1. Introducción.
A finales del siglo VII la monarquía visigoda había entrado en crisis. Las grandes familias nobiliarias se disputaban el trono, y los últimos años del reino transcurrieron en medio de conspiraciones y muertes violentas de reyes y miembros de la familia real.
Unos años antes, había surgido en Arabia un nuevo movimiento religioso encabezado por Mahoma: el Islam. La nueva religión se fundamentaba en la existencia de una comunidad de creyentes en un único dios, Alá, que convirtió el vínculo religioso en un vínculo político. Los musulmanes iniciaron una rápida expansión que les llevó, a principios del siglo VIII, a las puertas del reino visigodo.
Aprovechando las disputas internas entre los visigodos, en el año 711 un ejército musulmán compuesto por bereberes y árabes mandado por Tarik desembarcó en la península y derrotó al rey visigodo Rodrigo en la batalla de Guadalete. Esta victoria supuso el derrumbe del reino visigodo, por lo que, dirigidos por Muza, los musulmanes tomaron Toledo y en menos de un lustro casi toda la totalidad de la Península. En muchos casos la conquista se realizó de forma pacífica mediante acuerdos o pactos con la nobleza visigoda.
El impulso del Islam llegó más allá de los Pirineos, hasta que los francos, a cuyo frente iba Carlos Martel, los derrotó en Poitiers en el año 732.
La conquista musulmana de la Península significó la desaparición del reino visigodo, pero la ocupación musulmana no alcanzó todo el territorio peninsular. En las montañas cántabras, como ya había sucedido con los romanos y los visigodos, se formaron núcleos de resistencia. Por otro lado, merced al impulso de los carolingios, los Pirineos pasaron pronto a convertirse en otro importante núcleo de resistencia.
Así, con el paso del tiempo y una vez fortalecidos, los reinos cristianos establecidos en esas montañas iniciaron lo que denominamos Reconquista. Proceso histórico referido a la lucha entre cristianos y musulmanes por el dominio de la península Ibérica y que abarca desde la batalla de Covadonga (721) hasta la conquista de Granada (1492). Es también un concepto con matices ideológicos al interpretarse como una cruzada cristiana cuyo fin era recuperar el antiguo reino visigodo.
2. Origen y evolución de los primeros núcleos cristianos de resistencia. El nacimiento de León y Castilla.
Tras la derrota, algunos nobles visigodos buscaron refugio en las montañas del norte. En coalición con los astures, un noble llamado Pelayo derrotó a los musulmanes en la batalla de Covadonga (721).
La victoria le valió para ser coronado rey de Asturias, cuya primera capital, Cangas de Onís, pronto fue trasladada a Oviedo. Con el paso del tiempo, reyes como Alfonso I o Alfonso III ocuparon los territorios de la cordillera cantábrica y de Galicia. Además, durante el reinado de Alfonso II se produjo la ruptura con la iglesia mozárabe de Toledo y se conquistó momentáneamente Lisboa.
Mientras, la cuenca del Duero pasó a convertirse en una especie de tierra de nadie en que eran frecuentes las razzias de los dos bandos. Durante los reinados de Alfonso III, Ordoño I y Ramiro II (850-911) se produjeron los siguientes fenómenos:
– Avance constante hacia el sur: cercanía de Toledo.
– Repoblaciones: Ciudad Rodrigo, Astorga, León, Oporto, Burgos…
– Mozárabes que huían de territorio musulmán.
– Se recoge la herencia del reino visigodo.
Durante el reinado de Alfonso II, el anuncio del hallazgo de la tumba del apóstol Santiago en Galicia ayudó a fortalecer el reino astur, cada vez más vinculado a Europa a través del camino jacobeo.
En vista de este desarrollo y de los avances en la Reconquista, los reyes trasladaron la capital a la Meseta, a León. De esta forma el reino pasó a denominarse asturleonés y más tarde reino de León.
Durante los siglos IX y X, los leoneses fueron ganando terreno, al tiempo que en la parte oriental de los reinos se estableció un poderoso condado: Castilla. Este baluarte defensivo situado en un lugar clave en la geoestrategia de las razzias musulmanas, alcanzó su independencia con el Conde Fernán González.
Por su parte, los vascones de la ciudad y comarca de Pamplona, que nunca habían sido dominados de forma efectiva por los musulmanes, constituyeron un nuevo núcleo cristiano que cristalizaría en el siglo X en el reino de Navarra. Se trataba de un lugar estratégico entre Roncesvalles y el Ebro de donde los Arista, con ayuda de los Banu-Qasi, expuldaron a los francos. Posteriormente la alianza entre estas dos familias se rompió, pasando Pamplona a apoyarse en el reino astur-leonés.
