Ante la evolución de los acontecimientos, las autoridades de la República de Serbia, con S. Milosevic al frente, y animadas y rearmadas ideológicamente por el “Memorándum” de la Academia de las Ciencias y de las Artes -documento elaborado en Belgrado en septiembre de 1986, aunque su autoría nunca fue reconocida oficialmente, y, por lo tanto, difundido de manera subrepticia-, tomaron, el 28 de marzo de 1989, la decisión de reformar la Constitución de Serbia, lo que de hecho suponía una reforma unilateral, y por tanto ilegal, de la propia Constitución Federal de 1974, para reducir a la mínima expresión el estatuto de autonomía de las provincias de Kosovo y Voividina: desde ese momento, ambas provincias, en aspectos tan sustanciales como la composición de sus gobiernos o su representación en las máximas instituciones Federales, pasaban a estar dirigidas por Serbia. El gran objetivo perseguido con dicha medida no era devolver a Serbia su antiguo prestigio y prestancia dentro de Yugoslavia; todo ello perdido, según los inspiradores del “Memorándum”, en el seno de régimen comunista de Tito, sobre todo desde la instauración de la Constitución 1974, germen del mal gobierno, de la insolidaridad de las repúblicas, y de la descomposición del Estado común. Este ataque serbio a la legalidad vigente fue rechazado radicalmente en Kosovo (poblada en un 82% por albaneses), provincia que venía solicitando desde la época de Tito un mayor autogobierno. La protesta degeneró en enfrentamientos violentos, que sólo la represión policial y el despliegue del ejército federal, pudieron zanjar.
Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 120-121.