La cocina serbia en los noventa

 Artículo publicado por Historia en Presente el 5 de junio de 2008.


El objetivo de este artículo es aportar a los lectores una visión general acerca de la política interna serbia de los años noventa. En el fondo se trata de un repaso de los resultados electorales y grupos políticos durante esa década. Vendría a completar, pues, la información de dos artículos anteriores: “Serbia después de Milosevic (2000-2008)” y “Una crónica de las elecciones serbias” (mayo de 2008).

Pido disculpas por el caos cronológico de mis publicaciones, ya que esta última entrega del repaso al panorama político serbio es temporalmente anterior a las otras dos. A modo de disculpa sólo puedo decir que los acontecimientos –las elecciones serbias del pasado 11 de mayo- me han obligado a hacerlo así.

A modo de introducción: la llegada de Milosevic al poder

Con independencia de los vaivenes de partidos minoritarios o de la disparidad en las alianzas de gobierno, los resultados electorales serbios a lo largo de la década de 1990 se caracterizaron por la hegemonía de los socialistas liderados por Slobodan Milosevic. Los fundamentos de la aventura política de este personaje hemos de buscarlos en lo que Paul Garde denominó “revolución cultural serbia” [4].

Esta se basó en el Memorándum redactado en 1986 por un grupo de responsables de la Academia de las Ciencias de Serbia.

Su representante más conocido era el escritor nacionalista Dobrica Cosic. Este documento denunciaba la discriminación de la que, según los autores, eran objeto los serbios en la provincia autónoma de Kosovo. Posteriormente, ya dentro de la obra política del gobierno Milosevic, las reivindicaciones se extendieron a otros territorios de la Federación Yugoslava en los que la presencia, mayoritaria o no, de serbios era significativa.

Del juego del trapecista a los años de la “tranquilidad”

El predominio del Partido Socialista serbio, al igual que en resto de los países balcánicos de tradición oriental, se vio reforzado a finales de los ochenta y principios de los noventa. Al mismo tiempo, la figura del líder carismático iba tomando cuerpo en la persona de Slobodan Milosevic. Poco a poco, el presidente de Serbia fue absorbiendo en su ámbito étnico el culto a la personalidad propio del fallecido Tito [1].

Sin embargo, las sucesivas derrotas en los conflictos con Eslovenia y Croacia, rompieron el sueño nacionalista del pueblo serbio. Así, a principios de los noventa, la oposición al régimen se organizó en una amplia coalición denominada Movimiento Democrático de serbia (DEPOS). Había comenzado lo que algunos autores denominan “el juego del trapecista”; un periodo de varios meses en el que Milosevic tuvo que defender con uñas y dientes su posición política.

Desde algunos medios occidentales se llegó a hablar del fin de Slobo; sin embargo, la habilidad política del “trapecista” le permitió sortear los peligros.

La oposición democrática boicoteó las elecciones al parlamento federal del 31 de mayo de 1992. En ellas el Partido Socialista obtuvo 73 de los 138 escaños en disputa. Sin embargo, el hecho más significativo de los comicios fue el ascenso del Partido Radical de Seselj, que hasta ese momento había apoyado al gobierno socialista. Los resultados pusieron en guardia al presidente Milosevic, que se dispuso a cortar de raíz el crecimiento de los radicales.

El primer acto fue la disolución del parlamento el 20 de octubre de 1993 y la convocatoria de elecciones para el 19 de diciembre. La victoria de los socialistas fue clara: 123 de los 250 escaños; si bien se vieron empañadas por las quejas del resto de formaciones políticas. Los radicales de Seselj fueron los grandes derrotados; obtuvieron tan sólo 39 actas parlamentarias, siendo superados por la coalición opositora DEPOS (45 escaños). Por su parte, el Partido Demócrata de Zoran Djindjic obtuvo 29 actas parlamentarias [4].

Los resultados electorales venían a completar la tela de araña tejida por Milosevic para asegurarse el poder en Serbia durante muchos años. Previamente, en marzo de 1993 había logrado la destitución de Milan Panic como cabeza del gobierno federal, poniendo en su lugar a Radoje Kontic, fiel al Partido Socialista. A esto hemos de añadir un relevo de similares características al frente de la presidencia de la Federación Yugoslava. El 25 de junio de 1993, Zoran Lilic, hasta entonces presidente socialista del parlamento serbio, sustituyó a Cosic, poco dócil a los deseos de Milosevic [4].