Muy ligados, en principio, a la corona pamplonesa estuvieron las comarcas pirenaicas de Sobrarbe, Ribagorza y Aragón, que en el 1035 terminaría por constituir el reino de Aragón. No obstante los núcleos pirenaicos tuvieron que hacer frente a una serie de problemas comunes:
– La lucha por mantener la independencia frente a los carolingios.
– La fortaleza musulmana y sólida estructura en torno al Ebro.
– Su escasa densidad demográfica.
A finales del siglo VIII los francos intervinieron en la Península y las comarcas del Pirineo catalán quedaron bajo su control: el Imperio Carolingio convirtió a esa zona en Marca Hispánica. Los francos organizaron el territorio en condados, uno de ellos, el de Barcelona, pasó a ser independiente a finales del siglo IX, vinculando de manera progresiva a los restantes condados.
3. Expansión y formas de ocupación del territorio.
En torno al año 1000, Sancho III logró hacer de Navarra el centro político de la España cristiana al hacerse con el poder en Castilla y Aragón. No obstante, esa unidad tocó a su fin cuando dividió su herencia entre sus dos hijos.
Uno de ellos, Fernando I, fue proclamado rey de Castilla, y pronto logró hacerse también con el reino de León. Sin embargo, al igual que su padre, dividió la herencia entre sus hijos. Estos continuos repartos debilitaron a los reinos cristianos hasta que, Alfonso VI, hijo de Fernando I, volvió a unificar la herencia.
Alfonso VI inició una ofensiva contra los musulmanes, que le valió la conquista de Toledo en 1085. Su ofensiva fue detenida un año después por los almorávides en la batalla de Sagrajas, pero los cristianos, bajo el mando de Rodrigo Díaz de Vivar, lograron conquistar Valencia temporalmente.
De nuevo el reino volvió a dividirse a la muerte de Alfonso VI en dos ramas: León y Castilla. Además, el condado de Portugal pasaba a ser independiente y se convertía en reino de la mano de Alfonso Henríquez, nieto de Alfoso VI, que en 1147 tomaba Lisboa.
En el este peninsular, Aragón (convertido en reino en 1035) vivió un momento de apogeo con Alfonso el Batallados, que consiguió tomar Zaragoza en 1118, pasando a convertirse en capital del reino aragonés. Por otro lado, Borrell II obtuvo en el siglo X la independencia definitiva de Cataluña respecto a los francos. Los condes de Barcelona forzaron las defensas musulmanas del Llobregat y conquistaron la denominada Cataluña Nueva.
Estos dos núcleos vivieron un momento decisivo en 1137, cuando el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, se casó con Petronila, heredera del trono aragonés. Desde entonces ambos territorios, conservando cada uno sus instituciones, pasaron a convertirse en la Corona de Aragón.
En el año 1212 las tropas cristianas de Castilla, Aragón y Navarra derrotaron a los almohades en las Navas de Tolosa (Jaén), en una batalla decisiva. En los años que siguieron a la victoria, Fernando III consiguió la unión definitiva de Castilla y León (1230) e inició la incorporación del valle del Guadalquivir, mientras su hijo Alfonso conquistaba Murcia.
Las conquistas de Fernando III incluyeron Jaén, Córdoba y Sevilla como ciudades más importantes, además de un vasto territorio que casi duplicaba los reinos heredados. Posteriormente, los castellanos lograron el control definitivo del estrecho de Gibraltar tras la batalla del Salado (1340).
A su vez, los portugueses terminaron su reconquista al tomar el Algarve. Navarra, aislada entre Castilla y Aragón, no consiguió ampliar su territorio en esta fase de la Reconquista. Mientras, la Corona de Aragón, de la mano de Jaime I conquistó Valencia en 1238 y las Baleares entre 1229 y 1235, si bien Menoría fue incorporada en 1287.
A finales del siglo XIII, sólo el reino nazarí de Granada continuaba bajo el control musulmán.
4. Modelos de repoblación y organización social.
La inseguridad que vivió Europa en los comienzos de la Edad Media dio lugar a un conjunto de relaciones personales que cristalizaron en lo que conocemos como feudalismo. El feudalismo es una forma de organización de la sociedad impuesta por los más poderosos para regular las relaciones con sus vasallos.
El feudalismo originó un tipo de sociedad, la sociedad estamental, caracterizada por su jerarquización y la acumulación o carencia de privilegios. La sociedad medieval quedó dividida en tres estamentos: “los que luchan” o nobleza, “los que rezan” o clero, y “los que trabajan” o tercer estado. Los dos primeros estamentos monopolizaban el poder y disponían de privilegios. No pagaban impuestos, y cobraban contribución del tercer estado.
Las formas de ocupación: la repoblación.
Tras la reconquista de un territorio era necesario repoblarlo para asegurar de manera definitiva y eficaz el dominio cristiano. A pesar de su paralelismo, los procesos de reconquista y repoblación fueron diferentes: Mientras el primero tenía un carácter eminentemente militar, el segundo era una empresa de dominación del territorio.
