Segundo pecado: el Plan Schlieffen


“La política alemana se encontraba ya ante un duro dilema. Debido lógicamente a sus errores previos tenía encima dos “guerras frías”: una contra Rusia y Francia por la hegemonía continental y otra contra Inglaterra por ocupar “un lugar bajo el sol”. Alemania estaba obligada a separar ambas cosas y reventar la Entente”. Y lo cierto es que, como afirma Sebastian Haffner en los siguientes párrafos de este segundo capítulo, casi lo consiguió. El II Reich estuvo muy cerca de mantener al margen de la guerra a Inglaterra, pero sus errores –el segundo “pecado”- lo impidieron.

Las relaciones entre los germanos y las potencias continentales apuntaban inevitablemente hacia la guerra; una lucha en la que Alemania tenía posibilidades de alzarse con la victoria. Por el contrario, en el caso británico, la distensión comenzaba a dar sus frutos, por lo que es de suponer que los insulares se mantendrían al margen de una guerra europea. A Inglaterra no le interesaba poner en peligro su mastodóntica y frágil estructura comercial, y al II Reich no se le pasaba por la cabeza enfrentarse a tal potencial naval al tiempo que desarrollaba una guerra con Francia y Rusia. En definitiva, el enfrentamiento entre Austria y Serbia podía arrastrar al campo de batalla a alemanes, rusos y franceses, pero no tenía porque dar pie a la entrada de Inglaterra. Es más, al tratarse básicamente de una guerra en la Europa oriental, la situación de Francia era más que comprometida. Resultaba impensable que los ejércitos de la tricolor se plantaran en los Balcanes; la única misión de los franceses en la conflagración adveniente era atacar Alemania por su frontera occidental. Basándose en el testimonio de los miembros del gobierno inglés y de sus embajadores en París y Berlín, Haffner llega a afirmar que, salvo que se produjera una invasión germana del territorio francés, Inglaterra estaba dispuesta a mantenerse al margen del conflicto. Es decir, el Imperio Alemán debía contentarse con una guerra oriental, limitándose solo a defenderse en el oeste de los ataques franceses. Por tanto, se le presentaba a Alemania la posibilidad, no solo de mantener la neutralidad británica, sino también de mostrar al mundo como Francia se había apuntado –fruto de su revanchismo- a una guerra a la que no había sido invitada y en la que no tenía nada que hacer. En los primeros días de la guerra los militares tomaron el control de las operaciones en Alemania, fijando entre sus prioridades la materialización del Plan Schlieffen. Este contemplaba la invasión de Francia atravesando Bélgica y Luxemburgo con el fin de evitar las líneas defensivas francesas; así quedaba desbaratada toda la acción diplomática germana para con Inglaterra. Este acto no solo significaba la renuncia a un conflicto puramente oriental, sino que suponía una acción hostil hacia dos países que se habían manifestado neutrales ante la lucha que se avecinaba. A esto hemos de añadir el compromiso del Imperio Británico para con estas dos naciones europeas en peligro.

Los militares alemanes con sus tácticas y envolventes lograron lo que con tanto esmero habían procurado evitar los políticos: la entrada de Inglaterra en la guerra. Ese fue el segundo “pecado” capital del II Reich: “ante la posibilidad de dejar fuera de combate a una gran potencia, Francia, el plan prefería arrastrar hacia el conflicto con toda seguridad a otra más fuerte, Inglaterra”. De esta manera, aún logrando un rotundo éxito en el frente francés –que como sabemos no se produjo-, la situación de Alemania en la Gran Guerra había empeorado.

Hoy sabemos -al igual que Haffner cuando redactó en 1964 Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial- que las cosas hubieran sido muy distintas si los dirigentes del II Reich se hubieran inclinado por un conflicto oriental. Los hechos demostraron en esos años de lucha que Alemania estaba más que capacitada para defenderse de Francia en el oeste y resultar victoriosa en el frente este; sin embargo, la elección fue otra. Aún así, al Imperio Alemán se le presentarían otras ocasiones de alcanzar resultado favorable de cara al fin de la guerra. Oportunidades que, como veremos en los próximos “pecados”, tampoco aprovechó.

Bibliografía:

[1] Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial; Sebastian Haffner – Barcelona – Destino – 2006.

[2] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[3] La Primera Guerra Mundial; Hew Strachan – Barcelona – Crítica – 2004.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.