Primera hoja de la Rosa blanca II


Ahí va el segundo, y último, fragmento de la primera hoja de la Rosa Blanca. En los próximos días comenzaré con el siguiente escrito de este grupo de jóvenes contrarios al régimen nacionalsocialista en la Alemania de 1943. Recuerden que mis comentarios al texto van subrayados y en cursiva.

Si cada uno espera hasta que sea otro quien comience, los mensajeros de la vengadora Némesis no podrán detenerse y se acercarán cada vez más; entonces se echará hasta la última víctima sin sentido en las fauces de un demonio insaciable. Por eso, cada uno ha de ser consciente de su responsabilidad como miembro de la cultura cristiana occidental y como tal ha de luchar, cada uno, tanto como pueda contra ese azote de la Humanidad que es el fascismo y todo sistema de Estado absoluto similar.

En numerosos momentos de este y otros escritos se pueden apreciar las convicciones cristianas -protestantes y católicas- de los miembros de la Rosa Blaca. Es curioso que, al igual que Robert Schuman, defendían una Europa unida basada en los valores cristianos en tanto que estos son el germen de la democracia actual. Oponed resistencia pasiva –resistencia- allí donde estéis; evitad que continúe la maquinaria atea de la guerra, antes de que sea demasiado tarde, antes de que hasta la última ciudad haya quedado reducida a ruinas como Colonia y antes de que la última juventud del pueblo se haya desangrado en algún lugar por la soberbia de un infrahombre ¡No olvidéis que cada pueblo se merece el gobierno que soporta! Cuestiones como la resistencia pasiva o el genocidio de la juventud alemana en los campos de batalla serán desarroladas en las hojas posteriores por los miembros de este grupo opositor.

De Friedrich Schiller, “Las leyes de Licurgo y Solón”:

“…contra su propio objetivo, las leyes de Licurgo son una obra maestra de la política y de la antropología. Pretendía un Estado poderoso, fundado sobre sí mismo e indestructible; la fuerza política y la estabilidad eran el objetivo que busca; alcanzó ese objetivo tanto como lo permitieron las circunstancias. Sin embargo, si se compara el objetivo que se propuso Licurgo con el objetivo de la Humanidad, la admiración que despierta una primera mirada ha de dejar paso a la reprobación. Al Estado todo se ha de sacrificar, con excepción de una cosa, aquello a lo que el Estado sirve como medio. Este modelo es imagen perfecta del Estado nacionalsocialista o de cualquier otro régimen totalitario. Nos describe un Estado cuyo fin último es su propio desarrollo, no el de los ciudadanos para los cuales fue constituido. Los constructos políticos -tal como indica Schiller, y como manifestarán los miembros de la Rosa Blanca en otros de sus escritos- tienen como único fin el desarrollo de los individuos; si esto no se cumple, entonces es injusto y debe ser destruido. El Estado nunca es fin, sólo es importante como condición en la que se puede cumplir el objetivo de la Humanidad, y ese objetivo de la Humanidad no es otro que desarrollar todas las fuerzas del hombre, que es el progreso. Si la constitución de un Estado impide que se desarrollen las fuerzas que hay en el hombre, si impide el progreso del espíritu, entonces es reprobable y dañina, por muy ponderada que esté por los demás, por muy perfecta que sea en su especie. Su estabilidad se convierte más en un reproche que en honor, pues tan sólo es la continuación del mal: cuanto más dure tanto más dañina será.

(…)

A costa de todos los sentimientos morales se obtuvo el mérito político y se formó la capacidad para ello. En Esparta no había amor conyugal ni amor materno, ni amor filial ni amistad; no había otra cosa que ciudadanos, que virtud ciudadana.

(…)

Una ley del Estado convertía en obligación, para los espartanos, la inhumanidad frente a los esclavos; en esos sacrificios desgraciados se insultó y maltrató a la Humanidad. En la ley espartana se predicó el peligroso principio de considerar a los seres humanos como medio y no como fin, con lo que se agrietaron los fundamentos del Derecho Natural y de la moralidad.

(…)

¡Qué bello espectáculo ofrece el rudo guerrero Cayo Marcio en su campamento situado ante Roma, que sacrifica la venganza y la victoria, porque no puede ver correr las lágrimas de la madre!

(…)

El Estado (de Licurgo) sólo podía mantenerse bajo una única condición: que se paralizara el espíritu del pueblo; es decir, sólo se podía conservar errando el más alto y único fin del Estado”.

De Goethe, “El despertar de Epimenides”, segundo acto, cuarta escena:

“Genios…

Pero lo que ha salido osadamente del abismo

puede dominar a medio universo

gracias a su destino de hierro.

Ha de volver al abismo.

Ya amenaza un temblor tremendo,

¡en vano logrará imponerse!

Y todos los que están unidos a él

han de quedar aniquilados con él.

Esperanza

ahora me encuentro con mis bravos,

que se han reunido en la noche,

para callar, no para dormir,

y la bella palabra de la libertad

se susurra y se balbucea,

hasta que en una novedad desusada

en los peldaños de nuestros templos

de nuevo gritemos, extasiados:

(con convencimiento, fuerte)

¡Libertad!

(más moderado):

¡Libertad!

(un eco, de todos lugares):

¡Libertad!”

Le rogamos que hagan cuantas copias puedan de este escrito y las difundan.

Bibliografía:

[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.