De los ilirios a la Segunda Guerra Mundial III

Buena parte de la población serbia residente en los territorios situados al norte de Kosovo había buscado la protección del emperador austríaco, al tiempo que se verificaba un flujo decisivo: el centro de gravedad de las comunidades serbias, que en un tiempo había estado en Kosovo, empezó a trasladarse hacia Belgrado, con lo cual la separación, y la oposición, entre serbios y albaneses fue ganando terreno. El éxodo serbio facilitó, como era de esperar, una nueva llegada de albaneses de las montañas, y ello no sólo a Kosovo, sino también a Macedonia e incluso a ciudades como Nis, hoy en el sur de Serbia.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 28.

De los ilirios a la Segunda Guerra Mundial II

Para la historiografía serbia, por el contrario, los albaneses se formaron en virtud del cruce entre restos aportados por los ilirios y los dejados por un sinfín de pueblos que habitaban la parte suroccidental de los Balcanes, de tal suerte que su vinculación con Kosovo fue marginal antes de  la llegada de los eslavos y su presencia significada en el territorio que hubo de aguardar a finales del siglo XVII y principios del XVIII, cuando asumieron un crudo papel de colonizadores empecinados en la persecución de los serbios. Antes, Kosovo se había convertido en el crisol de la nación serbia, que vio la luz en 1389 de resultas de la batalla de Kosovo Polje. Así las cosas, los serbios son la población autóctona de Kosovo, país al que llegaron mucho antes que los albaneses. La presencia de estos producto de una cultura en la que los elementos destructivos y de atraso son decisivos no se remonta más allá de tres siglos atrás, y sólo puede explicarse por efecto de los estímulos generados, primero, por la insana dominación turca, que no ahorró esfuerzos para aniquilar a la cristiandad ortodoxa, y después por los intereses del imperio austrohúngaro. Con estos antecedentes no puede sorprender que la palabra Kosovo suscite, a los ojos de muchos serbios, la imagen de la persecución, del sufrimiento y de la injusticia.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 24.

 

De los ilirios a la Segunda Guerra Mundial I

…las historiografías albanesa y serbia parecen condenadas a la discrepancia. La primera señala que los albaneses, descendientes directos de los ilirios, se vieron obligados a retroceder -en virtud de las invasiones eslavas- hacia las zonas costeras a partir del siglo VI después de Cristo, pero regresaron a su tierra, bajo la protección del Islam, en los siglos XV y XVI, y configuraron en adelante el grueso de la población de Kosova. Conforme a esta visión de los hechos, los serbios son, en cambio, gentes plenamente ajenas a Kosova, que han mostrado una permanente hostilidad hacia los albaneses y han hecho todo lo que estaba en su mano para dividirlos, obstaculizando, en particular, la gestación de un estado común para las comunidades albanesas presentes en Montenegro, Kosova, Macedonia, Grecia y la propia Albania.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 23-24.

Kosovo: una pérdida humillante

La cuestión de Kosovo es delicada para cualquier serbio, no porque quiera y crea que Kosovo debe formar parte de Serbia. Nadie en su sano juicio querría lidiar con una población enemiga e independentista, trufada de mafias y narcotraficantes. De hecho, la mayoría de los serbios es consciente de que, sin Kosovo, Serbia solucionaría mucho más rápido sus problemas. La pérdida de Kosovo significaría para Serbia lo mismo que fue para Hungría la amputación de Transilvania en 1920, por el Tratado de Trianon. Una pérdida humillante.

Mira Milosevich, ¿Un nuevo Trianon?, p. 2.

La lentitud de las reformas

La tardía Constitución es un espejo de la situación política actual en Serbia: las reformas democráticas han sido lentas e insuficientes. El mayor problema interno es la corrupción, que no ha cesado de aumentar en los últimos tres años, como informan los analistas de la UE. A ello se une el estancamiento económico en niveles de pobreza (el sueldo medio en Serbia es de 250 Euros). Esta pésima situación , así como el fracaso en el cumplimiento de las exigencias de la UE, los ha intentado disimular el actual gobierno de Vojislav Kostunica (Partido Democrático Serbio) con un nuevo discurso sobre la cuestión de Kosovo, aunque sin prometer batallas, como lo hizo su antecesor. Según Kostunica, los serbios no pueden aceptar el chantaje que ya les había propuesto el «arquitecto de paz en los Balcanes», Richard Hoolbrok: la renuncia a Kosovo como condición necesaria para el ingreso en la UE.

