Comenzamos el análisis de la cuarta hoja de este grupo opositor a Hitler con cuatro párrafos que transmiten dos aspectos básicos para entender la sociología del III Reich. En plena II Guerra Mundial, cuando los ejércitos alemanes parecen perder fuelle, los líderes nacionalsocialistas deciden volcar todo su potencial en el campo de batalla, no con el fin de lograr avances estratégicos, sino como arma propagandística para convencer a su propio pueblo del triunfo de su causa. Ese interés del régimen por mostrarse fuerte y sólido no repara en las consecuencias de esos actos irresponsables -cientos de miles de muertos-, sólo se centra en ganar la batalla de las apariencias. El segundo aspecto que se comenta en este texto es el que se refiere a las repercusiones de esa propaganda en la población civil. Sobre esta cuestión les recomiendo dos de mis comentarios a las obras de Sebastian Haffner: La omnipresencia de la propaganda y La situación de los no-nazis.
Es una vieja sabiduría que se repite una y otra vez a los niños, que quien no escucha acaba por escarmentar en cabeza propia; sin embargo, un niño prudente sólo se quemará los dedos una vez en el fogón.
En las últimas semanas, Hitler ha cosechado éxitos tanto en África como en Rusia. Como consecuencia de ellos creció con una rapidez impropia de la pereza alemana el optimismo por un lado y la conmoción y el pesimismo en el otro lado del pueblo. Entre los enemigos de Hitler, es decir entre lo mejor del pueblo, se oían lamentos, palabras de decepción y de desánimo, que en no pocos casos terminaban con la pregunta: “¿Y si al final Hitler…?”
Entre tanto, el ataque alemán a Egipto se ha paralizado; Rommel ha de mantenerse en una situación muy peligrosa; sin embargo, aún sigue el avance en el Este. Este éxito aparente se ha obtenido a costa de los más horribles sacrificios, con lo que no puede considerarse como ventajoso. Por eso advertimos contra cualquier optimismo.
¿Quién ha contado los muertos, Hitler o Goebbels? Ninguno de ellos. Todos los días caen miles de soldados en Rusia. Ha llegado el tiempo de la siega y el segador pasa su guadaña con todas sus fuerzas por el fruto maduro. Vuelve el duelo a las cabañas de la patria; y no hay nadie que enjuague las lágrimas de las madres. Sin embargo, Hitler engaña a aquellas a quienes ha quitado el bien más preciado, llevándoles a una muerte sin sentido.
Bibliografía:
[1] La Rosa Blanca. Los estudiantes que se alzaron contra Hitler; José M. García Pelegrín – Madrid – LibrosLibres – 2006.