La República de Weimar


Entre los nacionalistas alemanes se difundió la idea de la responsabilidad de los socialistas y judíos en la revolución que favoreció la rendición alemana. Asimismo, consideraban el Tratado de Versalles un diktak (imposición).

De esta mentalidad surgiría el revanchismo alemán contra la democracias, que afectó en primer lugar a la suya.

La dureza de la crisis (1920-1923)

En julio de 1919 se elaboró, en la ciudad de Weimar, la nueva constitución que convertía a Alemania en un República federal (con autonomía de los länders) y presidencialista. Además, se aprobaba el sufragio universal, que incluía el femenino.

Sin embargo, el sistema electoral impedía la formación de mayorías parlamentarias.

El problema político de Alemania era la aceptación de las nuevas fronteras y el pago de las reparaciones de guerra. Esta situación se agravó en 1923 a causa de:

  • La ocupación del Ruhr por los franceses ante el impago de las reparaciones por parte de Alemania. Provocó una fuerte inflación que dejó a los sectores populares sin capacidad de compra.
  • Los intentos separatistas de Renania y Baviera, el malestar entre los militares y la crisis social por la difícil incorporación de los excombatientes a la vida civil.
En este contexto, se sucedieron intentonas golpistas por parte de la extrema derecha desde 1920: del general Lütwitz en Berlín (1920) y de Hitler en Munich (1923).

Los apoyos políticos entre 1923-1929

La República se apoyó durante sus dos primeros años en el SPD y en el Zentrum, organización de centro-derecha. En 1923 eligió como presidente del Gobierno y ministro de Asuntos Exteriores a Gustav Stresemann, del Partido Popular alemán, formación conservadora y democrática.

Así, se consiguió un Gobierno de gran coalición que obtuvo cierta estabilidad. Sus objetivos fueron normalizar las relaciones con Francia y equilibrar la situación económica y monetaria. De ahí surgió el Plan Dawes pactado entre los vencedores y Alemania que redujo las reparaciones y suavizó los plazos para pagarlas. Comenzó la recuperación económica alemana que permitió reducir el paro.

En este ambiente de entendimiento franco-alemán surgieron, a su vez, los acuerdos de Locarno. El pacto de Locarno (1925), cuyos artífices fueron Stresemann y Briand, buscaba fijar las fronteras de Europa:

  • Alemania reconoció la pérdida de Alsacia y de Lorena.
  • Francia se retiró de la cuenca del Ruhr.
  • Se flexibilizaron las reparaciones de guerra alemanas.
  • Se admitió a Alemania en la Sociedad de Naciones.
Quedaba un asunto pendiente: la aceptación por parte de Alemania de las fronteras orientales.

Locarno serenó los ánimos y empujó una cierta recuperación económica europea.

Además, tanto Francia como Alemania se comprometían a someter a un tribunal de Justicia Internacional aquellos litigios que no pudieran resolver de forma amistosa. El complemento de Locarno fue el proyecto de paz duradera: el pacto Briand-Kellog, mediante el cual los firmantes renunciaban y condenaban la guerra. Lo firmaron 65 naciones, entre ellas Alemania.

El fin de la República de Weimar (1929-1933)

La muerte de G. Stresemann (1929) se produjo en el peor momento, justo cuando comenzaban los efectos de la depresión del 29 y la consiguiente radicalización política. Cayó la producción, huyeron los capitales extranjeros, se devaluó la moneda, se disparó la inflación y volvió el desempleo en toda su crudeza.

En 1928 el NSDAP sólo consiguió el 2,6% de los votos, mientras que en 1930 ya alcanzaba el 18% y en julio de 1932 el 37,3%, siendo la fuerza más votada. Finalmente, en marzo de 1933, siendo ya Hitler canciller, alcanzó el 43,9%. Aunque más lentamente, también creció el KPD: 10,6% en 1928, 14,3% en 1930 y 16,9% en julio de 1932.

Al mismo tiempo, se producía la caída de los partidos moderados de centro (liberales, populares y Zentrum) y de izquierda (SPD).

La vida política británica durante el periodo de entreguerras


El Reino Unido entró, desde los años veinte, en una “dulce decadencia” que se confirmó al finalizar la II Guerra Mundial.

La conflictividad social no fue tan grave como en el continente: ni comunistas ni fascistas tuvieron un desarrollo significativo en el mapa político británico. Sólo se sucedieron cuatro jefes de Gobierno y seis equipos ministeriales, siendo la firma del Estatuto de Westminster (1931), que constituía la Commonwealth, uno de los principales acontecimiento.

Los problemas fundamentales del país eran la política económica y la posición ante el problema irlandés.

La situación económica se complico con los efectos de la “Gran Depresión”. El desempleo se disparó a 2,5 millones de parados en 1930. La crisis obligó a constituir un Gobierno de unidad nacional, presidido por MacDonald con liberales y conservadores. En 1935, el Reino Unido había superado ya los efectos más negativos de la crisis económica.

El problema irlandés, donde una mayoría católica deseaba la independencia del Reino Unido, se arrastraba desde el siglo XIX. En 1918 se reconoció el principio de la libre determinación de las nacionalidades, reavivándose los afanes independentistas. El Gobierno británico, sin embargo, se negó a concederla.

Los independentistas se organizaron en un partido, el Sinn Féin (Nosotros Solos), y una milicia, el IRA (Irish Republic Army), cada vez más numerosa y activa. Tras diversas vicisitudes e intentonas armadas independentistas, en 1921 el primer ministro Lloyd George dividió la isla en dos.

En el norte, el Ulster, con mayoría anglicana, se mantenía como parte del Reino Unido. En las provincias del sur se creó un República independiente en calidad de dominio. Posteriormente rompería los lazos con Gran Bretaña y pasó a llamarse República de Irlanda o Eire.

A su vez, declaró que su territorio comprendía toda la isla, aunque sus leyes no podrían aplicarse, de momento, en el Ulster.