Artículo publicado por Historia en Presente el 3 de enero de 2009.
Un breve estudio del contexto histórico de la aparición del término “imperialismo” puede ayudarnos a la hora de comprender este fenómeno.
“Durante el siglo XIX, las nuevas dimensiones adquiridas por el tradicional concepto de imperio se vieron notablemente ampliadas. Su primera asociación terminológica se dio en Francia con los partidarios del bonapartismo; un régimen imperial que se reanudó con el Segundo Imperio de Napoleón III. A su vez, estas connotaciones se extendieron a los defensores del viejo imperio alemán” [7].
Sin embargo, la versión más precisa se produjo en Gran Bretaña, hacia 1850, donde el término “imperialismo” era utilizado para designar al régimen de Luis Napoleón, fundado en la gloria nacional y el prestigio militar. Pasados veinte años empezó a aplicarse para señalar los lazos de los británicos con el imperio del que eran titulares. “Este debate se centró en torno a los postulados de Gladstone que, desde el liberalismo, se oponía a la política colonial de Disraeli, a la que crítica con el descalificativo de imperialista. El significado del término evolucionó entre los propios liberales británicos, donde hay que destacar a Salisbury y Chamberlain” [7].
Fue adquiriendo así connotaciones más complejas, entendiendo que el imperio era un marco de difusión de valores superiores ligados a un humanismo genérico que lo convertía en un fenómeno admirable.
También los marxistas fueron desarrollando una teoría sobre el imperialismo. “De esta forma, en sus primeros planteamientos, se entendía este fenómeno como una consecuencia directa del funcionamiento y la evolución del capitalismo. Por tanto, sus estudios se dirigieron a analizar el capitalismo como proceso que, en su desarrollo, engendraba sus propias contradicciones” [7].
Una parte de los enfoques marxistas se centró en estudiar las causas del imperialismo, mientras que otra se fijó más en sus consecuencias, si bien ambas se entendían como complementarias.
Como queda dicho, los contemporáneos de este fenómeno fueron plenamente conscientes de que se encontraban ante algo distinto al clásico colonialismo. Ese movimiento, desarrollado desde el siglo XVI de manera discontinua, comenzó en América y en los establecimientos, costeros en su mayoría, de África y Asia.
No obstante, la situación general del siglo XIX presentaba un panorama claramente distinto: “un mundo sometido a un proceso de aceleración insólita hasta entonces.
Una clave de este fenómeno fue el ingente crecimiento demográfico que se produjo en la población europea entre 1850 y 1900, con una tasa del 50%. Esto vino acompañado de una sensación de optimismo y omnipotencia generalizados en las poblaciones nacionales, que consideraban estas empresas como una especie de expresión de la innata superioridad propia” [7].
Bibliografía:
[1] Historia Universal Contemporánea; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.
[2] La guerra del mundo: los conflictos del siglo XX y el declive de occidente (1904-1953); Niall Ferguson – Barcelona – Debate – 2007.
[3] Postguerra. Una historia de Europa desde 1945; Tony Jutd– Madrid – Taurus – 2006.
[4] Historia del mundo actual; VVAA – Valladolid – Universidad – 2000.
[5] Los orígenes del totalitarismo; Hannah Arendt – Madrid – Alianza -2006.
[6] Historia de las relaciones internacionales; Charler Zorgbibe I – Madrid – Alianza Universidad – 1994.
[7] Teoría breve de las relaciones internacionales; Paloma García Picazo – Madrid – Tecnos – 2004.