Kosova después de la guerra: el protectorado internacional I

En el magma de tensiones y confrontación que acabamos de retratar se hizo valer un fenómeno de inquietante relieve: la expulsión, o en su caso la huida, de muchos integrantes de las minorías étnicas presentes en Kosova, y singularmente serbios, gitanos -comúnmente acusados de colaboración con los serbios y de saqueo de viviendas de ciudadanos albaneses- y musulmanes eslavófonos. En noviembre de 1999 ACNUR y la OSCE no dudaban en señalar, en un informe, que se había desarrollado “un clima de violencia e impunidad, así como de general discriminación, acoso e intimidación dirigidos contra los no albaneses. La combinación de problemas de seguridad, restricciones de movimiento, falta de acceso a los servicios públicos (especialmente educación, cuidados médico-sanitarios y pensiones) es el factor determinante de la huida de los serbios, ante todo, y de otros grupos no albaneses.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 148-149.

De los ilirios a la Segunda Guerra Mundial II

Para la historiografía serbia, por el contrario, los albaneses se formaron en virtud del cruce entre restos aportados por los ilirios y los dejados por un sinfín de pueblos que habitaban la parte suroccidental de los Balcanes, de tal suerte que su vinculación con Kosovo fue marginal antes de  la llegada de los eslavos y su presencia significada en el territorio que hubo de aguardar a finales del siglo XVII y principios del XVIII, cuando asumieron un crudo papel de colonizadores empecinados en la persecución de los serbios. Antes, Kosovo se había convertido en el crisol de la nación serbia, que vio la luz en 1389 de resultas de la batalla de Kosovo Polje. Así las cosas, los serbios son la población autóctona de Kosovo, país al que llegaron mucho antes que los albaneses. La presencia de estos producto de una cultura en la que los elementos destructivos y de atraso son decisivos no se remonta más allá de tres siglos atrás, y sólo puede explicarse por efecto de los estímulos generados, primero, por la insana dominación turca, que no ahorró esfuerzos para aniquilar a la cristiandad ortodoxa, y después por los intereses del imperio austrohúngaro. Con estos antecedentes no puede sorprender que la palabra Kosovo suscite, a los ojos de muchos serbios, la imagen de la persecución, del sufrimiento y de la injusticia.

Carlos Taibo, Guerra en Kosovo. Un estudio sobre la ingeniería del odio, p. 24.