La aparición de la sociedad de clases


Los cambios originados por la revolución industrial se sumaron a las transformaciones políticas ocasionadas por las revoluciones atlánticas durante las últimas décadas del siglo XVIII. Todas ellas provocaron la disolución de la sociedad del Antiguo Régimen, basada en la división estamental, y el nacimiento de la sociedad de clases.

En la sociedad de clases las personas se diferenciaban por el lugar que ocupaban en el proceso productivo y no por su nacimiento o el origen de su familia.

En esta nueva sociedad la nobleza fue perdiendo influencia, aunque siguió manteniendo cierto poder político y social. Estableció una alianza estratégica con la emergente burguesía (prestigio social a cambio de dinero) y mantuvo el predominio en determinados ámbitos del aparato del Estado, como la diplomacia, la Administración y el Ejército. Sus valores, gustos y aficiones siguieron gozando de gran prestigio e influencia.

Los campesinos también se vieron afectados por la desaparición del Antiguo Régimen, puesto que dejaron de estar bajo la protección de los señores y propietarios de las tierras para convertirse en jornaleros. Además, las condiciones de vida en el mundo rural eran duras y se produjeron hambrunas a causa de las malas cosechas de las últimas décadas del siglo XVIII.

En definitiva, los trastornos originados por la introducción de mejoras técnicas, así como los cambios en el régimen de propiedad, dejaron sin posibilidad de sustento a un número considerable de campesinos, que se vieron obligados a emigrar a las ciudades.

Ahora bien, los grupos sociales más característicos de esta nueva sociedad de clases fueron los burgueses y los obreros.

La burguesía

Al implicarse en el proceso de industrialización y, en consecuencia, acumular capitales y multiplicar sus inversiones, se convirtieron en la clase más relevante. Este enriquecimiento les sirvió como punto de apoyo para ascender a la cúspide del poder político y de las principales instituciones sociales y culturales.

Políticamente evolucionaron desde posiciones revolucionarias a ideas más conservadoras próximas a la nobleza. Su prestigio y costumbres se fundamentaban en la familia, el patrimonio y los negocios. Sus principales valores eran la educación, el mérito, el trabajo y el ahorro.

La clase obrera

Este grupo social, conocido también como proletariado, se desarrolló en Gran Bretaña y en el resto de Europa de forma paralela a la industrialización. Estaba formado por los trabajadores de las ciudades que solamente poseían el salario que les proporcionaba el empresario a cambio del trabajo realizado. Sus condiciones de vida fueron pésimas durante todo el siglo XIX.

El trabajo femenino e infantil durante la industrialización


En el Antiguo Régimen la actividad de las mujeres se desarrollaba en el ámbito del hogar y la familia. La única dedicación laboral fuera de ese entorno era el servicio doméstico o, si vivían en el campo, la colaboración en las labores agrícolas.

Con el inicio de la revolución industrial, los empresarios empezaron a demandar mano de obra femenina, de tal modo que algunas mujeres también accedieron al trabajo remunerado en las fábricas. Sin embargo, las condiciones laborales y el salario eran peores que los de los varones. Estos, por su parte, consideraban que la mano de obra femenina les planteaba una competencia ilegítima debido a su precio más bajo.

En el contexto de la industrialización tuvo lugar un debate social y político acerca del trabajo femenino. En concreto, se discutieron aspectos como los siguientes:

  • Si las mujeres debían acceder al trabajo fuera del hogar.
  • Qué trabajos remunerados eran actos para ellas.
  • Qué consecuencias tendría la actividad laboral para las mujeres, sus familias y la sociedad en su conjunto.

Pensadores como Karl Marx se mostraron partidarios de excluir a las mujeres de las fábricas para evitar la degradación de la sociedad y de la familia.

Por su parte, los niños también padecieron la explotación laboral durante las primeras fases de la revolución industrial. Junto con las mujeres, trabajaban en las fábricas en jornadas de 14 y 15 horas diarias.

Además, en muchas ocasiones se les obligaba a realizar las tareas más duras y peligrosas, como introducirse dentro de las máquinas para limpiarlas o repararlas.

Las condiciones de vida y trabajo de la clase obrera I


La Revolución Industrial y la introducción del maquinismo provocaron una profunda transformación de la estructura productiva y las condiciones de trabajo.

El obrero asalariado fue desplazando, poco a poco, a los artesanos y trabajadores a domicilio, mientras que el maquinismo hizo aumentar enormemente la división del trabajo. El obrero ya sólo participaba en una pequeña fase del proceso productivo y no necesitaba ni una fuerza física singular ni una gran especialización. Se convirtió en una fuerza de trabajo necesaria para mover máquinas o manipular productos y se compraba en el mercado a bajo precio.

