El conflicto bélico de 1998-1999 III

Las razones, con toda evidencia, eran otras. La primera estribaba en restaurar su imagen, muy deteriorada tras tantas amenazas no llevadas a la práctica y en un marco general en el que, por añadidura, la OTAN precisaba de encontrar una justificación ante capas importantes de la opinión pública que seguían sin entender, con razones sobradas, por qué la Alianza Atlántica no había sido disuelta en 1990. Recuérdese que incluso Henry Kissinger, poco amigo de este tipo de intervenciones, acabó por respaldar los bombardeos de la OTAN al entender que si éstos no alcanzaban sus metas el descrédito de la Alianza Atlántica sería tal que pondría en peligro la propia arquitectura de seguridad articulada por las potencias occidentales.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 126.

El conflicto bélico de 1998-1999 II

Aunque la pronta llegada del invierno se antojaba un poderoso estímulo para que el acuerdo de octubre ganase terreno, lo cierto es que los combates no menguaron. Si al respecto de las tesis oficiales serbia apuntaba que el ELK había vuelto a los lugares de los que había sido desplazado en los meses anteriores, del lado de la resistencia albanokosovar se subrayaba que Serbia, plenamente consciente de la debilidad de la respuesta internacional, no había abandonado en modo alguno las operaciones de acoso. Lo cierto es que, mientras se iniciaba el despliegue de los observadores de la OSCE, el conflicto arreció en los primeros meses de 1999. El momento simbólico más relevante lo aportó, a mediados de enero, la controvertida masacre acaecida en la localidad de Raçak, que según la OSCE había tenido por objeto a indefensos civiles albaneses y según la versión oficial serbia era producto de un choque con guerrilleros del ELK. Aireada por un diplomático norteamericano de lamentable trayectoria, William Walker, la matanza que nos ocupa sirvió de eficaz argumento para que la OTAN asumiese una ambiciosa escalada en su lenguaje.

El efecto fundamental del renovado conflicto fue una creciente presión internacional que en este caso se concentró en la organización de una conferencia que al cabo se celebró en dos tandas -6 a 24 de febrero y 15 a 18 de marzo de 1999- en Rambouillet, en Francia. Los miembros occidentales del llamado «grupo de contacto» (Alemania, EE.UU., Francia, Italia y el Reino Unido; Rusia no estaba por la labor) intentaron imponer un acuerdo que, muy semejante al de octubre de 1998, remplazaba, sin embargo, los dos mil observadores de la OSCE por un contingente militar de casi 3.000 soldados bajo la dirección de la OTAN…

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 110-111.

Abolición de autonomía y resistencia civil VIII

Una encuesta realizada a finales de 1997 concluía que un 42% de los ciudadanos serbios respaldaba una acción encaminada a expulsar a la población albanesa del territorio, en tanto que un 27% se mostraba partidario de reconocer algunos derechos de autogobierno y eran una escueta minoría -acaso por debajo del 1%- quienes de declaraban dispuestos a aceptar un Kosova independiente o, incluso, una república de Kosova dentro de Yugoslavia.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 104.

Abolición de autonomía y resistencia civil VII

En un terreno distinto, la relación de los serbios de la calle con el régimen de Milosevic era ambigua. Si por un lado, y sometidos a la influencia de unos medios de comunicación que difundían una imagen visiblemente edulcorada de los ocurrido en Croacia, en Bosnia-Hercegovina y en Kosova, aceptaban genéricamente la versión oficial en lo que a los conflictos correspondientes se refiere, por el otro no podían sustraerse a un conocimiento material de la corrupta condición del régimen y de sus redes. Téngase presente al respecto que la situación económica en la que Serbia se iba degradando de tal suerte que a los efectos de una crisis que venía arrastrándose desde bastante tiempo atrás se sumaban los de la desintegración de Yugoslavia, el embargo internacional y el esfuerzo de la guerra, de tal suerte que ganaba terreno, y visiblemente, un capitalismo mafioso. De resultas, mientras una minoría de la población -de la que participaba, naturalmente, el grueso de la élite política- se enriquecía visiblemente, el poder adquisitivo de los salarios se dividía nada menos que por cinco entre 1989 y 1994, en un escenario marcado por la hiperinflación, la dramática reducción en los niveles de producción de la industria y la extensión del desempleo. Todos estos fenómenos tenían un significado eco en la forma de un creciente rechazo hacia los refugiados serbios procedentes de Bosnia-Hercegovina o de la Krajina.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 103.

