Artículo publicado por Historia en Presente el 27 de mayo de 2008.
Continuamos con las reflexiones acerca de la relación entre Historia y cine. En la primera parte de este artículo –“Sobre la Historia y el cine I”– nos centrábamos en la importancia de la imagen para conocer y dar a conocer el pasado. En esta segunda el objetivo es analizar la influencia del cine sobre la sociedad y sus miembros.
La influencia del cine histórico sobre el espectador
“Consecuentemente, como historiadores hemos de estudiar los films como productos de consumo; hemos de intentar analizar la influencia que la organización requerida para producir y vender las películas tienen sobre las mismas”. [1]
Hasta el momento hemos abordado la cuestión del cine histórico desde el ámbito de los estudiosos del pasado. El centro del debate lo ha ocupado su validez como fuente para la construcción del discurso histórico o su uso como lenguaje divulgativo de esos contenidos. Este epígrafe, tal como indica su título, presenta la cuestión desde otro punto de vista, el del espectador.
Hablamos de personas con escasos conocimientos acerca de la temática que se trata; con ningún o escaso interés por observar la película con ojos críticos. Son gente más fácil de influenciar por el contenido del film, y es poco probable que acudan a fuentes bibliográficas para ampliar o corregir los conocimientos que han adquirido gracias a él. Por tanto, la visión que van a tener de un acontecimiento o de un personaje histórico se va a limitar a lo que observan en la gran pantalla.
Es evidente que la televisión y el cine tienen mucha más influencia sobre la sociedad que los historiadores. Las personas forman su composición de la Historia a través de lo que observan en la pantalla y, en ocasiones, con algún libro que cae en sus manos. Los films tienen una capacidad divulgativa infinitamente mayor que la de los estudiosos del pasado, por grandes que sean sus conocimientos o por muy vendidos que sean sus libros.
En definitiva, los que forman la conciencia histórica de las personas no son los historiadores, sino la industria del cine.
Eso no nos debe llevar a la conclusión de que todo está perdido, sino todo lo contrario: si hay cine histórico es porque la Historia atrae a los espectadores; les interesa. La cuestión pasa a ser qué hacer con el gigante audiovisual; pregunta a la que ya respondimos más arriba. Se trata de influir en las producciones que traten temas históricos, en asesorar a los profesionales del cine para evitar que den una visión distorsionada de la Historia.
En la mayor parte de los casos los historiadores son poco comprensivos con los directores de cine y demás personas responsables de la realización de un film histórico. Hemos de ser conscientes de las dificultades que supone trasladar un acontecimiento del pasado a la gran pantalla, de las limitaciones y ventajas de este proceso, y de las condiciones en las que se mueven los responsables de producción.
El cine histórico, por la complejidad de su temática, se encuentra en la mayor parte de los casos unido a las superproducciones. Esta gran inversión requiere, para ser rentable, una comercializadas a escala mundial, lo cual limita notablemente la manera de tratar el relato; ha de hacerse atractivo en culturas diversas y para un público heterogéneo.
Además, la estructura dramática que requiere toda narración fílmica –planteamiento, nudo y desenlace- es ajena al mundo de la Historia. Ahí no existe una estructura clara; el relato está abierto y las causas del desenlace se nos escapan. Otro de los factores que condicionan la realización de producciones históricas es el relativo al tiempo utilizado. El cine narra en presente, mientras que, salvo cuando usamos el presente histórico, la Historia se escribe en pasado.
En definitiva, a un historiador, por lo general, no le van a convencer las películas con temática histórica; no obstante, ha de ser comprensivo, pues la tarea de realización no es fácil. Además, ese film que el considera imperfecto influye, en la mayor parte de los casos, mucho más que las investigaciones históricas puestas por escrito.
La influencia del cine sobre la sociedad
“Entre los diversos aspectos que debemos tener en cuenta para aprender a juzgar un film histórico, ninguno es tan importante como el de la invención. Es el punto central, la palabra clave para entender la historia como relato filmado y, por ello, el más controvertido. De hecho, es el que separa más al cine histórico de los ensayos, que, en principio, evitan la ficción (aunque aceptan la ficción principal que supone considerar que la gente, los movimientos y las naciones viven hechos con un desarrollo lineal y moral). Si podemos encontrar un mecanismo que nos permita aceptar y juzgar las invenciones que cada film comporta, entonces podremos aceptar las alteraciones menores -omisiones y combinación de distintos episodios- que hacen que la historia en imágenes sea tan diferente de la impresa en los textos”. [4]
A los historiadores les ha de interesar la visión que los grandes medios de masas, en especial el cine, dan sobre la materia que trabajan.