Todos sus rivales internos estaban fuera de combate; les había llegado el turno a los exteriores.

Serbia necesitaba cambiar su mala imagen internacional. Los acuerdos de Dayton, la paz de Bosnia de 1995, fueron el escenario ideal para la rehabilitación del país y de su líder [3]. Curiosamente, el mismo presidente norteamericano que le tendió la mano en esa ocasión, Bill Clinton, le condenó casi cuatro años más tarde. El conflicto de Kosovo puso fin a la etapa de tranquilidad. El presidente serbio volvió a ejercer de trapecista, pero en esta ocasión no tuvo tanta suerte.

Los últimos episodios electorales y la caída de Milosevic

La candidatura de Vojislav Kostunica a la presidencia federal, fruto de la reunificación de la oposición serbia apoyada incondicionalmente por las potencias occidentales, marcó el inicio del declinar de Milosevic. Tras una larga polémica, en la que el aparato de poder de los socialistas hizo todo lo posible por ocultar la derrota de su líder, las fuentes oficiales confirmaron la victoria de la oposición casi un mes después de los comicios de septiembre del 2000 [6].

El seis de octubre de ese mismo año una revolución democrática acababa con el régimen nacionalista de Slobodan Milosevic.

Los serbios se levantaron contra el hombre que había conducido al país a cuatro guerras balcánicas (1991-1995) y a un enfrentamiento con la OTAN a causa de los sucesos de Kosovo (1997-1999). Dos meses después, con el inestimable apoyo occidental, la oposición alcanzó un claro triunfo en las legislativas. Zoran Djindjic, del Partido Demócrata, se convertía así en primer ministro de la república. Sin embargo, hasta la llegada al poder del actual presidente Borislav Tadic, las autoridades serbias no entregaron a Milosevic a las autoridades internacionales.

Bibliografía:

[1] Postguerra. Una historia de Europa desde 1945; Tony Judt – Madrid – Taurus -2006.

[2] La Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días; Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez – Madrid – Síntesis – 1997.

[3] La trampa balcánica; Francisco Veiga – Barcelona – Grijalbo – 2002.

[4] Los conflictos yugoslavos; Carlos Taibo y José Carlos Lechado – Fundamentos – 1994.

[5] Los conflictos de los Balcanes a finales del siglo XX; Enrique Fojón -GEES – 18 de septiembre de 2002.

[6] Adiós, Milosevich, no vuelvas; Manuel Coma – GEES – 15 de marzo de 2006.

Una crónica de las elecciones serbias

Artículo publicado por Historia en Presente el 19 de mayo de 2008.


Con el fin de complementar la información aportada en “Serbia después de Milosevic (2000-2008)” -artículo recientemente publicado en este blog-, me dispongo a escribir sobre los últimos sucesos políticos: las elecciones del pasado 11 de mayo. Sin embargo, vistos los resultados, querría también centrarme en la figura de uno de los grandes derrotados, el líder del PDS Vojislav Kostunica.

Serbia ante la segunda transición

El análisis de los resultados electorales serbios a lo largo de la última década nos permite hablar, en cierto modo, de dos transiciones. El primer cambio político se produjo en Serbia el 6 de octubre de 2000, día en que una revolución popular ponía fin al régimen de Solobodan Milosevic. El segundo ha tenido lugar el pasado 11 de mayo, fecha de las elecciones legislativas. Por primera vez los demócratas del PD (Partido Demócrata) han logrado imponerse a los nacionalistas del PRS (Partido Radical Serbio).

El triunfo del actual presidente, Boris Tadic, permite al país mirar hacia delante; y, más en concreto, a Europa. La victoria de su adversario, Tomislav Nikolic, hubiera supuesto lo contrario: rechazar la mano tendida por la Unión Europea en el reciente Acuerdo de Asociación y Estabilización (AAE), y volver, una vez más, a la deriva nacionalista que tanto mal ha traído a Serbia y a sus vecinos.

