En otras palabras, si una patente falsificación como los “Protocolos de los Sabios de Sión” es creída por tantos que pueda llegar a convertirse en el manual de todo un movimiento político, la tarea del historiador ya no consiste en descubrir una falsificación. Ciertamente, no consiste en inventar explicaciones que soslayen el principal hecho político e histórico de la cuestión: que la falsificación está siendo creída. Este hecho es más importante que la circunstancia (secundaria, históricamente hablando) de que sea una falsificación.
Hannah Arendt, Los orígenes del totalitarismo, p. 70.