Esa es una cuestión que hemos tratado en el apartado anterior. Sin embargo, la influencia de estos sobre sus receptores no sólo ha de ser motivo de preocupación, sino de estudio. Y no exclusivamente en el campo del cine histórico, sino en todos aquellos films del pasado considerados de interés por el historiador de un determinado tema. Al referirnos a Siegfried Krakauer decíamos que el cine era reflejo de la sociedad que lo producía y consumía. Podemos completar esa afirmación al defender su importancia como agente de la Historia.
Las obras cinematográficas del pasado les pueden servir a los historiadores tanto para estudiar una determinada sociedad como para conocer la influencia de la gran pantalla sobre la misma. Si nos preocupa la visión que actualmente dan las películas sobre determinados acontecimientos históricos, nos han de interesar también los valores que transmitían en el pasado. La temática tratada por el cine en cada época y lugar, así como la forma de presentarlo, no son una cuestión baladí.
Las pautas para el análisis de una producción cinematográfica que presenta J. M. Caparrós en Análisis histórico de los films de ficción no es exclusivo de las películas actuales; se puede aplicar al cine del pasado. Y ha de hacerse tanto para comprender esa sociedad como para conocer de qué forma se veía influida por la gran pantalla. Más difícil, seguramente, sea llegar a conocer el grado de esa influencia.
Conclusiones: fuente, lenguaje y agente
“Un partidario de la radio y de la película como medios de enseñanza ha escrito un libro: The decline of the writen word (El ocaso de la palabra escrita), en donde, con alegre convicción, vaticina un porvenir próximo en el cual los niños se alimentarán con reproducciones cinematográficas y con palabras habladas. ¡Enrome paso hacia la barbarie! ¡Eficacísimo medio para paralizar en la juventud el pensamiento y mantenerla en un estado de puerilidad y además, probablemente, sumergirla en profundo aburrimiento!” . [5]
Tras varios párrafos alabando la grandeza del cine y su utilidad para la construcción y divulgación de la Historia, la cita de Johan Huizinga nos puede servir para volver a poner los pies en el suelo. Suscribo todo los afirmado en las páginas anteriores, pero precisa de una matización. La defensa hecha de los medios audiovisuales como instrumentos validos para el trabajo del historiador no significa que estos sean los únicos o los más importantes. Hemos de valorar el cine en su justa medida. Puede que mi afán por atacar algunos prejuicios existentes me haya llevado en algún momento a dar al cine una importancia mayor que a otras fuentes o trabajos de Historia. Sin embargo, no es esa mi opinión.
A lo largo de las páginas anteriores hemos tratado el cine como fuente para el trabajo del historiador; tanto en lo referente a documentos históricos como a películas comerciales de épocas pasadas.
En este último ámbito distinguíamos aquellas que reflejaban a la sociedad de la época de las que trataban de influir en ellas; lo cual no quiere decir que ambos aspectos no se encontraran presentes en la mayor parte de las producciones cinematográficas. También extendíamos nuestro análisis a su capacidad de divulgar, bien por medio de documentales como por la vía del cine histórico. Hemos defendido, al fin y al cabo, el valor del cine como fuente, lenguaje y agente de la Historia.
Bibliografía:
[1] Análisis histórico de los films de ficción; José María Caparrós Lera y Sergio Alegre- Barcelona – 1999.
[2] Fotogramas de papel y libros de celuloide: el cine y los historiadores. Algunas consideraciones; Julio Montero.
[3] El pasado como espectáculo: reflexiones sobre las relación entre la Historia y el cine; José-Vidal Pélaz López – Valladolid – Universidad de Valladolid – 2008.
[4] El pasado en imágenes. El desafío del cine a nuestra idea de la historia; Robert A. Rosenstone – Barcelona – Ariel – 1997.
[5] Entre las sombras del mañana; Johan Huizinga – Barcelona – Península – 2007.