Los demócratas -Partido Demócrata (PD), Grupo 17 (G17), Partido Democrático de Sandzak (PDS), Liga Socialdemócrata de Voivodina (LSV), Movimiento Serbio de Renovación (MSR)- han alcanzado en los comicios la cifra de 102 escaños sobre un parlamento de 250 diputados [6]. Por su parte, los radicales se sitúan como segunda fuerza política con 77 representantes. En definitiva, una vez más, los de Tadic están obligados a pactar si quieren afianzarse en el gobierno. La alianza con el Partido Demócrata Serbio (PDS) del antiguo primer ministro Vojislav Kostunica parece poco probable. Este, a pesar de sus decepcionantes resultados, mantiene 30 de los 47 escaños obtenidos en las elecciones de 2007.

Sin embargo, hemos de recordar que la principal razón de que los serbios hayan vuelto a acudir a las urnas un año después es, precisamente, la falta de entendimiento entre Tadic y Kostunica.

Así las cosas, lo más probable es que el PD escoja a grupos más moderados y europeístas como compañeros de viaje. Destaca entre estos el Partido Socialista Serbio (SPS), fundado en su día por Slobodan Milosevic. Estos han sabido modernizarse y librarse del fantasma de su antiguo líder, proceso avalado por su reciente incorporación al grupo de partidos socialdemócratas europeos.

Los serbios han elegido el camino de la reforma en lugar de la vuelta al pasado. Los intentos frustrados que personificaron figuras como Vojislav Kostunica o Zoran Djindjic –primer ministro del PD asesinado en 2003- dejan paso a la decidida actuación de los hombres de Tadic. La consigna es solucionar los problemas del presente mirando al futuro, no al pasado. Dejar de lado “los demonios del nacionalismo exclusivista y agresivo, vendedor de frustraciones, atizador de injustificados e injustificables complejos de superioridad emparejados con victimismos que pretenden legitimar toda clase de reivindicaciones así como los métodos para satisfacerlas” [8].

El objetivo principal es caminar hacia la Unión Europea con la ayuda de Europa, sin “vender”, de antemano (aunque puede que ya esté perdida), la soberanía sobre Kosovo.

Serbia deja atrás ocho años –la primera transición- algo frustrantes; un periodo de tiempo en el que no supieron o no quisieron cambiar. Algunos analistas políticos afirman que esa etapa era necesaria, que los serbios no estaban preparados para el cambio en el año 2000. Eso puede ser verdad, pero no es menos cierto que Europa –pendiente actualmente de solucionar el entuerto kosovar- no le tendió la mano entonces con tanta firmeza como lo hace ahora. Se abre una etapa esperanzadora para el país, y los recientes resultados electorales son una buena prueba de que ese gran pueblo está dispuestos a afrontarla con decisión.

El viaje de Kostunica al cementerio de las estatuas

La revolución del años 2000 contra el régimen de Slobodan Milosevic se inventó una figura emblemática: Vojislav Kostunica. Este personaje surgía como un monumento al movimiento opositor; el color dorado del mismo lo ponía el beneplácito occidental. Durante los primeros meses fue el hombre del momento; más tarde se convirtió en la bisagra para gobernar; hoy, al igual que tantos otros, descansa en el cementerio de las estatuas.

La Historia está llena de ídolos derrumbados, Kostunica ha sido el último. Tan sólo nos queda dilucidar si la culpa fue suya o de quienes propiciaron su aparición.

Militó en las filas del Partido Demócrata (PD) hasta el 1992, año en que abandonó ese grupo para fundar el PDS. Desde ese momento llevó a cabo una encarnizada, aunque poco eficaz, oposición al régimen de Milosevic. Sin embargo, al igual que la mayor parte de los serbios, se dejó arrastras por las ideas nacionalistas de Slobo. Cuando llegó al poder –“héroe por accidente”- pudo ofrecerle a su pueblo la libertad, pero no consiguió librarlos del veneno que el mismo llevaba dentro.

