autor recoge los gastos semanales en alimentación de cinco desempleados británicos: dos mineros, un ebanista, un zapatero y un decorador. Se trata de un cuadro perteneciente a Memorias del desempleo, trabajo de Hugh Beales y Richard Lamber. En él, además del tipo de alimento comprado y su coste, se recoge también el gasto total del desempleado en comida y se compara con sus ingresos. Por último, para terminar con la cuestión numérica, citaremos tan sólo el título de los otros dos cuadros de este capítulo: menús semanales de un hogar de desempleado británico (página ciento treinta y dos), y gastos semanales de alimentación de un minero de Wigan (página ciento treinta y tres).

John Boynton Priestley y su novela Un héroe maravilloso son los encargados de abrir el apartado literario de este capítulo. Con una cita suya se inicia el mismo: “Ya nos cuesta bastante trabajo encontrarle un vaso de leche o un par de huevos como para pensar en sanatorios. Ya te lo he dicho antes, Charlie, es hambre y cansancio lo que tiene mi madre. Con lo que Madge trae, no tenemos ni para empezar. Esta casa cuesta seis chelines y medio a la semana, y después hay que pagar el carbón y el gas y la ropa. Y el seguro… que sólo va a servir para nuestros funerales. Comemos menos para que puedan enterrarnos. Saca la cuenta y verás lo que nos queda para comer…”.

El mismo John Boynton Priestley, con su obra Los buenos camaradas le sirve más adelante a Díez Espinosa para continuar su desarrollo del “¿qué comer?”. No obstante, el libro más citado por el autor a lo largo de este capítulo es Cuando enmudecen las sirenas de Maxence van der Meersch. Estos trabajos están acompañados también por otras novelas como La muchacha de seda artificial –Irmgard Keun-, El camino de Wigan Pier –George Orwell-, Sin blanca en París y Londres –George Orwell-, Waiting for Nothing –Tom Kromer-, Esperando al zurdo –Clifford Odets-, Las uvas de la ira –John Steinbeck-, y un buen número de estudios sociológicos e históricos. A todo esto hemos de añadir una canción del año 1931: en la página ciento cuarenta del libro nos encontramos con la letra de Beans, bacon and gravy.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Las preguntas de cada día: ¿qué comer?, ¿dónde dormir?


El tercer capítulo de El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos se ocupa de dos cuestiones fundamentales en la vida de toda persona: la alimentación y la vivienda. En este epígrafe, el profesor Díez Espinosa se sumerje en la realidad cotidiana referida a esos dos aspectos del desempleao. Y lo hace, como hasta ahora, apoyándose en fotografías, canciones, testimonios, literatura y estadísticas oficiales. Todo este material le sirve al autor para describir la cara más miserable de la Gran Depresión. Él mismo divide en dos grandes apartados el capítulo: el referido a la alimentación –“Cuando el estómago vacío es un problema”-, y el que aborda la cuestión de la vivienda –“Un techo y cuatro paredes donde cobijarse”-. En los próximos días dedicaremos un artículo a cada uno de ellos. No obstante, en esta introducción vamos a comentar las cuatro fotografías con las que Díez Espinosa ilustra su trabajo; tres se refieren al “¿qué comer?”, y una al “¿dónde dormir?”. En la página ciento dieciocho del libro –primera de el tercer capítulo- nos encontramos con una fotografía de Dorothea Lange realizada en el año 1933. Bajo la imagen se puede leer: “El rostro del desempleo y de la miseria en San Francisco”. Un hombre de aspecto descuidado, y tal vez algo entrado en años, apoya sus brazos en una barandilla de madera.

Entre ellos sostiene un vaso metálico; recipiente que, seguramente, utiliza a la hora de comer. Al parecer lo lleva todo encima; no tiene hogar, y tampoco parece bien alimentado. Sus ojos están ocultos bajo un sombrero viejo y sucio. A su alrededor se agolpan otras personas; quizás también desempleados. Sin embargo, todos parecen tener mejor aspecto. Unas páginas más adelante –ciento veintitrés- tenemos una fotografía de Walter Ballhause perteneciente a la serie Un día en la vida del desempleado Karl Döhner. En ella podemos ver a una familia compuesta por tres personas: un hombre –el desempleado Karl Döhner-, su mujer, y un niño que seguramente no supere los dos años. Están comiendo sopa en su vivienda, cuya decoración y mobiliario es a primera vista muy pobre. El pie de foto dice así: El hambre en la mesa del desempleado Karl Döhner. El reparto de la sopa popular en un local de Washington es el objeto de la fotografía que encontramos en la página ciento treinta y ocho. Cinco desempleados y un cocinero intervienen en la escena. Los primero forman una fila para recibir su alimento, mientras el segundo, con un cucharón en la mano derecha, se encarga de distribuirlo. Sus rostros son los del desempleo y el hambre: delgados, con la mirada perdida, despeinados, sin esperanza… El local en el que se encuentra tiene muy poca luz, así que sus sombras se proyectan al fondo de la escena. Bajo la misma puede leerse: “Reparto de la sopa popular entre los desempleados de Washington. Administración para el Progreso de los Trabajos Públicos. Año 1936”. “Una cuerda garantiza la estabilidad y el descanso nocturno de los desempleados”. Esta es la frase que encontramos bajo la última fotografía del capítulo tercero. Abandonamos la cuestión del “¿qué comer?” para abordar en imágenes el “¿dónde dormir?”. Cinco hombres sin techo descansan con las cabezas apoyadas en una cuerda que cumple la función de barandilla. Sus brazos culgan también de la misma.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

