De Kosovo a Kosova: una visión económica

Artículo publicado por Historia en Presente el 5 de mayo de 2008.


Mi último artículo sobre Kosovo se centraba exclusivamente en la Historia Política de esta región balcánica. La cronología de este repaso abarcaba desde la conquista serbia en el año 1912, hasta la declaración unilateral de independencia por parte de las autoridades kosovares el pasado febrero. Si bien es cierto que hacía un guiño a la época medieval al incluir una referencia a la batalla del Kosovo-Polje (28 de junio de 1389). En el presente escrito abordo la cuestión desde una perspectiva distinta: la económica y demográfica. Espero que con lo que aporta este artículo –a falta de la publicación de los que estoy escribiendo actualmente- podamos juzgar mejor lo que está sucediendo actualmente en Serbia y Kosovo, así como extraer nuestras propias conclusiones y posibles soluciones al conflicto.

Construir un Estado sobre la ruina económica

Los procesos de independencia, esos esfuerzos de un supuesto pueblo por alcanzar su libre determinación, tienen algo de atracción romántica. El efecto se multiplica cuando el que practica la lucha por rechazar al invasor extranjero se presenta ante el mundo como un nuevo David que trata de derrotar al gigante Goliat. En Kosovo se dan ambas características, a las que se une la reciente limpieza étnica –no han pasado ni diez años- que en su día inició el expresidente serbio Slobodan Milosevic.

Sin embargo, pocos de los simpatizantes de esta causa se han parado a pensar si es viable económicamente la construcción del nuevo estado en el avispero balcánico.

Kosovo es un territorio que vive a base de subvenciones internacionales, las cuales suponen casi la mitad de su presupuesto. Resulta curioso que medio mundo esté empeñado en buscar una solución nacional a la región cuando lo realmente necesario es un plan de desarrollo económico. No pretendo con esto restar importancia a los aspectos políticos, pero muchas veces se da a estos un valor excesivo.

En Pristina, Belgrado, Bruselas, Moscú o Washington se debate sobre la posibilidad de que Kosovo sea un estado independiente. Pero en esas reuniones se pasa por alto cuestiones como su alto índice de paro –entre un 35% y un 50% de la población activa- o la extrema pobreza de esa sexta parte de la población total -300.000 personas- que vive con apenas un euro diario [6].

Una herencia que viene de lejos

Los defensores acérrimos del nuevo estado kosovar podrían argumentar que la ruina actual es consecuencia de las guerras que han afectado a los Balcanes, y especialmente a Kosovo, desde principios de los años noventa. Sin embargo, los datos económicos del último medio siglo desmienten esas afirmaciones. Mientras el conjunto de la Federación Yugoslava creció un 5% de media anual en producto social per cápita entre 1947 y 1978, los kosovares tan sólo alcanzaron un 3,2% [3].

Kosovo fue la región que menos creció en ese periodo, muy alejada de la república más próspera, Eslovenia, que lo hacía al 5,8%, pero también de otras no tan boyantes como Bosnia (4,1%) y Macedonia (4,9%). Es más, si en lugar de compararlo con repúblicas lo hacemos con otras provincias autónomas, el resultado es todavía más alarmante: Montenegro (4,1%) y Voivodina (5,5%). Visto esto se entiende perfectamente porque, en Fondo para el Desarrollo Acelerado de las Repúblicas atrasadas, aprobado en febrero de 1966 por la Asamblea Federal, se hacía una mención especial a esta provincia.

Kosovo no es, al fin y al cabo, una región arruinada a causa del yugo serbio; es una región arruinada sin más.

Lleva décadas hundiéndose en la miseria, preocupada exclusivamente de sus problemas políticos. A mi entender, necesita más urgentemente que un Plan Ahtisaari, un programa de recuperación económica.

