Este escrito pertenece a una serie de artículos que voy a publicar sobre una obra de Robert Schuman. El libro se llama Por Europa, y recoge algunos discursos del fundador de la CECA agrupados por temas. Yo voy a reproducir en esta serie los fragmentos más significativos del mismo. Este primero aborda una cuestión fundamental: se plantea el porqué de una Europa unificada. Las respuestas se las dejo al político francés:
Los pueblos y los continentes dependen más que nunca unos de otros, tanto para la producción de bienes como para abastecimiento, tanto para el intercambio de los resultados de la investigación científica como para el de la mano de obra indispensable y de los medios de producción. La economía política se está transformando en una economía mundial.
Esta dependencia mutua tiene como consecuencia que la suerte feliz o desgracia de un pueblo no puede dejar indiferentes a los demás. Para un europeo que piensa, ya no es posible alegrarse con malicia maquiavélica del infortunio del vecino; todos están unidos para lo mejor y para lo peor en un común destino.
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La Europa contemporánea, y cada uno de los países europeos, debe tener en cierto modo el instinto de esa interdependencia, vivir y trabajar en ese clima nuevo de confianza y de voluntad, en el que cada uno aporta a la comunidad lo máximo de lo que es conforme a su genio propio. Así es como Europa y Occidente podrán salvarse frente a las coaliciones hostiles que amenazan su civilización.
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Después de dos guerras mundiales hemos acabado por reconocer que la mejor garantía para la nación no consiste ya en su espléndido aislamiento, ni en su fuerza propia, cualquiera que sea su poder, sino la solidaridad de las naciones que se sienten guiadas por un mismo espíritu y que aceptan las tareas comunes en un interés común.