Las claves de la Transición VIII

El cardenal Tarancón no fue un hombre que asumiera el Concilio Vaticano II, sino que era ya un obispo plenamente conciliar y eclesial mucho antes del Concilio. Tuve el privilegio de conocer a «don Vicente» en el año 58, al asumir la Presidencia Nacional de la Juventud de Acción Católica, cuando él era obispo de Solsona y secretario de la Conferencia de Metropolitanos -un organismo distante-. Hemos hablado docenas de veces durante nuestras vidas. Siempre defendió la apertura de la Iglesia al mundo moderno, las libertades de los ciudadanos, la autonomía respecto al Régimen de los movimientos obreros y juveniles del apostolado seglar; la entrega de la Iglesia a los más necesitados. Sin él no hubiera sido posible el cambio de rumbo metodológico y de acción que tomó la Acción Católica en los años 60. Luchó hasta el límite de sus fuerzas por evitar la «crisis de la Acción Católica» decretada por sus hermanos en el Episcopado, y nos defendió a los dirigentes de los ataques de «filomarxismo» lanzados desde el Régimen y «afirmó que en los movimientos de A. C. hay una voluntad firme de aplicar el Concilio y que el papa Pablo VI está con ellos».

Acompañé a Tarancón muchas veces en momentos importantes de su vida. Era un hombre clarividente, cordial, con sentido del humor, muy fumador. Pero recuerdo especialmente aquella tarde del 21 de diciembre de 1973, en el entierro de Carrero Blanco, cuando el Príncipe Juan Carlos marchaba detrás del féretro y el cardenal vivía su particular «vía dolorosa», rodeado de jóvenes «ultras» enloquecidos que vociferaban «Tarancón al paredón». Yo iba a escaso metros suyos. Su cara era una emotiva síntesis de profundo dolor, de resignación y de perdón.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 275-276.

Las claves de la Transición VII

Tarancón y la Jerarquía, en su mayoría, no querían que la Iglesia apoyara a ningún partido y desaconsejaron a varios líderes políticos utilizar el nombre de «cristiano». En esto, estábamos plenamente de acuerdo con la Jerarquía los dirigentes de los movimientos seglares obreros y juveniles más influyentes. Después de cuarenta años de «nacionalcatolicismo» no queríamos constituir un partido cuasi confesional.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 274.

Las claves de la Transición VI

De todas la grandes instituciones presentes en la vida española -Gobierno, Justicia, Ejército, Fuerzas de Seguridad, banca, grupos o partidos políticos, Iglesia, etc.-, seguramente, la Iglesia católica era la mejor preparada para afrontar el advenimiento de la Monarquía, la Transición a la democracia.

Y ello por dos motivos fundamentales: el primero, porque bastante antes de la transición política, la Iglesia había hecho ya su propia «triple transición» -religiosa, cultural y política-, tal como la ha definido José María Martín Patino; y el segundo, porque tuvo un líder de excepcional calidad, el cardenal Tarancón, plenamente compenetrado en la línea eclesial a seguir con el papa Pablo VI y muy bien ayudado por el excelente nuncio de su Santidad, monseñor Dadaglio.

Salvador Sánchez-Terán, La Transición. Síntesis y claves, p. 270.