El salario del desempleado: el subsidio


«Ahora estoy en la asistencia social de crisis. Me dan 24,50 marcos. Por cada miembro de mi familia supone 2,75 marcos a la semana, y por cabeza y día 38 pfennig. Mi tiempo libre crónico me ha permitido calcularlo con toda exactitud… Mi mujer no puede dar a los niños ni un trozo de paz para llevarse a la escuela. No estamos dispuestos a seguir aguantándolo… Si esto sigue así, no tardaré en dedicarme a asaltar viviendas”. Así se expresa un personaje de E. Kästner mientras espera en la cola de la oficina de empleo. Díez Espinosa se sirve de estas palabras para hacer entender al lector hasta qué punto las medidas de protección social se vieron rebasadas por la crisis. Las ayudas eran insuficientes. En el epígrafe dedicado a los ingresos de los desempleados volvemos a encontrar un buen número de cuadros estadísticos. En la página noventa y siete tenemos las escalas del seguro del desempleo y de la ayuda de urgencia en Alemania; en la cien nos encontramos con una serie de datos situados entre 1930 y 1933, en ellos se muestran los desempleados registrado según el tipo de ayuda recibida; en la ciento dos están las tarifas semanales de la protección social británica desde mayo de 1934; en la página ciento cuatro las escalas del subsidio de desempleo en Gran Bretaña entre 1919 y 1939; y en la ciento quince, los presupuestos semanales de cinco desempleados británicos en junio de 1933.

Este apoyo gráfico ayuda al lector a comprender mejor el discurso, dividido en dos subepígrafes –prestaciones sociales y mecanismos de control, y ayudas insuficientes e ingresos complementarios-, del autor sobre los ingresos de los desempleados. En lo que se refiere al apartado literario, además de la ya citada obra de E. Kästner –Fabian. Historia de un moralista-, volvemos a encontrarnos con referencias a ¿Y ahora qué? de H. Fallada, Karl e il XXº secolo de R. Brunngraber, El camino de Wigan Pier y Venciste Rosemary de G. Orwell, Love on the Dole de W. Greenwood, Memoirs of the unemployed de H. L. Beales y R. S. Lambert, El callejón del Ángel y Un héroe maravilloso de J. B. Priestley, y Waiting for Nothing de T. Kromer. También hay que destacar la utilización de Los parados de Marienthal, estudio de P. F. Lazarsfeld, M. Jahoda y H. Zeisel, a lo largo de casi todo el capítulo. Termino mi repaso al capítulo tercero de El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos con la descripción de una fotografía de la página ciento seis. En ella, sobre las palabras La inspección de los Recursos: el control de los ingresos en el hogar del desempleado, se puede ver a una familia reunida junto a el escritorio. En él un hombre que permanece sentado sostiene una pluma mientras observa los papeles extendidos sobre la mesa. El resto de los personajes, desde el más anciano hasta el más joven, tienen sus miradas fijas en él.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

La búsqueda de un nuevo empleo


En la obra que nos ocupa se nos describe la búsqueda de empleo de tres formas distintas: yendo de puerta en puerta, mediante ofertas y anuncios por palabras, y en las colas de las oficinas de empleo. Sin embargo, antes de describir todo eso, el autor dedica una breve introducción en la que señala algo ya comentado en artículos anteriores: “El carácter estructural y crónico transforma el desempleo en una profesión que, aunque novedosa, posee rutinas y hábitos propios, estructuras temporales y escenarios vitales característicos. La búsqueda de trabajo se convierte en el nuevo trabajo del hombre desempleado…”. De esta manera, tras describirnos como afronta Josias Oykroad -protagonista de Los buenos camaradas- su nueva situación como parado, el profesor Díez Espinosa recurre a una investigación de E. W. Bakke. El estudio The unemployed worker, contribuye sin duda, a ilustrar mejor esta cuestión. En las páginas que siguen a estos aspectos introductorios, el autor pasa a desarrollar las tres formas de buscar empleo que citamos al comienzo del párrafo anterior. La investigación de E. W. Bakke aparece con frecuencia a lo largo de el epígrafe, y junto a ella encontramos las ya clásicas referencias a la literatura del desempleo. El autor se sirve de novelas como Sin blanca en París, El callejón del ángel, Fabian. Historia de un moralista, Aventura en Budapest o El día del juicio para guiar al lector a través de esa compleja realidad del hombre que busca trabajo de puerta en puerta.

