El pasado 6 de septiembre, cuando quedaba poco más de una semana para que comenzaran las clase, escribí la primera entrada de esta especie de diario del profesor. Han pasado casi nueve meses desde entonces y, teniendo en cuenta que el curso está cercano a su fin, creo que ha llegado el momento de hacer balance.
Con esta publicación inauguro el último apartado de mi bitácora. Una serie de textos dedicados a extraer resultados y enseñanzas para el año que viene. Ahora bien, como buena parte de esa labor ha sido realizada en entradas anteriores, en no pocos casos me remitiré a lo escrito a lo largo de los últimos meses.
De momento vamos a señalar únicamente los tres grandes fracasos de un curso que, a pesar de todo, ha resultado altamente satisfactorio. El hecho de encontrar errores –algunos de bulto-, no quiere decir que no haya habido aspectos muy positivos. Es más, a pesar del título de esta entrada, tengo clarísimo que no daría marcha atrás. No se trata pues de volver a lo anterior, sino de seguir adelante corrigiendo un poco el rumbo.
El fracaso del temario
Cuando me lancé a desarrollar la experiencia flipped en 1º de bachillerato era plenamente consciente de que eso me iba a exigir un intenso trabajo de grabación. A día de hoy puedo asegurar que no me equivocaba, pues en nueve meses he elaborado ciento dos vídeos.
No me voy a detener a echar cuentas de la cantidad de tiempo que eso supone, pero es evidente que no basta con ponerse frente a una cámara y hablar. Hay un trabajo previo de selección de información y confección de un guión, al que se añade la labor final de edición. Sinceramente, dejando de lado la vergüenza que puede dar grabarse a uno mismo, esa es la parte que menos horas y esfuerzo ocupa.
El problema de grabar vídeos según avanza el curso es que, en ocasiones, no da tiempo a llevar al día el temario. En definitiva, ha habido varias semanas en las que mis alumnos, en lugar de visualizar seis vídeos, han tenido disponibles únicamente cuatro. Al final eso nos ha conducido a un retraso acumulado que nos ha impedido estudiar toda la materia.
Se trata de una cuestión fácil de solucionar para el curso que viene. Bastaría con terminar de grabar este verano los vídeos que faltan y distribuirlos de forma equilibrada en las semanas del próximo curso. Sin embargo, mi labor de este curso difícilmente soportaría una evaluación rigurosa de cómo se ha impartido el temario.
El fracaso de los itinerarios libres y abiertos
Una de las claves del curso era aprovechar los intereses o curiosidades del alumnado para que ampliasen materia investigando esos temas que les resultaban más atractivos. Aunque la idea resulta bastante atractiva, al final he terminado por encontrarme con una realidad bastante alejada de la utopía inicial.
El primer problema tiene que ver con los propios alumnos; o, mejor dicho, con la visión utópica que me había forjado de ellos antes de comenzar. Fue un error pensar que, con dieciséis y diecisiete años, la inmensa mayoría de ellos poseen profundas inquietudes culturales. Evidentemente, algunos de ellos sí las tienen, pero no dejan de ser una minoría.
Llegados a este punto quiero dejar claro que esto no es una crítica a mis estudiantes, sino a mi falta de sentido común o visión de la realidad. Ahora entiendo que, aunque tienen inquietudes e intereses, hay que adaptar las pretensiones de la asignatura a su edad y a la cantidad de asignaturas que tienen. Por tanto, no se trata de eliminar esta vía que he abierto, pero si replantearse algunos aspectos de ella.
El fracaso del trabajo en el aula
El último problema que he detectado tiene que ver con su forma de aprovechar el tiempo en clase. Acostumbrados a ser meros objetos pasivos de una explicación y, sobre todo, de que se les evalúe casi exclusivamente en los exámenes, los alumnos desperdician buena parte de las horas que se les da para trabajar en el aula.
Considero que es un problema sistémico: por desgracia vienen así “de fábrica” tras varios años de actitud pasiva en las distintas asignaturas y acostumbrados a que solo cuenta el examen. Sin embargo, también ahí podía haber hecho las cosas de otro modo.
No me voy a detener ahora a explicar cómo pienso solucionar esto para el próximo curso. Es una cuestión a la que aún estoy dándole vueltas y, además, pienso que requerirá una entrada completa.
Enhorabuena Carlos por el valor que supone la autocrítica que llevas haciendo todo el año y que intuyo aún no ha terminado. No es frecuente encontrar docentes con valor para autoevaluarse y comentarlo en la red: más bien abunda el “ya sabía yo en septiembre que con este curso no hay nada que hacer, son la peor clase que he tenido en muchos años”. Tristemente no es un tópico.
Comparto también contigo el comentario que haces sobre tus alumnos: “acostumbrados a ser meros objetos pasivos… a que se les evalúe casi exclusivamente en los exámenes…” Pero, aún compartiendo lo que dices, creo que solo hay motivos para el optimismo. La solución al problema que detectas es el trabajo en equipo de los docentes. Ambos tenemos la suerte de formar parte de un claustro virtual que hace de catalizador de ilusiones y reflexiones poniéndonos en movimiento a la hora de realizar proyectos entre centros. ¡Eso es mucho! Pues bien, si algo de ese espíritu se traslada al claustro presencial, al real, iremos corrigiendo el rumbo que lleva la educación. Tenemos las herramientas, tenemos las ganas… es cuestión de seguir cambiando.
Enhorabuena por el trabajo hecho este año.
Muchas gracias, Jesús. Como bien indicas, esto aún no ha terminado. En las próximas semanas seguiré evaluando mi trabajo del curso, incluyendo tanto posibles soluciones como la opinión del alumnado. Como bien dices, un granito de arena para mejorar el sistema educativo desde la parte que me toca: mis asignaturas y estudiantes.
Buenas, Carlos. Admiro enormemente tu capacidad de reflexión. Y aprovecho para darte las gracias por abrir en canal tu trabajo. Uno de los problemas por los que en el último mes me he mantenido des-conectado ha sido precisamente aceptar proyectos muy interesantes con la sensación de poco calado entre el alumnado, lo que me ha conducido a un sentimiento de agotamiento.
Leo tu artículo, reflexiono y gracias a tus palabras detecto que mi visión del alumnado es algo idílica. Esto me acerca un poco más a la raiz del problema a la hora de aplicar y probar nuevas metodologías o proyectos en aula. Y me permite encontrar una línea de trabajo que establecer para el curso que viene
Muchas gracias por tus reflexiones.
Un saludo. Jesús
Gracias a ti por tu comentario. Ayuda mucho ver que tenemos problemas similares, que uno no está solo. En breve sacaré nuevos textos analizando problemas, pero sobre todo aportando posibles soluciones.
Creo que vamos en paralelo ofreciendo propuestas parecidas y encontrándonos con los mismos problemas. Gracias a tus reflexiones he comprendido que el trayecto es igual de difícil para todos.