Serbia no sólo necesitaba –y necesita- un sistema democrático firme y una economía moderna; el rechazo del nacionalismo radical que había marcado la década anterior era condición sine qua non para el desarrollo del país. Eso Kostunica no lo podía lograr; había llegado al límite de su reformismo. Si me permiten la comparación, les diría que jugó un papel similar al de Carlos Arias Navarro al finalizar el franquismo; llevó a cabo la reforma más radical que podía pergeñar, pero esta era insuficiente.

Kostunica fue estatua de bronce durante el tiempo que supo mantener el consenso entre los grupos políticos serbios. Encandiló a los demócratas con sus indudables convicciones democráticas; y tranquilizó a los nacionalistas con su patriotismo y promesas de no entregar a ninguno de los criminales de guerra serbios. Los problemas surgieron cuando ambos bandos salieron del letargo posrevolucionario.

Los demócratas querían ir más rápido con las reformas, y los nacionalistas deseaban volver a un supuesto glorioso pasado. El bronce de la estatua empezó a perder su brillo, y las sucesivas elecciones ponían al descubierto la realidad: el partido de Kostunica era la tercera fuerza política. Había empezado el periodo de la bisagra. El PDS tenía menos votos que demócratas y radicales, pero hacerle la corte era necesario para gobernar. En esta tarea ganaron sus antiguos compañeros del PD.

La cuestión de Kosovo acabó por consumar la ruptura en la alianza entre Vojislav Kostunica y Boris Tadic. El primero se negó a formar parte de un gobierno que mantenía relaciones cordiales con países europeos que reconocían la independencia de esa región. La deriva nacionalista del líder del PDS puso fin a un ejecutivo que apenas llevaba un año al frente de los destinos serbios. Los resultados del 11 de mayo, así como el final de su estatus de bisagra, han condenado a Kostunica a permanecer en el cementerio de las estatuas.

Es poco probable que volvamos a verlo en primera línea, aunque nunca se sabe, también Napoleón tuvo su Imperio de los Cien Días.

Bibliografía

[1] La Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días; Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez – Madrid – Síntesis – 1997.

[2] La trampa balcánica; Francisco Veiga – Barcelona – Grijalbo – 2002.

[3] La situación política de Serbia después de las elecciones generales; Mira Milosevich – GEES – 1 de febrero de 2007.

[4] Serbia: Elecciones para la continuidad; Mira Milosevich – GEES – 23 de enero de 2007.

[5] Gobierno de Serbia: entre aceite y agua; Mira Milosevich – GEES – 22 de mayo de 2007.

[6] Las elecciones legislativas en Serbia; Mira Milosevich – GEES – 13 de mayo de 2008.

[7] Los conflictos de los Balcanes a finales del siglo XX; Enrique Fojón -GEES – 18 de septiembre de 2002.

[8] Adiós, Milosevich, no vuelvas; Manuel Coma – GEES – 15 de marzo de 2006.

Serbia después de Milósevic (2000-2008)

Artículo publicado por Historia en Presente el 10 de mayo de 2008.


Hago un ligero parón en la serie de artículos que estoy escribiendo sobre la cuestión del Kosovo para centrarme en Serbia, estado del que se ha independizado recientemente. El motivo: las elecciones legislativas celebradas en el país balcánico el domingo 11 de mayo. Mi objetivo al escribir esto es aportar a los lectores una visión resumida de la situación política serbia desde la caída del régimen de Milosevic en octubre del 2000 hasta la víspera de los citados comicios. No descarto publicar más tarde un análisis de los resultados y de sus consecuencias de cara a la posible integración de Serbia en la Unión Europea. No obstante, en el próximo artículo volveré sobre la cuestión kosovar.

De la esperanza sin Slobo, a la decepción tras Slobo

El seis de octubre de 2000 una revolución democrática acababa con el régimen nacionalista de Slobodan Milosevic. Los serbios se levantaron contra el hombre que había conducido al país a cuatro guerras balcánicas (1991-1995) y a un enfrentamiento con la OTAN a causa de los sucesos de Kosovo (1997-1999). Se abría en Serbia un periodo de esperanza, de vuelta al seno de la comunidad internacional. La desaparición del gobernante parecía redimir, cual victima propiciatoria, a todos los miembros de la nación [6].