Existieron diversas modalidades de repoblación:
– Oficial; dirigida directamente por los monarcas (caso del norte del Duero y del Llobregat).
– Señorial; podía ser monacal, eclesiástica o laica y dio lugar a la formación de los grandes dominios señoriales (Se llevó a cabo a lo largo de toda la Reconquista).
– Privada; protagonizada por hombres libres atraídos, pese a los peligros, por las ventajas jurídicas y económicas de los territorios de frontera. Su ocupación y cultivo, de manera espontánea, por pequeños campesinos fue denominada “presura” y en Cataluña “aprisco”. Esta fórmula de ocupación fue muy común en el siglo IX en las estribaciones de la cordillera cantábrica y pirenaica.
– Concejil; Dirigida por los concejos al amparo de sus fueros y de un extenso alfoz. Fuero o carta puebla: forma de vertebrar jurídicamente el territorio y regular las relaciones jurídicas de su Concejo. Alfoz: territorio jurisdiccionalmente dependiente del concejo o municipio del que forma parte y al que normalmente circunda. Fue muy frecuente en los siglos XI y XII, con ejemplos significativos como Salamanca, Sepúlveda y Soria.
– De órdenes militares; a su auxilio acudieron los monarcas para repoblar amplios territorios del sur peninsular, especialmente de las cuencas del Tajo y Guadiana, así como la Extremadura aragonesa. En los siglos XII y XIII, las órdenes de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa recibieron enormes latifundios.
– Repartimiento; fue muy utilizado por los monarcas en el siglo XIII en las zonas con importante población musulmana, como Levante, Murcia y el valle del Guadalquivir. Los reyes distribuían las tierras conquistadas según la condición social y los méritos de los conquistadores.
La sociedad estamental y el régimen señorial.
Al igual que en el resto de Europa, las sociedades hispanocristianas estaban divididas en estamentos, fuertemente jerarquizados y asentados en el principio de desigualdad entre sus miembros. Se dividían en privilegiados –nobleza y clero- y no privilegiados, siendo denominados estos últimos “pecheros” por pagar pechos o tributos.
Era una sociedad agraria, donde la mayoría de la población vivía en pequeños núcleos rurales. Además, había una gran diversidad étnica y religiosa, ya que existían importantes minorías judías y musulmanas, en este último caso eran denominados mudéjares.
Derivada de las relaciones de dependencia personal surgió el régimen señorial, por el que los habitantes de un determinado territorio quedaban ligados a su propietario, a su señor. Existieron diversos tipos de señoríos como los de realengo (pertenecientes al monarca), los eclesiásticos y los señoriales. En el caso de los dos últimos podían ser:
– Solariegos; los señores cobraban una serie de rentas por el uso de la tierra a sus habitantes.
– Jurisdiccionales; las prerrogativas de los señores eran mucho mayores, pudiendo incluir el cobro de impuestos, la administración de justicia o servicios militares. Estos derechos suponían, en ocasiones, que la nobleza suplantase o interfiriese en las relaciones entre el monarca y sus súbditos.
5. Cultura.
Durante la la Edad Media, a la vez que la guerra y el enfrentamiento, tuvo lugar la coexistencia y la fusión entre las tres culturas y religiones presentes en la península: la cristiana, la musulmana y la judía.
Hasta el siglo X, la España islámica fue culturalmente muy superior a los reinos cristianos. Sólo los monasterios, como el de Ripoll o Sahagún, preservaron y trasmitieron la cultura mediante la copia y conservación de libros.
En el siglo IX tuvo lugar un hecho clave: el descubrimento de los restos del apóstol Santiago. Nació así la Ruta Jacobea de peregrinación. El Camino de Santiago se convirtió en una ruta clave en la difusión cultural. Llegaron modelos literarios, como los cantares de gesta, y estilos artísticos, como el románico y el gótico. La influencia cultural también tuvo lugar en sentido contrario y las aportaciones culturales de los reinos cristianos hispanos y la influencia de la cultura hispanomusulmana llegaron al resto de Europa.
A partir del siglo XI se inicia un fuerte desarrollo cultural paralelo a la formación de las lenguas romances: castellano (Cantar del Mio Cid, 1207), gallego, portugués, catalán-valenciano. En el s. XIII aparecieron las Universidades (Salamanca, 1218).
El puente cultural entre mundo islámico y cristiandad fue la prestigiosa Escuela de Traductores de Toledo que alcanzó su apogeo con Alfonso X el Sabio (s. XIII). Allí colaboraron cristianos, musulmanes y judíos que traducían del árabe al latín y, luego, directamente al castellano. La Escuela fue muy importante en la difusión en la península y Europea de las obras científicas, filosóficas y literarias de griegos, romanos y orientales.