La deriva política serbia II

Por lo pronto, y bien que con un uso abierto de la represión, Milosevic estaba consolidando su poder interno en Serbia. A principios de febrero de 1993 Nikola Sainovic fue nombrado primer ministro serbio, y pasó a encabezar un gobierno que, aunque compuesto en su inmensa mayoría por miembros del Partido Socialista, al menos en principio disfrutaba del apoyo del Partido Radical. Un mes después, a principios de marzo, el montenegrino Radoje Kontic -eventual sustituto de Milan Panic- pasaba a encabezar el gobierno de la «Federación Yugoslava», también con el apoyo de socialistas y radicales. El 1 de junio Milosevic, en virtud de un procedimiento que muchas fuentes calificaron de ilegal, consiguió desprenderse de Cosic, que fue destituido como presidente yugoslavo por las dos cámaras del parlamento de la «Federación». Cosic había sostenido posiciones crecientemente independientes en relación con la crisis de Croacia, y en términos generales había pasado a defender un aplacamiento de tensiones en todos los ámbitos. A la destitución de Cosic le siguió una operación represiva contra el Partido de Renovación de Serbia; su principal dirigente, Vuk Draskovic, fue golpeado en la calle y detenido. Sin que se hicieran notar grandes protestas populares, al cabo de una huelga de hambre Draskovic fue liberado el 9 de julio de 1993. Unos días antes, el 25 de junio, Zoran Lilic, hasta entonces presidente del parlamento serbio y dirigente del Partido Socialista, había sido elegido, en sustitución de Cosic, presidente de la «Federación Yugoslava». En resumen, en el transcurso de la primera mitad de 1993 habían desaparecido del panorama político los dos grandes rivales de Milosevic: Panic lo había hecho tras su derrota en las elecciones presidenciales de diciembre, y Cosic tras su sustitución en calidad de presidente «yugoslavo». Las cosas así, las posibilidades de que en la cúpula de poder en Serbia se hiciesen notar voces disidentes se habían reducido sensiblemente.

José Carlos Lechado y Carlos Taibo, Los conflictos yugoslavos, p. 128.

La cocina serbia en los noventa

 Artículo publicado por Historia en Presente el 5 de junio de 2008.


El objetivo de este artículo es aportar a los lectores una visión general acerca de la política interna serbia de los años noventa. En el fondo se trata de un repaso de los resultados electorales y grupos políticos durante esa década. Vendría a completar, pues, la información de dos artículos anteriores: “Serbia después de Milosevic (2000-2008)” y “Una crónica de las elecciones serbias” (mayo de 2008).

Pido disculpas por el caos cronológico de mis publicaciones, ya que esta última entrega del repaso al panorama político serbio es temporalmente anterior a las otras dos. A modo de disculpa sólo puedo decir que los acontecimientos –las elecciones serbias del pasado 11 de mayo- me han obligado a hacerlo así.

A modo de introducción: la llegada de Milosevic al poder

Con independencia de los vaivenes de partidos minoritarios o de la disparidad en las alianzas de gobierno, los resultados electorales serbios a lo largo de la década de 1990 se caracterizaron por la hegemonía de los socialistas liderados por Slobodan Milosevic. Los fundamentos de la aventura política de este personaje hemos de buscarlos en lo que Paul Garde denominó “revolución cultural serbia” [4].

Esta se basó en el Memorándum redactado en 1986 por un grupo de responsables de la Academia de las Ciencias de Serbia.

Su representante más conocido era el escritor nacionalista Dobrica Cosic. Este documento denunciaba la discriminación de la que, según los autores, eran objeto los serbios en la provincia autónoma de Kosovo. Posteriormente, ya dentro de la obra política del gobierno Milosevic, las reivindicaciones se extendieron a otros territorios de la Federación Yugoslava en los que la presencia, mayoritaria o no, de serbios era significativa.

Del juego del trapecista a los años de la “tranquilidad”

El predominio del Partido Socialista serbio, al igual que en resto de los países balcánicos de tradición oriental, se vio reforzado a finales de los ochenta y principios de los noventa. Al mismo tiempo, la figura del líder carismático iba tomando cuerpo en la persona de Slobodan Milosevic. Poco a poco, el presidente de Serbia fue absorbiendo en su ámbito étnico el culto a la personalidad propio del fallecido Tito [1].