Cuando la ruina lleva al conflicto

Tal como indican Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez en su obra La Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días, en el año 1986 el desempleo alcanzaba a más de la mitad de la población activa de Kosovo. Ese 55,9% al que hacen referencia contrasta con la media existente dentro de la Federación Yugoslava, un 16,2%. Como es lógico, este y otros aspectos de la crisis, fueron generando un enorme malestar entre los afectados y sus familias.

La pobreza buscó poco a poco culpables, lo fuesen realmente o no. Pronto los encontraron en la situación política de la región. Los albano-kosovares nunca estuvieron a gusto dentro de Serbia antes de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), y tampoco habían aceptado de buen grado su inclusión en Yugoslavia como provincia autónoma. Tal como vimos en el anterior artículo, sus reclamaciones para formar una república independiente dentro de la Federación se sucedieron a lo largo de las últimas décadas de existencia de la misma.

El sentimiento de rechazo hacia Serbia, presente desde principios del siglo XX, se fue acentuando como consecuencia de la crisis. La incapacidad del gobierno federal para resolver los problemas económicos estructurales alimentó la cuestión nacionalista, no sólo en Kosovo, sino en toda Yugoslavia [5].

El nacionalismo y la pobreza fueron de la mano en todo el proceso de descomposición federal. No obstante, es lógico que el descontento fuera mayor en aquellos lugares donde la economía tomaba peor cariz. Los kosovares empezaron a asociar, ya en los años sesenta, la independencia con el final de la crisis. Fieles al ideario nacionalista –también practicado por personajes como Milosevic o Tudjman-, Ibrahim Rugova y otros líderes de etnia albanesa identificaron la autodeterminación con el paraíso terrenal; con el fin de todos los problemas y sufrimientos. Demagogia, en definitiva, que no se diferenciaba mucho de la practicada a principios de los noventa en Belgrado y Zagreb.

El mejor ejemplo de un nacionalismo moderado en los territorios balcánicos es el de Eslovenia; curiosamente la república con mejores índices económicos. A partir de datos extraídos por Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez de los trabajos de Sabrina P. Ramet podemos establecer una comparación con el Kosovo: “en 1972, Croacia y Eslovenia, con el 29% de la población total del Estado yugoslavo, publicaban el 44% de los periódicos de todo el país y desde su territorio emitían el 46% de las emisoras de radio. Kosovo, con el 7% de la población global, tenía el 2,7% de los cines, sólo disponía de un diario en lengua albanesa y dos emisoras de radio de las 174 existentes en el país”.

Tras esta cita es fácil entender porqué Eslovenia está en el euro y Croacia a las puertas de Europa, mientras Serbia y Kosovo continúan en las viejas disputas nacionalistas. En Belgrado y Pristina se sigue soñando con el paraíso nacional –cada uno a su manera: la Gran Serbia y el Kosovo independiente- que solucionará todas las carencias socioeconómicas. El problema es que esa falsedad parece haber contagiado también a las potencias occidentales.

Tanto ellas como los gobiernos balcánicos parecen no darse cuenta de que la solución al problema político tiene bastante que ver con el fin de la estrechez económica.

Bibliografía:

[1] Historia Universal Contemporánea II; Javier Paredes (Coord.) – Barcelona – Ariel – 2004.

[2] Postguerra. Una historia de Europa desde 1945; Tony Judt – Madrid – Taurus -2006.

[3] La Europa balcánica. Yugoslavia, desde la Segunda Guerra Mundial hasta nuestros días; Ricardo M. Martín de la Guardia y Guillermo A. Pérez Sánchez – Madrid – Síntesis – 1997.

[4] La trampa balcánica; Francisco Veiga – Barcelona – Grijalbo – 2002.

[5] Los conflictos yugoslavos. Una introducción; Carlos Taibo y José Carlos Lechado – Madrid – Fundamentos – 1993.

[6] Kosovo. Una independencia sin dinero; Ramón Lobo – El País – 31 de mayo de 2007.

[7] Kosovo independiente; Florentino Portero – GEES -12 de junio de 2007.

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