La ruptura de la homogeneidad política: nacionalismo serbio y elecciones republicanas III

Paul Garde se ha servido del término «revolución cultural» para dar cuenta del proceso iniciado en Serbia en 1986 de la mano de Slobodan Milosevic. En adelante las tendencias recentralizadoras se manifestaron estrechamente asociadas con el ascenso del nacionalismo serbio. Aunque su influencia real sea objeto de muchas disputas, el Memorándum que en 1986 redactó un grupo de responsables de la Academia de Ciencias de Serbia -y entre ellos el escritor nacionalista Dobrica Cosic, por entonces mentor ideológico de Milosevic- permite seguir las trazas de esa revolución. Aunque el texto que nos ocupa no desdeña la democratización como un factor para sacar al país del estancamiento -la misma terminología empleada en la URSS gorbachiviana-, el acento se depositaba en otras exigencias. Se reclamaba así lo que Milosevic entendía era una «reforma social» desburocratizadora encaminada a luchar contra los privilegios de la nomenklatura, al tiempo que se llamaba la atención sobre la discriminación que, siempre en opinión de los autores, padecían los serbios en la citada provincia autónoma de Kosovo, de mayoría albanesa. Más adelante las reivindicaciones se extendían a otros territorios de la Federación Yugoslava en los que la presencia, mayoritaria o no, de serbios era significativa. El Memorándum recordaba al respecto la reducción en el porcentaje de población serbia presente en determinadas áreas de Croacia que, como Kordun, Banja y Lika, eran las más pobres de esta república. El mismo tipo de argumento se hizo sentir con el tiempo en relación con otras áreas de la Federación Yugoslava: así, mientras Bosnia le había sido arrancada a Serbia para reducir su poder e influencia, lo mismo podía decirse de Macedonia, cuya configuración como república había puesto freno al sueño de una salida al mar Egeo. De acuerdo con una opinión común en los círculos nacionalistas serbios, la propia configuración de Montenegro como república había respondido al propósito de aminorar la importancia de Serbia en el seno de la Federación.

José Carlos Lechado y Carlos Taibo, Los conflictos yugoslavos, p. 56-57.

La encrucijada serbia: entre la «Gran Serbia» y la «tercera y mínima Yugoslavia»

Ante la evolución de los acontecimientos, las autoridades de la República de Serbia, con S. Milosevic al frente, y animadas y rearmadas ideológicamente por el «Memorándum» de la Academia de las Ciencias y de las Artes -documento elaborado en Belgrado en septiembre de 1986, aunque su autoría nunca fue reconocida oficialmente, y, por lo tanto, difundido de manera subrepticia-, tomaron, el 28 de marzo de 1989, la decisión de reformar la Constitución de Serbia, lo que de hecho suponía una reforma unilateral, y por tanto ilegal, de la propia Constitución Federal de 1974, para reducir a la mínima expresión el estatuto de autonomía de las provincias de Kosovo y Voividina: desde ese momento, ambas provincias, en aspectos tan sustanciales como la composición de sus gobiernos o su representación en las máximas instituciones Federales, pasaban a estar dirigidas por Serbia. El gran objetivo perseguido con dicha medida no era devolver a Serbia su antiguo prestigio y prestancia dentro de Yugoslavia; todo ello perdido, según los inspiradores del «Memorándum», en el seno de régimen comunista de Tito, sobre todo desde la instauración de la Constitución 1974, germen del mal gobierno, de la insolidaridad de las repúblicas, y de la descomposición del Estado común. Este ataque serbio a la legalidad vigente fue rechazado radicalmente en Kosovo (poblada en un 82% por albaneses), provincia que venía solicitando desde la época de Tito un mayor autogobierno. La protesta degeneró en enfrentamientos violentos, que sólo la represión policial y el despliegue del ejército federal, pudieron zanjar.

Ricardo Martín de la Guardia y Guillermo Pérez Sánchez, Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, p. 120-121.