Así, durante casi todo el siglo XIX, el aumento del coste de la vida fue superior al aumento de los salarios, hecho que condujo al empobrecimiento de la clase obrera. La necesidad de conseguir una gran acumulación de capital por parte de los empresario tuvo como consecuencia el mantenimiento de unos salarios muy bajos y de unas pésimas condiciones de trabajo. Las jornadas laborales eran largas y agotadoras y, en muchos casos, superaban las quince horas diarias.

Además, el trabajo se realizaba en lugares insalubres, ya que muchas fábricas eran oscuras y malsanas y, en el caso de la industria textil, muy húmedas.

Los salarios eran tan bajos que sólo permitían estrictamente la subsistencia. Así, era un hecho corriente que niños y mujeres trabajasen, tanto en las fábricas como en las minas. Sus sueldos eran necesarios para completar la economía familiar, pero eran inferiores a los de los hombres. En Inglaterra el sueldo de los niños equivalía a un 10% del masculino, y el de las mujeres entre un 30% y un 40%.

La disciplina laboral era muy rígida, de tal modo que los obreros podían ser despedidos en el momento en que el empresario quisiera. Los castigos y las penalizaciones eran también frecuentes. No existía ningún tipo de legislación laboral que regulara el trabajo o garantizase alguna protección en caso de enfermedad o accidente.

Las primeras leyes reguladoras del trabajo se hicieron en Gran Bretaña en 1833, año en que se promulgó la Factory Act. Por su parte, Prusia estableció las primeras leyes laborales en 1839, Francia en 1841 y los EE.UU. en 1848.

El socialismo utópico


El espectáculo de la miseria obrera llevó a estos primeros pensadores socialistas, que Engels calificó de utópicos, a pronunciarse contra los valores del capitalismo triunfante.

Este era para ellos un sistema condenable, porque daba lugar a la explotación de los trabajadores y porque estaba sometido a crisis frecuentes que generaban paro.

Pero fueron sobre todo las desigualdades provocadas por la concentración de la propiedad privada en manos de una minoría lo que criticaban con más fuerza, ya que las consideraban origen de los males. Así, desde su crítica a la sociedad desigual, los socialistas utópicos se preocuparon por buscar un sistema social que garantizara el interés general.

Aunque hubo una gran diversidad de escuelas y de movimientos, casi todos estaban de acuerdo en unas cuantas proposiciones fundamentales:

  • La sustitución de la propiedad privada de los medios de producción por formas de propiedad cooperativa.
  • La defensa de la libertad, la democracia y la soberanía popular. En definitiva, la lucha contra la tiranía.
  • La necesidad de reformas para mejorar la situación de las clases populares. En esta línea, propugnaban la intervención estatal, la protección de los niños y de las mujeres, la asistencia sanitaria…
  • La existencia de la lucha social como un hecho inevitable; definieron los conceptos de burguesía, proletariado y clase social, al tiempo que comenzaron a perfilar la teoría de la lucha de clases. Ahora bien, diferían en las fórmulas revolucionarias para la transformación de la sociedad.
Entre los utópicos más significativos habría que citar a:
  • Robert Owen, que promovió la creación de un modelo fabril (New Lanark) que mejorara las condiciones de trabajo.
  • Saint Simon, que entrevió el concepto de la lucha de clases.
  • Fourier, que propuso el modelo de sociedad sin clases en Organización de los Falansterios.
  • Por su parte, Proudhon ha sido considerado el precedente del anarquismo por crítica radical a la propiedad privada, la democracia burguesa, el Estado y las organizaciones políticas.

Los historiadores y el cine II

La aproximación formal considera que las películas son reflejo de la realidad política y social del momento en que fueron hechas. Un ejemplo ya tópico es la analogía de artículos recogidos en American History/American Film que buscan los aspectos históricos de obras como «Rocky» (problemas de la clase obrera), La invasión de los ladrones de cuerpos (conspiración y sumisión del cuerpo social en los cincuenta), «¡Viva Zapata!» (La Guerra Fría) y «Corazones indomables» (la persistencia d elos ideales norteamericanos). Este punto de vista insiste en que cualquier film puede ser situado «históricamente» -y de hecho así es-, pero no otorga ningún papel específico a las películas que versan sobre temas del pasado. No distingue el film histórico del resto, lo que nos obliga a plantear la siguiente pregunta: ¿por qué no aplicar a los textos el mismo criterio? Ellos también reflejan la época en la que fueron redactados, pero los historiadores consideramos que nos ofrecen información válida y no sólo el reflejo de una época. ¿Por qué debemos estudiar los libros de historia en función de su contenido y los films históricos en función de lo que reflejan? ¿Es que la pantalla sólo reproduce imágenes? ¿Es demasiado cercana la cueva de Platón para que desconfiemos de las imágenes que reproduce la luz?

Robert A. Rosenstone, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, p. 45.