Una vez más los serbios cayeron en la trampa del mesianismo, de las soluciones fáciles. Primero habían seguido a Slobo en su búsqueda del paraíso nacionalista durante una década de guerras. Cuando este se demostró falso buscaron el Edén perdido entregando al supuesto culpable de esos conflictos. No obstante, las miles de personas que celebraban, aquella tarde de octubre, la apoteosis purificadora en las calles de Belgrado ignoraban la dura realidad que le esperaba al país.

Occidente no pareció conmoverse con las muestras de buena voluntad serbia. El retorno al orden internacional no fue inmediato, y la ayuda económica tardó en llegar. Belgrado, condenado al ostracismo, se acostumbró a ver como la Unión Europea hacía guiños, en incluso admitía en su seno, a los antiguos enemigos (Eslovenia, Croacia y Macedonia).

Aunque la caída de Slobodan Milosevic había limpiado algo la imagen de Serbia en el mundo, a ojos de la mayoría seguía llevando el cartelón de culpable, de criminal de guerra. Todos fueron nacionalistas en los conflictos de desintegración yugoslava, todos llevaron a cabo limpiezas étnicas, todos mataron y torturaron, pero sólo los serbios perdieron [3]. Belgrado no tenía aspiraciones y métodos muy distintos a los de Zagreb, Sarajevo o Pristina, el problema fue que no supo vender su causa a los occidentales; le falló la propaganda que tan bien utilizaron sus enemigos [4].

No obstante, sería un error echar sobre los hombros de la desidia europea todo el fracaso de la reinserción serbia. La oportunidad no sólo la perdió Bruselas. Belgrado se empeñó en jugar un doble juego que gustó muy poco en el seno de la Unión: rompió con el pasado, pero no del todo; derrocó al antiguo gobernante, pero no lo entregó a la justicia internacional hasta varios meses después; decía buscar a los genocidas de Srebrenica -Radovan Karadzic y Ratko Mladic- pero nunca había resultados; se sometió a la resolución sobre Kosovo, aunque poniendo unas condiciones inaceptables para los albanokosovares de Ibrahim Rugova. Serbia perdió el tren de la “vuelta a Europa” [1]. No estaba totalmente decidida a tomarlo, y nadie estaba dispuesto a ayudarle a subir.

Ocho años de errática política interna

La situación política del país después de octubre de 2000 parece carecer de dinamismo. Los serbios están paralizados ante un futuro incierto y un pasado que, tal vez erróneamente, perciben como glorioso. Seis años tardaron en modificar la Constitución impuesta por Milosevic, muestra clara de que las reformas democráticas exigidas por Europa han sido lentas e insuficientes [6]. Además, mientras el país se estanca económicamente, la corrupción crece a pasos agigantados. Siendo esta la situación es lógico que durante todos estos años Vojislav Kostunica, bandera de la revolución contra Slobo, haya acabado centrando su discurso el ataque a la incomprensión internacional.

Serbia también parece estar estancada en lo relativo al comportamiento del electorado. Poco han variado los resultados de los pasados comicios de 2007 con respecto a los de 2003; y tampoco se prevén grandes cambio de cara al 11 de mayo. El gobierno del país dependerá una vez más de los pactos. La diferencia con respecto a otras ocasiones es que las rencillas personales y las discrepancias en torno a Kosovo pueden romper las tradicionales alianzas y abrir nuevos caminos en la formación del ejecutivo.

Tanto en 2003 como en 2007 el Partido Radical Serbio (PRS), liderado por el nacionalista Tomislav Nikolic, alcanzó la victoria electoral. Sin embargo, la alianza de otros grupos, especialmente el Partido Demócrata (PD) de Borislav Tadic y el Partido Demócrata Serbio (PDS) de Vojislav Kostunica, impidieron que formara gobierno. En esta ocasión, no está claro que se vaya a producir la alianza entre demócratas contra los herederos de Milosevic –los nacionalistas del PRS-, así que la emoción, más que en las urnas, estará en la “diplomacia” posterior.

En los días anteriores a las elecciones los sondeos arrojaban un resultado de empate entre Nikolic y el actual presidente Tadic. Ante esta situación parece que Kostunica volverá a ser el árbitro en la disputa por el poder.