Sin embargo, esos mismos personajes son los que más adelante nos encontramos en dos contextos distintos: mirando detenidamente las ofertas de empleo en la prensa local, y esperando frenta a las oficinas de empleo. En el repaso de Díez Espinosa a la literatura, tampoco podía faltar la referencia a la descripción del desempleo femenino que con tanto detalle realiza I. Keun en Gilgi, una de nosotras y La muchacha de la seda artificial. Además de estas y otras tantas novelas y estudios científicos, volvemos a encontramos, en las páginas dedicadas a las ofertas y anuncios por palabras, con los protagonistas del film Kuhle Wampe. En esta ocasión se nos narra el suicidio de uno de los personajes de S. Dudow: Bönicke. Más adelante nos encontramos con una fotografía sobre las siguientes líneas: “Cartillas y sellos. Falta trabajo y sobran desempleados (Interior de una oficina de empleo)”. En ella se puede observar como una larga cola de desempleados espera su turno para que su cartilla sea sellada por un hombre de bigote y gafas que está sentado tras un mostrador.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

La notificación de despido


“Aunque a veces puede producirse de manera sorpresiva y con efectos inmediatos, el despido suele ser el último eslabón de un proceso de degradación paulatina en las condiciones de trabajo; primero la reducción de la jornada de trabajo y del salario; luego los periodos intermitentes de paro; por último, el despido definitivo”. En estas líneas, el profesor Díez Espinosa, nos describe el proceso por el cual un trabajador pasaba a convertirse en un desempleado más. Como bien se indica en la cita anterior, las tres fases enunciados eran las propias de un despido progresivo; sin embargo, una persona también podía perder su puesto laboral de manera fulminante.

El epígrafe se inicia con un fragmento de la novela Fabian. Historia de un moralista, obra E. Kästner. En el se nos narra como el protagonista pierde su empleo: “Muy señor nuestro: la empresa se ve obligada a comunicarle su despido en el día de hoy”. Jakob Fabian no deja de ser, al fin y al cabo, uno entre tantos miles de personas que, tras ser despedidos, pasan a engrosar las filas de los desempleados. Se trataba de un fenómeno común que no pasa desapercibido para la literatura de los años treinta.

Además de las abundantes citas en torno a la novela de E. Kästner, el autor recoge también más ejemplos sacados de otras obras del la época. En las páginas que siguen a este inicio del capítulo volvemos a encontrarnos con las protagonistas de I. Keun, Gisela y Dorin, en Gilgi, una de nosotras y La muchacha de la seda artificial. No obstante, la literatura en torno al despido femenino no se agota con estos dos personajes; Aventura en Budapest, de F. Körmendi, nos relata como Joli Kelemen se convierte en desempleada.

El despido, como bien indica Díez Espinosa en su obra, no entiende de géneros; y, permítanme añadir algo, tampoco de fronteras. En las páginas que siguen al desempleo femenino, el autor nos brinda una amplia recopilación de novelas que abordan la perdida del puesto laboral desde las más variopintas perspectivas. Ante el lector circulan personajes como Karl Lakner en Karl e il XXº secolo, de R. Brunngraber; Franz Biberkopf en Berlin Alexanderplatz, de A. Döblin; Hans Pinneberg en ¿Y ahora qué?, de H. Fallada; Josias Oykroad en Los buenos camaradas, de J. B. Priestley. El epígrafe dedicado al despido termina con referencias a dos estudios: Men without work y The unemployed worker.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.

Aprendiendo el oficio de desempleado


Iniciamos el repaso al segundo capítulo de El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos. En esta ocasión el autor hace gala de su ingenio mostrándonos la situación del desempleado como una auténtica profesión; con sus rutinas, obligaciones, preocupaciones… La fotografía que sirve de marco para estas páginas del libro lo dice todo: decenas de hombres observan minuciosamente en la prensa las ofertas de trabajo para ese día. Ninguno de ellos levanta la vista de estas páginas; encontrar un empleo es su única obsesión. Incluso alguno de ellos tiene a mano su bicicleta para poder llegar antes que los demás al lugar requerido y hacerse así con el ansiado puesto en una fábrica, tienda, oficina o similar. Bajo esta imagen el pie de foto dice así: “desempleados berlineses examinan las ofertas de trabajo en la prensa local”. Era una escena que, al parecer, se repetía cada mañana en muchas ciudades europeas y americanas.

El profesor Díez Espinosa divide el capítulo en tres epígrafes: la notificación del despido, la búsqueda de un nuevo empleo, y el salario del desempleado: el subsidio. Mi intención es respetar ese esquema, dedicando un artículo a cada uno de estos apartados.

Bibliografía:

[1] El desempleo de masas en la Gran Depresión. Palabras, imágenes y sonidos; José Ramón Díez Espinosa – Valladolid – Universidad – 2006.