La Rusia de los zares: la autocracia zarista


A principios de siglo XX, el Imperio Ruso mantenía una monarquía absoluta en la que el zar aparecía investido de un poder autocrático que procedía de Dios, y en la que la arbitrariedad era la norma del Estado.

Nadie controlaba los actos del zar, que gobernaba por decreto (ukases) y ninguna institución protegía a los súbditos de la omnipotencia de un Estado que se sustentaba en cuatro pilares:

  • La burocracia, estructura administrativa que garantizaba el funcionamiento del inmenso Imperio Ruso. El sistema estaba corrupto y los funcionarios se habían convertido en una auténtica nobleza administrativa.
  • El ejército, instrumento esencial del expansionismo ruso sobre el resto de los territorios del Imperio. Sus mandos estaban exclusivamente reservados exclusivamente a la nobleza.
  • La Iglesia Ortodoxa, cuya cabeza era el propio zar, ejercía el papel de garante del orden y salvaguardia de las tradiciones.
  • La policía (ojrana), protagonista de un sistema represivo muy duro que garantizaba el mantenimiento del orden.
Hasta 1905, en tiempos del zar Nicolás II, no hubo en Rusia ninguna institución representativa a nivel nacional que sirviese de contrapeso al poder absoluto de los zares.

En el año 1846 se había aceptado la creación de unas asambleas territoriales, los llamados zemstva, que no eran representativas ante el poder, ya que solamente tenían algunas atribuciones a nivel local.

Con el mismo criterio, en el año 1870, se crearon las asambleas urbanas o dumas municipales, que eran elegidas por sufragio censitario. Sin embargo, ambos organismos estaban, de hecho, bajo la tutela de la Administración y eran controlados por la nobleza y los propietarios.