Sin embargo, no hay que descartar que algún otro grupo político, del perfil del Partido Liberal Demócrata (PLD) o el Partido Socialista Serbio (PSS), de la campanada. Además, los últimos acontecimientos relacionados con la independencia de Kosovo -mediados de febrero- y el Acuerdo de Asociación y Estabilización (AAE) firmado con la Unión Europea -finales de abril-, pueden tener también importantes repercusiones en las preferencias de los votantes.

Entre Kosovo y la Unión Europea

La demagogia nacionalista ha vuelto al panorama político serbio con motivo de la declaración de independencia por parte de Kosovo. No se sabe hasta que punto es bueno para Serbia seguir mirando al pasado, conservar una región deprimida donde dominan las mafias del narcotráfico; todos parecen tener claro que lo mejor para el desarrollo del país es abandonar el lastre kosovar.

Sin embargo, los nacionalismos suelen dejar de lado la razón para lanzarse de lleno a los brazos del sentimiento; y este, en lo referente a los serbios, es muy fuerte cuando se trata de Kosovo, la tierra que vio nacer a la patria.

Por esa razón, los políticos del país, aunque saben que la secesión es inevitable e incluso beneficiosa, intuyen que con un “no a la independencia” pueden ganar votos. Esta ha sido a lo largo la campaña la postura de Nikolic y Kostunica; Tadic, garante del europeísmo, no ha querido pronunciarse. Todos saben que si gana venderá Kosovo a cambio del plato de lentejas de la Unión Europea. No obstante ¿acaso sus rivales tienen algo mejor que ofrecer?

El Partido Democrático (PD) del actual presidente no habla de aceptar la situación kosovar, por miedo a perder votos, pero es un hecho que cederá ante las exigencias internacionales. Sin duda alguna se repetirá una escena similar a la de la entrega de Slobodan Milosevic al Tribunal de La Haya. También en esa ocasión fue Tadic, en contra de la voluntad de Kostunica, el que cedió ante la comunidad internacional.

Desde mi punto de vista, es la decisión más inteligente. A día de hoy, Serbia puede aceptar las cosas por las buenas o por las malas; recibir una recompensa que le permita desarrollarse e integrarse de lleno en Europa, o encerrarse en sí misma, en la intoxicación nacionalista inventada por Slobo [9]; puede subirse de nuevo al tren, o quedarse al margen.

Europa parece haber apostado de nuevo por Serbia. El ostracismo al que nos referíamos anteriormente ha desaparecido, si bien por motivos interesados: la solución del conflicto kosovar. Las autoridades europeas se ha implicado hasta tal punto que, aunque no sea oficial, pone la victoria de Tadic como condición sine qua non para la futura integración de Serbia en la Unión.

La firma, en plena campaña electoral, del Acuerdo de Asociación y Estabilización (AAE) entre el ministro de asuntos exteriores serbio, Vuc Jeremic, y los representantes de la UE, es la mejor muestra de ello. En las próximas semanas veremos los derroteros que va tomando la cuestión balcánica. Serbia puede dirigirse rumbo a Europa o convertir a “Milosevic en un nuevo Cid; un hombre que gana batallas después de muerto. Su mito puede seguir manteniendo a sus paisanos lejos del premio europeo” [9].

Bibliografía

[1] Postguerra. Una historia de Europa desde 1945; Tony Judt – Madrid – Taurus -2006.

[2] La Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días; Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez – Madrid – Síntesis – 1997.

[3] La trampa balcánica; Francisco Veiga – Barcelona – Grijalbo – 2002.

[4] La situación política de Serbia después de las elecciones generales; Mira Milosevich – GEES – 1 de febrero de 2007.

[5] Serbia: Elecciones para la continuidad; Mira Milosevich – GEES – 23 de enero de 2007.

[6] ¿Un nuevo Trianon?; Mira Milosevich – GEES – 16 de octubre de 2006.

[7] Gobierno de Serbia: entre aceite y agua; Mira Milosevich – GEES – 22 de mayo de 2007.

[8] Los conflictos de los Balcanes a finales del siglo XX; Enrique Fojón -GEES – 18 de septiembre de 2002.

[9] Adiós, Milosevich, no vuelvas; Manuel Coma – GEES – 15 de marzo de 2006.