Casi un siglo después del nacimiento de Séptimo Arte, las películas plantean a los historiadores un desafío que aún no ha sido afrontado: el reto de pensar en cómo utilizar todas las capacidades del medio para informar, yuxtaponer imágenes y palabras y, quizá, crear estructuras analíticas visuales. Como las normas cinematográficas son tan rígidas y, al principio para el historiador, tan desconcertantes, el medio audiovisual pone en evidencia las convenciones y limitaciones de la historia escrita. El cine ofrece nuevas posibilidades de representar la historia, posibilidades que podrían ayudar a la narración histórica a retomar el poder que tuvo en la época en la que estaba más unida a la imaginación literaria.
Esto no implica abandonar nuestros conocimientos o que estos sean falsos, sino reconocer que existe más de una verdad histórica, o que la verdad que aporta el medio audiovisual puede ser diferente, pero no necesariamente antagónica, de la verdad escrita.
La historia no existe hasta que no se reconstruye, y su creación es fruto de las ideas y valores subyacentes. Nuestro rigor, nuestra “historia científica” es fruto de la misma disciplina histórica, de una concepción de la historia…
Robert A. Rosenstone, El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia, p. 40.