El cine es un indiscutido protagonista en nuestras sociedades modernas, no sólo como medio de entretenimiento sino también como una útil herramienta para el análisis y la comprensión del pasado. De hecho, todas las películas tienen un valor histórico, convirtiéndose así en documentos de valor excepcional para el investigador, pero también en un desafía profesional. Porque el cine no sólo puede ser entendido por el historiador como fuente o agente histórico, también debe analizarlo desde aspectos técnicos como el lenguaje o la estructura narrativa, u otros de contexto como la crítica, la recepción del público o el sistema político o social que difunde.
José-Vidal Pelaz López, El pasado como espectáculo: reflexiones sobre las relación entre la Historia y el cine, p. 1.