Sin embargo, las sucesivas derrotas en los conflictos con Eslovenia y Croacia, rompieron el sueño nacionalista del pueblo serbio. Así, a principios de los noventa, la oposición al régimen se organizó en una amplia coalición denominada Movimiento Democrático de serbia (DEPOS). Había comenzado lo que algunos autores denominan “el juego del trapecista”; un periodo de varios meses en el que Milosevic tuvo que defender con uñas y dientes su posición política.

Desde algunos medios occidentales se llegó a hablar del fin de Slobo; sin embargo, la habilidad política del “trapecista” le permitió sortear los peligros.

La oposición democrática boicoteó las elecciones al parlamento federal del 31 de mayo de 1992. En ellas el Partido Socialista obtuvo 73 de los 138 escaños en disputa. Sin embargo, el hecho más significativo de los comicios fue el ascenso del Partido Radical de Seselj, que hasta ese momento había apoyado al gobierno socialista. Los resultados pusieron en guardia al presidente Milosevic, que se dispuso a cortar de raíz el crecimiento de los radicales.

El primer acto fue la disolución del parlamento el 20 de octubre de 1993 y la convocatoria de elecciones para el 19 de diciembre. La victoria de los socialistas fue clara: 123 de los 250 escaños; si bien se vieron empañadas por las quejas del resto de formaciones políticas. Los radicales de Seselj fueron los grandes derrotados; obtuvieron tan sólo 39 actas parlamentarias, siendo superados por la coalición opositora DEPOS (45 escaños). Por su parte, el Partido Demócrata de Zoran Djindjic obtuvo 29 actas parlamentarias [4].

Los resultados electorales venían a completar la tela de araña tejida por Milosevic para asegurarse el poder en Serbia durante muchos años. Previamente, en marzo de 1993 había logrado la destitución de Milan Panic como cabeza del gobierno federal, poniendo en su lugar a Radoje Kontic, fiel al Partido Socialista. A esto hemos de añadir un relevo de similares características al frente de la presidencia de la Federación Yugoslava. El 25 de junio de 1993, Zoran Lilic, hasta entonces presidente socialista del parlamento serbio, sustituyó a Cosic, poco dócil a los deseos de Milosevic [4].

Todos sus rivales internos estaban fuera de combate; les había llegado el turno a los exteriores.

Serbia necesitaba cambiar su mala imagen internacional. Los acuerdos de Dayton, la paz de Bosnia de 1995, fueron el escenario ideal para la rehabilitación del país y de su líder [3]. Curiosamente, el mismo presidente norteamericano que le tendió la mano en esa ocasión, Bill Clinton, le condenó casi cuatro años más tarde. El conflicto de Kosovo puso fin a la etapa de tranquilidad. El presidente serbio volvió a ejercer de trapecista, pero en esta ocasión no tuvo tanta suerte.

Los últimos episodios electorales y la caída de Milosevic

La candidatura de Vojislav Kostunica a la presidencia federal, fruto de la reunificación de la oposición serbia apoyada incondicionalmente por las potencias occidentales, marcó el inicio del declinar de Milosevic. Tras una larga polémica, en la que el aparato de poder de los socialistas hizo todo lo posible por ocultar la derrota de su líder, las fuentes oficiales confirmaron la victoria de la oposición casi un mes después de los comicios de septiembre del 2000 [6].

El seis de octubre de ese mismo año una revolución democrática acababa con el régimen nacionalista de Slobodan Milosevic.

Los serbios se levantaron contra el hombre que había conducido al país a cuatro guerras balcánicas (1991-1995) y a un enfrentamiento con la OTAN a causa de los sucesos de Kosovo (1997-1999). Dos meses después, con el inestimable apoyo occidental, la oposición alcanzó un claro triunfo en las legislativas. Zoran Djindjic, del Partido Demócrata, se convertía así en primer ministro de la república. Sin embargo, hasta la llegada al poder del actual presidente Borislav Tadic, las autoridades serbias no entregaron a Milosevic a las autoridades internacionales.

Bibliografía:

[1] Postguerra. Una historia de Europa desde 1945; Tony Judt – Madrid – Taurus -2006.

[2] La Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días; Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez – Madrid – Síntesis – 1997.

[3] La trampa balcánica; Francisco Veiga – Barcelona – Grijalbo – 2002.

[4] Los conflictos yugoslavos; Carlos Taibo y José Carlos Lechado – Fundamentos – 1994.

[5] Los conflictos de los Balcanes a finales del siglo XX; Enrique Fojón -GEES – 18 de septiembre de 2002.

[6] Adiós, Milosevich, no vuelvas; Manuel Coma – GEES – 15 de marzo de 2006.