Especifica las consecuencias para España de la crisis del 98 en los ámbitos económico, político e ideológico


QUINCUAGÉSIMO CUARTO ESTÁNDAR DEL TEMARIO QUE, DE ACUERDO CON LO ESTIPULADO POR LA CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN DE CASTILLA Y LEÓN, PODRÁ SER OBJETO DE EXAMEN EN LA EBAU, ANTIGUA SELECTIVIDAD.

Si bien la derrota en la guerra de 1898 con los Estados Unidos, unida a la pérdida de las últimas colonias, no condujo a un cambio de régimen o de gobierno, provocó la aparición del movimiento regeneracionista. En su origen, además del desastre militar y colonial, fue esencial el impulso de buena parte de la intelectualidad y algunos políticos de la época. El objetivo fundamental de los regeneracionistas era poner en marcha un replanteamiento general de la situación de España a partir de la modernización social, la superación del atraso cultural y la dignificación de la actividad política.

Ahora bien, es necesario señalar que el llamado “Desastre del 98” fue más un estado de ánimo, una crisis moral e ideológica, que una realidad política y económica. De hecho, en los años siguientes el sistema de la Restauración continuó funcionando como lo había hecho hasta la fecha; sin sobresaltos que pusieran en cuestión su vigencia. A esto se ha de añadir que las consecuencias económicas de la pérdida colonial resultaron ser menores de lo previstas. Al fin y al cabo, España ya no tenía que afrontar el cuantioso gasto que suponían el ejército y la administración colonial. También se hizo evidente que los territorios de ultramar no aportaban demasiados beneficios a la economía española; e incluso durante los primeros años se dejaron notar las consecuencias beneficiosas de la repatriación de capitales, los llamados “capitales indianos”.

Como se ha indicado anteriormente, en el campo ideológico las consecuencias afectaron al estado de ánimo de la nación. Las élites intelectuales, y de manera especial la Generación del 98, se vieron afectada por el derrotismo, pesimismo y victimismo posterior a la derrota en la guerra. Además la prensa extranjera se empeñó en presentar a España como un país en decadencia, con una economía atrasada y un sistema político corrupto.

Las potencias extra-europeas: los EE.UU. y Japón


El siglo XIX vio crecer el poder de dos Estados extraeuropeas destinados a convertirse en dos grandes potencias a lo largo del siglo XX: los Estados Unidos y Japón.

Estos dos países reclamaron su papel en la conquista colonial, y lo hicieron sobre todo en el área que creían que le correspondía con más derechos que a los europeos. Los japoneses veían en el Pacífico y en la parte oriental del continente asiático su área natural de expansión. Los EE.UU. tenían como principal objetivo el dominio económico del continente americano, según las bases de la Doctrina Monroe.

Fue en estas dos zonas donde intentaron ocupar el lugar de las potencias europeas.

Gracias a su potencial económico -en 1913 poseía el 36% de la producción industrial del mundo-, Estados Unidos se consideró preparado para iniciar su expansión territorial. De esta manera, en el último tercio del siglo XIX, marcó las líneas maestras de su política colonial.

En primer lugar, se trató de un imperialismo de proximidad: América Central, América del Sur y el Caribe fueron las regiones que recibieron más directamente su influencia. Además, presentó una segunda originalidad que lo diferenciaba del imperialismo europeo y que anunciaba el tipo de dominio colonial del siglo XX: el neocolonialismo. Este se caracterizaba, no tanto por la conquista territorial y el control político directo, sino por la influencia y la sumisión económica.

Los norteamericanos estuvieron interesados en dominar determinados países y en someterlos a sus intereses económicos. Para ello utilizaron los gobiernos débiles y corruptos de las oligarquías locales y, en ocasiones, la intervención militar. Así, hacia 1870 comenzó la expansión de sus intereses financieros en la zona del Caribe, creando lo que se llamó el “área dólar”.

En 1898, con la excusa de la voladura del acorazado “Maine”, declararon la guerra a España y destruyeron su armada en Cuba y Filipinas. España se vio obligada a reconocer la independencia de Cuba y cedió Puerto Rico y Filipinas a EE.UU. También en 1898 los norteamericanos ocuparon las islas Hawai, en el Pacífico.

Japón inició su industrialización a partir de la revolución Meiji (1867-1912) y, en paralelo a su crecimiento económico, comenzó su expansión territorial.

La necesidad de proveerse de materias primas, vitales para un país falto de recursos naturales, y la búsqueda de mercados para sus productos, condujeron a Japón por la senda del colonialismo. Así, la intervención japonesa en Corea provocó la guerra con China (1894-1895), que fue derrotada y tuvo que ceder a los japoneses Formosa y Port Arthur. A su vez, China tuvo que renunciar a la soberanía sobre Corea, que se convirtió en zona de influencia nipona.

El expansionismo japonés chocó también con los intereses rusos en la zona, lo que provocó un enfrentamiento entre ambos en 1904 y 1905, con una sorprendente victoria de Japón. Esta victoria, además de otorgarle el control incuestionable sobre Corea y Manchuria, supuso la entrada de Japón en el club de las potencias imperialistas, en pie de igualdad con las europeas.