Mira Milosevich, ¿Un nuevo Trianon?, p. 2.

El chivo expiatorio de los conflictos balcánicos

En Belgrado y hace poco más de seis años, el cinco de octubre de 2000, fue derrocado por una revolución democrática el régimen de Slobodan Milosevic. Los serbios que celebraron su caída creían que, a pesar de su responsabilidad en la desintegración y destrucción de la Yugoslavia postcomunista, volverían de inmediato al seno de la comunidad internacional. Como todas las explicaciones que se daban entonces en el mundo del conflicto yugoslavo comenzaban y acababan con la inculpación absoluta de Milosevic, se había ido asentando la convicción de que, con la desaparición de éste, se desvanecerían todos los problemas.

Mira Milosevich, ¿Un nuevo Trianon?, p. 1.

La desaparición del terror y el auge de los nacionalismos

También Yugoslavia, aunque no integrada en el Pacto de Varsovia, como país no alineado en una tierra de nadie entre ambos bloques sufrió muy directamente la desaparición del equilibrio del terror. De su desintegración y su destrucción fueron responsables los mismos yugoslavos, pero los nacionalistas fueron los más apoyados por la UE y los EE.UU.: primero los croatas y eslovenos; luego Milosevic (con él se firmaron los Acuerdos de Dayton sobre un país que no era suyo, Bosnia); hoy, los albanokosovares. De todos ellos, los perdedores han sido los serbios, que no tenían aspiraciones muy distintas de las de los demás, pero no supieron venderlas a los occidentales.

Mira Milosevich, La situación política de Serbia después de las elecciones generales, p. 3.

La reunificación por criterios étnicos

Durante la guerra de Kosovo, el antiguo Secretario de Estado norteamericano, Henry Kissinger declaró estar a favor de la reunificación de los pueblos de la antigua Yugoslavia según el principio étnico, considerando que sólo esto podría garantizar una paz duradera. Su propuesta no era del todo descabellada, porque los proceso de unificación nacional europeos del siglo XIX empezaron en los Balcanes, y porque todos los conflictos en los Balcanes han surgido de cuestiones étnicas. Sin embargo, lo que Kissinger no tuvo en cuenta es el hecho de que los nacionalistas balcánicos, como los nacionalistas en general, tienden a la emulación mimética y que satisfacer las exigencias de unos no garantiza que más tarde no aparecerán otros que pidan más. Saciar los apetitos de los nacionalistas étnicos no convierte a éstos en demócratas.

Mira Milosevich, La situación política de Serbia después de las elecciones generales, p. 3.

Reflexiones sobre la independencia de Kosovo

Si Kosovo obtiene cualquier forma de independencia facilitaría a los serbios despedirse de un pasado falsamente dorado y concentrarse en su propio desarrollo democrático como nación moderna y fuerte, clave de la estabilidad de los Balcanes, y se cumplirá el sueño estatal de los albaneses de la región, pero tendría unas consecuencias dramáticas a corto plazo en la escena política internacional. En primer lugar, los serbios de la llamada República Serbia de Bosnia podrían recurrir al mismo expediente y exigir su independencia o su anexión a Serbia, y otro tanto harían los musulmanes de Sandzak, que ya intentaron en 1993 unirse a los musulmanes de Bosnia.

Mira Milosevich, La situación política de Serbia después de las elecciones generales, p. 1.

El peligro del Cid

La intoxicación nacionalista no fue un invento suyo, pero supo cultivarla y explotarla cómo nadie. Su peor legado es que los rescoldos de esa pasión política todavía humean en la vida pública serbia y el encumbrado prisionero, desde su imponente cárcel en La Haya, ha sabido mantenerlos con su orgullosa autodefensa, utilizando con pericia y desvergüenza como palestra propagandística las amplias garantías jurídicas de que disfrutaba. Perdió guerras con los que eligió como enemigos pero ganó muchas batallas políticas internas encandilando a sus conciudadanos. Como El Cid aún puede ganar alguna después de muerto. Su mito puedes seguir manteniendo a sus paisanos lejos del premio europeo.

Manuel Coma, Adiós, Milosevich, no vuelvas, p. 2.