Transcribo a continuación el primero de los dos fragmentos que he seleccionado en la segunda hoja de la Rosa Blanca, organización muniquesa de estudiantes universitarios contrarios al régimen nacionalsocialista. En esta ocasión los autores resaltan dos aspectos del NSDAP: la utilización constante de la mentira, y su gran éxito a la hora de dividir a sus enemigos. En lo que se refiere a esta última cuestión, hemos de señalar que se encuentra también recogida en las memorias y diarios de otras personas que vivieron aquellos hechos. En concreto, Sebastian Haffner habla en Historia de un alemán de la “época de las desapariciones”. Los jóvenes de la Rosa Blanca ven necesario, fundamental, recuperar la conexión -”encontrarse mutuamente”- entre los grupos opuestos a Hitler para, al final, privarle del poder que desde enero de 1933 había ido concentrando.
Con el nacionalsocialismo no se puede debatir intelectualmente, porque es anti-intelectual. Es erróneo hablar de la ideología nacionalsocialista, pues si esta existiera, habría que intentar demostrarla o combatirla con medios intelectuales. Pero la realidad nos muestra una imagen distinta: ya desde su primer germen, ese movimiento se construía sobre un fraude, ya desde entonces presentaba descomposición en su interior y sólo se podía salvar mediante la mentira continua. El mismo Hitler, en una edición temprana de su libro (un libro escrito en el peor alemán que jamás he leído; y sin embargo ha sido elevado al carácter de Biblia por el pueblo de los escritores y pensadores): “Es increíble cómo hay que engañar a un pueblo para gobernarlo”. Si, en sus comienzos, este cáncer del pueblo no se hizo notar demasiado, sólo fue porque aún había suficientes fuerzas capaces de contenerlo. Sin embargo, conforme fue creciendo y llegó al final al poder mediante una corrupción vil, se desató el cáncer y afectó a todo el cuerpo; la mayoría de los antiguos enemigos se ocultó, la inteligencia alemana se escondió bajo tierra para ahogarse paulatinamente, oculta a la luz del día.
Ahora lo importante es encontrarse mutuamente, informar uno a uno y no cejar hasta que el último se haya convencido de la necesidad de luchar contra ese sistema. Si, así, se extiende una oleada de protesta por el país, si “está en el ambiente”, si muchos colaboran, entonces será posible deshacerse de este sistema, con un último y potente esfuerzo. Un final espantoso es peor que un espanto sin fin.
No nos es dado emitir un juicio sobre el sentido de nuestra historia. Sin embargo, si queremos que la catástrofe sirva para el bien, sólo podrá serlo de este modo: siendo purificados por el sufrimiento, anhelando la luz en la noche más profunda, alzándose para ayudar por fin a quitarnos este yugo que está subyugando al mundo.
Bibliografía:
[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.