La Inglaterra victoriana


Al tiempo que se desarrollaba la expansión imperialista, cada una de las potencias europeas desarrolla su propia política internacional -rivalidades, alianzas y conflictos bélicos- dentro del Viejo Continente. A esa cuestión, así como a la situación interna de esos estados, está dedicado este conjunto de vídeos. Después de la introducción, en esta clase abordaremos la situación británica e finales del XIX. Este apartado también incluye vídeos dedicados a la Tercera República Francesa, el Segundo Reich Alemán, la Rusia de los zares, el Imperio Austrohúngaro y el territorio otomano. Esto se complementa con otros vídeos dedicados a potencias no europeas, como los EE.UU., Japón y China.

 

La legislación contra el trabajo infantil


A finales de la década de 1820, el Parlamento británico abordó la cuestión del trabajo infantil. Durante esas sesiones, los legisladores británicos tuvieron ocasión de escuchar testimonios sobrecogedores de niños que habían sufrido accidentes por utilizar máquinas en su actividad laboral. Políticos como Richard Oastler y Michael T. Sadler se pronunciaron públicamente contra esta forma de explotación infantil. Este último incluso publicó un informe en 1832 en el que recogía conmovedoras entrevistas a los niños trabajadores.

Como resultado de este movimientos contrario a la explotación infantil, se promulgaron las Factory Acts:

  • En 1833 se prohibió el empleo a menores de nueve años en la industria textil y se estableció que la jornada laboral de niños entre los nueve y los doce no podía superar las nueve horas diarias ni las cuarenta y ocho semanales.
  • En 1834 se rebajó la edad mínima para trabajar a los ocho años, al tiempo que se establecía la jornada partida entre la escuela y el trabajo.

En la segunda mitad del siglo XIX se produjo un descenso acusado del trabajo infantil en el Reino Unido, circunstancia que algunos historiadores atribuyen a las Factory Acts. Otros, sin embargo, consideran que el proceso se produjo debido a otros factores, como las mejoras en la maquinaria, que ya no requería de niños para su limpieza o reparación, o la sustitución del agua por el vapor en la industria texto.

En Francia también se adoptaron medidas contra el trabajo infantil a partir de 1841. Los legisladores prohibieron el empleo de niños menores de ocho años, al tiempo que establecían una jornada laboral de ocho horas hasta la edad de doce.

La reina y París, en «María Antonieta» de Stefan Zweig


«Pero ¿qué ve de París María Antonieta? En los primeros días examina por curiosidad toda suerte de cosas dignas de ser vistas: los museos, los grandes comercios; asiste a una fiesta popular, y hasta una vez a una exposición de pinturas. Mas con ello queda plenamente satisfecha, para los próximos veinte años, su necesidad de instruirse en París. En general, se consagra exclusivamente a los lugares de diversión: va con regularidad a la Ópera, a la Comedia Francesa, a la Commedia italiana, a bailes; visita las salas de juego; por tanto, precisamente el Paris at night, el Paris city of pleasure de las norteamericanas ricas de hoy. Lo que más le atrae son los bailes de la Ópera, pues la libertad del disfraz es la única permitida a aquella joven prisionera de su categoría (…) Pero jamás, en todos aquellos años, penetra en una casa burguesa, jamás asiste a una sesión del Parlamento o de la Academia, jamás visita un hospital, un mercado; ni una sola vez intenta conocer algo de la existencia cotidiana de su pueblo. María Antonieta permanece siempre, en estas escapadas parisienses, dentro del estrecho círculo centelleante de los placeres mundanos, y piensa haber hecho ya bastante por las buenas gentes, el bon peuple, correspondiendo con una sonrisa indolente a sus entusiastas aclamaciones… mientras que en su falta de presentimientos se imagina renunciar a la corte y hacerse popular en París con sus diversiones, pasa realmente en su lujosa carroza de muelles, encristalada y chirriante, durante veinte años, al lado del verdadero pueblo y del París verdadero, sin verlos».

Los judíos, el estado-nación y el nacimiento del antisemitismo VII

Cuando, tras la derrota de 1940, el antisemitismo francés alcanzó su oportunidad suprema bajo el gobierno de Vichy, tuvo un carácter definitivamente anticuado y, para sus fines principales, más bien inútil, algo que los escritores alemanes nazis jamás dejaron de subrayar. No poseyó influencia en la formación del nazismo y siguió siendo más significativo en sí mismo que como factor histórico activo en la catástrofe final.

La razón principal de estas limitaciones generales fue la de que los partidos antisemitas, aunque violentos en la escena nacional, carecían de aspiraciones supranacionales. Pertenecían, al fin y al cabo, al más antiguo y más completamente desarrollado de los estado-nación de Europa. Ninguno de los antisemitas trató siquiera de organizar seriamente un «partido por encima de los partidos» o de apoderarse del estado como partido y sin otra finalidad que los intereses del partido. Los pocos intentos de coup d´etat que pueden ser atribuidos a la alianza entre antisemitas y altos jefes del ejército fueron ridículamente inadecuados y abiertamente tramados. En 1898 fueron elegidos miembros del Parlamento, tras varias campañas antisemitas, unos diecinueve antisemitas, pero ésta fue una cota máxima que jamás volvió a ser alcanzada y a partir de la cual el declive fue rápido.

Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, p. 116-117.