Abolición de autonomía y resistencia civil VI

Aunque los resultados de las distintas elecciones celebradas en Serbia en el decenio de 1990 generaron alianzas dispares, parece fuera de duda que el Partido Socialista, la fuerza que dirigía Milosevic, en momento alguno perdió, hasta el otoño de 2000, su condición de preeminencia. El principal reto que los socialistas tuvieron que encarar lo fue, en las elecciones celebradas en 1992 y en 1997, el auge del Partido Radical de Seselj, que al cabo se incorporó sin mayores problemas a fórmulas de coalición. En 1992 el Partido Socialista se hizo con 110 escaños, por 71 el Radical, mientras en 1997 la relación fue de 110 -en la cifra se sumaban los diputados socialistas y los de otras dos fuerzas: Izquierda Unida Yugoslava y Nueva Democracia- a 81. En la elección intermedia, la de 1993, el Partido Radical tuvo un mal resultado, toda vez que consiguió tan sólo 39 escaños frente a los 123 del partido de Milosevic. Mientras, y al margen de estas fuerzas, la oposición cosechaba resultados más bien mediocres: 50 escaños para el DEPOS en 1992, 45 para la misma coalición en 1993 y 46 para el Movimiento de Renovación Serbia de Draskovic en 1997 (recordemos que esta última consulta electoral fue boicoteada por los partidos, también opositores, de Vesna Pesic y Zoran Djindjic).

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 101-102.

Abolición de autonomía y resistencia civil V

Otro problema lo aportó la progresiva burocratización. La LDK alcanzó una posición de clara preeminencia, y en algún momento pareció asumir que la situación general era relativamente cómoda para sus cuadros. Así las cosas, y no sin flujos autoritarios, perdió imaginación y resolución. Rugova empezó a funcionar a la manera de líder carismático, con los problemas de paralización consiguientes, mientras que los parlamentarios elegidos en la clandestinidad no se reunían. Algunos analistas albanokosovares interpretaron que a partir de cierto momento el principal designio de la Liga dejó de ser la contestación de las políticas del gobierno serbio para colocar en un primer plano la necesidad de evitar el surgimiento de fuerzas eventualmente competidoras dentro del panorama albanokosovar.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 99-100.

Abolición de autonomía y resistencia civil IV

En el terreno económico- social se desarrollaron un sistema educativo y un sistema sanitario al margen del Estado. Los doctores y los profesores eran pagados -con salarios bien es verdad que muy bajos, y no siempre librados a tiempo- por la «República de Kosova», buena parte de cuyos fondos procedían de la emigración albano-kosovar. Los datos relativos al sistema educativo eran espectaculares:  en 1995 asistían a clases 312.000 alumnos de primaria, 57.000 de secundaria y más de 12.000 de enseñanza superior. El sistema, que contaba también con dos escuelas de educación especial, se servía las más de las veces de locales privados.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 97.

Abolición de autonomía y resistencia civil III

El 7 de septiembre de 1990 muchos de los miembros albanokosovares del disuelto parlamento se reunieron en Kaçanik y proclamaron una nueva Constitución que había de regir a la clandestina «República de Kosovo». Las normas aprobadas en Kaçanik sirvieron para articular un auténtico sistema institucional en la sombra y permitieron también que un año después, en septiembre de 1991, se celebrase un referéndum clandestino en el que participó un 87% de los electores y un 99% de los votantes respaldó la creación de una república kosovar independiente. Ésta fue proclamada por el parlamente el 18 de octubre. Varios días después veían la luz, bajo la dirección de la LDK, un gobierno presidido por Bujar Bukoshi.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 94-95.

Abolición de la autonomía y resistencia civil II

Pero si los efectos de la guerra fueron genéricamente negativos, los de la paz firmada en Dayton no fueron mejores. La estrategia de la resistencia albanesa experimentó un franco retroceso, toda vez que el acuerdo suscrito en los EE.UU. implicaba una aceptación de las fronteras internas del viejo Estado federal yugoslavo, acarreaba reconocimiento paralelo -por las potencias occidentales- de la federación que configuraban Serbia y Montenegro, otorgaba una inesperada legitimidad al gobierno serbio y, por si fuera poco, aceleraba la expulsión de refugiados albanokosovares por parte del gobierno alemán. Muchos albanokosovares se preguntaban por qué se reconocía una República Serbia en Bosnia y en cambio no se hacía otro tanto como una «República de Kosova» en Serbia; acaso las grandes potencias premiaban el uso de la fuerza y castigaban a quienes optaban por la resistencia pacífica. La única contrapartida, de sentido ambivalente en el caso de Kosova, era el compromiso internacional de no levantar las sanciones económicas que pesaban sobre Serbia y Montenegro en tanto en Kosova persistiesen problemas de violación de derechos humanos. En junio de 1996, en fin, los Estado Unidos abrieron en Prishtinë una oficina que tenía un simbólico rango semidiplomático.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 92.

Abolición de la autonomía y resistencia civil I

Para que nada faltase, la política oficial serbia alentó un ambicioso programa de colonización. Una ley del verano de 1991, que apenas tuvo eco, otorgaba cinco hectáreas de tierra a los serbios y montenegrinos que quisiesen instalarse en Kosova. Las guerras en Croacia y Bosnia-Hercegovina proporcionaron poco después, sin embargo, un número de refugiados serbios dispuestos a trasladarse a Kosova. Al respecto se manejaron las cifras de 6.000 serbobosnios, en 1994, y de 20.000 serbios procedentes de la Krajina, en 1995.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 90.